DULCE LUNA MARROQUÍ.
DEL 14 AL 29 DE NOVIEMBRE DE 2009.
Unos cuantos miles de quilómetros por Europa nos hacen plantearnos un cambio de aires, de cultura, de paisajes y paisanajes, de carreteras de firme asfalto (y no tan firme), alejarnos de las facilidades y comodidades de éste primer y viejo mundo, en definitiva, un cambio de continente.
Así lo que primero que se nos viene a la mente (influenciados, por qué lo vamos a negar, por las decenas de experiencias leídas y escuchadas de entusiastas y enamorados de este lugar) es Marruecos; un país cercano pero a la vez lejano que nos permite este primer acercamiento, no sin cierto miedo escénico, a una manera diferente de vivir.
La idea es hacer una ruta de unos quince días, intentando abarcar un poco de todo para atesorar gran cantidad de vivencias: Ciudades Imperiales, Desierto, Montaña, Océano…Así que manos a la obra.
Un viaje dicen que empieza con los preparativos, y yo esto me lo tomo al pie de la letra: me leo todo lo que puedo (guías, experiencias relatadas en foros, páginas web de turismo,…) y además ésta vez no dudé en pedir consejo directo a Raúl y Txoni que muy primorosamente nos prepararon un recorrido y nos regalaron sabios consejos (muchas gracias); así que antes de salir ya he hecho una primera visita virtual en espera del día de partida.
Aunque faltaba un pequeño detalle: la Moto está en el taller recibiendo cuidados propios de los quilómetros, y parece que la cosa se alarga, así que hasta el último momento (la tarde antes de partir a Tarifa) no podemos ir a recogerla, por lo que esa noche visitamos la cama un poco tarde (últimos ajustes de las maletas, hacer el equipaje, distribuirlo por la moto, qué llevar y qué no llevar…).
Ahora sí que partimos.
DÍA 1: MADRID - TARIFA
Un día en el que rodamos sin más, relajados, con muy buen tiempo durante toda la jornada. Sin prisas, comenzando a digerir lo que teníamos por delante, y lo que vivimos por detrás: una maravillosa boda que ponía el colofón a media vida juntos (qué se le va hacer si me retrasé un poco en pedírselo). Aunque yo todavía con la mosca detrás de la oreja por la moto: sé que no es muy inteligente hacerse un viaje largo unas horas después de haberla sacado del taller, pero… nunca nos había fallado y no iba a ser ahora (la fe mueve montañas). Llegamos sin más contratiempos, nos acomodamos en el hotel, dimos una vueltecita por el pueblo, cenamos de picnic en el mismo hotel y pronto para la cama, que el ferry salía a las nueve de la mañana.
DÍA 2: ALGECIRAS - TÁNGER (EN FERRI)
TÁNGER - CHEFCHAOUEN
Hoy ya sí que hay algo de nervios, un desayuno rápido y al barco.
Muy poca gente para embarcar, así que a las nueve y cuarto ya estamos rumbo a Tánger y haciendo cola para el sellado de los pasaportes (un trámite que nos ahorramos en tierra).
A las diez tocamos tierra, muy amablemente nos hacen pasar los primeros de la cola (somos la única moto) y allí un empleado de la aduana nos indica el papeleo que hay que hacer para entrar con el vehículo. Todo esto sin pedir ninguna “compensación” y mientras charlamos amistosamente, por lo que nos llevamos la primera sorpresa agradable del viaje.
Salimos del puerto y rumbo directos a Chefchaouen. No paramos en ningún sitio: hemos llegado a otro mundo, todo está ¿más sucio?, no hay apenas semáforos, la gente parece que vive en la cuneta de la carretera…si paramos no dudamos que seremos engullidos. Esto son las secuelas de vivir en una burbuja (y eso que en Madrid he visto barrios mucho peores que cualquier zona de Tánger), pero creo que el miedo escénico nos pudo un poco (esto último lo comprobamos el último día en Tánger la vuelta).
A Chefchaouen llegamos sin ningún contratiempo, cruzamos el pueblo un par de veces con la moto en busca de algún hotel céntrico con parking y al final recalamos en el Hotel Parador (bien situado y con zona de aparcamiento vigilada, pero muuuuyyy viejo y desfasado). Antes de abrir las tres maletas de la moto, ya teníamos a un guía ofreciéndonos sus servicios. Nos vamos al hotel, nos cambiamos y salimos a tantear el pueblo (y a cambiar dinero), ahí seguía el guía, finalmente le conseguimos dejar claro que no necesitábamos de sus servicios (a lo largo del viaje aprenderemos a ser más contundentes, sin perder la sonrisa, y así a “disfrutar” durante menos tiempo de todo aquel que te quiere vender algo, enseñar algo a cambio de algo…).
Un pueblo pequeño, tranquilo, muy bonito. Así nos vamos para la cama la primera noche en Marruecos: un poco aturdidos por el aluvión de novedades (tanto a nivel externo, como a nivel interno con una avalancha de sentimientos agradables y algunos incómodos).
DÍA 3: CHEFCHAOUEN – FEZ (dos noches)
Desayuno en el hotel (en todos los hoteles en que estuvimos el desayuno iba siempre incluido), recogemos, pagamos al vigilante del parking, y rumbo a Fez.
Pero antes de llegar, tenemos pensado recalar en Volúbilis. Gran acierto: una ciudad romana entera se muestra a nuestros pies, y nunca mejor dicho, pues se puede pasear por sus calles cual antiguo habitante. Disfrutamos de la soledad del lugar, de su historia, de sus casas, de sus maravillosos y completos mosaicos, de un arco de triunfo, de prensas de aceite…
Llegamos a Fez, cada 50 metros policías de todas clases: el Rey está por aquí, ¡y nosotros también!
Nada más entrar a la ciudad se nos pega a la moto uno de sus habitantes en una motilla: “¿qué hotel buscáis? ¿No tenéis hotel?, yo os puedo llevar a uno con buen sitio para la moto”. Accedemos y con gran acierto dormimos en una especie de riad en la zona nueva. Ducha y paseo por la zona, batido de frutas para merendar y pollo asado para cenar (mañana iremos a la medina).
Por la mañana hemos quedado con un guía, para que nos enseñe lo más importante de la medina. El paseo, o mejor dicho el guía, no nos convence del todo: demasiada artesanía (o lo que es lo mismo, demasiadas tiendas). Lo más impresionante (por lo duro del trabajo) son las curtiderías.
Una vez que nos deja el guía, intentamos explorar por nuestra cuenta, pero en menos de una hora estamos rodeando la muralla de la medina, pues no dábamos la vuelta a una esquina cuando ya teníamos encima a algún chaval intentando liarnos: que si por allí no hay nada, que por aquí está lo interesante…vamos, que te vuelven loco. Nos gusta perdernos, caminar sin rumbo, observar, dar vueltas, encontrar el camino de vuelta, volver a perdernos…pero no nos gusta que nos atosiguen, así que a partir de ahora haremos incursiones a la medina por calles principales (nada de callejear).
Cena en la zona nueva, paseo para relajarnos y a la cama.
DÍA 5: FEZ - MIDELT
Etapa que nos acercará al Desierto. Por el camino pararemos en Ifrane (curioso lugar), nos desviaremos por la carretera a Aïn-Leuh para rodearnos de cedros, pasaremos el Col de Zad a 2.178 m y comenzaremos a bajar hacia Midelt.
Llegamos a un lugar de paso pero lleno de actividad, les encanta el mercadear: pasamos por pastelerías, carnicerías, tiendas de “se vende de todo”, locutorios, puestos ambulantes de comida, cafeterías…intentan colarnos una alfombra (con el truco de ven a ver nuestra asociación), no lo consiguen, así que se quedan con cara triste y un poco enfadados (hemos notado ya varias veces que cuando no venden parece que se mosquean un poco, eso sí, a su manera: como si fueran niños pequeños que se ponen de morros).
Luego nos pasamos media tarde charlando y tomando un café con Azis: un lugareño que en un principio se presentó con la intención de que le ayudásemos a escribir una carta para un amigo español (¿verdad? ¿O sólo un truco para ofrecerse de guía?), pero al final resultó una charla muy productiva: nos habló de su trabajo en la cantera buscando fósiles, de su casa, su familia, de la vida en Midelt, de la falta de mujeres casaderas…hasta nos regaló una piedra de cuarzo y unos pequeños fósiles, además de invitarnos al café.
Aquí dormimos en el hotel Massira (para definirlo digamos que es un hotel donde pernoctan los autóctonos), con un anfitrión encantador, una bellísima persona que perfectamente podría pasar por nuestro abuelo, nos acogió como si fuésemos sus nietos. Ningún adjetivo podría definirlo con propiedad: ¿entrañable? ¿Desinteresado? ¿Inocente? ¿Encantador? ¿Complaciente? ¿Cariñoso?...
Un detalle curioso que muestra la picaresca de esta gente: estamos a 20 m del hotel (vamos en la moto y lo tenemos enfilado) y de repente un chaval se pone a correr delante hasta llegar a la puerta del hotel, ¡ya ha conseguido unas monedas!, pues nos ha llevado al hotel según lo ven los ojos del dueño. ¡Ni el Lazarillo de Tormes!
DÍA 6: MIDELT – MERZOUGA (dos noches)
Disfrutamos de largas rectas, solitaria carretera, soleado día, árido y pedregoso paisaje, frondosos bosques de palmeras, silencio, soledad; vamos preparando el espíritu para el desierto.
Llegando a nuestro destino, de fondo nos recibe una cordillera de lejanos montes, pero según nos acercamos, descubrimos que esos montes no están hechos de tierra y piedras, son arena: firme y naranja.
Nos hospedamos en Ali el Cojo, convirtiéndonos en compañeros de viaje provisionales de Hassan, con el que disfrutaríamos durante dos días de largas charlas; hemos estado como en casa.
Aquí compartimos tiempo con una pareja curiosa: ella española, él austriaco; buena gente.
Visita al lago salado, atardecer en las dunas, excursión en dromedario para dormir en el desierto y ver amanecer, música, ricas comidas, conversaciones bajo las estrellas…
Aquí encontramos una paz que anhelábamos, no queremos marchar, pero queremos ver más cosas (somos así: siempre queremos más).
DÍA 8: MERZOUGA - ZAGORA
Con gran pesar arrancamos (y no utilizo este verbo a la ligera).
Nos encontramos con otra carretera de grandes rectas y un paisaje marrón que no se agota hasta llegar al valle del Draa, donde se pinta de verde. Pasamos pueblos y pueblos: con su gente mercadeando, esperando en las cunetas a que un coche los lleve, niños saliendo del cole, el gendarme con su pistola-radar…mucha vida en la calle.
Por fin Zagora, última parada de abastecimiento para las caravanas rumbo a Tumbuctú.
Decidimos pasar lo que queda de día paseando tranquilamente (otra vez será la excursión al desierto de arenas amarillas) para al día siguiente desandar lo andado y poner rumbo al norte.
DÍA 9: ZAGORA – OURZAZATE (dos noches).
Salimos rumbo norte. A las afueras de Zagora nos paramos en una explanada desde la que se puede apreciar el inmenso palmeral en todo su esplendor (la cámara no era capaz de captarlo). ¡Y qué pequeño es el mundo!, aparece un todoterreno con la pareja austriaco-española que habíamos conocido en Merzouga. Este día lo pasaríamos con ellos, visitando una Kasba a las afueras de Agz y recalando en el mismo hotel a las afueras de Ouarzazate (Hotel dar Chamaa) donde nos volvimos a sentir como en casa.
Al día siguiente decidimos pegarnos una pequeña paliza de carretera para visitar las gargantas del Todra y Dades (después de haber visto fotos no podía irme sin verlas). Paisajes espectaculares (nos faltó tiempo para saborearlos con tranquilidad, pecando un poco de caza-fotos). Otro sitio para volver y llegar hasta el final.
DÍA 11: OUAZAZATE- MARRAKECH (dos noches)
De nuevo dejamos atrás otra casa.
Antes de abandonar esta ciudad, nos dejamos caer por los estudios de cine que hay a las afueras: un sitio curioso donde se rodaron unas cuantas películas.
Atravesamos el Atlas por un puerto majestuoso, que parece no acabar nunca, el Col du Tichka (2.260m).
Y llegamos a Marrakech. Directamente nos sumergimos en su caótico tráfico en busca del hotel (nada de GPS); una aventura de casi una hora (o eso nos pareció) donde disfruté (ya sé que suena a masoca) de una conducción “salvaje”, con la única norma de no colisionar con nada ni nadie. Finalmente llegamos sanos y salvos al hotel, ducha y a patear la medina, tomando como referencia la plaza de Djemaa-el Fna.
Impresiones de la ciudad: es un gran mercado, con sus rincones, pero un mercado. Supongo que nos faltó tiempo para empaparnos de su esencia, ¿o no?
El segundo día hicimos alguna visita: las tumbas Saadíes, Museo de Marrakech, Madraza Ali ibn Yusuf.
Comida en el patio interior de un riad, y a seguir descubriendo nuevos rincones.
DÍA 13: MARRAKECH-ESSAOUIRA.
Nos vamos a la playa, calienta el sol, oh, oh, oh.
Hoy toca Océano, y como buenos asturianos, esto nos pone muy contentos: no hay cosa que más nos relaje que un trocito de costa y un inmenso mar.
Anécdota del día (que no consigue mermar nuestra alegría): nos caza el radar, 400 dirhams y a rodar.
No defrauda, es lo que nos habíamos imaginado.
Nos tomamos nuestro pescadito fresco en el puerto, nos damos un paseo por la medina, un rico helado italiano en una plaza, un paseo hasta el puerto y murallas, otro paseo por la playa, y nos sentamos a contemplar el atardecer. Vuelta al hotel, un rato en el hamman del mismo y vuelta a la medina a cenar y dar un pequeño paseo nocturno.
Descansados de espíritu nos vamos a la cama.
DÍA 14 ESSAOUIRA-El-JADIDA.
Nuestra idea era recalar en Casablanca, pero la mezquita Hassan II (que era lo que nos había llamado la atención de esta ciudad para hacer noche aquí y no en otro sitio) no tiene visitas los viernes, así que decidimos alejarnos del bullicio de la gran ciudad y optamos por la tranquilidad de una pequeña ciudad de costa. Durante el camino, cruzamos pueblos llenos de actividad: los corderos cambian de manos y se van en el maletero de un coche, en un carrito, en una motilla, en los portamaletas de los autobuses… se están preparando para la fiesta del cordero. Atravesar esta algarabía es muy agotador, pero no aburre.
Después de haber estado en Essaouira, El-Jadida nos defrauda un poco; nos encontramos con una ciudad más grande, bulliciosa en su zona nueva y con unas murallas descuidadas, así como una medina carente de vida. Menos mal que lo Azul lo arregla todo.
DIA 15 EL-JADIDA-TÁNGER.
Etapa de trámite, pues queremos llegar lo antes posible a Tánger para poder visitar la ciudad con algo de luz. Así que enganchamos la autopista y todo tieso para delante.
Llegando a Tánger nos sorprenden hogueras en cada esquina: hoy es el primer día (son tres y la fecha está regida por la luna) de la fiesta del cordero, así que por todos los lados se ven a los chavales asando las cabezas y entrañas del cordero. Curioso verlos de fiesta: el turista/extranjero/viajero no existe para ellos, por primera vez en todo el viaje sientes que puedes observarlo todo y a todos sin miedo a ser “abordado” a cada paso, para nosotros, que nos gusta pasar desapercibidos esto es una bendición.
Recalamos en el hotel La Tangerina, un sitio100 % recomendable: muy bien situado en lo alto de la medina y con una acogida muy hogareña, sintiéndonos desde el primer momento como en casa. A lo largo del día tendremos ocasión de charlar con la propietaria (una tangerina que estuvo 10 años estudiando en España) sobre Marruecos, sus gentes y costumbres, su economía…muy enriquecedor.
La tarde la dedicamos a pasear por Tánger (todo está cerrado, así que simplemente paseamos y observamos a sus habitantes en fiesta). Tánger ya no es esa ciudad sucia y extraña que vimos cuando llegamos hace 15 días, ahora se muestra pequeña, acogedora, tranquila, bonita, curiosa, extraña, con muchas historias que contar, con olor a piel y cuerno quemados…
Conseguimos cenar en uno de los pocos restaurantes que estaban abiertos. Después de una exquisita cena (nos encanta el tajín, no hubo día que no cayera uno) ya toca irse a dormir arrumados por el Mediterráneo y el Atlántico.
DÍA 16: REGRESO: 29-11-2009, ferry y a Madrid.
Un amanecer con el Estrecho haciendo de pintura “in vivo” a los pies de nuestra cama y un desayuno espectacular en un ambiente lo más relajado posible, nos predisponen a que con gran pena hagamos las maletas, carguemos la moto y nos vayamos a ver si podemos partir en el ferry de las 10:00 (nosotros teníamos reserva en el de las 12:00).
Llegamos a la aduana, y todavía no paré la moto, cuando ya tengo a un individuo (identificado con una chapa de la naviera con la que viajábamos), que me agobia preguntándome si ya tengo rellenos los papeles, le digo que no, y no sé cómo, me encuentro en la oficina de la naviera detrás de él viendo como me rellena nuestros papeles de salida. Termina, me los da, y cómo no, me pide unos dirhams: ahí se queda (pues ya cansa un poco).
Salimos sin más contratiempos, llegamos a Tarifa en 45 minutos escasos, y pasando la aduana nos comenta un policía que hemos tenido mucha suerte: se habían suspendido el resto de ferrys debido al temporal.
Nos enfundamos nuestros monos de agua y rumbo al norte. Etapa llena de agua, viento
y frío, pero finalmente a las 20:00 h llegamos a nuestra casa. ¿Se acabó el viaje?, ¡qué va!, no vemos el momento de volver, nos quedaron un montón de cosas por ver, sentir, experimentar.
DEL 14 AL 29 DE NOVIEMBRE DE 2009.
Unos cuantos miles de quilómetros por Europa nos hacen plantearnos un cambio de aires, de cultura, de paisajes y paisanajes, de carreteras de firme asfalto (y no tan firme), alejarnos de las facilidades y comodidades de éste primer y viejo mundo, en definitiva, un cambio de continente.
Así lo que primero que se nos viene a la mente (influenciados, por qué lo vamos a negar, por las decenas de experiencias leídas y escuchadas de entusiastas y enamorados de este lugar) es Marruecos; un país cercano pero a la vez lejano que nos permite este primer acercamiento, no sin cierto miedo escénico, a una manera diferente de vivir.
La idea es hacer una ruta de unos quince días, intentando abarcar un poco de todo para atesorar gran cantidad de vivencias: Ciudades Imperiales, Desierto, Montaña, Océano…Así que manos a la obra.
Un viaje dicen que empieza con los preparativos, y yo esto me lo tomo al pie de la letra: me leo todo lo que puedo (guías, experiencias relatadas en foros, páginas web de turismo,…) y además ésta vez no dudé en pedir consejo directo a Raúl y Txoni que muy primorosamente nos prepararon un recorrido y nos regalaron sabios consejos (muchas gracias); así que antes de salir ya he hecho una primera visita virtual en espera del día de partida.
Aunque faltaba un pequeño detalle: la Moto está en el taller recibiendo cuidados propios de los quilómetros, y parece que la cosa se alarga, así que hasta el último momento (la tarde antes de partir a Tarifa) no podemos ir a recogerla, por lo que esa noche visitamos la cama un poco tarde (últimos ajustes de las maletas, hacer el equipaje, distribuirlo por la moto, qué llevar y qué no llevar…).
Ahora sí que partimos.
DÍA 1: MADRID - TARIFA
Un día en el que rodamos sin más, relajados, con muy buen tiempo durante toda la jornada. Sin prisas, comenzando a digerir lo que teníamos por delante, y lo que vivimos por detrás: una maravillosa boda que ponía el colofón a media vida juntos (qué se le va hacer si me retrasé un poco en pedírselo). Aunque yo todavía con la mosca detrás de la oreja por la moto: sé que no es muy inteligente hacerse un viaje largo unas horas después de haberla sacado del taller, pero… nunca nos había fallado y no iba a ser ahora (la fe mueve montañas). Llegamos sin más contratiempos, nos acomodamos en el hotel, dimos una vueltecita por el pueblo, cenamos de picnic en el mismo hotel y pronto para la cama, que el ferry salía a las nueve de la mañana.
DÍA 2: ALGECIRAS - TÁNGER (EN FERRI)
TÁNGER - CHEFCHAOUEN
Hoy ya sí que hay algo de nervios, un desayuno rápido y al barco.
Muy poca gente para embarcar, así que a las nueve y cuarto ya estamos rumbo a Tánger y haciendo cola para el sellado de los pasaportes (un trámite que nos ahorramos en tierra).
A las diez tocamos tierra, muy amablemente nos hacen pasar los primeros de la cola (somos la única moto) y allí un empleado de la aduana nos indica el papeleo que hay que hacer para entrar con el vehículo. Todo esto sin pedir ninguna “compensación” y mientras charlamos amistosamente, por lo que nos llevamos la primera sorpresa agradable del viaje.
Salimos del puerto y rumbo directos a Chefchaouen. No paramos en ningún sitio: hemos llegado a otro mundo, todo está ¿más sucio?, no hay apenas semáforos, la gente parece que vive en la cuneta de la carretera…si paramos no dudamos que seremos engullidos. Esto son las secuelas de vivir en una burbuja (y eso que en Madrid he visto barrios mucho peores que cualquier zona de Tánger), pero creo que el miedo escénico nos pudo un poco (esto último lo comprobamos el último día en Tánger la vuelta).
A Chefchaouen llegamos sin ningún contratiempo, cruzamos el pueblo un par de veces con la moto en busca de algún hotel céntrico con parking y al final recalamos en el Hotel Parador (bien situado y con zona de aparcamiento vigilada, pero muuuuyyy viejo y desfasado). Antes de abrir las tres maletas de la moto, ya teníamos a un guía ofreciéndonos sus servicios. Nos vamos al hotel, nos cambiamos y salimos a tantear el pueblo (y a cambiar dinero), ahí seguía el guía, finalmente le conseguimos dejar claro que no necesitábamos de sus servicios (a lo largo del viaje aprenderemos a ser más contundentes, sin perder la sonrisa, y así a “disfrutar” durante menos tiempo de todo aquel que te quiere vender algo, enseñar algo a cambio de algo…).
Un pueblo pequeño, tranquilo, muy bonito. Así nos vamos para la cama la primera noche en Marruecos: un poco aturdidos por el aluvión de novedades (tanto a nivel externo, como a nivel interno con una avalancha de sentimientos agradables y algunos incómodos).
DÍA 3: CHEFCHAOUEN – FEZ (dos noches)
Desayuno en el hotel (en todos los hoteles en que estuvimos el desayuno iba siempre incluido), recogemos, pagamos al vigilante del parking, y rumbo a Fez.
Pero antes de llegar, tenemos pensado recalar en Volúbilis. Gran acierto: una ciudad romana entera se muestra a nuestros pies, y nunca mejor dicho, pues se puede pasear por sus calles cual antiguo habitante. Disfrutamos de la soledad del lugar, de su historia, de sus casas, de sus maravillosos y completos mosaicos, de un arco de triunfo, de prensas de aceite…
Llegamos a Fez, cada 50 metros policías de todas clases: el Rey está por aquí, ¡y nosotros también!
Nada más entrar a la ciudad se nos pega a la moto uno de sus habitantes en una motilla: “¿qué hotel buscáis? ¿No tenéis hotel?, yo os puedo llevar a uno con buen sitio para la moto”. Accedemos y con gran acierto dormimos en una especie de riad en la zona nueva. Ducha y paseo por la zona, batido de frutas para merendar y pollo asado para cenar (mañana iremos a la medina).
Por la mañana hemos quedado con un guía, para que nos enseñe lo más importante de la medina. El paseo, o mejor dicho el guía, no nos convence del todo: demasiada artesanía (o lo que es lo mismo, demasiadas tiendas). Lo más impresionante (por lo duro del trabajo) son las curtiderías.
Una vez que nos deja el guía, intentamos explorar por nuestra cuenta, pero en menos de una hora estamos rodeando la muralla de la medina, pues no dábamos la vuelta a una esquina cuando ya teníamos encima a algún chaval intentando liarnos: que si por allí no hay nada, que por aquí está lo interesante…vamos, que te vuelven loco. Nos gusta perdernos, caminar sin rumbo, observar, dar vueltas, encontrar el camino de vuelta, volver a perdernos…pero no nos gusta que nos atosiguen, así que a partir de ahora haremos incursiones a la medina por calles principales (nada de callejear).
Cena en la zona nueva, paseo para relajarnos y a la cama.
DÍA 5: FEZ - MIDELT
Etapa que nos acercará al Desierto. Por el camino pararemos en Ifrane (curioso lugar), nos desviaremos por la carretera a Aïn-Leuh para rodearnos de cedros, pasaremos el Col de Zad a 2.178 m y comenzaremos a bajar hacia Midelt.
Llegamos a un lugar de paso pero lleno de actividad, les encanta el mercadear: pasamos por pastelerías, carnicerías, tiendas de “se vende de todo”, locutorios, puestos ambulantes de comida, cafeterías…intentan colarnos una alfombra (con el truco de ven a ver nuestra asociación), no lo consiguen, así que se quedan con cara triste y un poco enfadados (hemos notado ya varias veces que cuando no venden parece que se mosquean un poco, eso sí, a su manera: como si fueran niños pequeños que se ponen de morros).
Luego nos pasamos media tarde charlando y tomando un café con Azis: un lugareño que en un principio se presentó con la intención de que le ayudásemos a escribir una carta para un amigo español (¿verdad? ¿O sólo un truco para ofrecerse de guía?), pero al final resultó una charla muy productiva: nos habló de su trabajo en la cantera buscando fósiles, de su casa, su familia, de la vida en Midelt, de la falta de mujeres casaderas…hasta nos regaló una piedra de cuarzo y unos pequeños fósiles, además de invitarnos al café.
Aquí dormimos en el hotel Massira (para definirlo digamos que es un hotel donde pernoctan los autóctonos), con un anfitrión encantador, una bellísima persona que perfectamente podría pasar por nuestro abuelo, nos acogió como si fuésemos sus nietos. Ningún adjetivo podría definirlo con propiedad: ¿entrañable? ¿Desinteresado? ¿Inocente? ¿Encantador? ¿Complaciente? ¿Cariñoso?...
Un detalle curioso que muestra la picaresca de esta gente: estamos a 20 m del hotel (vamos en la moto y lo tenemos enfilado) y de repente un chaval se pone a correr delante hasta llegar a la puerta del hotel, ¡ya ha conseguido unas monedas!, pues nos ha llevado al hotel según lo ven los ojos del dueño. ¡Ni el Lazarillo de Tormes!
DÍA 6: MIDELT – MERZOUGA (dos noches)
Disfrutamos de largas rectas, solitaria carretera, soleado día, árido y pedregoso paisaje, frondosos bosques de palmeras, silencio, soledad; vamos preparando el espíritu para el desierto.
Llegando a nuestro destino, de fondo nos recibe una cordillera de lejanos montes, pero según nos acercamos, descubrimos que esos montes no están hechos de tierra y piedras, son arena: firme y naranja.
Nos hospedamos en Ali el Cojo, convirtiéndonos en compañeros de viaje provisionales de Hassan, con el que disfrutaríamos durante dos días de largas charlas; hemos estado como en casa.
Aquí compartimos tiempo con una pareja curiosa: ella española, él austriaco; buena gente.
Visita al lago salado, atardecer en las dunas, excursión en dromedario para dormir en el desierto y ver amanecer, música, ricas comidas, conversaciones bajo las estrellas…
Aquí encontramos una paz que anhelábamos, no queremos marchar, pero queremos ver más cosas (somos así: siempre queremos más).
DÍA 8: MERZOUGA - ZAGORA
Con gran pesar arrancamos (y no utilizo este verbo a la ligera).
Nos encontramos con otra carretera de grandes rectas y un paisaje marrón que no se agota hasta llegar al valle del Draa, donde se pinta de verde. Pasamos pueblos y pueblos: con su gente mercadeando, esperando en las cunetas a que un coche los lleve, niños saliendo del cole, el gendarme con su pistola-radar…mucha vida en la calle.
Por fin Zagora, última parada de abastecimiento para las caravanas rumbo a Tumbuctú.
Decidimos pasar lo que queda de día paseando tranquilamente (otra vez será la excursión al desierto de arenas amarillas) para al día siguiente desandar lo andado y poner rumbo al norte.
DÍA 9: ZAGORA – OURZAZATE (dos noches).
Salimos rumbo norte. A las afueras de Zagora nos paramos en una explanada desde la que se puede apreciar el inmenso palmeral en todo su esplendor (la cámara no era capaz de captarlo). ¡Y qué pequeño es el mundo!, aparece un todoterreno con la pareja austriaco-española que habíamos conocido en Merzouga. Este día lo pasaríamos con ellos, visitando una Kasba a las afueras de Agz y recalando en el mismo hotel a las afueras de Ouarzazate (Hotel dar Chamaa) donde nos volvimos a sentir como en casa.
Al día siguiente decidimos pegarnos una pequeña paliza de carretera para visitar las gargantas del Todra y Dades (después de haber visto fotos no podía irme sin verlas). Paisajes espectaculares (nos faltó tiempo para saborearlos con tranquilidad, pecando un poco de caza-fotos). Otro sitio para volver y llegar hasta el final.
DÍA 11: OUAZAZATE- MARRAKECH (dos noches)
De nuevo dejamos atrás otra casa.
Antes de abandonar esta ciudad, nos dejamos caer por los estudios de cine que hay a las afueras: un sitio curioso donde se rodaron unas cuantas películas.
Y llegamos a Marrakech. Directamente nos sumergimos en su caótico tráfico en busca del hotel (nada de GPS); una aventura de casi una hora (o eso nos pareció) donde disfruté (ya sé que suena a masoca) de una conducción “salvaje”, con la única norma de no colisionar con nada ni nadie. Finalmente llegamos sanos y salvos al hotel, ducha y a patear la medina, tomando como referencia la plaza de Djemaa-el Fna.
Impresiones de la ciudad: es un gran mercado, con sus rincones, pero un mercado. Supongo que nos faltó tiempo para empaparnos de su esencia, ¿o no?
El segundo día hicimos alguna visita: las tumbas Saadíes, Museo de Marrakech, Madraza Ali ibn Yusuf.
Comida en el patio interior de un riad, y a seguir descubriendo nuevos rincones.
DÍA 13: MARRAKECH-ESSAOUIRA.
Nos vamos a la playa, calienta el sol, oh, oh, oh.
Hoy toca Océano, y como buenos asturianos, esto nos pone muy contentos: no hay cosa que más nos relaje que un trocito de costa y un inmenso mar.
Anécdota del día (que no consigue mermar nuestra alegría): nos caza el radar, 400 dirhams y a rodar.
No defrauda, es lo que nos habíamos imaginado.
Nos tomamos nuestro pescadito fresco en el puerto, nos damos un paseo por la medina, un rico helado italiano en una plaza, un paseo hasta el puerto y murallas, otro paseo por la playa, y nos sentamos a contemplar el atardecer. Vuelta al hotel, un rato en el hamman del mismo y vuelta a la medina a cenar y dar un pequeño paseo nocturno.
Descansados de espíritu nos vamos a la cama.
DÍA 14 ESSAOUIRA-El-JADIDA.
Nuestra idea era recalar en Casablanca, pero la mezquita Hassan II (que era lo que nos había llamado la atención de esta ciudad para hacer noche aquí y no en otro sitio) no tiene visitas los viernes, así que decidimos alejarnos del bullicio de la gran ciudad y optamos por la tranquilidad de una pequeña ciudad de costa. Durante el camino, cruzamos pueblos llenos de actividad: los corderos cambian de manos y se van en el maletero de un coche, en un carrito, en una motilla, en los portamaletas de los autobuses… se están preparando para la fiesta del cordero. Atravesar esta algarabía es muy agotador, pero no aburre.
Después de haber estado en Essaouira, El-Jadida nos defrauda un poco; nos encontramos con una ciudad más grande, bulliciosa en su zona nueva y con unas murallas descuidadas, así como una medina carente de vida. Menos mal que lo Azul lo arregla todo.
DIA 15 EL-JADIDA-TÁNGER.
Etapa de trámite, pues queremos llegar lo antes posible a Tánger para poder visitar la ciudad con algo de luz. Así que enganchamos la autopista y todo tieso para delante.
Llegando a Tánger nos sorprenden hogueras en cada esquina: hoy es el primer día (son tres y la fecha está regida por la luna) de la fiesta del cordero, así que por todos los lados se ven a los chavales asando las cabezas y entrañas del cordero. Curioso verlos de fiesta: el turista/extranjero/viajero no existe para ellos, por primera vez en todo el viaje sientes que puedes observarlo todo y a todos sin miedo a ser “abordado” a cada paso, para nosotros, que nos gusta pasar desapercibidos esto es una bendición.
Recalamos en el hotel La Tangerina, un sitio100 % recomendable: muy bien situado en lo alto de la medina y con una acogida muy hogareña, sintiéndonos desde el primer momento como en casa. A lo largo del día tendremos ocasión de charlar con la propietaria (una tangerina que estuvo 10 años estudiando en España) sobre Marruecos, sus gentes y costumbres, su economía…muy enriquecedor.
La tarde la dedicamos a pasear por Tánger (todo está cerrado, así que simplemente paseamos y observamos a sus habitantes en fiesta). Tánger ya no es esa ciudad sucia y extraña que vimos cuando llegamos hace 15 días, ahora se muestra pequeña, acogedora, tranquila, bonita, curiosa, extraña, con muchas historias que contar, con olor a piel y cuerno quemados…
Conseguimos cenar en uno de los pocos restaurantes que estaban abiertos. Después de una exquisita cena (nos encanta el tajín, no hubo día que no cayera uno) ya toca irse a dormir arrumados por el Mediterráneo y el Atlántico.
DÍA 16: REGRESO: 29-11-2009, ferry y a Madrid.
Un amanecer con el Estrecho haciendo de pintura “in vivo” a los pies de nuestra cama y un desayuno espectacular en un ambiente lo más relajado posible, nos predisponen a que con gran pena hagamos las maletas, carguemos la moto y nos vayamos a ver si podemos partir en el ferry de las 10:00 (nosotros teníamos reserva en el de las 12:00).
Llegamos a la aduana, y todavía no paré la moto, cuando ya tengo a un individuo (identificado con una chapa de la naviera con la que viajábamos), que me agobia preguntándome si ya tengo rellenos los papeles, le digo que no, y no sé cómo, me encuentro en la oficina de la naviera detrás de él viendo como me rellena nuestros papeles de salida. Termina, me los da, y cómo no, me pide unos dirhams: ahí se queda (pues ya cansa un poco).
Salimos sin más contratiempos, llegamos a Tarifa en 45 minutos escasos, y pasando la aduana nos comenta un policía que hemos tenido mucha suerte: se habían suspendido el resto de ferrys debido al temporal.
Nos enfundamos nuestros monos de agua y rumbo al norte. Etapa llena de agua, viento
y frío, pero finalmente a las 20:00 h llegamos a nuestra casa. ¿Se acabó el viaje?, ¡qué va!, no vemos el momento de volver, nos quedaron un montón de cosas por ver, sentir, experimentar.
