Los 7 Faros - The Long Way Coast

Loormelotte

Curveando
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Zwischen Merkeland und Españistán.
http://www.youtube.com/watch?v=iFDlyBrH0xE&feature=player_embedded

La Ruta de los 7 Faros

Antes de empezar a narrar la crónica del viaje, creo que sería indicado explicar cómo conocí a este personaje, conocido por los foros como Rascal y al cual yo llamo Paco o Paquito, en función de la situación y circunstancias que nos rodean.
Un buen día me llegó un mensaje privado a través del foro de BMW motos. Se presentaba como un tipo que había leído mi crónica sobre el viaje a la concentración de Pingüinos y tenía la intención de ir a la Elefantentreffen. A raíz de diversos posts mío supo que residía en Alemania, pero lo que no tenía del todo claro es si yo seguía allí o no. Así pues, su intención era, en caso de que yo siguiera en el país teutón, vernos en Elefantes.

Por desgracia para él y tristeza poco contenida para mí, no seguía en Alemania, los designios de un Dios imperfecto y caprichoso me habían mandado de vuelta a esta España cañí en donde hay un bar en cada esquina y arreglamos el mundo a golpe de caña y bravas.

A pesar de ello intercambiamos un par de privados más e intentamos quedar para ir juntos a la Estrella de Javalambre, lo cual tampoco se acabó llevando a buen término.
Así que para no complicarnos demasiado la vida y yendo a lo fácil, quedamos para almorzar en un bar, conocernos, ver si éramos buena gente o simplemente un par de imbéciles y quedar de cuando en cuando para salir a rutear.
Mientras yo esperaba con una caña en aquel bar que apestaba a fritanga, por la puerta apareció un tipo alto y corpulento. Enfundado en una gabardina y parapetado por unas gafas de sol made in Scheriff de Texas con una gran barba que le ocultaba todo el rostro.

Le hice una señal, se acercó me estrecho la mano y se sentó. Empezamos a hablar de inmediato. Principalmente hablamos de donde habíamos viajado con las motos y donde queríamos viajar, fue en cuestión de minutos cuando me di cuenta que tenía enfrente a mí a otro zumbado como yo, al que no le pesan los Km y se la sopla 600, 800 o 1000. A él lo que le gustaba era ir en moto.

-¿Has leído a Miquel Silvestre?-

-¿Sigues la web de Salí a Dar Una Vuelta?-

-Que pasada el viaje de Fernando Quemada-

-¿Irás a la reunión de Grandes Viajeros de este año?-

-Joder, pues pásame el libro de Ted Simons para que me lo lea-

Eran algunas de las frases que ocupaban nuestra conversación, de manera que aquel almuerzo se convirtió en comida y se habría convertido en cena, si no fuera por diversos compromisos sociales que teníamos adquiridos cada uno por nuestra cuenta.
Volvimos a quedar un par de veces más, durante las cuales el tema de conversación viraba hacía -¿te vas a algún sitio en Fallas?-
Por aquel entonces, yo tenía simplemente planeada una escapada veloz a Portugal de 4 días a visitar el Cabo da Roca. Él por su parte quería visitar lo que llamaba como Las 4 Esquinas: Cap de Creus, Cabo de Finisterre, Cabo de San Vicente y Cabo de Gata.

Tras pensarlo, llegué a la conclusión que no estaría mal poder visitar los cuatro puntos extremos de la Península Ibérica: Cap de Creus (más al Este), Punta de Estaca de Bares (más al Norte), Cabo da Roca (más al Oeste) y Tarifa (más al Sur).
Fue así, como aunando objetivos surgió esta ruta que nos iba a llevar a través de toda la costa de la Península Ibérica y que sería bautizada durante el trayecto como La Ruta de Los 7 Faros: Creus, Estaca de Bares, Finisterre, Da Roca, San Vicente, Tarifa y Gata.

La organización del viaje fue inexistente, hasta el punto de quedar uno o dos días antes con un precario mapa delante para decidir por dónde ir.

-Tenemos que hacer la mayor parte por carretera nacional-

-A mi me da igual, mientras sea pegados a la costa y hagamos el recorrido entero . . . como si quieres que vayamos empujando las motos-

Si ya de por sí un viaje de 10 días con una persona a la que conoces bien es algo arriesgado, emprenderlo con un “perfecto desconocido” tanto por parte de Paco como por mi parte, era jugárselo todo a un número.
Ni yo sabía si él acabaría siendo un capullo integral insoportable, ni él si yo sería un perfecto imbécil al que deseara asfixiar por la noches con la almohada.
Con estas incertidumbres y otras tantas, como donde dormir o que ruta seguir, el día 9 de Marzo quedamos a las 09:00 en una gasolinera para tomar un café y emprender marcha. Una pena el habernos olvidado sacar una foto de aquel momento . . . en fin, otra vez será.

Día 1 Cuando la ilusión vence al tedio

Tras el ritual del café con leche fría nos hemos metido en la autovía hasta la primera salida que nos llevará por carretera nacional hasta Barcelona.
La ilusión de empezar un viaje se contrapone con esas pequeñas imperfecciones que siempre tocan los cojones, parece que la moto suena rara, el GPS no termina de vincularse bien, siempre te asalta la duda de si habrás apagado las luces en casa y de si olvidas algo.

Durante unos minutos piensas -¿me daría tiempo a dar la vuelta para revisar que todo está bien y volver al viaje?- . . . pero siempre hay un punto al que yo llamo de No retorno. Es un momento, a partir del cual te da igual . . . no sé si es a partir de una distancia X en Km o de tiempo transcurrido encima de la moto. Simplemente la sinapsis de las neuronas en tu cerebro se produce de tal forma y manera que te llevan a la conclusión de que ya da todo igual.
Pura ley de Murphy, si algo ha de salir mal, saldrá. Así que perder tiempo dando la vuelta para revisar y emprender el viaje de nuevo de poco o nada sirve. Cuando te marches te volverá a asaltar la duda de nuevo . . . que asco.
Ambos sufrimos un cierto autoengaño que nos empuja a través de estas aburridas y anodinas carreteras nacionales. Una promesa de algo mejor es lo que hace que nos traguemos unos cuantos cientos de Km grises y sin sentido, un paisaje feo, carente de vida y sin nada que ofrecer, ese es el verdadero resumen de la rodada de hoy. Por mucho que trate de disfrazarla, maquillarla, ponerle un bonito vestido y ropa interior de encaje . . . el día de hoy ha sido una puta mierda en lo que a la ruta concierne.

Al fin hemos llegado a Barcelona, nunca me ha gustado esta ciudad, reconozco que tiene su encanto, que es única . . . pero es demasiado grande para mi. Valencia no deja de ser un pueblo grande y Barcelona me supera.
Esta noche nos sale el alojamiento gratis, Paco tiene un primo que nos acoge de buen gusto en su piso compartido, así que esta noche 6 almas compartiremos el mismo techo.
El primo es un tipo afable y simpático, se nota que es familia de Paco, están cortados por el mismo patrón.

Tras descansar un rato y una ducha rápida nos vamos por el barrio de Gracia a tomarnos unas cañas y cenar. Es cuando hacemos la valoración mutua del día que ya ha terminado y Paco coincide con la mía . . . una mierda.
Por fortuna el día que nos espera mañana va a ser mejor, solo esperamos que los GPS no nos puteen demasiado y nos traten como a subnormales.
Ya de vuelta y mientras trato de acomodar mis huesos al colchón dejado caer en el suelo que me otorgará descanso esta noche, pasa un camión que hace retumbar los cristales de la casa.

-Menuda puta mierda, esta noche no duermo-

-¿Qué pasa tío?-

Los cristales, finos como el papel de fumar, juegan un rol meramente ficticio. Cada vez que pasa un vehículo por la calle o simplemente una persona susurrando se estremecen hasta el punto de parecer quebrarse. Es entonces cuando me recuerdo a mi mismo porque odio las ciudades . . . definitivamente no soy urbanita.
Paco saca una pastilla de su macro botiquín.

-Es un relajante, lo uso cuando viajo ya que también me cuesta dormir, tomate media ya que . . . –
Le dejo con la palabra en la boca y engullo la pastilla entera, a tomar por culo pienso. No me la juego a tomarme media, que no me haga efecto y al día siguiente sentirme como un plomo. Mientras tanto el primo ha vuelto de currar, son las 01:30.

Paco y él intercambian unas birras mientras narran historias y batallitas de las que me siento invitado a participar. Ahora es cuando empiezo a sentir el efecto de la dichosa pastilla. ¿Paquito pero qué me has dado? Es lo último que mis neuronas llegan a canalizar antes de caer rendido sobre aquel colchón.


Día 2 Ascendiendo por los talones hasta llegar al Monte de Venus

Me despierto recompuesto, ciertamente la droga que me proporcionó Paquito funciona a la perfección. Apenas siento el entumecimiento del cuello. El Schubert C3 no es un buen casco, es MUY BUEN CASCO, pero pesa lo suyo y cuando se hacen tiradas largas las cervicales te lo explican.
Por más que le insisto a Paco a que me haga un masaje tailandés SIN final feliz, este se niega . . . así pues tocará aguantar hasta que las cervicales queden soldadas unas con otras.
Tras una rápida recogida de bártulos hemos salido quemando rueda, no sin antes agradecer enormemente al primo de Paco por su acogida.

Salir de Barcelona se nos hace lento y tedioso, es como una muerte lenta y dolorosa . . . Me recuerda a esa escena de la película “Salvar al soldado Ryan” en la que un soldado alemán va clavando poco a poco su puñal en el esternón de un marine made in U.S.A mientras este agoniza entre estertores. Calle arriba, calle abajo, semáforo, calle arriba, calle abajo, semáforo, semáforo, semáforo . . . ¡¡por Dios es que esto no se termina nunca!! Menos mal que es domingo, no quiero ni imaginarme lo que debe ser un lunes.

Tras algo más de una hora parece que los dioses aburridos de jugar con nosotros, dejan de poner trabas a nuestro viaje para que al final podamos disfrutar algo . . . somos unos pobre ilusos.
Cuando apenas han transcurrido uno pocos Km encontramos un control de la policía en una rotonda, la dirección que debemos tomar está cortada, y es cuando los GPS empiezan a no servir de nada y se pasan todo el rato recalculando. Al parecer los dioses que habían dejado de jugar con nosotros solo estaban cambiando el turno con los siguientes, que venían con ganas de guasa. Así pues, ¿qué mejor que una carrera popular?.

Da igual por donde vayamos, da igual las aceras que nos saltemos, los pasos que tratemos de vadear, todo y digo absolutamente TODO, está lleno de personitas en pantalón corto moviendo las canillas. Tenemos el “privilegio” de observar la gran variedad de corredores que existen . . . el cual y debido al aburrimiento que padezco al no poder hacer absolutamente nada comparo con el mundillo motorista.
Por un lado está el maratoniano precario, que corre con material aparentemente sacado del baúl de los recuerdos y digno de las olimpiadas de Berlín 1936,el cual sin embargo refleja en su rostro una satisfacción enorme, difícilmente medible con cualquier otra. Si pudiera leerle la mente seguro que el pensamiento más repetido sería –me la sopla todo-.
Por otro lado está el corredor amateur tirando a pro, que nada a caballo entre el material gabacho de Decathlon y los productos hi tech de Nike y Asics. Para finalizar está el corredor ultra mega pro, que va a la última con sus zapas marca pasos, mp3 de la manzana enganchado al brazo, bandana anti sudor y demás gadgets.

Mientras estoy inmerso en estos pensamientos veo que Paco realiza uno de sus movimientos que a partir de este mismo instante bautizo como PMCQEPA “Por Mis Cojones Que Es Por Aquí”. Esta acción es llevada a cabo tras “sopesar” la información que tiene delante de él. La puede hacer en marcha jugándose el tipo, parado en un arcén minúsculo mientras los camiones nos zarandean como malas hierbas o sentado en la terraza de un bar acompañado de un café con leche. Personalmente prefiero la última, pero con Paco la primera y la segunda suelen ser las más habituales.

Finalmente y gracias al PMCQEPA de Paco salimos de esa maraña laberíntica en que se habían convertido las calles cortadas. Al fin empezamos a curvear como Dios manda, al fin podemos disfrutar de aquello a lo que habíamos venido, horas y Km de viajar con el mar a nuestra derecha.
Compartimos circuito con una docena más de degenerados del motor de las ruedas, y digo circuito, porque este tramo que estamos recorriendo poco o nada se parece a una carretera normal y corriente. Por un momento vienen a mi memoria los serpenteados recorridos de mi añorado Schwarzwald, con las evidentes diferencias de climatología y calidad del asfalto claro está.

Hay hambre, pero da igual estamos tan cerca que mando callar a mi estómago a golpe de un paisaje de ensueño. Las rocas tostadas bajo este sol del mediterráneo me recuerdan a ciertas secuencias de la película del Señor de los Anillos, estamos tan cerca del faro de Cap de Creus que me parece que lo puedo tocar. La carretera se enrosca y caracolea caprichosa como una niña que se niega a irse a la cama y busca cualquier lugar donde esconderse para alargar esos ojillos curiosos antes de caer definitivamente rendida.
Paco acelera un poco más, siento su inquietud por llegar, yo también la tengo estamos en el segundo día de nuestro viaje y vamos a culminar el primero de nuestros objetivos. Aún nos quedarán por delante unas cuantas horas más de moto . . . pero ahora mismo ya todo da igual.

Al fin hemos llegado, estamos en lo más alto . . . un viento fortísimo proveniente de levante nos golpea con brío y rabia. Bajamos de las motos con lentitud, cualquier movimiento en falso nos puede hacer caer. Lablú (la querida VStrom de Paco) y Edelweiss (mi querida gordita amarilla) descansan una al lado de la otra, apiñadas protegiéndose mutuamente del viento.
Ximo, mi fiel compañero de viaje desde que se me subiera en la moto el enero pasado agita sus alitas mecidas por el viento –este puto pingüino siempre tiene ganas de fiesta- pienso para mis adentros.
Mientras vamos preparando lo que sería nuestra comida estándar durante los próximos días el viento trata de arrancarnos la bolsa de quicos y el jamón de las manos –maldita sea, ¿acaso no has comido hoy viento cabrón?-
Pocas, muy pocas emociones se pueden comparar a la de completar un objetivo, o en este caso, uno de los objetivos del viaje. Da igual que este sea de 10Km o de 1000Km, el simple hecho de llegar, por donde tú querías llegar y de la manera que querías hacerlo, transmite un subidón maravilloso.

Ha sido todo un acierto realizar este viaje en estas fechas. Normalmente en cualquier otra época del año este lugar estaría plagado de turistas de 1000 nacionalidades diferentes, pero ahora mismo a penas somos media docena de personas, un verdadero privilegio.
El tiempo jugaba a nuestro favor, y a pesar que estábamos muy cómodos sentaditos en la terraza con el sol calentándonos y con un café en la mano, había que emprender camino hacia el monte de Venus.
Tras un par de momentos PMCQEPA estábamos ya adentrándonos en el eje pirenaico. Paco se conoce perfectamente el eje, es más me parece que de pequeño lo dejaron aquí abandonado y lo recogieron cuando había pasado la pubertad con esa barba que le caracteriza y las gafas de Scheriff de los U.S.A. Traza cada curva con precisión de cirujano, no toca el freno más que en los momentos claves y mantiene en todo momento una velocidad constante sin apenas variaciones. Un lujo conducir detrás de él y tratar de copiar cada uno de sus movimientos.

De esta manera hemos recorrido casi 1/3 del eje pirenaico hasta que la noche al final ha caído sobre nosotros sin apenas darnos cuenta. El objetivo es llegar hasta Puig Cerdá, pero tal y como están las carreteras conducir de noche no es que sea lo más recomendable, a esto hay que añadir que las temperaturas estaban empezando a caer vertiginosamente.

Mientras voy inmerso en mis pensamientos acerca del significado de este viaje, como si fuera un oasis en medio del desierto un resplandor de luz nos atrajo como polillas. Es el hotel que está en lo alto del puerto de La Molina, paramos cansados tanto física como psicológicamente, llevamos algo más de una hora conduciendo en la más absoluta oscuridad y ello impide que podamos llevar un buen ritmo de marcha.

-Paco voy a preguntar que cuesta una habitación esta noche-
Con apenas un gesto me despacha, vuelve a estar inmerso en su particular batalla con el gps y el mapa que lleva amarrado al depósito.

-Hola buenas noches, ¿tendrías una habitación doble con dos camas para esta noche?-

-Un momento por favor-

La recepcionista que rondaba los 60 vuela por encima del teclado buscando una habitación, mis ojos se pasean por el hall de la recepción. Aquel sitio olía a caro, olía a servicio de habitaciones, caviar y champagne, olía a hermosos balcones con vistas infinitas, suaves sábanas tejidas a mano, carta de almohadas y seguro que hasta podrían incluir los servicios de señoritas de moral licenciosa.

-Tenemos una habitación por 110€-

-¿Con desayuno?-

-Lo lamento solo incluye régimen de alojamiento-

Salgo del hall para darle la lapidatoria respuesta de Mrs. 60 a Paco y este seguía enzarzado en su batalla con el gps. De cuando en cuando alzaba la vista tratando de mirar hacia el horizonte, algo imposible con aquel manto negro que lo cubría todo.

-Paquillo, 110€ sin desayuno tío-

-Ni aunque me la chupen-

Tras una respuesta más que clara tiramos del catálogo de hoteles que lleva el gps de serie y tras un par de llamadas infructuosas hemos encontrado en Puig Cerdá un hotel que por 60€ nos aloja en una habitación doble con dos camitas, parking para las motos y desayuno incluido. Lo único que nos separaba ahora de nuestro destino, la promesa de una ducha caliente y un merecido descanso eran unos cuantos Km de carretera oscura como el culo de un grillo.

Me vuelvo a enfundar el casco y arrancamos. Ximo sigue dándolo todo amarrado en el manillar, no se queja, no increpa ninguna de nuestras decisiones, pone siempre buena cara a todo, levanta sus alitas en cada tramo de curva como pidiendo más; por un momento pienso que este pingüino tiene más cojones que nosotros dos juntos.
Tras un rato recorriendo esas piernas juguetonas enfundadas en medias de nylon negro Paco se para. Me acerco hasta llegar a su altura.

- Tío, creo que estas tirando más que yo, pasa tu delante-

-Vale-

Quizá es cierto, quizá esté tirando más que el. De hecho cuando me he puesto en cabeza me doy cuenta que es así, llega un momento que lo pierdo en mi retrovisor y desaparece engullido por la noche, trato de reducir la marcha, no es recomendable que nos perdamos de vista, una pequeña caída es un putada tremenda.

El ir delante en este tramo implica espantar a los monstruos que acechan detrás de cada árbol y cada roca. Los faros dibujan grotescas figuras afiladas que desaparecen a medida que me acerco a ellas –atrás malditos fantasmas- es lo pienso dentro de mi casco. Por un momento me siento como un exorcista que libera cada tramo de esta montaña de sus demonios.
Al fin hemos llegado a Puig Cerdá, apenas nos ha costado encontrar el hotel y el dueño ha tenido la amabilidad de sacar su coche para que podamos aparcar nuestras motos al lado de su tractor.
Una ducha rápida y ya estamos disfrutando de la embriagadora vida nocturna de Puig Cerdá . . . no hay ni un alma.

Nos recomiendan ir a cenar al Kennedy’s un restaurante con nombre digno de hamburguesería de pueblo. En honor a la verdad debo decir que no se cena nada mal y a un precio más que discreto. Puig Cerdá debe ser una ciudad bonita de visitar de día, pero para cuando este llegue nuestras siluetas estarán perdidas en el horizonte.
Ya de vuelta al hotel, enfundado en el pijama y mientras Paco sigue trazando líneas en su mapa –Paquito, no se cómo te la habría chupado la recepcionista del otro hotel, pero esta sensación vale más que muchos polvos juntos-

Caigo rendido y dejo que mis sueños divaguen por aquel monte de Venus.


Próximamente más . . .
 
Última edición:
Hola, no he puesto fotos por 2 motivos:

1º Siempre me ha costado bastante subir fotos a este foro, me ha resultado algo complicado.
2º Como al principio puse el enlace directo al vídeo en Youtube en donde está la recopilación de las mejores fotos y los fragmentos de vídeo, entiendo que es la mejor forma de verlas todas de un plumazo.

Un saludo!! ;)
 
...entretenida crónica. Estaré atento a la continuación !...
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NOTA: He estado durante un rato tratando de ver la manera de poder subir fotos para así hacer más amena la crónica tal y comentabais algunos anteriormente. No he encontrado la forma de poder subir las fotos directamente desde mi pc, así pues si alguien pudiera tirarme una mano al respecto se lo agradecería enormemente. No obstante os vuelvo a dejar el enlace del vídeo que resume a golpe de vista los 10 días de viaje.

http://www.youtube.com/watch?v=iFDlyBrH0xE&feature=player_embedded


Día 3 Del monte de Venus a los carnosos labios de Hondarribia

El día amanece limpio y despejado. El sol aún no ha podido despejar el frío que ha ido calando poco a poco durante la noche, cuando abro la ventana del balcón Paco aún sigue durmiendo. Por sus gruñidos deduzco que debe estar en uno de los momentos más inquietantes del sueño.

Mi piel se contrae inmediatamente con el primer contacto del aire, hace frío. El sol desparrama su luz por encima de los tejados creando una bella estampa digna de una postal. Tras un frugal desayuno cargamos las motos, hoy va a sir una dura jornada de curvas de montaña y más vale que empecemos tomándola con calma. Hemos tratado de equilibrar en la medida de lo posible el peso de las maletas para que el comportamiento curveando sea lo más normal posible.
Completamente pertrechados y tras un par de fotillos de rigor enfrente de la estación de Puig Cerdá emprendemos camino, de nuevo recorriendo este cuerpo de mujer en forma de carretera de montaña.
Las vistas son asombrosas allá donde quieras lanzarla, hay momentos en los que parece no haber un horizonte, absolutamente todo está sembrado de picos y valles. La carretera se torna en algunos casos traicionera y rencorosa como una amante despechada. Nos descubre socavones del tamaño de un proyectil de 35mm en cada punto ciego, no quiere que la abandonemos, pretende atraparnos entre su cintura y que nunca la dejemos atrás.
Nos detenemos en un mirador.

-Joder Paco este sitio es acojonante-
-Una vez lo recorrí con nieve y un frío del carajo-

Lo miro de reojo con ciertas dudas de si me está tomando el pelo o no, pero le creo. Los días posteriores me demostraran que es cierto. Paco pocas veces piensa 2 veces antes de meter la moto donde sea. Su experiencia y confianza en si mismo encima de Lablú es infinitamente superior a la que tengo yo encima de Edelweiss.

Ahora mismo me quedaría allí atrapado dejando pasar las horas mientras el Sol se esconde traicionero tras las montañas.

- Habrá que seguir tío, nos quedan aún un huevo de Km si queremos hacer noche en Hondarribia-

Paco me arranca de mis desvaríos de soñador viajero, de nuevo encima de la moto con Ximo animando y dándolo todo.
Los neumáticos que llevo tienen algo más de 10.000Km, a pesar de ello el día de la salida presentaban un aspecto más que bueno. Mi querido Oscar de Michelin me dijo que podía hacerles otros 5.000Km más. . . el problema era en qué condiciones iba a realizar los siguientes 5.000Km. Es solo el tercer día y la rueda delantera baila como el culo de una brasileña rumbosa en los carnavales de Río de Janeiro.

Estoy subiendo a la moto cuando Paco se acerca a mi andando.

-¿Quieres que probemos suerte?-
-¿A qué te refieres?-
-Estamos muy cerca de Sort, el pueblo en donde está la famosa administración de lotería La Bruixa D’Or-

No hace falta que le responda, por el brillo de mis ojos sabe que sí. Sería un broche para el final del viaje descubrir que llevamos unos cuantos millones en el bolsillo y no tener que parar a la vuelta por casa más que para una rápida despedida de rigor y seguir hacia un rumbo incierto.

El camino hasta Sort es una suerte de curvas y paisajes que me dejan en un estado cuasi catatónico.
Desgraciadamente una vez llegamos descubrimos que la administración de lotería está cerrada. Es lunes por la mañana y nos sorprende. Al parecer en toda la comarca los comercios abren también los domingos, por lo que el día libre que se toman es el lunes. Una putada, así pues la ilusión de comprar un decimo de lotería queda postergada a cualquier otra administración que nos encontremos por el camino.
El día avanza mientras seguimos enloqueciendo con cada tramo de curva que nos acerca peligrosamente hacia lo que serán los húmedo labios de Hondarribia.

Paco reduce la marca y se detiene en el arcén, vislumbro un PMCQEPA en 5 . . . 4 . . . 3 . . . 2 . . . 1 . . . Paco gira a la izquierda ascendiendo un pequeño camino de montaña. En ocasiones creo que se ve poseído por una fuerza superior intangible, un espíritu. Seguro que dentro de su casco los ojos se le tornan blancos, entra en trance y su mano se mueve errática por el mapa hasta que al final se detiene en un punto al azar. Pero me da exactamente igual, la ruta es cojonuda y sentir que no sabes exactamente hacia donde coño vas añade al viaje exactamente ese “algo” que le falta.

El asfalto está agrietado como la cara de una vieja, los contrastes de temperatura y el hielo han terminado por quebrar algunos trozos, el neumático trasero de Paco lo aplasta sin compasión a la vez que lo escupe con asco. Los tramos asfaltados, los menos, se intercalan con asfalto rayado, grava y los socavones de 35mm, pero es un asfalto rugoso como la lija. Las gomas se agarran como chicle, es igual lo que inclines y tumbes, con el Sol en lo más alto el río negro que recorremos está ardiendo, rabioso araña los neumáticos a cada Km que recorremos. Espero que no todo el viaje sea así ya que difícilmente llegaré a casa con las mismas gomas . . . iluso de mi.

Estamos recorriendo estas montañas a lo que a mi entender es una velocidad endiablada, teniendo en cuenta los Kg de equipaje que llevamos encima para 10 días, aún así llega un momento en que todo da igual, simplemente te dejas llevar.

El camino se vuelve cada vez más angosto y grandes paredes de roca van creciendo en los márgenes de la carretera. Estos gigantes de flanquean nuestro camino mientras hacen desaparecer el sol por completo, un río a nuestra derecha sigue su camino no sin antes tener que buscar en cada tramo el recoveco por el que poder seguir su curso. Los gigantes tratan de detener a esta fuerza de la naturaleza, pero los hiere y orada hasta que por fin logra escapar de sus garras.
No así nosotros que nos vemos obligados a detenernos sobrecogidos por semejante momento.

-Alucinante tío-
-La verdad que si-
-Es como si estuviéramos recorriendo la garganta de una bestia-

Mirando hacia arriba se percibe un pequeño pasillo de luz que es el cielo. La luz brillante y poderosa de medio día se ha perdido por completo dando lugar a los naranjas del principio del atardecer.
Paco sigue liderando en la mayor parte del día de hoy la ruta y gracias a ello sigo con mis lecciones de pilotaje por la jeta.

Con los últimos rayos de sol al fin llegamos a Irún, hacemos un pequeño escarceo a Hendaya simplemente por darnos el gustazo de haber pisado territorio francés, lo que nos lleva a perdernos en un jaleo de tráfico tremendo; habiendo de pasar varias veces por las mismas rotondas arriba y abajo.
Tras un buen rato dando vueltas llegamos al centro de Hondarribia. Estamos a la caza y captura de un faro que ronda cerca de nuestra posición, no forma parte de los objetivos marcados, pero no queremos perdernos la oportunidad de poder visitarlo.

Parados en un lateral de la calle Paco y yo bregamos con sendos GPS tratando de encontrar el puto farito, imposible. Finalmente decido preguntar a una pareja de policías que estaban reprendiendo al dueño de un coche por aparcar en doble fila.
La pareja me explica perfectamente como llegar, al parecer han cambiado las direcciones de las calles y es por ello por lo que los GPS están dándonos por culo en estas últimas horas del día.

-Paco ya lo tengo claro, los polis me lo han explicado bien-
-¿Estas seguro?-
-Si tío si, hay que subir por esa carretera de allá arriba, girar a la izquierda, en la rotonda recto . . . ¿o era a la derecha?-

Mientras yo andaba devanándome los sesos tratando de recordar las indicaciones de los polis, su coche apareció al lado nuestro.

-Seguirnos que os llevamos al faro-
-¡¡Cojonudo!!, muchas gracias-

Seguimos al coche por un laberinto de urbanizaciones y callejuelas, ascendiendo por un zigzagueante tramo de montaña que finalmente nos lleva a caer en el luminoso haz del faro de Higuer.
Aprovechando la coyuntura, y siendo ya noche cerrada abusamos de la confianza adquirida con los maderos y les preguntamos si saben donde podemos alojarnos con las triple b: BBB (bueno, bonito y barato).
Uno de ellos nos da conversación, contándonos donde podríamos ir mientras el otro busca con su móvil donde podríamos alojarnos. A pesar que el esfuerzo ha sido infructuoso se agradece enormemente ver el interés mostrado por esta pareja de agentes.

Paco y yo nos encontramos al lado del faro en medio de la oscuridad a cien metros la mortecina luz de un bar poblado por un par de borrachos es a primeras vistas la única señal de un posible alojamiento así como la vaga promesa de una comida caliente.

-Voy a acercarme a preguntar a ver si ahí nos dan de cenar y hay alojamiento-
-Beto, en ese sitio ni de coña nos van a dar alojamiento-
-¿Qué perdemos por preguntar?-

Efectivamente, en ese antro no había ni cama ni comida . . . afortunadamente. Pero sí que me indican muy amablemente un camping que hay apenas a otros cien metros. A la llegada al parking el vigilante levanta la barrera.

-Buenas noches-
Sin responder el vigilante apenas ladea la cabeza dando a entender que nos ha escuchado.
-¿Tendrían una habitación para esta noche?-
-60€-
-¿Tiene desayuno incluido?-

El precio es solo por el alojamiento, además debemos poner nosotros las sábanas, no hay ningún lugar remotamente cercano en donde cenar y al día siguiente debería recorrer unos cuantos kilómetros hasta encontrar un bar en donde tomar un café con leche decente. Rozábamos la hora crítica de las 22:00.

-Paco, tenemos que encontrar una solución ya o si no tendremos que claudicar con el precio del camping-

De vuelta a la búsqueda en la base de datos del GPS

-Beto, ¿qué te parece este?-
-¿Casa rural? . . . mmm . . . ¿quién sabe? . . . igual sale barato-

Tras un par de tonos al otro lado de la línea la voz de una mujer entrada en años responde. Hablo con ella un par de minutos mientras mediante gestos le indico a Paco el precio del alojamiento, en el que está incluida la cena, el desayuno y lugar seguro en donde dejar descansar las motos.

-Creo que hemos dado en el blanco esta noche Beto-

Debido a que la noche era igual de negra y oscura como la que nos pilló ayer llegando a Puig Cerdá me pongo delante tirando con toda la potencia de luz que me dan los faros auxiliares de Edelweiss. Como bien me dijo Paco al llegar –parece la nave de Star Trek-

Ya no se como describir los caminos por los que nos estamos metiendo, si párrafos atrás narraba lo zigzagueante del camino, lo enroscado que era me faltan palabras para definir por donde hemos tenido que pasar hasta llegar a la casa rural Postigu.

Por fortuna el ruido de los motores alertó al que más tarde sería uno de nuestros compañeros de cena.

- ¡¡Yeeeeeeeeeeeee!!, ¡¿pá donde vaís?!-
-¡¡Casa rural Postigu!!-
-¡¡Aquí es!!-
-¡¡Cojonudo!!-

Tras aparcar y descargar el equipaje, en el umbral de la puerta nos espera la dueña de la Casa Postigu. Una mujer que debe rondar los 70 y algo, tremendamente amable y siempre con una sonrisa en la cara. Nos muestra la que será nuestra habitación para el recogimiento y descanso de esta noche.

-En una media hora estará la cena lista, si no os importa cenar conmigo, mi hermano y algunas personas más . . . –
-En absoluto, estaremos encantados muchas gracias-

Bajando las escaleras tras una reparadora ducha llegamos a la cocina, el corazón del Postigu.

-Buenas noches-
-Sentaros donde queráis-

Allí, la matrona de la casa seguía peleando con un guiso que tenía en la cazuela.
Poco a poco empezaron a llegar el resto de los comensales. El hermano de ella, un par de clientes habituales (uno de ellos lleva acudiendo a la casona desde hace varios años todas las semanas) y por último su hijo; el cual fue quien nos escuchó llegar en medio de la noche y nos aviso desde el balcón.
Con la comida en la mesa y mientras cenábamos me siento como si estuviera en casa con mi familia: pásame el pan, ¿quieres más agua?, a mi dame el vino, joder que bueno está el guiso.
Durante el café nos entretuvimos con las conversaciones de esa peculiar familiar que eran los cinco. Nos hartamos a reír con las aventuras del hijo de la Mamma acerca de su afición por los rallyes en los que participaba asiduamente. Las bromas y puyas que se lanzaban unos a otros, el interés con el que escuchaban nuestras venturas y desventuras en dos ruedas . . .

-¿Y pensáis dar la vuelta entera a la península en solo 10 días?-
-Hay quién la ha hecho en menos, pero nuestra intención es hacer la mayor parte del recorrido por carretera nacional y visitar los faros extremos . . . a eso hemos venido-
-Pedazo de viaje, espero que podáis completarlo sin ningún incidente-

Tras la despedida subimos de nuevo a la habitación.

-Mañana vamos a flipar con las vistas- comenta Paco mientras ojea en el mapa el tramo de mañana.
-Seguramente si, estoy muerto-
-Hemos tenido mucha suerte de haber encontrado este sitio para dormir-

Paco termina de darle las últimas caladas a su cigarrillo mientras el humo de este se disfraza de extrañas y heterogéneas formas desvaneciéndose finalmente en el aire. Lo que venga mañana me da igual, hoy hemos logrado llegar al objetivo que teníamos marcado. Hoy siento como los húmedos labios de Hondarribia me dan un cálido beso de buenas noches.

Continuará . . .
 
La Crónica está estupendamente redactada... creo que el texto merece el esfuerzo de poner alguna foto en medio para que la gente no escape y se pierda esta historia tan buena...
PD: A mi me tienes enganchado con o sin fotos...;)
 
Muy buena la crónica....sigue que estamos enganchados....
 
La de veces que he soñado con viajes de este tipo, aun hoy en día me voy para cama y antes de dormir siempre hago algún "viaje". Esperamos impacientes más episodios.
 
Pues a un servidor si no pones fotos no pasa nada , que con esa literatura ya me vale .....joder que droga mas mala, tambien estoy enganchado
 
Buenisimo, tanto la narracion como los videos, seguire por aqui.

Vssss !!!
 
Hola, antes que nada agradecer la ayuda mostrada para saber como se cuelgan fotos y hacer más amena la crónica tal y como solicitan algunos foreros. Por contra, debo decir que es una pena no poder colgar fotos directamente desde el ordenador, ya que me veo abocado a colgarlas en Pikasa o similar, lo cual me da una pereza tremenda: hay que abrirse una cuenta, colgar las fotos, enlazarlas etc . . .

Así pues, desde mi humilde punto de vista y entender, creo que el enlace que facilité al vídeo de Youtube, y el cual facilitaré con cada entrega de la crónica, resume perfectamente las mejores fotografías del viaje. Estas están ya cronológicamente ordenadas y con música para que se haga más llevadera.

Link al vídeo: http://www.youtube.com/watch?v=iFDlyBrH0xE&feature=player_embedded

Disculparme por no poner fotos en las próximas entregas de esta novelera crónica, pero creo que más de uno entenderá mi argumentación.

Para terminar y antes de la siguiente entrega, agradecer a quienes me habéis comentado que os gusta la crónica tal y como está redactada. Espero que sigáis disfrutando de las siguientes tanto como lo hago yo cuando las escribo.

Un saludo y gracias a todos por leerme.



Día 4 Cuando empezamos a perseguir el dorado

Abro los ojos a pesar que mi subconsciente sigue navegando lánguidamente en los reinos de Morfeo.

-mmmmns días-
-mmm . . . –

Paco no está mucho más despierto que yo. La luz de la mañana se filtra a través de las fibras entretejidas de la cortina. Mientras mi vista es arañada por la realidad mi cerebro comienza a traquetear como un viejo motor dieses, a golpes torpes y titubeante empiezo a recordar los días que hemos dejado atrás.
Nos hayamos casi en el limbo cronológico de nuestro itinerario. El día 2 abandonamos nuestro querido mediterráneo, del cual no volveremos a saber nada hasta pasados unos cuantos días.

-¿Has dormido bien?-
-He tenido un sueño muy raro-

Paco se sienta sobre su cama a la vez que frota su peluda cara para despejarse.

Comienzo a narrarle el sueño, en el cual nos hayamos el yo viajando en las motos, hasta aquí normal. Es cuando comento el suceso de los zombis cuando suelta una gran carcajada que acaba por despertar su entumecido cuerpo.
En efecto, en mi sueño Paco, Ximo y yo estamos viajando en moto porque en el mundo ha sucedido un apocalipsis zombi. En la siguiente diapositiva de mi desquiciada memoria, aparecemos en la misma casa rural en la que hemos dormido.
Paco baja de la moto y toca la puerta de la casona, desde el interior se escucha una voz . . . –somos zombis y os vamos a comer-
Inmediatamente Paco empieza a correr ladera abajo mientras grita –¡¡Corre Beto agarra a Ximo y vámonos de aquí!!-
Pues si . . . en resumen y sin entrar demasiado en detalle ese ha sido mi sueño. Paco está en el baño lavándose la cara

–¿Beto . . . de pequeño te caíste muchas veces al suelo de cabeza?-
-Cabrón-

Salgo descalzo a la terraza y ante mi se descubre el mundo. Las vistas son formidables y a pesar de sentir como los finos alfileres del frío se calvan en las plantas de los pies, los arrastro hasta la barandilla para mejorar las vistas del valle.

-¿Qué te había dicho?, una pasada de vistas, ¿verdad?-
-Tenías razón Paco, acojonante-

Permanecemos unos instantes allí de pie, en silencio, compartiendo el calor de los primeros rayos de sol.

-Tengo un hambre acojonante tío, ¿vamos a desayunar?-
-Dale, vamos abajo-

Cuando llegamos a la cocina la “Jefa”, el corazón de la casona está preparando el café. Enfrente de nosotros y con los ojos muy abiertos sus nietos desayunan en silencio.
Nos miran fijamente como si fuéramos unos extraterrestres, o viajeros llegados de tierras muy lejanos. La pequeña se queda mirando fijamente a Paco mientras la magdalena que había mojado en el Colacao termina por partirse y caer dentro del tazón.

-La tienes enamorado Paquito-
-Jajajajajajaja-

La abuela se acerca a la mesa apremiando a sus nietos para que terminen el desayuno y llevarlos al colegio.
Un buen café de puchero, unas tostadas con mantequilla, croisants . . . para nosotros un buffet en toda regla.

-Tengo que llevar a mis nietos al colegio, cuando vuelva os cobro, ¿vale?-
-No se preocupe que no nos iremos a ninguna parte-

La pequeña de apenas unos años gira su cabecita mirando fijamente a Paco mientras se pierde en la oscuridad del pasillo, su aguda vocecilla resuena entre las paredes preguntando a su abuela algo que no llegamos a comprender -¿de dónde ha salido ese señor tan raro?- . . . será seguramente lo que querrá saber.
La imagino en el colegio comentando con sus compañeros de clase que esa mañana le tocó desayunar con dos tipejos extraños uno de ellos muy feo.

Entre sorbo y sorbo de café comentamos lo que debería ser la jornada de hoy y hasta donde deberíamos llegar. Pero como siempre una cosa es la teoría y otra la práctica, sobre el papel todo es sencillo, pero nunca cuentas con las vicisitudes que el destino puede interponerte por en medio: caminos cortados, calles inexistente, carreteras en pésimo estado, perderse media docena de veces . . . o más . . . y así un largo etcétera ad infinitum.
Estamos cargando las motos y aprovecho para tirar un par de fotos y grabar un vídeo un poco chorra que no se si luego pondré en el montaje final (lo puse).
La mujer vuelve de llevar a sus nietos al colegio y Paco se dirige a la recepción para saldar la cuenta. Aprovecho el momento para chequear el estado en el que se encuentra Ximo. El ala derecha parece aguantar pero está no me extrañaría en absoluto que saliera volando de un momento a otro. Por otro lado en el cuello se está deshilachando poco a poco. Me arrodillo frente a él.

-Ximet, ¿aguantarás lo que queda de viaje?-
-Seguro que te rajas tu antes que yo . . . marica-
-Puto Pingüino cabrón-
-¿Ya estas enloqueciendo que le hablas al muñeco?- Paco volvía de haber pagado la cuenta.
-Este Pingüino nos entierra a ti y a mi Paquito-

Entre risas nos subimos a las motos y emprendemos el viaje. Ahora con la luz del día podemos ver el camino que recorrimos la anterior noche para poder llegar a la Casona. Una minúscula carretera que sube y baja como un carrusel de feria hasta que llega a la carretera principal.
A los GPS les cuesta un poco situarse, será que no llevan muy bien lo de madrugar, hasta que nos empiezan a indicar el camino a seguir. Recorremos durante varios km una sin razón de carreteras minúsculas desde las que podemos disfrutar de unas vistas de ensueño. A pesar de ello, la insensatez del trayecto nos supera tanto a Paco como a mi.

Llevamos cerca de 1h de viaje y no hemos avanzado apenas uno escasísimos km. La carretera se enrosca sobre sí misma haciéndonos desandar lo anteriormente andado.
Acelero hasta ponerme a la altura de Paco.

-Paquito, habrá que hacer algo, no podemos seguir así que me veo durmiendo esta noche de nuevo en la Casona. Y no se yo si la nieta estará preparada para verte de nuevo mañana desayunando enfrente de ella-
-Dame un segundo-

Paco entra en trance. Con una mano trastea el GPS mientras con el dedo índice de la otra vuela sobre el mapa. Por un momento estoy a punto de levantarle la visera ahumada del casco a ver si mi teoría es cierta y tiene los ojos en blanco poseído por el espíritu de Lawrence de Arabia, Cristobal Colón o del Dr. Livingstone . . . supongo.
Finalmente salimos de aquel tortuoso laberinto para volver a recorrer la carretera que va pegada a la costa, el salitre impregna los cascos y la ropa dejando un aroma que perdurará muchos días después del regreso a casa.
La costa del País Vasco es oscura, salvaje, difícil de domar y misteriosa. Poco tiene que ver con la del mediterráneo que se ve castigada por un sol sin clemencia, asando cada una de sus esquinas y cazando al acecho cualquier recoveco de sombra furtiva.

De momento seguimos rodando con el sol a la espalda, hoy vamos a la caza de su escondite, allá por donde se pierde en el horizonte, allí es donde queremos llegar.
¿Qué habrá más allá?, ¿Dónde estará su lecho? Esta y muchas otras preguntas salpican mi mente a la vez que escucho por tercera vez consecutiva la fabulosa versión de “Hurt” que hizo el ya fallecido Johnny Cash.
Es una canción que desde que la escuché por primera vezhe ido ahondando cada vez más en su significado. Me acompañó durante los ocho meses que viví y habité entre los teutones en su fría tierra y para mi tiene un significado entre lo místico y humano.

En los albores de su muerte Johnny hace una retrospectiva de su vida, lo que fue y tuvo, de donde vino y a donde fue. Recuerda con amargura los momentos dulces y con anhelo las dificultades y escollos que encontró en el camino. Y ofrece todo lo que tiene a quien lo desee con tal de tener una segunda oportunidad para hacerlo mejor de lo que ya lo hizo.
Solo pide una segunda oportunidad, nada más.

Link a "Hurt": http://www.youtube.com/watch?v=X8YiIArDgaQ

Como diría Trent Reznor tras escuchar la versión que hizo Johnny Cash de su tema “Hurt” –esta canción ya no me pertenece, es de Johnny Cash-

Paco se aparta a un lado de la carretera sin detenerse y me pongo a su altura. Llevándose la mano a la altura de la boca, me da a entender que tiene hambre, así pues nos detenemos en el primer lugar que podemos para disfrutar de una frugal comida y empacharnos con las vistas que nos regala el cantábrico.

Paco abre un paquete de jamón y corta el pan para los bocadillos mientras yo ojeo el mapa que llevo en el bolsillo. Con un lápiz voy marcando los lugares por donde hemos pasado, donde hemos pernoctado y las carreteras que hemos surcado.
Reconozco que soy un pésimo lector de mapas, en ese aspecto mis cromosomas X le dan una patada en los cojones a los Y, por lo que mis dotes masculinas en cuanto a la orientación cartográfica se refiere están a la altura del betún.
Aún estaba inmerso en mis pensamientos cuando Paco me sacó a la luz.

-Paté con jamón serrano-
-¿Cómo?-
-El bocata de hoy. Paté con jamón-
-Igual que ayer-
-Exacto, igual que ayer-

Al lado nuestro una furgona se detiene, pequeña destartalada y carcomida por el salitre del mar. Un tipo delgado, fino como una estaca abre el portón trasero y comienza a bajar los aperos de buceo.

Con la curiosidad propia de un crío de ocho años estiro el cuello para ver que es lo que hace y lleva. Un arpón, un traje de neopreno, esnorquel, una boya y una red.
Se percata de mi curiosidad.

-A pescar-
-Ah . . . ¿y se pesca mucho aquí?-
-Bueno, hoy la marea está baja, pero hay mucha gente- Me señala el horizonte y achinando los ojos consigo vislumbrar varias boyas rojas flotando en el mar, como si las guindas de un postre se tratara.
-Voy a probar a ver si se da bien, si no me marcharé a otra parte a probar suerte. Hay mucho nuevo y a los que somos veteranos en esto nos está haciendo mucho daño. Pero claro, tampoco puedes impedir que la gente se busque la vida como pueda-
-Está claro . . . bueno, pues que haya suerte y tengas buenas pesca-
-Gracias, y vosotros buena ruta-
Soy de secano, me gusta la montaña y para nada el mar la playa y todo lo que ello conlleva . . . deportes náuticos etcétera; pero admiro los cojones que hay que tirarle a todos los que viven del mar. Más aún en las circunstancias de ese tipo, que se mete a pulmón libre a buscar la comida con la que poder sostener su vida.
-¿Postre?-
-¡Si claro!, ¿qué nos queda?-
-Tenemos barritas de cereales con yogurt o . . . barritas de cereales con yogurt-
-Pues que sean unas natillas con nata-

Allí, recostados mientras nos terminamos nuestro postre, vemos como el flaco se mete en el agua arropado por las olas y las rocas. Parecen saludarlo como a un viejo colega que vuelve día tras día al mismo bar a tomarse una cañas. Por un momento solo falta Alondra Bentley y su tema “Dot dot dot” para darle la última pincelada a esta postal de la memoria.

Link a "Dot dot dot": http://www.youtube.com/watch?v=JvlgxTxBoz0

Otra vez en ruta, tomamos la decisión de acortar camino para poder llegar a tiempo a nuestro destino . . . pero no llegaremos. La noche nos dará caza sin cuartel y tendremos que volver a buscarnos la vida para un alojamiento decente a buen precio.

Decidimos acortar un tramo del camino y nos metemos en la autopista. Estamos en Cantabria, ignoro a que altura. Esta autovía está hecha a tramos, se intercala con recorrido por carreteras nacionales y de nuevo entradas a la autovía. Ello convierte los tramos de autovía en un circuito por alcanzar los primeros puestos de carrera para cuando los dos o tres carriles se vuelven a convertir en uno solo con el característico distintivo rojo de la N.
En total y hasta el lugar en donde dormiremos esta noche habremos recorrido 100km por autovías.
Antes de Unquera nos detenemos en una estación de servicio a reponer combustible y dejar caer por el gaznete un Red Bull.
Me arrodillo para comprobar el nivel de aceite.

-Pacooo . . . Paquitooo . . . –
-¿Qué pasa?-
-Creo que lo voy a tener jodido macho-

No había comprado aceite a mi salida de Valencia y por todas las estaciones de servicio y gasolineras por las que había pasado no había ni una mísera gota de 15W50 semi sintético.
No obstante yo seguía confiando en esa especie de aura cármica que todo lo arregla.
Allí, postrado ante el ojo de buey que marca el nivel de aceite escucho el rugir de un inequívoco bóxer a mi derecha.


El Individualista

Es un tipo de pelo cano entrado en años, rondara la sesentena, y de no ser así es que los lleva muy mal. Con una voz castigada a base de carajillos y sol y sombras se dirige a nosotros mientras descorcha su cabeza del casco.

-¿Qué pasa chavales?-
-Aquí estamos, descansando un poco-
-¿Venís de muy lejos?-
-De valencia-
-Ah coño, buena tirada-
-Si . . . bueno, pero es que venimos bordeando toda la costa-
-Bonito viaje-

Tras unos segundos de silencio el Individualista se mete en la estación de servicio y Paco y yo proseguimos nuestra chachara.

-¿Sabéis chicos?, la moto es el individualismo en estado puro-
Paco y yo nos giramos al escuchar de nuevo aquella voz rota e hiriente como el papel de lija.
-¿Venís con chavalas o vais por vuestra cuenta?-
-Vamos juntos pero no revueltos, cada uno con su moto- comenta Paco mientras sonríe.
-La moto es el individualismo más absoluto-

Durante unos minutos Paco y yo permanecimos en silencio mientras en aquella estación de servicio vivimos uno de los momentos que yo más recordaría del viaje. Es de esos que te hacen recordar el porque sigues viajando en moto. Fuimos durante un breve periodo de tiempo los alumnos de un maestro caduco y taciturno, noctámbulo y vividor. Un crápula con mucha vida sus espaldas; un lobo que hacía mucho ya no vestía la piel de cordero.
Lo miraba fijamente a los ojos y me vino a la memoria mi colega Sam.
Sam es un suizo que reside en Berna y que conocí en el paso de San Gottardo.

Flashback: 21 de Agosto de 2011 (http://pensamientosanormales.blogspot.com.es/2011/08/el-paso-de-san-gottardo.html)

Esa mañana me había levantado con el alma inquieta, Stuttgart lucía tranquilo y las predicciones del tiempo parecían favorables. Así que me prepare y salí disparado con la intención de ascender el mítico puerto de montaña y volver a casa para la cena. Aproximadamente fueron unos 700Km entre la ida y vuelta pero valió la pena.
Allí en lo alto del puerto, y como contaba anteriormente conocí a Sam. Un hombre de unos 60 años, bajito, enjuto y con una mirada profunda. Electricista de profesión, Sam se había comprado una Honda Hornet con la que machacaba todos los puertos de montaña que se le pusieran por delante.

A pesar de su avanzada edad, según él, para iniciarse en el mundo de la moto, a pesar de la reticencia de todo su familia . . . lo hizo, dio el paso.
Si no lo hacía un buen día amanecería, iría al trabajo y se liaría a escopetazos con cualquiera. Estaba quemado, y la moto era lo único que le insuflaba aún algo de vida a su triste corazón.

Mi memoria volvió al presente y el Individualista seguía su discurso alrededor de lo que significa y transmite el ir y viajar en moto.

Cuando terminó, dio un largo trago a su Red Bull . . . –¿Os ha quedado claro chavales?-
Ambos asentimos con la cabeza.
-Que os vaya bien el viaje, hasta otra-
Y allí nos dejo el Individualista, con sus palabras rebotando en nuestras cabezas.
-¿Te has enterado no Paquito?-
-Del todo-

Entre risas subimos de nuevo a las motos y retomamos el camino. En nuestro camino cruzamos Comillas, San Vicente de la Barquera, Santillana del Mar. Pasamos por la playa de Lastres y ya casi de noche volvemos a hacer la siguiente parada en otra estación de servicio.

Era la hora de empezar a jugar al que he bautizado como el “rasca rasca”. Todos los días sobre esta hora nos detenemos por donde nos pille y buscamos alojamiento. Así que toca rascar de donde sea para sacar información de donde dormir.
En una Cepsa o Repsol, no recuerdo ahora mismo, tiramos de móvil llamando a diestro y siniestro cualquier lugar en donde tengan a bien alojarnos.
El dependiente de la gasolinera que está fumándose un cigarrillo fuera del establecimiento nos oye.

-¿Os puedo ayudar en algo?-
-Buscamos donde dormir esta noche que sea triple B-
Pega una calada encendiendo al rojo vivo la punta del cigarro y exhala el humo con un dragón enfurecido.
-A ver un momento si os puedo ayudar en algo-

Mientras hurga entre los papeles de su grasienta cartera me viene a la memoria la misma imagen que viví en la República Checa en noviembre del año pasado y donde me toco dormir en un lupanar (http://pensamientosanormales.blogspot.com.es/2011/11/cuatro-dias-perdido-por-la-republica.html)

Se retira al interior del establecimiento y realiza una serie de llamadas.

-¿Esperamos a ver que dice?-
-No no, tu sigue buscando no perdamos el tiempo-

Ahora mismo no recuerdo si fue gracias al dragón del humo o por nuestra obra y gracia no divina, pero encontramos alojamiento bastante decente y a muy buen precio.
Cuando llegamos al hotel Lupa un resorte salta en mi memoria . . . ya decía yo que este sitio me recordaba a algo. Aquí había venido yo a dormir en multitud de ocasiones cuando trabajaba en la zona norte de España.

Nos alojamos en unas habitaciones que tienen apartadas del edificio principal y que conforman un micro edificio en sí mismo con un reducido número de habitaciones.
No habíamos llegado al destino que teníamos marcado y a pesar de que esto produciría alguna que otra discusión de baja intensidad entre Paco y yo, sentaba de muerte poder descansar.

El día que salimos de casa, lo hicimos con la firme convicción de mantenernos en un presupuesto más o menos austero que nos saltábamos a la torera cada noche. Si bien el alojamiento debía ser lo más barato posible, la cena no.
Sentados a mesa y mantel, duchados y con la ropa de civil nos disponemos de intercambiar las impresiones del día, aquello que más y menos nos han gustado.
Apunto como una mientras con la otra lleno la garganta de cerveza fría. Y así es como poco a poco mi querida Moleskine se va nutriendo de más recuerdos que posteriormente me permiten narrar esta clase de crónicas tan personales.

Flashback: Moleskine 01 (http://pensamientosanormales.blogspot.com.es/2011/09/tribulaciones-mentales-arrancadas-de.html)

Una mañana de lunes nos encontramos cara a cara mientras paseaba por Königstrasse, tu yacías en una estantería de estas que giran 360º. A tu lado el resto de tus compañeras. No eras cursi, llamativa o vistosa . . . pero destilabas clase.
Desconocía tu leyenda hasta que un día recostado en mi cama leí acerca de ti gracias al maravilloso libro “Un millón de piedras” de Miquel Silvestre.
Cuentas con una insultantemente bella historia a tus espaldas a pesar de navegar entre la fantasía y la ficción, ¿pero qué es sino una gran historia?.

Abro con cuidado tu encuadernación y ante mí se vislumbra un futuro lleno de palabras aún inconexas, rabiosas por ser escritas. El olor del papel acaricia la pituitaria y me empalmo en medio de la librería. Como un loco poseso, llevado por la lujuria y sin atisbo de razón alguna te abrazo contra mi pecho con fuerza mientras miro de reojo a cada lado . . . my treasure.

De nuevo en la habitación y ya empijamados Paco desentraña esos extraños dibujos plasmados en papel que se hacen llamar mapas, yo trasiego con las fotos que hemos ido sacando a lo largo del día mientras de fondo tenemos la televisión con uno de esos programas que hay ahora tan de moda. Es de esos en los que sale gente haciendo cosas que teóricamente saben hacer bien, como: cantar, bailar, el pino puente, el salto del tigre . . . y demás gilipolleces por el estilo.

Entre el jurado que ha de dictaminar la valía o no del interfecto se encuentro el afamado Risto Mejide un personaje que desde tiempo inmemorables forma ya parte del elenco de este tipo de programas.
No me cae bien el tipo este, pero me gusta como habla. Desde su posición de poder se permite valorar y juzgar sabiéndose a salvo en su sólida torre de marfil, desde allí cual rapaz saborea el bocado de cada presa antes de asestar el estoque final. Pero me encanta como habla, la forma en que articula cada palabra, como se expresa y maneja la oración.
Será un sádico de la lengua, lacera sin sentimiento alguno con esa lengua de siete colas sacada desde el mismísimo averno . . . pero hay que reconocer que el tipo sabe como hacerlo.

-Paco . . . ¿te cuento cual es mi plan de ruta para mañana?-
-Sorpréndeme-
-Creo que deberíamo llegar hasta Vigo para comer y a Lisboa para cenar. Será entonces cuando cronológicamente iremos bien de tiempo y en cuanto a distancia kilométrica a la mitad aproximadamente-

Paco, sin levantar la cabeza del mapa y tras un largo suspiro se dignó a suavizar lo que en su cabeza seguro que sonaba de otra forma.

–Ni en sueños-
-Bueno, hay que pensar en positivo tío, tu sabes que la clave de todo está en los zombis-
-Tu y tus putos sueños raros, vamos a dormir-

Con la luz apagada y tras varios minutos de silencio un sonido ensordecedor rompió el aire.
-¡¡Coño!!-
-Tranquilo Paco, ha sido Ximo . . . debe ser que tantas fabes con almejas no le están sentando muy bien-

¿A donde se habrá marchado nuestro dorado?

Próximamente más . . .
 
.....Jejejejejejejejeje....
Que cabron el ximo. Por eso nunca llevo pinguinos conmigo.


Me sigue gustando lo que leo. Guai.
 
Día 5: Atando Cabos

http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=iFDlyBrH0xE

La cabeza amanece espesa, menguada y cuasi opaca. Como el día que nos está por recibir.

Al asomar el morro por la ventana observamos como un gran manto de agua vaporizada lo cubre todo . . . niebla. La más densa que había visto desde hacía mucho tiempo y que nos acompañaría a lo largo de gran parte de la jornada de hoy.
Estamos andando de camino al edificio en donde dan los desayunos y las gotas de lluvia ya se agarran como garrapatas al traje. Durante unos segundos pienso si no sería mejor ponerse el chubasquero antes de salir, aunque no llueva, la niebla irá calando poco a poco a través de las diferentes capas. A pesar de llevar el forro impermeable la sensación a frío no me la quitará nadie hasta que el solo se apiade de nosotros y tenga bien darnos algo de calor e insuflarnos fuerzas para continuar con nuestro viaje.

-¿Qué tal has dormido?-
-Bien bien . . . sigo con las mismas contracturas de estos días atrás-

Ciertamente cada noche , cuando llegábamos al hotel usaba el marco de la puerta para apretar allá donde no llega la mano para tratar de desatar ese nudo infernal que forman las fibras musculares. La rueda delantera está completamente desequilibrada, km a km se nota cada vez más y noto como los hombros y tríceps se me cargan.

A pesar de ello, con el tiempo se convertirá en una sensación que ya no me será ajena. Un dolor “amigo”, por así llamarlo . . . algo que me recordará que sigo en ruta.
Estamos cargando el equipaje ante la atónita mirada de unos operarios que están arreglando no se que en el hotel. Yo también miraría de esa manera a alguien que de manera aparentemente voluntaria y libre se enfrenta a un día así subido en moto. Es difícil por no decir imposible de explicar.

En los minutos precedente a comenzar la ruta, mientras cargo las maletas, me ajusto la chaqueta, enfundo mis manos en los guantes . . . mi mente no deja de repetir cual mantra -¿estás seguro de lo qué haces?, hoy será un día complicado -¿Qué te impulsa a ello?-

Por otro lado, el corazón. Sentimental, volátil, loco e irracional responde como siempre ha hecho y hará –no hay palabras para explicar lo que he sentido, siento y sentiré recorriendo todos los km que mi cansado cuerpo aguante. Da igual el momento, el lugar y las circunstancias que nos rodeen. Solo quiero sentir que estoy bombeando sangre a un cuerpo vivo, cargado se sueños e ilusiones. Quiero sentir que le insuflo vida a un alma que de verdad quiere vivirla-

Paco encabeza nuestra reducida comitiva de dos, no lo hablamos ni negociamos. Se ha convertido en norma.

Durante unos cuantos km hasta la primera gasolinera en donde repostamos lo pierdo de vista varias veces, la niebla es densa. Parece el velo de una novia que se dirige al altar. Nos empapa con sus lágrimas de frío y pena . . . no quiere que nos alejemos más, no quiere que nos despidamos de ella. ¿Será que Asturias nos quiere adoptar?.

Repostando pregunto a la mujer que nos atiende que dicen las predicciones del tiempo. Al parecer la tónica de días anteriores ha sido la misma, con apenas algunos cambios. Así que según ella, sobre las 11:00 deberíamos poder ver el sol de nuevo. Rezamos que así sea.

El día se me antoja confuso y cambiante, navegamos entre bancos de niebla y claros de sol, me siento un perdido marinero sin rumbo ni destino trazado. Mi cabeza se siente agitada dentro de un día así, no consigo disfrutar de las vistas que seguramente el paisaje esconde para sí. Esta mezquina y celosa niebla quiere hacernos sucumbir a sus engaños, quiere arrebatarnos un día más de viaje bajo la promesa de un futuro mejor. Un día en el que seguramente sus tesoros volverán a permanecer ocultos a nuestros curiosos ojos.

Paco conduce cabreado y errático. Le siento desorientado y de mal humor. La dichosa niebla le está pasando la misma factura que a mi, no se siente cómodo ni partícipe de lo que le rodea. Para ver esto mejor hubiera sido ir por la autovía.

Foz, luego Ribadeo . . . estamos cerca del segundo destino. Según los planes marcados deberíamos hacer hoy 2 faros y tratar de llegar a Portugal en donde pasar noche donde buenamente podamos. La niebla ha retrocedido algo, a pesar de ello el día sigue encapotado, gris y aburrido. Tras varios km de un camino cercado entre campos llegamos a Punta de Estaca de Bares.

Un par de km antes está le señal que delimita hasta donde pueden o deben llegar los vehículos a motor, pero en lo que sería la tónica general de nuestro recorrido . . . hacemos caso omiso.
Paco se mete casi hasta la misma puerta del faro y aparcamos las motos al lado del pequeño jardín que flanquea el edificio.
Al fondo y a pocos metros de nosotros hay una especie de cobertizo. Tras él, una motosierra oxidada y chirriante acuchilla nuestros oídos.

-¡¡Hola!!-

Paco grita, tratando de superar el sonido de la agonizante herramienta mientras yo aún no me he quitado el casco.

El cacharro se detiene, dando algo de alivio a nuestras heridas orejas. Un hombre, con aspecto de no tener mucha relación con la civilización sale de detrás del cobertizo y cruza por delante nuestro sin reparar en nuestra presencia.

-Hola, buenos días-

El tipo nos ignora, como quien lo hace cuando algo no le atañe o le suda tres cojones.

-Hola, disculpe . . . –

El perro que le sigue nos presta más atención que su teórico dueño y mueve la cola mientras levanta las orejas y nos observa cuidadosamente.

-Hola-

Una voz que proviene de detrás del cobertizo nos saluda, hay una segunda persona con mayor voluntad por la comunicación.

-¿Podemos dejar aquí las motos?-
-Si si, claro no hay ningún problema-

Dejamos los cascos colgando del manillar y las llaves puestas, despreocupados completamente y sin temer que el insociable o su colega de pocas palabra nos roben las motos. En otras circunstancias, en un día festivo y seguramente con aquel lugar lleno de familias y curiosos, no sería lo más responsable. Pero hoy, teníamos al fiel guardián del faro, ese perrucho, flaco y alegre. Que a bien nos protegería las motos ante la mirada curiosas de cualquier amigo de lo ajeno.

Cargado con el trípode y la cámara cual porteador de safari, voy sorteando las rocas que se interponen en el camino. Paco lidera la marcha, ya sea en dos ruedas o a pie, Paco siempre va delante.

-Esto está un poco jodido Paquito-
-Más adelante se arregla-
-Los cojones se va arreglar-
Todo esto queda grabado en unos minutos de metraje en los que se escucha como jadeo mientras maldigo el camino de cabras por el que nos metemos.
-¿Y si vamos con la moto para adelantar?-

Finalmente llegamos . . . el punto más al norte de España, o como diría Paquito –El Cabo Norte español-.
Es precioso ver como el mar rompe contra las olas cargado de rabia, como intenta comerse ese trozo de roca que le impide llegar tierra adentro.
A unos pocos metros delante nuestro dos pequeño grupos de rocas salpican los pocos metros que aún hay del cantábrico antes de formar parte del atlántico.

-Sería cojonudo pasar aquí la noche. Con un par de sacos y una tienda de campaña-
-Si, y que llegue una ola de 15m y se nos lleve mientras dormimos-
-¿Pero tu no querías aventura?-

Entre risas emprendemos el camino de vuelta. De nuevo sorteando y evitando torcernos algún tobillo con aquellas traicioneras rocas.
Las motos siguen allí al igual que nuestro querido perro guardián. Es el momento de emprender camino a Fisterra.

Galicia es lenta, muy lenta. Su costa es abrupta, retorcida y caótica. Es como si Dios, cuando terminó de hacer esta parte del mundo, le hubiera dado unos cuantos martillazos a un frágil vidrio y decidiera ponerle nombre.

Recorrer este pedazo de costa nos llevará más tiempo que cualquier otro.

Cabo de Fisterra, en donde el Atlántico nos saluda con un sol caduco en sus últimas horas de luz. Llegamos arañando la que sería nuestra primera puesta de sol en el océano, al otro lado y más allá de donde podía alcanzar nuestra vista se encontraba lo que fue el nuevo mundo tiempo ha.

La suerte sigue de nuestra parte, apenas hay visitantes y podemos aparcar las monturas justo enfrente de la puerta del faro.
Paco trepa como un niño ansioso por las rocas y se deja caer encima de una al borde del acantilado, la luz del sol golpea en su rostro con rabia y sonríe. Es cuando aprovecho para robarle una foto furtiva y traidora, desde mi perspectiva se me antoja a la espera de su regalo de cumpleaños.

Una bandada de gaviotas juegan con el viento que acaricia las rocas mientras las olas tratan de trepar por estas. Me giro y veo un pilón blanco a mi espalda <<Que la paz prevalezca en el mundo>> es lo que reza a modo de plegaria lanzada al océano desde este rincón del mundo . . . que así sea repito en mi mente
.
Ignoro cuanto tiempo llevamos en silencio sentados al borde del acantilado embobados con el paisaje, pero el día está bajando el telón de su función y no habrá un bis hasta muchas horas después.

-Habrá que ir plegando para llegar a Vigo-
-Si-

Con un sabor agridulce en la boca subo de nuevo en Edelweiss, me hubiera quedado allí atrapado en un bucle infinito de puestas de sol y amaneceres. De hecho, creo que desde que viajo en moto, siento con mayor fuerza aún esa necesidad de quedarme atrapado en un lugar. La sensación de abandonarlo siempre me transmite que estoy dejando un viejo amor, pero la promesa de nuevos horizontes me alienta a tomar la decisión de alejarme de ellos.

De nuevo este manto oscuro que nos sorprende cada jornada, de nuevo el ritual de las pesquisas buscando donde pernoctar nuestros doloridos culos tras algo más de 12h conduciendo.
Para mi cada día tiene tres fases. La primera está cargada de ilusión, son las primeras horas del día amanezco con fuerza y siento que puedo devorar tantos Km como me pongan por delante. La segunda es como la marea que sube y baja y me transmite momentos de éxtasis mezclados con melancolía, sollozos en el silencio y la soledad de mi casco. La tercera vuelve a ser un soplo de energías, aire nuevo que insufla vida a mis esperanzas de llegar al horizonte marcado.

Hoy hemos tenido suerte, encontramos un hotel bastante céntrico en Vigo. Precio económico, baño limpio y unas camas cómodas. ¿Qué más podemos pedir?.

Durante la cena, acompañados de una ración de pulpo con cachelos, vino blanco, almejas y mejillones; Paco y yo intercambiamos las impresiones del día. Ambos hemos llegado a la conclusión de que Galicia nos ha costado un día más de lo esperado. Vamos retrasados en cuanto al calendario previsto, hoy deberíamos haber llegado a Lisboa.

-¿Crees que nos hará falta un día más?-
-No lo se . . . puede ser . . .mmm-
-¿Puedes pillarte un día libre en el curro?-
-Jajajajaja . . . ¿sabes? . . . ahora mismo, con este plato de pulpo delante y el vino, me pillo 10 días más si hace falta-

Nuestras risas inundan el vacío bar, mientras el carcomido transistor de una radio pone el telón de fondo a un día en el que atamos dos cabos. Paco se deja caer recostado sobre la pared mientras deja caer un largo trago de vino por su garganta. Pierdo la mirada en el vacío y me imagino llegando mañana a Cabo da Roca. El lugar en el que durante siglos la mente humana no concebía más tierra que la que ya había pisado. Ese último pedazo de roca en donde el que se aventuraba se vería perdido para siempre en el horizonte. Allá en donde el mundo se acaba.

Próximamente más . . .
 
Última edición:
Día 6: A partir de aquí hijo mío se acaba el mundo.

Parte 1

Vigo 08:30, estamos desayunando en la cafetería del hotel. Sus paredes tristes y mortecinas están disfrazadas con paisajes tropicales, soleados y enigmáticos que absolutamente nada tienen que ver con Vigo.

¿De donde coño habrán sacado la idea de pintar así las paredes?. Paco termina de un sorbo su café y se deja caer sobre el respaldo de la silla. Por mi parte, sigo tratando de untar sin mucho éxito ese bloque amarillento que es la mantequilla. Dura como un puto ladrillo cocido con mimo y esmero para que dure cientos de años. Pero aquello no era un ladrillo, se suponía que debñia formar parte de mi desayuno, finalmente desespero y lo dejo caer entero y sin untar sobre el panecillo.
El recepcionista portugués que nos recibió la noche anterior no está, en su lugar un tipo de mediana edad, rubio y pálido como la mismísima muerte nos extiende la factura.

A pesar de no tener aparcamiento propio, el hotel se encuentra en una zona de aceras bastan anchas, así que pudimos dejar las motos aparcadas justo enfrente del hotel sin problema alguno.

Estoy en la habitación recogiendo los trastos cuando recibo una llamada de mi padre. Todos los días le llamaba por la noche para decirle donde estaba, él, a su vez me llamaba todas las mañanas para desearme una buena jornada.

Con casi 63 años mi padre es un enfermo de las motos, lo lleva metido en sangre desde que mi abuelo, su padre, tuviera una Harley-Davidson con sidecar. Pasados los años y tras la muerte de mi abuelo mi padre trató de recuperar aquel viejo sidecar, buscando por los archivos de la DGT. Pateando desguaces, tallares y posteriores dueños, al final las pesquisas fueron infructuosas y tras un año de aspirante a Scherlock Holmes decidió tirar la toalla.

Cuando me saqué el carnet de conducir de coche, con 20 años, me pasaba los ratos libres que tenía en el trabajo ojeando revistas de coches de 2ª mano. Por aquel entonces él había adquirido una Sportster 1200 XL Custom del 95 aniversario, una edición limitada de 3000 motos en todo el mundo.
Mi padre, a la vista de que yo estaba ojeando vehículos de 2ª mano con los que ir a fardar a la playa las noches de verano y llevarme alguna que otra zagala, me prohibió tajantemente comprar un coche hasta que no me sacará el carnet de moto.

Así pues, y debido a la ley que existía en ese momento con respecto a los carnets, durante los sucesivos dos años estuve llevando una desvencijada Seat Trans, que en lugar de atraer dulces ninfas que alegraran mi cama, las alejaba en desbandada.

Aquella decisión paterna que se me antojó jodida y cabrona, como la mayoría que vienen por parte de mi padre, finalmente resultó ser deliciosa. A día de hoy le sigo estando agradecido por aquella imposición, pues si hubiera caído en las garras de un Golf GTI de 2ª mano, seguramente hoy sería uno más del montón.
Con el carnet recién sacado y saboreando las mieles del éxito, aprovechaba los momentos en los que mi padre no iba en moto para quitársela. Prácticamente cada fin de semana atronaba el aire haciendo rugir aquello tubos de escape que sonaban a las gargantas de mil demonios salidos del mismísimo infierno.

A día de hoy, no salgo de casa sin repasar si llevo la documentación, los guantes, chaqueta . . . Pero en aquel entonces me sudaba tres cojones todo. Todo lo que quería era ensordecer mis oídos con las gargantas de los demonios.

Mi padre estaba al otro lado del teléfono.

-¿Ya estáis listos para salir?-
-Si-
-Te escucho raro, ¿qué pasa?-
-Las putas migrañas-
-Joder . . . ¿podrás conducir hoy?-
-No se lo que podré o no hacer, se lo que debo hacer. Además ya me has enseñado a que me tengo que buscar la vida, pase lo que pase, así que…-
-Efectivamente, cuídate y llámame allá donde llegues esta noche-

Las migrañas son mi némesis durante muchos años las he sufrido en silencio, sin saber muy bien a que obedecían. Hoy al fin puedo más o menos tenerlas bajo control, no obstante en ocasiones saltan sobre mi como un gato furioso que se ha mantenido al acecho.
Termino de vestirme y recuerdo la frase que mi padre me ha dicho durante tantos años <<búscate la vida>>. El recuerdo más vívido y mejor ejemplo fue hace ya muchos años atrás.

Flaschback . . .

Viajaba a Berlin en un vuelo charter para visitar a un primo que vivía allí. Era la primera vez que me compraba un billete por internet. No había vuelos a Berlín, pero si a Bremen. Mirando en un mapa, me pareció ridícula la distancia que había entre Bremen y Berlín . . . craso error.
Llevaba ya un par de años desde que había vuelto de Suiza en donde trabajé como leñador en las montañas del Ticino durante seis meses de mi vida. Allí había aprendido a buscarme la vida a base de bien. A mi vuelta de Suiza, llevaba los bolsillos cargados con la sabiduría suficiente para saber buscarme la vida allá donde fuera . . . a pesar de ello seguía siendo un puto inconsciente y bastante imprudente.

El vuelo aterrizó en Bremen rozando la media noche, y fue cuando descubrí horrorizado que de Bremen a Berlín había unos 400Km. ¿A qué puta escala había consultado yo el mapa?.

-Soy un imbécil . . . pero de los que hacen historia- Es lo que salía por mis labios.

A esas horas no había autobuses, no había trenes, no había absolutamente nada que me acercase a Berlín ni lo más mínimo. Durante el vuelo había estado charlando con un grupo de 3 españolas que iban a Berlín en coche con un amigo.

Con una gran sonrisa traté de vender mi mejor cara a ver si se apiadaban de mi. Por desgracia pude ver que aquello no servía de nada, y mientras me devolvían su sonrisa cínica, vacía y carente de toda sensibilidad por el que se siente abandonado, partieron hacia Berlín dejándome en el parking del aeropuerto. Mal rayo os parta hijas de puta.

De vuelta a Vigo, mi mente trabaja lenta y pesada. Siento los pinchazos de las migrañas, es como si fuera un clavo ardiendo que atraviesa mi cráneo.

-Hoy vamos despacito tío, me va a estallar la cabeza-
-Descuida, si tienes problemas avísame y paramos-
Para no perder la costumbre, nos perdemos un par de veces antes de encontrar el camino que nos lleve hacia Portugal.
-Hay que rellenar el depósito antes de la frontera. La gasolina es mucho más cara al otro lado-
-Ok, cuando decidas llenar paras-

Efectivamente, la gasolina en Portugal es escandalosamente cara. Mucho más que la que había visto en Alemania.
Nos acercamos a la frontera con Portugal. Un país más a las maletas. Cuando divisamos el consabido panel azul nos detenemos a su altura para tirar un par de fotos.
El norte de Portugal es bonito, aún conserva ese encanto húmedo que es Galicia aunque en sus primeros metros demuestra un carácter desenfadado y caótico.
A medida que nos adentramos más hacia el sur el paisaje se vuelve aburrido, feo y revulsivo. Sigo a Paco a través de una carretera flanqueada por mil puestos de ventas de todo tipo de cosas inverosímiles. Me recuerda a los típicos puestos que hay en Benidorm pero en cutre.
En uno momento enrosco el acelerador y adelanto a Paco para hacerle señales y parar en el arcén.

-Esto es muy feo-
-No . . . no es feo . . . es horrible-
-No se que decirte la verdad. Casi prefiero pillar autopista y llegar a Lisboa de tirón-
-Eso mismo estaba pensando yo. Llevamos ya casi dos horas de viaje y esto no cambia. La zona norte pegada a España tiene un pase, pero es que esta zona es muy fea-
-Quizá más hacia el interior sea diferente. Pero el reto del viaje está en seguir la costa todo el rato, y esta es insípida-
-¿Autopista?-
-Autopista-

Desde Esposende hasta Caldas de Rainha recorremos la autopista sin mirar el velocímetro. Los coches y vehículos que comparten el asfalto con nosotros desaparecen en el retrovisor como lo hicieran las estrellas del Halcón Milenario al entrar en el hiper espacio. Ximo levanta las alitas al ritmo de Garbage a la vez que tararea la melodía.

Nos detenemos en una gasolinera para dar cuenta los últimos restos de comida que nos quedan. Unos 30€ fue lo que nos gastamos antes de salir de Valencia, nos han durado 6 días y podríamos haberlo estirado algo más.

Hoy toca bocadillo de paté con jamón . . . esto me suena a algo. Paco se arremanga para cocinar y yo compro un par de Red Bull que nos cargue las pilas.
La autopista es como follar con una puta. Fría, rápida, aburrida y carente de emociones. Por lo general luego tienes remordimientos. Pero cuando la necesidad aprieta, los remordimientos los mandas a tomar por culo.

Cuando las ganas de follar aprietan ni los culos de los muertos se respetan.
Al atravesar la frontera hemos ganado una hora más, a pesar de ello vamos retrasados en cuanto a fechas, así que una hora más nos otorga cierta cancha pero no lo suficiente como para tirar cohetes. ¿Llegaremos?

Flashback . . . (continuación del anterior)

Me senté en una parada de autobús, aún sabiendas que aquello no servía para nada. A mi lado, una madre joven sostenía en el regazo a su hija.
La parte de mi cerebro que se dedica a la supervivencia trató de buscar una solución por rara y rocambolesca que fuera. Jugaba con el móvil en mi mano derecha, me quedaba poco saldo y a pesar de que seguramente lo necesitaría más adelante, decidí usarlo para llamar a la única persona que me venía en mente en ese momento.

-¿Diga?-
-Hola Papa-
-¡¡Hey!!, ¿qué tal?. ¿Has llegado a Berlin?-
-Que va . . . estoy en Bremen y me he quedado aquí varado-
-Pues yo estoy viendo el fútbol en casa-
-No se qué hacer-
-Pues colgar para no gastar dinero, dejarme ver el fútbol y buscarte la vida chaval-
Acto seguido mi padro colgó el teléfono.
-Será cabrón-

Durante los sucesivos minutos traté de hablar con los pasajeros que venían de otros vuelos y se dirigían al parking, tratando de que algún alma caritativa me pudiera acercar aunque fueran unos cuantos km a Berlín.

Volví a la parada del autobús donde estaba sentado anteriormente, con la firme convicción de que dormiría en el aeropuerto o la parada del autobús.

-¿No has encontrado quién te lleve?-
Giré mi cabeza sorprendido de que alguien hablará mi idioma. Era la misma mujer de antes, no había reparado en que ella seguía allí.
-No . . . nadie-
-Mi marido está por llegar, si quieres te podemos acercar hasta nuestra ciudad. Está a tan solo 50Km de Berlin-
-Muchas gracias, me sería de gran ayuda-

A los pocos minutos apareció una furgoneta VW completamente desvencijada llena de mierda de pájaro. La habían dejado aparcada durante 2 meses en un parque mientras recorrían el sur de España.

Así es como gracias a una pareja de padres jipiosos recorrí el trayecto que hay entre Bremen a Berlin en una noche, no sin antes ayudar a limpiar la mierda de pájaro del parabrisas. Respiré más marihuana que la que volvería a ver en mi vida, escuché un millón de veces el mismo casete oxidado de Manu Chao. De vez en cuando sacaba mi cabeza por la ventanilla para tomar algo de aire fresco.

Llegamos a su casa, les ayudé a descargar las maletas y fue cuando vi por primera vez el concepto de la palabra jipi-pastoso. Iban en una VW desvencijada porque les salía de los cojones. No tenían necesidad alguna a la vista del lujoso apartamento que tenían. En su recibidor cabía mi casa.
Con un flaco reflejo de lo que fuera mi anterior mejor sonrisa, agradecía el que me dejaran dormir en su furgoneta. Me dieron cerveza, algunos embutidos y un par de yogurts.

Lo que pasó durante esa noche en la que dormí dentro de la VW y lo que aconteció después se aleja ya demasiado del motivo de esta crónica.

Mañana la segunda parte . . .
 
Día 6: A partir de aquí hijo mío se acaba el mundo.

Parte 2

En este marco gris y triste Paco y yo estamos descansando nuestros culos a la vez la boca hace su trabajo machacando el pan chicloso que nos queda, por mas que las muelas lo aplasten sigue resistiéndose como un cabrón.
Aderezamos los últimos bocados con una lata de mejillones y lo que viene siendo nuestro postre habitual, las barritas de cereales.
De nuevo en la autopista, recorriendo km a km de esta puta fría y desagradecida que nos llevará hasta Cabo da Roca. Ese fue mi primer destino en el mapa cuando me plantee una breve escapada de cuatro días, fue Paco, su locura genética y su taciturnidad quienes me embaucaron en semejante épica.

Sigo teniendo problemas con el aceite, no he logrado encontrar 15W50 semi sintético en ninguna parte de España. El testigo rojo pega un fogonazo activando a la velocidad de la luz la sinapsis de mis neuronas. Estrujo el acelerador al máximo para adelantar a Paco y hacerle señales, hay que parar. Metro a metro voy ganándole terreno a pesar de que el de por sí ya está conduciendo bastante rápido. Ximo se empotra contra el manillar y agita sus alitas en el aire emocionado por tan repentina aceleración y golde de adrenalina.

Tras adelantar a Paco salimos en la primera gasolinera. Efectivamente, el nivel de aceite está por debajo del mínimo.

-Paquito, yo no muevo la moto hasta encontrar aceite-

En la Repsol que paramos tiene gran variedad de aceites pero ninguno con las características que busco. Para mis sorpresa, absolutamente todas las botellas de aceite que hay llevan una pegatina que ilustra el dibujo de una moto en cuestión . . . una Harley? . . . una Ducatti? . . . una Yamaha? . . .

El caso es que los señores de Respsol, estiman que para elegir el aceite que le va a tu moto lo que hay que hacer es simplemente mirar el dibujo de la pegatina. Si tu moto se parece a ella, adelante ese es tu aceite . . . y una mierda.
Por fortuna el dependiente de la gasolinera, un portugués rechoncho con carita de bonachón se sabía de memoria si el aceite era mineral o sintético, lo cual no venía especificado en el etiquetado.
A pesar de ello, solo tenía sintético o mineral y en cuanto a la numeración un 10W40 era lo que más se acercaba a lo que yo necesitaba.

Tras un par de llamadas a España y una consulta rápida al foro de BMW por parte de un colega de Paco, averiguamos que a la GSA le puedes meter si quieres el aceite de los boquerones fritos, mientras lubrique lo que sea. Con lo que hay que tener cuidado es si el aceite es mineral o sintético.

La mezcla original que llevaba en la moto era semi sintético, por lo que se podía meter aceite sintético, pero no mineral. Así que opto por jugármela con el 10W40 sintético, siguiendo las indicaciones que habíamos recibido desde España y rezando una plegaria a la Virgen de los Desamparados.

Edelweiss vuelve a hacer rugir corazón boxer sin titubeo alguno. La miro expectante, a la espera de que en algún momento escupa con asco ese aceite rancio y correoso que le he dado a probar. Paco, a mi lado, deja caer su mano sobre mi hombro.

-Esta bicha es dura-

De nuevo en la autopista rumbo a donde el hombre dejaba navegar sus miedos en cascarones de madera.
Transcurridos unos km salimos de la autopista para volver a adentrarnos en las nacionales que recorren la costa. De nuevo los odiosos adoquines, están por todas partes. Perfectamente pulidos y limados con mimo y esmero con el paso de los años los convierte en una ostia segura a la mínima que te descuides, para terminar y como guinda del pastel, comienza llover.
Primero tímidamente, para tras unos km convertirse en una cortina de agua. Enfundados en los chubasqueros seguimos lo más rápido que nos permite la carretera. Trazados de curvas resbaladizas se alterna con tramos en los que la carretera cruza alguna que otra población sembrada de adoquines asesinos.

Paco sabe que la duda es leñazo seguro, así que conduce con decisión dando todo lo que le queda dentro tras esta agotadora jornada. Atravesamos un pequeño bosque, los rayos, en el horizonte caen sobre el océano, iluminando durante un instante la oscura y angosta carretera que nos lleva hasta el faro de Cabo da Roca. Es como si Dios nos estuviera inmortalizando con una cámara réflex.
Finalmente llegamos al faro, me detengo en la misma puerta, pero Paco pasa de largo. Se dirige directamente a la gran columna sobre la que descansa la cruz de piedra. Allí, impasible y desafiante se enfrenta a la inmensidad del océano.
El Sol no es más que un punto rojo en el horizonte, apenas quedarán unos minutos. Las gotas de lluvia golpean el casco con violencia y dentro suena como una estampida de pura sangres.
Inmortalizamos el momento a la vez que el cielo se llena de llamas. Jamás vimos algo parecido. No nos hemos quitado el casco, pero puedo apreciar una sonrisa dentro del casco de Paco, y casi me atrevería a asegurar que una lágrima furtiva habrá empapado su barba.

Cuando finalmente el Sol se esconde en el horizonte entramos en el edificio que alberga la cafetería del faro. Completamente vacío, apunto de cerrar. Entramos como si fuéramos dos espectros recién salidos de las entrañas del Atlántico. A cada paso que damos una huella húmeda marca el camino hasta la barra.

Parecemos sendas cebollas. Entre el chubasquero, la chaqueta y las prendas interiores nos habremos quitado más de un par de kg de encima.

-Este café sabe a gloria ahora mismo-

Paco no responde, mira a través del ventanal de la cafetería regalándose la vista. Tras unos segundos vuelve en si.

-¿Dónde dormimos?-

Les preguntamos a los chavales de la cafetería a ver si nos pueden sugerir algo. Seguro que saben de algún lugar cercano. Con lo que está lloviendo y de noche no me apetece ahora chaparme muchos km encima de la moto-
Efectivamente, tras un par de llamadas conseguimos un alojamiento a buen precio en una habitación doble. Aparentemente cerca y fácil de encontrar. Pero como por la noche todos los gatos son pardos . . . terminamos por perdernos.
Los malditos gps indican que no estamos lejos del hotel. Pero un amalgama de caminos inconexos, caóticos y enrevesados hacen que me sienta encerrado en el laberinto del Minotauro.

Estamos aparcados en el arcén, tratando de inventarnos el camino cuando un coche se detiene a mi altura. Le digo el nombre del hotel y por su rostro deduzco que lo conoce. Por fortuna este buen samaritano nos lleva hasta la misma puerta del hotel, no sin antes demostrar sus habilidades al volante derrapando enfrente de la puerta de éste. Volantazo a izquierda mientras tira de carraca y sale disparado como una exhalación mientras se pierde en la noche.
La habitación está limpia, es amplia, un baño en condiciones, ¿qué más se puede pedir? . . . una cena caliente.

La recepcionista nos asegura que hay un autobús que pasa en 20 minutos y nos lleva al pueblo. Allí podemos cenar en cualquiera de los multiples restaurantes de la costa . . . y una mierda.

Llueve, hace algo de frío, y no se vislumbra un alma. Han pasado 20 minutos.

-Pacooo…-
-Díme-
-La recepcionista se está quedando con nosotros, seguro que se está descojonando sentadita en la recepción-
-No tiene mucha pinta de que vaya a pasar un autobús por aquí-
-Además, nos estamos mojando como dos gilipollas. ¿Cenamos en el hotel?-
-Vale-

Bacallao con almejas, unas cuantas cervezas un rico postre y un cafetito caliente para terminar.
Estamos en el ecuador de nuestro viaje. Nos quedan pocos días para llegar a casa, el fantasma de la duda sobre si llegaremos o no a tiempo planea sobre nosotros. Pero ahora mismo, mientras Paco apura si cigarrillo y yo tomo mis últimas notas sobre la Moleskine, me importa un carajo todo.

Mañana más . . . pero de verdad.
 
A ver si es verdad, hombre y no abandonas a tus lectores tanto tiempo..je je
 
Día 7 Dos barcos y una jaima improvisada.

Ya no llueve, el agua ha limpiado la carretera, el Sol asoma con fuerza y en breve dejará el asfalto perfectamente seco. Nos dirigimos hacia el Cabo de San Vicente, al sur de Portugal.
Aún no lo sabemos, pero tendremos que renunciar a hacer todo el recorrido por carretera. El paisaje está cambiando, todo comienza a tener otro color. Es cierto aquello que me dijeron, el sur de Portugal es infinitamente más bonito que el norte. Aún no hemos llegado, pero estamos empezando a encontrarnos con pinceladas de esa belleza distante que es el sur de Lusitania.

A estas alturas, las historias se entre mezclan en mi cabeza. No recuerdo bien donde se dijo que, cuando pasó aquello o el momento en el que Ximo echó a volar... mi memoria navega entre las lagunas que Portugal está dejando dentro de mi.
Entramos en Lisboa, la ciudad de los puentes. Paco estuvo aquí hace un tiempo, recorrió algunos de los más insignes arriba y abajo tantas veces como sus fuerzas le permitieron.
Esta ciudad va a sacar nuestro lado más canalla. Nos veremos obligados a hacer caso omiso de multitud de señales de tráfico, pasar por encima de aceras, rodar por calles cerradas al tráfico… y todo por tener el sentido de la orientación de un pulpo en un garaje.

Llegamos a la Torre de Belem, aprovechamos que no hay ningún control de policía para llegar casi hasta la misma puerta con las motos. Esta torre, situada a la desembocadura del Tajo, se usaba como edificio de recaudación de impuestos a la entrada de la ciudad de Lisboa allá por el año 1520. No llegamos a entrar, pero desde fuera pudimos apreciar sus maravillosos acabados y el mimo con el que había sido creado piedra a piedra.

-¡¡Sígueme Beto!!-

Paco ya se encontraba encima de Lablú alejándose por el paseo que recorre la orilla de la desembocadura del Tajo. A pocos metros, una señal de prohibido el acceso a vehículos no autorizados, no ruboriza a Paco en absoluto. Yo por mi parte, bastante más cauto y comedido, aminoro la marcha y miro a todos lados tratando de adivinar la figura de algún guardia que nos pueda dar un toque de atención.
En un espigón, que sirve como maravillosa terraza al río, Paco se adentra hasta la misma punta. Tan sólo un milímetro más y el Tajo engulliría por completo a Lablú. Olé tus huevos Paquito.
Un pescador nos ignora mientras en con el anzuelo atraviesa las entrañas de un desafortunado gusano que harás las veces de almuerzo y verdugo de algún bacallao despistado. Un par de fotos, unos golpecitos en el hombre, unas risas, un –te vas a caeeeeeer- y emprendemos la marcha.

En un principio tomamos la decisión de atravesar el puente que cruza de una orilla a otra del Tajo. El tráfico, los adoquines húmedos y la dificultad por encontrar el camino correcto hacen que finalmente la opción del ferry cobre cierto peso.
-A ver, cruzar el puente tiene su encanto, no te lo voy a negar Beto. Pero también te digo que es una mierda meternos en casi en el centro para llegar a la entrada al puente.-
-A mi me da igual verlo desde la distancia, filmarlo y tirarle un par de fotos. Además lo de meter las motos en el ferry para cruzar a la otra orilla tiene su aquel-
-Decidido, pues compramos un par de billetes para el ferry-

Compramos dos billetes en ventanilla y esperamos. En principio en tan solo veinte minutos llega un barco que nos llevará a la otra orilla. La noche anterior Paquito había cubierto Lablú con la funda para que no se mojara durante la noche… la mima demasiado. Aún llevaba la funda sin secar dentro de la maleta, por lo que la humedad se estaba condensando dentro.

-Voy a montar una jaima improvisada tío-

Extiende la funda desde el parabrisas de su moto hasta la maleta trasera de la mía, y es así como por arte de birlibirloque Paco monta su propia jaima en Lisboa y se sienta a la sombra.
No puedo parar de reírme ahora, al recordar a Paquito recostado sobre el neumático de la moto mientras se liaba un cigarrito.

-Paco, van a pensar que nos vamos a poner a rezar hacia la meca-
-Seguramente jejejejeje-

Una sirena nos hace girar la cabeza.

-Ale, ponte a desmontar el tenderete que ya ha llegado el ferry-

La plataforma de metal que une el ferry con este pedazo de tierra en el que estamos esperando, chirría con rabia. Harta, cansada ya de tanto sube y baja, herida de soportar día tras día multitud de vehículos. Aún así, y al menos por una vez más, permite que Paquito y yo podamos adentrarnos en las entrañas de ese cascarón que nos llevará a la otra orilla.
Estamos solos, no hay ningún otro vehículo. La gente se apremia en subir al piso de arriba a sentarse en las butacas, nosotros en cambio nos asomamos por la borda, observando como las hélices machacan el agua, formando una densa espuma que crepita con cada burbuja que estalla.

Vemos otros barcos que van y vienen de orilla a orilla, y tenemos la fortuna de poder contemplar el puente que cruza orgulloso el Tajo, su majestuosidad y enormidad… manda cojones, que pedazo de puente.
Un bocinazo nos avisa que ya estamos llegando, vuelta a pertrecharse para salir zumbando de aquí. Tenemos que llegar al Cabo de San Vicente y recorrer unos cuantos km para encontrar un alojamiento digno al otro lado de la frontera, en España

Hasta el momento hemos conquistado cuatro de los siete faros que nos habíamos propuesto: Cap de Creus, Punta de Estaca de Bares, Cabo Fisterra y Cabo Da Roca.
Ambos estamos inquietos por llegar y conquistar el Cabo de San Vicente, la barbilla de nuestra amada península.
De nuevo dando tumbos de un lado a otro, debemos llegar a tiempo al ferry que sale desde Setúbal para poder cruzar al otro lado, nos ahorraremos unos cuantos km y sobre todo un tráfico horroroso.
A lo lejos vislumbramos al fin el puerto y el ferry, pero no conseguimos de ninguna manera encontrar la entrada de vehículos. Es un puto laberinto de rejas, vayas y muros. Lo tenemos tan cerca y a la vez tan lejos. Subimos y bajamos aceras sin remordimiento alguno, nos saltamos semáforos y señales de prohibido el paso… tenemos que llegar. En un último intento a la desesperada sigo un coche que parece conducir con bastante decisión hacia el ferry. Tiene toda la pinta de estar a punto de perderlo, pero a diferencia de nosotros se conoce el camino perfectamente. Me pego a su sombra y Paco sigue mi estela.

Al fin… la taquilla para comprar el billete. Siempre, siempre, siempre y digo, siempre, cuanta más prisa tienes peor se tienen que poner las cosas.
Durante todo el viaje Paco y yo usamos una bolsa que es el fondo común, de ella me hago cargo y voy guardando los tiquets. Al abrirla para pagar los billetes del ferry una cantidad de papeles arrugados convertidos en una maraña insondable apenas permitían poder rebuscar los pocos céntimos que pudieran quedarnos, al fin encuentro algo de dinero, justo para un billete. Pago el de Paco y trato de buscar algo más en mis bolsillos. El objetivo es que uno de los dos llegue, todo lo que tendrá que hacer es ponerse cabezota en que el barco no zarpa sin el compadre.

Finalmente llego a la vez que la tripulación del ferry me hace palmas para que acelere el paso…. Ya voy coño, ¡¡ya voy!!

Este barco tiene unos colores más alegres que el mortecino blanco del anterior. Verde lima, rojo y algún que otro amarillo visten a nuestro simpático cascaron que durante media hora nos arrastrará hasta la otra orilla.
Paco vuelve a montar su plateada jaima ante las sorprendidas miradas de los demás.

-Nos va a dar tiempo, ya veras-
-Estoy seguro, no me cabe la menor duda-
-Galicia nos costó una barbaridad. Pero ahora lo estoy viendo todo un poco más claro que antes-

Nos apoyamos sobre la barandilla y dejamos que el ruido de los motores nos envuelva. La brisa, las olas y los pájaros que nadan en el aire nos otorgan unos minutos de descanso.
Aprovecho estos momentos para pensar en el año que viene, en lo que supondrá el “síndrome del movimiento continuo” o “el eterno turista”. Paco es de las pocas personas que me entendió a la primera cuando le conté mi gran reto de llegar a Sidney: Valencia – Cabo Norte – Venecia – Sidney. Esa es la ruta definitiva, solo espero que no haya nada que consiga detener aquello que está impulsando aire en mis pulmones en estos momentos, que no haya nada capaz de arrebatar la energía con la que late mi corazón cada segundo y mis ojos se abren de par en par cada mañana.

Al otro lado la orilla nos espera, apenas unos pocos metros y estaremos de nuevo en la carretera. Paco se apresura a guardar la funda de su moto ya al fin completamente seca.
Salimos a una especia de puerto deportivo, todo con un aspecto bastante pijeras. Cerca se encuentra la entrada una especie de urbanización de lujo, o un campo de golf, el típico lugar en el que CR7 vendrá a pasar su verano.
El panorama ha cambiado drásticamente, esto no es otra parte del país, es otro país en si mismo. ¿Qué demonios ha pasado?, la carretera es infinitamente larga y recta, el calor que libera el asfalto retuerce la figura de las cosas. A derecha e izquierda grandes dunas se levantan flanqueando esta estrecha línea negra por la que nos desplazamos.

Nuestra ruta hacia el Cabo de San Vicente nos lleva por Sines, Sao Teotónio, Aljezur, Bordeira…. y finalmente el Cabo… nuestro quinto objetivo.
Parados en el horizonte, contemplando el faro, apreciando aquello que solo se puede ver desde la distancia. Se que Paco está sonriendo dentro de su casco al igual que yo.

Pudiera parecer que no es más que otro objetivo conseguido, pero no es así. Cada faro tiene su importancia, su historia y su razón de ser para cada uno. Solo Cap de Creus era nuestro objetivo común, el resto de los faros fueron a formar parte de mi historia gracias a las ilusiones de Paco, y del mismo modo el compartió mi ilusión y sorpresa por llegar allá donde me había propuesto en un principio.
Una vuelta de puño y nos acercamos hacia el faro. El horizonte está sembrado de auto caravanas apostadas en dirección al océano, esperan con ansias la puesta de sol.
Decepción, eso es lo que hemos sentido al entrar en el faro. A diferencia del resto, no hemos podido entrar con las motos dentro, y la parte que permitiría acercarse hasta él permanecía vallada.

-¿Pero qué mierda es está?. ¿Acaso nadie les ha avisado de que veníamos?-
-Jejejeje, me parece que no-

Un café, un par de souvenirs y de nuevo persiguiendo el horizonte. En esta ocasión nuestra migración nos aleja de la luz, nos adentramos en la sombra. Le daremos la espalda al Sol durante un día y medio justo ante de que este desaparezca por el horizonte.

Cruzamos Sagres, Lagos, Faro y justo después de atravesar el puente que nos lleva nuestra querida piel de toro comienza la ruleta de la fortunas de las llamadas. Esta vez lo solucionamos todo en un par de llamadas. Un hotel Barceló está abierto, al parecer recibe la visita de 1.000 de autobuses del inserso y ello hace que nos puedan alojar sin ningún problema.
El recepcionista, austríaco, nos atiende muy amablemente y más cuando le narramos el viaje que estamos llevando a cabo. Tras darnos la llave de nuestra habitación nos guiña un ojo.

-El parking sale gratis chicos-
El hotel es fastuoso, un resort con todo tipo de lujos y comodidades, algo absurdamente alucinante para el precio que nos han dado… 59€ con desayuno incluído.
Ducha y cena en una taberna enfrente del hotel, donde nos ponemos morados a pescaíto frito y cerveza.

-Mañana me voy a poner como un gorrino en el buffet libre tío-
-Ya te digo, va a ser el mejor desayuno que vamos a tener en todo el viaje-
-¿Mañana hasta donde?-
-Marbella-
-¡¡Oh yeah!!. Mañana lujo y desenfreno en estado puro. Putas, bingo, casino, cognac y puros-

Mientras tanto Ximo se está acordando de todos nuestros muertos. Él se queda con la guardia y custodia de las motos en el parking mientras nosotros damos cuenta de la bandeja de pescaíto.
Seguro que su venganza será terrible.

Mañana más...
 
Día 8 La vieja del tenedor y el faro que descubre África

Son las ocho de la mañana, el hotel, pintado en su mayoría de color blanco refleja la luz del Sol por todas partes. Aún con las legañas agarradas como garrapatas a los ojos bajamos al hall donde se sirve el buffet con el consabido desayuno continental.

Es aquí, cuando nuestros ojos acaban de abrirse de par en para, nada ni nadie nos podía preparar para semejante momento. Cientos, miles, millones de ancianos llenaban el salón de aquel inmenso hotel. Mirarás donde mirarás había dentaduras postizas, implante ortopédicos, bastones, taca tacas hi-tech último modelo con ruedecitas y freno de disco hidráulico.

Allí estaba aquella horda octogenaria como termitas devorando todo lo que se ponía a su alcance. Llenando los carrillos como hamsters, hasta me ha parecido ver a alguno sacarse la dentadura para que le entre más comida.

Nos sentamos tímidamente, mirando de lado a lado en una de las pocas mesas que quedan libres. Me siento un poco como en un documental de National Geographic, en el que el explorador camina a través de una manda de babuinos rabiosos. Siempre y cuando estos no se percaten de su presencia, no pasará nada, pero con que solo uno de ellos lo vea y alerté a su congéneres el caos se desata.

Me levanto a por un poco de fiambre mientras Paco sigue mirando perplejo la gran marabunta… de verdad que jamás vimos tanto viejo junto.

A mi vuelta Paco se anima a buscar unas magdalenas. Espera en la cola, con la esperanza de que llegado su turno quede alguna. Con la excusa de que es un buffet libre, estos agradables viejitos arrasan con todo, se llenan los bolsillos y bolsos hasta más no poder.

Paco no se contenta solo con atesorar una de las pocas magdalenas que quedaban, se atreve también con el fiambre. Allí, armado con un tenedor está enzarzado en una lucha desigual contra una vieja, maestra en el arte del engaño, forjada en mil buffets libres, maestra del engaño, lista como una comadreja. Paco se dispone a pinchar un trozo de jamón, pero la vieja le cruza el tenedor, Paco trata de driblar, la abuela le pone ojos tiernos tratando de ablandarlo, no sabe que cuando Paco tiene hambre no hay abuela que se pueda interponer por en medio.

Trata de driblar el tenedor de la vieja, esta le hace la tres catorce, viendo que la situación se prolonga más de lo esperado llegan refuerzos. Otros dos vejetes que esperaban apoyan la jugada de su compañera de cuadrilla, tratan de amedrentar a Paco, pero este no ceja en su empeño por llevarse dos putas lonchas de jamón. Tras unos breves segundos en los que se puede mascar la tragedia finalmente Paco se alza victorioso y vuelve con sonrisa triunfante a la mesa.

-Creí que te iban a dar una paliza tío. Te estaban rodeando-
-Joder con los viejos, se creen con licencia para hacer lo que les pase por las pelotas-
-¿Seremos así cuando tengamos las pelotas secas como pasas y calvos como un melón?-
-Pues seguramente jejejejejeje-

De nuevo cargando las maletas, preparándonos para un día más en la carretera surcando caminos desconocidos adivinando nuevos horizontes.

-Eres un hijo de puta-
-Ximo, cuida ese pico que te dejo aquí tirado-
-Me dejas todas las noches colgado del manillar. Yo también quiero irme a cenar y de birras-
-Tu eres un andrajoso muñeco de peluche, ya te rasco la cabeza de cuando en cuando-
-¡¡Ráscame las pelotas!!-
-Puñetero pingüino, la próxima vez te quedas en casa-
-Eso eso, déjame con el oso de peluche, al menos me da conversación inteligente-

Si, de nuevo estaba hablando con el muñeco, es lo que tiene caer en esta dulce locura.
Recorremos el amanecer acompañados por la luz del sol que se refleja en el mar. De nuevo nuestra mente navega en este mar de sueños que se ha convertido el viaje, un rumbo sin un destino del todo marcado. Se asemeja a la búsqueda de un algo que aún está por llegar. Faro tras faro me conozco mejor, dejo que este viaje recorre dentro de mi lo que se escapaba en la quietud del día a día.

En punta umbría jugamos a ser héroes, soñamos como si fuéramos Laurence de Arabia, Lablú queda atascada en una duna mientras Edelweiss se retuerce como un pura sangre y me escupe con asco al suelo. Nada que lamentar, quizá algo de orgullo herido, una lección más aprendida.

Recorremos Torre de la Higuera, Bollullos, Almonre, El Rocío . . . estamos atravesando el parque natural de Doñana. Una maravilla para los sentidos. Los caminos se entrelazan con los enormes pinos, se enredan como una serpiente tratando de estrangularlos, y ahí estamos nosotros para levantar testimonio de tamaña gesta.
El viento se filtra en el casco produciendo, silba, rabioso y valiente. Paco acelera, estamos enrabietados con la vida, inyectados de pasión por rodar más y más lejos.
Hacemos un breve alto en el camino. Hemos llegado a un punto de no retorno, no se puede seguir más adelante. En un pueblo del cual no recuerdo el nombre, Paco se apea de Lablú oteando el horizonte. Allí, en el infinito una enorme polvareda se acerca a nosotros, a unos escasos metros se adivina la figura de un 4x4.

-Buenos días-
-Muy buenas-
-¿Por aquí se puede seguir?-
-Como no hayáis enseñado a nadar a las motos no-
-No hay salida-

De nuevo encima de Lablú, damos media vuelta y nos detenemos en el primer bar que encontramos para reponer fuerzas. La gente nos observa, sus rostros navegan entre el asombro y la negación.
Es algo que suele suceder a todos los que nos gusta perdernos por estos mundos de Dios allá donde nos llevan nuestras caprichosas monturas. Un par de bocatas de calamares, una caña bien fría un par de cortados y de nuevo en marcha.
Buscamos las barcazas que cruzan el Guadalquivir para evitar tener que ir hasta Sevilla, finalmente en Coria del Río encontramos una balsa que por unos pocos euros nos lleva al otro lado.

-¡¡Tres barcos!!-
-¿Cómo?-
-Hemos tenido que pillar tres barcos para darle la vuelta entera a la península-
-Jajajaja, tienes razón Paquito, tiene razón-

Ya al otro lado los motores rugen con rabia. Tenemos que llegar a tarifa antes de que el día nos gane la partida, nuestra eterna batalla. Cada amanecer partimos con el reloj de arena mordiéndonos la carne, corremos, volamos, como enajenados tratando de arrebatarle la vida al Sol.
Chiclana de la Frontera, Conill de la Frontera, Vejer de la Frontera . . . Tarifa. El sol ya está medio perdido en el horizonte. La entrada a Tarifa se convierte en una verdadera odisea, no logramos orientarnos con facilidad, hay mucho tráfico, y está mal señalizado.
Finalmente encontramos el camino al espigón, es casi de noche. En el horizonte se pueden ver las luces de África, Marruecos al otro lado de la costa saluda a su vecino europeo con un destello de luces brillantes.

La arena cubre todo el camino, Paco va delante hasta que se detiene en un punto. Lo adelanto mientras le grito dentro del casco -¡¡corre paco coño que no llegamos al faro!!-

Acelero mientras aprieto el claxon con rabia –apartaros malditos turistas- Lo veo, creo que lo puedo tocar . . . pero no. Freno en seco y la rueda delantera choca contra una reja. El faro está cerrado. No me lo puedo creer, sin parar a pensar, doy media vuelta solo un resplandor en el horizonte es todo lo que nos queda del sol.
-Paco, está cerrado. Tendremos que tirar aquí las fotos que podamos-

Dos, tres, cuatro y hasta cinco son las imágenes que podemos inmortalizar antes de que la oscuridad nos caiga encima como un plomo. No será hasta pasadas unas horas cuando nos enteremos que el faro está cerrado por la legión, al parecer hay un centro de confinamiento de inmigrantes ilegales, es imposible la entrada al faro.
Ya de noche y teniendo que llegar a Marbella nuestra vieja amiga, desvergonzada, descarada y fría autopista nos dará su penúltimo servicio del viaje.
Marbella nos recibe, no hay confeti, no hay bandas de música ni fuegos artificiales. ¿Dónde están las majorettes?, paco me habías prometido un recibimiento de primera clase.

Un hotel en el centro, barato, limpio y con parking vigilado, ¿qué más podemos pedir?. Cenando en un restaurante pijo nos sentimos desubicados, a nuestro alrededor gente bien, vestida con ropa de marca, pelo engominado y andares de triunfador. Nosotros a pesar de habernos duchado seguimos apestando, nuestros cuerpos rezuman km. Por mucho jabón que usemos no dejarán de oler al salitre del mar y el océano, en la mirada se reflejan atardeceres imposibles, lluvia, frío, calor, cansancio, alegría y satisfacción.

Es en estos momentos, cenando tranquilamente, cuando el presupuesto que hemos pactado se va a tomar por culo. ¿Qué son 15€ más?, ¡¡joder!! Bien que nos los hemos ganado. Entre cañas, pescadito frito, pulpo, gambas y mejillones reímos, entre calamares a la plancha y berberechos lloramos. Apenas dos días más de viaje apenas dos días para poder generar recuerdos que hagan que este viaje se inmortalice en el recuerdo.

Apenas unos cientos de km para para inmortalizarlo en la postal de la memoria.
 
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