Crónica de una visita exprés a Kotor, con escala en Mandello

Santiago40

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Hola a todos

Os comparto una pequeña crónica de una escapada reciente en la que, de alguna manera, 'estrenaba' moto.

Porque, aunque compré la Guzzi V85 TT hace ya un par de años, entre la covid y otros líos, no había tenido ocasión de exprimirla en un viaje a un destino lejano como los que intento hacer anualmente, frecuentemente en solitario, y siempre con bastantes kilómetros diarios y sobre todo muchas horas de conducción en cada jornada. La versión del modelo que tengo se llama Travel, así que se supone que la moto está enfocada a ello, y la verdad es que ha cumplido haciéndolo bien todo, en carreteras muy diversas, incluidas bastantes que estaban rotas y algunas hasta con el asfalto desaparecido. Con las dos maletas que lleva, he tenido espacio de carga de sobra para los nueve días.

Ha sido todo bastante improvisado, cerrado muy a última hora, con solo una meta definida: llegar hasta Kotor y ver en persona esa especie de fiordo meridional que forma su bahía. El billete de barco a Génova del inicio lo compré la semana anterior y no llevaba ninguna reserva de hotel. El recorrido de cada día lo decidía en la víspera. Ni siquiera había tenido el tiempo o el sosiego necesarios para consultar este foro de viajes, que en otras ocasiones tantas buenas pistas me ha dado. Pero tuve suerte y me salió un viaje muy equilibrado, con tiempo para avanzar por vías rápidas sin ir muy apurado, para rutear luego a gusto, también para conocer nuevos lugares. El tiempo, casi perfecto, entre 15 y 30 grados como máximo y con lluvia solamente en Bosnia.


Viernes, 13 de mayo. Zaragoza-Barcelona. Poco más de 300 kilómetros

Un pequeño madrugón para plantarse en el puerto de Barcelona antes de las 10 de la mañana. Todo el proceso de embarque es ágil. Hay decenas de motos embarcando y entre quienes las conducen la gran mayoría pasa de 60 años y no pocos han cumplido los 70. No son fechas en las que muchos puedan salir de vacaciones si no se está jubilado, y sucede también que esta afición, evidentemente, engancha cada vez a menos jóvenes.

A las 12, puntual, parte el ferry, con bastante ocupación. La línea conecta Italia y Marruecos y son muchos los emigrantes entre los pasajeros. Por cierto, como hemos decidido (o lo han decidido las autoridades por nosotros) que eso del coronavirus ya es pasado, las mascarillas han desaparecido, incluso en los espacios comunes más atestados. En el resto del viaje, ni al aire libre ni bajo techo, tampoco las veré apenas.

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El día es estupendo, de los primeros luminosos de una primavera que no terminaba de llegar, y el mar está totalmente calmado. Las horas, al aire libre en cubierta, con un libro y charlas y alguna cerveza con otros motociclistas, pasan rápido.


Sábado, 14 de mayo. Génova-Zadar. Casi 850 kilómetros
https://goo.gl/maps/dmvapSZqC1YB5rGRA
(este mapa, igual que los que vienen después, se corresponde más o menos, que no exactamente, con la ruta que hice, por si a alguien le viene bien)

Son las 7 de la mañana y el barco ya está atracando en Génova, dos horas antes de lo anunciado. Es la tercera vez que viajo en esta línea y siempre he llegado antes de tiempo; al contrario de lo que es habitual en los servicios de ferry.

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Así que a eso de las 8 de la mañana estoy saliendo del puerto. Comienza el viaje de verdad. Queda una buena tirada por autopista hacia el este, pero esto es Italia y aquí nada resulta aburrido: al principio hay hasta algunas curvas, los paisajes que se atisban desde la carretera merecen siempre la pena, las formas de conducir locales no permiten la distracción en ningún momento, y basta con tomar cualquier salida para hacer una parada y (lo difícil será equivocarse) acabar tomando un buen café o una comida rápida sabrosa.

A primera hora de la tarde ya estoy cruzando la estrecha franja de Eslovenia. No tengo que detenerme ni a comprar la viñeta para usar las carreteras de este país, puesto que llevaba hecha la gestión a través de internet.

Enseguida se está ya en Croacia y aquí sí que me paro un momento para cambiar algo de moneda. Empieza lo bueno en cuanto a conducción, el primer contacto con las divertidísimas carreteras que bordean el Adriático, en buen estado, llenas de curvas y asomadas a unos paisajes extraordinarios; en este caso, además, en el tramo de la Costa Dálmata mejor conservado, el menos encementado, también aquel en que se atraviesan menos poblaciones. Me alegro de estar prácticamente estrenando la cubierta del neumático trasero…

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La jornada acaba en Zadar porque va cayendo la tarde y se trata de un destino con bastante oferta de alojamiento (es un sábado con un tiempo veraniego y, buscando en Booking, escasean las camas libres en la zona). Además, se trata de una ciudad bonita, con su patrimonio histórico en estado de revista (¡vaya cambio respecto a una anterior visita, hace unos 15 años!) y animada para salir a cenar y dar una vuelta.


Domingo, 15 de mayo. Zadar-Mostar. Casi 350 kilómetros
https://goo.gl/maps/Y53kuVdFN5ZE2XbE8

Comienza la mañana con otro tramo bordeando el mar igualmente atractivo, aunque circulo mayormente a ritmo de paseo porque ahora sí que discurre casi siempre en terreno urbano. No pasa nada: así uno puede concentrarse más en disfrutar de las vistas.

Pasado Split, dejo la costa y enfilo el norte. Siguiendo el curso del río Neretva, entro pronto en Bosnia con destino a Mostar, previo desvío a Medgujorge, donde las apariciones marianas, buscando un lugar para comer cuyo nombre me sonara de algo, sin mucho más que destacar que el tremendo 'kitsch' de sus tiendas de ‘merchandising’ religioso. Al salir de allí tengo el primer contacto con la manía local, peligrosa cuando se va en moto, de llenar de estrías el asfalto en algunas zonas de curvas, supongo que para forzar una bajada de la velocidad.

Llego a Mostar recién comenzada la tarde, con tiempo de sobra para turistear por su casco histórico, donde me alojo, que se encuentra lleno de vida en torno al reconstruido puente. De nuevo hay que cambiar moneda. Da alegría experimentar por unas horas la recuperada convivencia entre culturas y religiones en esta población que es un gran símbolo de la guerra de los Balcanes, aunque sea precaria y solo a ojos del visitante.

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Sin alejarse mucho, las huellas de aquel conflicto sí siguen muy visibles casi treinta años después, en edificios derruidos o con impactos de balas y metralla en sus fachadas, y en el impresionante cementerio musulmán, lleno de tumbas del año 1993.

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Lunes, 16 de mayo. Mostar-Kotor. Unos 250 kilómetros
https://goo.gl/maps/VTE3TpX7N64H2BzD7


Es el día en que iba a hacer meta y me levanté sin grandes expectativas sobre el recorrido hasta alcanzarla, el cual discurre casi todo el tiempo por las montañas de Bosnia, con escasísimo tráfico. Pero me acabó resultando de lo más interesante del viaje, porque, según se atraviesan los pueblos, permite ir comprobando los difíciles equilibrios entre comunidades que aún rigen en esta zona, con los barrios cristianos y musulmanes visiblemente separados; porque los paisajes, con una primavera que está encendida, son preciosos, y porque me perdí.

Esto último se lo debo a los caprichos del navegador de Moto Guzzi: no sé qué escalas le había definido pero en todo caso no estaba desactivada la opción de conducir fuera del asfalto y así acabé, primero por una vía encementada y luego por una pista que se iba estrechando y complicando y, al tiempo, me mostraba parajes de la Bosnia ‘profunda’, hasta que, transcurridos ya unos cuantos kilómetros, me di la vuelta al no tener ni idea de dónde estaba ni de cuándo volvería a una carretera. No llevaba mapa de papel, tampoco me había descargado en el móvil ninguno y en ese país no tenía ‘roaming’, por lo que me tocó retroceder y probar varios desvíos hasta acabar preguntando y salir del paso.

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Por fin situado de nuevo, a media mañana cruzaba de vuelta a Croacia y no me resistí a hacer una parada en Dubrovnik al pasar muy cerca de la ciudad, que ya conocía. A pesar de ser un lunes de mediados de mayo, aquello estaba abarrotado de turistas, así que me arrepentí y hui de allí rápidamente.

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Comí un bocadillo ya en Montenegro, al poco de entrar en la bahía de Kotor, asomado a ella, que luego recorrí tranquilamente hasta pasar la población que le da nombre y alojarme unos kilómetros más adelante, en un pequeño hotel junto a la orilla. Tenía horas de sol suficientes para darme un baño en ese mar que más parece un lago y para volver luego a Kotor a pasear y cenar en esta pequeña ciudad amurallada, que es ahora una escala para gigantescos cruceros. Por cierto, el país, aunque no está en la UE, renunció a tener moneda propia y se funciona con euros.

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Martes, 17 de mayo. Kotor-Sarajevo. Unos 425 kilómetros
https://goo.gl/maps/DVsrULhvuTiqVAMU9

No hay destino montañoso sin su ‘Stelvio’ y en Montenegro está la Kotor Serpentine, un puerto de cerradas curvas que ofrece unas vistas impresionantes de la bahía. Así de bien empieza la jornada y recorrerlo, además, te enfila hacia el interior del país por bonitas carreteras en altura.

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Se pasa luego junto a la capital, Podgorica, con la carretera muy levantada por obras. Enseguida vuelven las montañas. Como quiero atisbar en mi camino el cañón del río Tara, me he fijado como escala un gran puente desde donde algo se puede apreciar (tampoco demasiado). En todo caso, el recorrido sigue atravesando parajes que merecen la pena.

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Más adelante me espera el trayecto ‘off road’ más largo del viaje, tan inesperado como el de la víspera en Bosnia, aunque ahora no es porque me haya perdido. Son bastantes kilómetros en los que el asfalto ha desaparecido totalmente, de nuevo debido a las obras. Pese a todo, se puede avanzar a buen ritmo, excepto cuando la polvareda levantada por los camiones lo dificulta.

La carretera sigue sin asfalto o con éste muy roto casi hasta que se cruza la frontera bosníaca. Hoy también toca bocadillo junto a la carretera para comer, con los embutidos que me he traído desde casa. Mirando al cielo en la parada, se ve muy oscuro a lo lejos, por donde intuyo que tengo que pasar luego hacia Sarajevo.

Y, efectivamente, algo más de una hora después me cae un tormentón cuando todavía me quedan todavía unos 60 kilómetros hasta esta ciudad. Un tormentón, con granizo incluido por momentos, de aquellos en que muchos coches acaban deteniéndose en el arcén. No se ve nada pero yo no puedo parar porque no encuentro donde guarecerme bajo techo. Ni pueblos ni gasolineras. Así que no me queda otra que tirar hacia adelante hasta que por fin escampa. Hacía tiempo que no pasaba un apuro así por la lluvia y me permite comprobar que esta moto se maneja con firmeza en esas condiciones, que sus maletas son verdaderamente estancas, que el viejo chubasquero de Decathlon que me he puesto sobre la cazadora sigue haciendo su papel perfectamente, que mis botas compradas el año pasado también son totalmente impermeables, y que mi pantalón no lo es en absoluto, por lo menos si no te ha dado tiempo a ponerte el forro interior.

En Sarajevo había encontrado un hotel muy próximo al barrio otomano, el corazón turístico de la ciudad, y lo recorro cuando está atardeciendo, con tiempo justo para ver también otros de los principales atractivos, puesto que esta interesante y pequeña capital es fácilmente abarcable a pie. Hay un ambientazo en las calles y, como en Mostar, la mezcla cultural lo hace todo muy especial.

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Miércoles, 18 de mayo. Sarajevo-Kranjska Gora. Unos 625 kilómetros
https://goo.gl/maps/KZ2abPACBkc791XV7

Es día de hacer kilómetros y avanzar, pero la montañosa Bosnia me despide con una lluvia suave pero mantenida que me ralentiza. Estando el asfalto húmedo, tiemblo literal y figuradamente en los tramos de carreteras estriadas. Gasto el dinero local que me quedaba en gasolina antes de salir del país.

Con Croacia llega la autopista y no me detengo al cruzar el país más que para una escala técnica en la que comer y echar gasolina, empleando también los billetes y monedas de este país que me habían sobrado a la ida.

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Entrado en Eslovenia (de vuelta con el euro), alargo la jornada hasta alcanzar los Alpes y encuentro un hotel muy asequible en medio de un paraje natural, con unas tremendas montañas enmarcándolo, y con una buena piscina.


Jueves, 19 de mayo. Kranjska Gora-Malosco. Algo más de 500 kilómetros
https://goo.gl/maps/1o3enSXJMcEid9HW7

Empieza otro viaje dentro del viaje: un prometedor recorrido alpino que incluía culminar el Stelvio (mi tercera vez) pero que termina de forma un poco desastrosa. No planificar tiene su precio…

He dormido muy cerca de Italia y enseguida estoy allí, encarando durante toda la mañana un bonito recorrido por los Dolomitas que incluye algunos puertos renombrados: Giau, Pordoi, Sella… Un placer, como siempre, rodar por esas montañas, y más con un sol brillante en todo momento. Por ponerle un pero, hace demasiado calor cuando se baja a los valles.

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Ya atardeciendo reservo un hotel en Bormio, al otro lado del Stelvio, y me dispongo a aproximarme a esta meca del motociclismo europeo, calculando que haré cima con la puesta de sol. Pero, cuando ya está próxima la base, ahí está el cartel que anuncia que se encuentra todavía cerrado tras la temporada de invierno. Incrédulo, aún avanzo unos kilómetros más, hasta toparme con otro cartel e igual mensaje. Me resulta difícil de asimilar, con el día que hace, con la cantidad de motos que vienen en sentido contrario, y busco todavía a quien preguntar, para que, claro, me confirme la mala noticia. Es la segunda vez que me pasa que me tengo que dar la vuelta en los Alpes en primavera por no haber mirado previamente si un puerto estaba abierto.

Sin pensar muy bien lo que hacía, todavía cometo otro error y cruzo hasta Suiza para intentar llegar a Bormio por otro lateral del Stelvio. Me encuentro el mismo cartel. Me queda una opción, dar un largo rodeo por Livigno, pero eso implica usar vías rápidas suizas si no quiero llegar muy de noche y no tengo la viñeta necesaria ni me apetece comprarla para unos minutos ni tampoco jugármela. Así que anulación de la reserva hotelera previa, marcha atrás en el recorrido y consulta a Booking para ver dónde había un nuevo alojamiento asequible que no me desviara demasiado de la ruta del día siguiente. Acabo llegando de noche cerrada a un pueblo llamado Malosco y en el hotel se apiadan de mí (sus horarios no son los nuestros y ya pasan de las 10) y me dan de cenar. Han sido demasiadas horas de moto y de nervios al final, y estoy rendido. Un vasito de grappa, cortesía de la casa, y a dormir.


Viernes, 20 de mayo. Malosco-Mandello del Lario. Unos 320 kilómetros
https://goo.gl/maps/as32j3HN6z8ULfPh8

Cuando tenía la K 100 visité Múnich y hoy toca acercarme al pueblo a orillas del lago de Como donde se fabrican las Guzzi. Los grandes Alpes van quedando atrás pero se sigue circulando entre montañas. No son demasiados kilómetros y, además, en varios tramos el asfalto está a estrenar, esperando el Giro que llegaría unos días después.

Ya en Mandello, todavía por la mañana, me instalo en el hotel y me acerco a la factoría de motos, que acaba de reabrir, un par de semanas antes, su museo. Ha sido remozado, a la espera de que, en 2025 si se cumplen los plazos, se inaugure uno totalmente nuevo. Lo que hay ahora es una exhibición de los principales modelos de su historia, sin un gran discurso expositivo que los contextualice, todo con un aire bastante casero, pero suficiente para echar un buen rato.

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La tienda estará cerrada, me dicen, hasta septiembre, así que no puedo caer en ninguna tentación consumista. En el exterior, claro, me hago la foto correspondiente ante su icónica puerta roja. Hay un par de ‘hermanas’ de mi moto estacionadas en el parking de visitantes, aunque, como en todas partes, también aquí reinan las GS y son más las BMV.

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Como una pizza en una terraza ante el lago y me doy una vuelta siguiendo su orilla, pasando por Bellagio, hasta Como. Es un recorrido bonito, pero el tráfico es tremendo en este comienzo de fin de semana y el calor que hace, también. Hoy toca recogerse y cenar no muy tarde.


Sábado, 21 de mayo. Mandello del Lario-Playa de Aro. Cerca de 1.000 kilómetros
https://goo.gl/maps/UL6b6Zt6BkUw1VkFA

Espera una kilometrada por autopista de casi mil kilómetros que, extrañamente, no se me hará pesada, con temperaturas suaves hasta casi cruzar la frontera con España, donde sí que hace mucho calor. Primero voy dirección Génova buscando el oeste de Italia y, ya sin alejarme mucho de la costa, de peaje en peaje, cruzando la Francia mediterránea, hasta Playa de Aro, donde me detengo porque no quiero conducir de noche tras tantos kilómetros, porque allí he localizado poco antes un hotel con un precio contenido, y porque aún puedo darme un baño en el mar con el atardecer.


Domingo, 22 de mayo. Playa de Aro-Zaragoza. Casi 400 kilómetros
Nada particular que contar. Más autopista, afortunadamente ya no de peaje (¡cómo se ha puesto lo de hacer kilómetros con la gasolina disparada de precio!), rumiando en el trayecto posibles futuros viajes y, para el vermut, ya en casa.
 

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👏👏👏Interesante, además imagino que en esta época no habrás pillado mucha massificación por esas zonas tan turísticas.
Gracias por compartir.
 
Enhorabuena, ameno viaje y cero problemas .... que mas se puede pedir?
 
Buenísima Santiago, y caray, que buena pincelada que me acabas de brindar.

:)
 
Hola. Disculpad que no os había agradecido vuestras respuestas.

Con este foro siempre pienso lo mismo: que lo mínimo que puedo hacer, con la de ideas y pistas que me ha dado, es intentar aportar algo.
 
Muchas gracias. Muy entretenido todo lo descrito. Pedazo de viaje. Me alegro mucho de que lo hayas disfrutado.

Lo dicho, gracias.
 
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