Primero al EGV Perú y después a Chile y Argentina

jaimeleonu

Curveando
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PERÚ


No era la primera vez que viajaba a este país, pero si la primera que visitaba Lima, y precisamente allí viví una experiencia que nunca llegué a imaginar. Pasear, a plena luz del día, por una ciudad de más de 11 millones de habitantes y que prácticamente yo fuera la única persona que caminaba por sus calles, es una sensación muy extraña y que, por descontado, no suele ser habitual. Esto es lo que me sucedió en la capital de Perú. Era el domingo 22 de octubre, ese día se celebraba un censo especial y empadronamiento de ámbito nacional, y los limeños debían permanecer en sus hogares desde las 9 hasta las 17 h. Solamente podíamos andar por las calles los extranjeros y un número muy reducido de personas que pertenecían a algunos de los servicios básicos, tales como policía (que me reclamaron, pero para una foto), militares, taxistas y los propios "empadronadores" que iban de casa en casa realizando el censo.

Sábado 21-X-2017 9h. 00´




Domingo 22-X-2017 9h. 00´


















También me encontré con alguno que la noche anterior alargó tanto la fiesta que no pudo llegar a tiempo a su domicilio para que le censaran...



Las calles y avenidas de la ciudad, el día antes repletas de trñafico y gente, ahora estaban en silencio. De vez en cuando a lo lejos se escuchaba el sonido de algún coche y poco más. Lima parecía una ciudad fantasma, nadie con quien cruzarme y todos los establecimientos cerrados. De esta manera tan singular fue como conocí la Plaza de Armas, el Palacio presidencial y las calles que me apeteció recorrer.









Pero es evidente que mi visita a Lima no había sido por sentirme como "el último hombre vivo sobre la tierra". Resulta que aquella idea que tuvimos en el 2005 de juntarnos gente a los que nos gustan los viajes de aventura en moto, para pasar un día hablando e intercambiando experiencias, ha cruzado el océano...y ya tenemos un E.G.V en sudamérica.

El jueves anterior había llegado desde España, para asistir al 1º Encuentro Grandes Viajeros Perú. A diferencia del nuestro , éste no está limitado a los viajes de aventura en moto, está enfocado a todo tipo de viajes. La viajera peruana y organizadora del mismo, Marisol Huacac, me había invitado a inaugurar este evento con uno de mis audio-visuales, el titulado "El mundo en moto". En realidad este EGV Perú, para ser la primera edición, ha sido todo un éxito, de público, casi 200 inscritos, y también por el gran ambiente que lograron crear entre todos los asistentes



Y no puedo por menos que resaltar el recibimiento que, asistentes y ponentes, me dispensaron y de los que pude disfrutar durante todo el sábado en el auditorio de Cenfotur, y luego por la noche en el bar Hangar 33. Además tuve la oportunidad de conocer e intercambiar impresiones con algunos de los viajeros peruanos más conocidos, como Willi Reaño, Sonaly Tuesta, Samuel Pintos, Frank Tipiani.... Ya, a mí tampoco me sonaban sus nombres, pero pude comprobar que allá son todas unas celebridades.









A diferencia de ese domingo por la mañana, desde que puse un pie en Lima tanto mi anfitriona como el resto de amigos que me presentó, hicieron que nunca me sintiera solo. Me llevaron a conocer los barrios más populares de la ciudad, Miraflores, Barranco, Chorrillos...y por supuesto ese espacio del que los limeños se sienten tan orgullosos, además con todo motivo, y que es conocido como "Circuito mágico del agua". Está situado dentro del Parque de la Reserva, muy céntrico y próximo al Estadio Nacional. Fue inaugurado en el 2007, y en el 2009 incluido en el libro Guinness por tener las fuentes más altas situadas dentro de un parque público. Consta de 13 gigantescas fuentes controladas por diversos programas informáticos y que al atardecer ofrecen dos sesiones con un llamativo espectáculo de música, luces, figuras...y que resulta realmente espectacular.









Y con este espectáculo me despedí de Lima. El lunes 23 a primera hora debía tomar otro avión, que me llevaría hasta otra capital sudamericana, en esta ocasión a Santiago de Chile.




CHILE

Hacía ya 8 años que no visitaba Chile, pero nada más abandonar el aeropuerto Arturo Benítez comprobé que el cambio que Chile ha experimentado en el siglo XXI seguía adelante. Infraestructuras y el tipo de vehículos que circulan por ellas son una buena muestra del nivel de vida de un país, y en Chile tanto las primeras como los segundos me indicaban que los chilenos han trabajado mucho y bien, y siguen trabajando, para que su país sea puntero en toda América Latina.

Ese mismo lunes por la noche tenía una cita en las instalaciones de MotoTravel, empresa referente en la capital chilena en cuanto a viajes de aventura y de alquiler de motos se refiere. Allí me esperaban Juan Pablo Silva, expiloto de carreras y actual gerente MotoTravel, junto con su esposa e hija, así como un buen número de clientes, para los que ellos habían preparado una fiesta por el décimo aniversario de la creación de la empresa. Dentro los actos organizados habían incluido la presentación de el mismo audio-visual que yo había ofrecido en Lima 2 días antes.





A primera hora del día siguiente, conduciendo la BMW 800 GS que MotoTravel puso a mi disposición, abandoné Santiago en dirección a Viña del Mar. Allí me esperaba otra amistad, una amiga a quien había conocido 12 años atrás durante mi viaje a Ushuaia, concretamente en la ciudad de Punta Arenas. Mientras tomamos un café con el Pacífico como fondo, Marite y yo hicimos un rápido repaso de estos 12 años, y de nuevo volví a la carretera. Ese día quería llegar a dormir a la ciudad de La Serena, situada en la misma costa y que representa la puerta de entrada a Atacama. Otros amigos me esperaban a la mañana siguiente en Copiapó. Por el camino a La Serena un indicador llama mi atención, señala el desvío a un lugar con nombre para mí muy familiar, Salamanca. Esa carretera se pierde entre las montañas, pero rápidamente desistí de acercarme hasta esta "Salamanca chilena", entre ida y vuelta serían 140 Km. y este día no estaba sobrado de tiempo









Pocos kilómetros después de La Serena me encuentro con que la carretera empieza una interminable ascensión, es la llamada "Cuesta Pajonales". Un trazado y un asfalto excelente hacen de esta ascensión una delicia. Tiene varios kilómetros de longitud, pero tanto me gusta que cuando se termina, lo lamento. Por el nuevo paisaje me doy cuenta que estoy de nuevo rodando por Atacama, ya me queda poco para llegar a un pueblo llamado Vallenar. Allí he quedado con mi amigo Germain, que viene a mi encuentro desde Copiapó sobre su BMW 650 GS. A Germain y a su mujer Gleny les conocimos Conchi y yo en el 2009 durante nuestro viaje por Chile y Perú, entonces ellos viajaban en una Yamaha XT y nosotros en dos BMW 650 GS. Durante todos estos años hemos seguido en contacto, y ahora había llegado el momento de volver a vernos. Juntos hacemos los 150 Km. que nos separan de su casa en Copiapó.





Copiapó es una ciudad que vive por y para la minería, especialmente la del cobre. En el año 2010 la ciudad se hizo mundialmente famosa por el hundimiento de parte de la mina San José, ya que en el mismo quedaron atrapados 33 mineros, y su rescate, 70 días después, fue televisado en directo a todo el mundo. Aquel suceso quedó para siempre como una muestra de la determinación de todo un país por no cejar en el empeño de rescatar con vida a sus compatriotas. En el 2015 Copiapó saltó de nuevo a las noticias, en esta ocasión el final no fue tan feliz...Con motivo de las lluvias torrenciales que cayeron en las montañas que se encuentran a su lado este, la ciudad sufrió una terrible y brutal avalancha de lodo y piedras. En la misma murieron más de 30 personas, incluso nuestros amigos tuvieron que pasar 2 días recluidos en la segunda planta de su vivienda, ya que la planta baja estaba inundada.



Días antes de mi llegada Germain me había comunicado que me olvidara llevar a cabo mi idea de cruzar a Argentina por el Paso San Francisco. Una fuerte tormenta de nieve había destrozado el barracón del puesto fronterizo chileno y tardarían tiempo en volver a tenerlo operativo. Así que, cuando en Vallenar me reencontré con él , ya sabía que para poder cruzar a Argentina tendría que alargar mi viaje y subir hasta San Pedro de Atacama. Por motivos de trabajo quien faltaba en la foto de este reencuentro era Conchi, aunque por otra parte la familia de nuestros amigos aumentado con la llegada de su hija Francisca.

Arica 2009





Copiapó 2017




Al día siguiente Germain me llevó en su 4x4 a recorrer algunos de los lugares más espectaculares de las cercanías de Copiapó. Primero me enseñó las dunas por las que en ocasiones ha pasado el Rally Dakar. Después me llevó hasta la mencionada mina San José donde me esperaba un sorpresa, que lógicamente él no me había adelantado. All llegar lo primero que resalta sobre el paisaje es el color de las 33 banderas situadas en lo alto de un cerro. Son en recuerdo de cada uno de aquellos mineros, 32 son chilenas y la otra boliviana. Caminamos hacia la mina y allí nos eperaba un hombre, Germain me le presentó, era el señor Jorge Galleguillos, uno de aquellos hombres que pasaron 70 días atrapados a 700 m. bajo la superficie. Para mí, que uno de los principales motivos que me llevan a viajar es conocer gente, poder hablar tranquilamente con alguien como Jorge Galleguillos, hacerle preguntas acerca de aquella experiencia y que él fuera tan amable y paciente conmigo, significó mucho. Me detalló cómo vivieron aquellas semanas y cómo nunca perdieron la esperanza y la fé en que desde el exterior pudieran rescatarles. En todo el mundo se hizo famoso aquel primer mensaje que pudieron enviar al exterior el día 22 de agosto, 17 días después del derrumbe: "estamos bien en el refugio los 33". Como despedida me regaló una pequeña piedra de calcopirita, recuerdo de la propia mina. Para mí este encuentro fue una gran experiencia, que no habría sido posible sin la colaboración de mí amigo.















La suerte hizo que durante mi visita a esta zona pudiera ver uno de los más extraños y llamativos fenómenos que se producen de vez en cuando en una zona concreta de Atacama, y que es conocido como "el desierto florido". Algunos años una determinada cantidad de lluvia, unida a ciertos factores de temperaturas y vientos, llega a convertir el paisaje, siempre de color marrón, en una colorida alfombra llena de flores. Este año había sido uno de los más espectaculares, y aunque su cénit había sido un mes antes, todavía pude vivir en directo parte de lo que había sido considerado el más espectacular "desierto florido" de los últimos 20 años.









Copiapó se encuentra en pleno Atacama, pero también está a tan solo 70 Km. de la costa del Pacífico, por lo que en menos de una hora puedes pasar de moverte entre algunas de las mayores dunas del mundo, a estar junto al mar y pasear por el puerto pesquero de Caldera con sus coloridos barcos y su lonja de pescado.







Aunque quisiera quedarme algún día más con nuestros amigos, me era imposible. El cambio en el itinerario obligaba que mi viaje fuera a tener más kilómetros de los que había previsto. Y para empezar tenía por delante casi 900 Km extras para llegar a San Pedro de Atacama. Y tenía que hacerlos en una jornada. No me gusta nada, en viajes de este tipo, hacer tiradas tan largas, más que nada por que pasas por lugares interesantes y no puedes hacer muchas paradas. Pero aquí era diferente, lo que tenía que ver lo iba viendo mientras conducía.
Para mi última noche en Copiapó, Germain y Gleny habían invitado a sus amigos Eduardo Toledo y su mujer Mary, a una barbacoa. Por cierto, Eduardo nos llevó unas muestras de la sabrosa cerveza que produce el mismo y cuyo nombre comercial es su apellido, Toledo. Tras estos antecedentes, a la mañana siguiente mi partida se retrasó más de lo normal. Entre preparar equipaje, agradecer a mis amigos todas las atenciones que habían tenido, despedidas y demás, cuando quise ponerme en marcha eran ya las 10 de la mañana. Un poco tarde para lo que me esperaba ese día.







A esa hora del día, la zona de Copiapó presentaba su aspecto habitual, una fría niebla que me acompañó durante bastantes kilómetros. El camino hasta la costa, dirección Caldera, se hace por una magnífica autopista que prácticamente tenía para mi solo. Mi camino seguía después junto a la costa hasta Chañaral, donde me habían advertido que me era imprescindible llenar el depósito. Si no fuera porque me habían asegurado que era imposible que lloviera, al llegar al puerto de Chañaral, y ver el aspecto que presentaba el cielo, habría pensado que los siguientes kilómetros serían pasados por agua. A pesar de lo que me habían dicho, tenía mis dudas...Aunque lógicamente el equivocado era yo, no cayó ni una gota.



A partir de aquí la Panamericana (Ruta 5 chilena) gira hacia el interior y durante los próximos 400 Km, hasta llegar a Antofagasta, no hay nada de nada. Ni tan siquiera tráfico, excepto algunos pocos camiones y autobuses de largo recorrido. Por compañía tengo el desierto, y como punto habitado solamente encuentro una gasolinera, situada en un paraje llamado Agua Verde y que está estratégicamente a mitad de camino entre las 2 ciudades. La temperatura va subiendo y algunas veces llego a ver los 36º en el marcador de la moto. Si quiero llegar antes de que anochezca a S. Pedro no tengo más opción que aumentar la velocidad de crucero, no hay ningún problema en ello. Por acá no hay ni policía ni radares, la moto va perfectamente, el asfalto es bueno y me gusta conducir por escenarios como el de hoy. Giro el puño derecho y a devorar kilómetros.







Aprovecho la obligatoria parada en la gasolinera de Agua Verde para comer y beber en el pequeño barracón que hace las veces de cantina. El ambiente dentro del sencillo y humilde bar me recuerda a lugares semejantes de otros desiertos. Solamente hay una mesa ocupada, son tres camioneros habituados a hacer esta ruta. La Tv da cuenta de los últimos sucesos relativos al conflicto que se vive entre Cataluña y el resto de España. Los camioneros me preguntan acerca del porqué de, para ellos, esa extraña situación. No es la primera vez que me hacen esta pregunta durante el viaje, y ya es algo inevitable cada vez que hablo más de 5 minutos con alguien.





Unos 70 Km. antes de Antofagasta, tengo que hacer otra parada. A la izquierda de la carretera, se levanta la famosa "mano del desierto", obra del escultor chileno Mario Irarrázabal. Sus 11 m. de altura resaltan sobre el paisaje. No sé porqué, mientras descanso en este punto, es cuando me doy cuenta de que es mi noveno día desde que salí de España, y que va a ser el primero durante el cual no voy a estar con alguien a quien conozca de antes...



A partir de Antofagasta todo me es ya familiar. En el 2009 Conchi y yo hicimos esta misma ruta con las 650, aunque ahora hago parte del camino por una autopista totalmente nueva. En Calama paro por última vez a repostar, ahora ya estoy seguro que llegaré a S.Pedro antes de que se haga de noche. Además voy a llegar a tiempo de contemplar la puesta de sol desde el lugar al que acuden buena parte de los turistas que todos los días llenan el pueblo, el mirador del valle de "las montañas de la sal".







El nivel de vida en Chile está casi como en España, por lo que el precio de sus hoteles es prácticamente similar, aquí en S. Pedro, al ser un lugar tan turístico, las tarifas de los hoteles "en condicones" son incluso más altas que en el resto del país. Pero después del día de hoy no tengo ganas de andar de hotel en hotel comparando precios. Sólo quiero uno que esté bien, que sea céntrico, dejar la moto, cambiarme, salir a cenar y acostarme no muy tarde. Los 870 Km. bajo el sol de Atacama, hacen que mi cuerpo pida un descanso. San Pedro presenta el mismo aspecto que yo recordaba de 8 años atrás. Las calles siguen llenas de mochileros de todas partes del mundo, como es habitual con poco presupuesto, que vienen porque hace años grupos de jóvenes empezaron a llegar hasta aquí atraídos por el rollo espiritual, el misticismo, la autenticidad y cosas similares. Tampoco faltan muchos grupos de turistas extranjeros a los que las agencias incluyen en su ruta S. Pedro de Atacama. Y otro detalle que tampoco ha cambiado desde mi primera visita, el inevitable apagón de luz. Escaso de energía eléctrica y sobrado de visitantes, casi todas las noches, y durante una media hora, el pueblo se queda a oscuras. Al final entre unas cosas y otras, cuando regreso al hotel es más tarde de lo que tenía previsto.

Me levanto temprano, antes de partir quiero ver de día la iglesia del pueblo. Mi sorpresa es grande, yo la recordaba de un blanco luminoso y encuentro que la han cambiado el color, ahora es de un tono marrón, esto hace que para mi haya perdido gran parte de su encanto...

2009




2017



Lleno el depósito y la garrafa de 10 lt que compré ayer. No sé hasta dónde llegaré hoy, pero calculo que haré entre 400 y 500 Km. Hasta el paso Jama tengo 163 Km y a partir de ahí nadie me puede asegurar que haya combustible en las 2 gasolineras que encontraré ya en territorio argentino. En pocos kilómetros la carretera asciende vertiginosamente en busca de alturas extremas, y aunque no es la primera vez que viajo en moto por encima de los 4.000 m. para mí cuerpo no es algo habitual, aunque de momento no noto ninguna sensación de "soroche" (mal de altura). La vez que llegué a la Laguna Chungará (4.500 m.), entonces sí que sentí el "soroche", pero en aquella ocasión hice algo nada recomendable, pasé directamente del nivel del mar (Arica) hasta esa altura. Pero hoy vengo preparado. Por si llegara el caso de necesitarla, en el top-case llevo una pequeña botella de oxígeno que ayer me regaló Germain.



El paisaje cambia, la atmósfera se vuelve más clara y el cielo presenta un azul intenso. El GPS marca ya 4.200 m. y ahora la temperatura baja a los 0´5º. Debí salir de S. Pedro con la ropa térmica puesta, pero como no lo hice, error mío, ahora no tengo otra opción que detenerme y ponérmela. Lo que contemplo ante mi no me decepciona, enormes montañas, lagos de diferentes colores, unos blancos por la concentración de sal, otros de un azul intenso...Y lo mismo que ayer, siento una enorme sensación de soledad, aunque esto nunca me ha agobiado, al contrario, me gusta.













Cruzar a Argentina no me supone ningún problema ni me lleva mucho teimpo, los dos puestos fronterizos están integrados. De este modo el papeleo para dejar un país y entrar al otro lo hago dentro del mismo edificio. Además Juan Pablo me preparó e imprimió todos los documentos necesarios, sólo tengo que pasar de ventanilla en ventanilla, entregarlos, recogerlos sellados y en menos de media hora estoy listo para empezar mi tercer viaje por Argentina.







Continuará
 
Última edición:
Olvidé poner el habitual mapa con el recorrido

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ARGENTINA


No sé porqué extraña razón tenía metido en mí cabeza que lo más espectacular del paso Jama se encontraba en el lado chileno, pero a medida que avanzo por territorio argentino, compruebo que estaba equivocado. Los paisajes siguen siendo grandiosos y no desmerecen a los que llevo vistos esta mañana. De repente me encuentro con un rebaño de llamas junto a la carretera. Por suerte siempre dejo un margen de seguridad, ya que algunas están cruzando la carretera justo después de una curva.







Llego a la aldea de Susques, aquí hay una rudimentaria gasolinera. Le pregunto al chaval que la atiende que a cuánto está el litro. Como todavía no he tenido que hacer ningún pago en pesos argentinos, me equivoco al hacer mentalmente la conversión a euros y creo que me quiere timar. Por eso le digo que eche sólo 4 litros. Mientras voy conduciendo, no dejo de pensar en eso y me doy cuenta de mi error de cálculo y de mi desconfianza hacia el pobre chaval, lo siento chico. Al menos sé que, como la garrafa sigue llena, no tendré problema con la gasolina, porque de aquí en adelante, por la ruta que haré, hasta dentro de bastantes kilómetros no hay posibilidad de repostar.

Las largas rectas dejan paso a las curvas, por ellas hago un descenso (aunque la altura sigue estando por encima de los 3.500 m.) encajonado entre espectaculares paredes rocosas llenas de cactus.





De nuevo aparecen las interminables rectas, en una de ellas, a lo lejos, veo que la carretera cruza por medio de un salar. Imagino que será el conocido como “la gran salina”, del que me había hablado Germain.


No dejo pasar la oportunidad de internarme unos cientos de metros en el. Al poco aparece una furgoneta, su conductor es uno de los trabajadores de la salina. Intercambiamos unas palabras, me indica que le siga y conducimos unos kilómetros hacia el centro del salar. Llegamos hasta unas piletas excavadas en la superficie y me informa que este salar es el tercero de sudamérica en cuanto a extensión. También me explica los diferentes procesos que realizan para extraer los 3 distintos tipos de sal que comercializan, la de consumo humano, la industrial y la que va dedica para los animales. Conocer, y poder conducir por el salar, resulta una nueva experiencia y una sorpresa, ya que no entraba en los planes que tenía para hoy.











A la salida me encuentro con un argentino, es de Rosario y se llama Ariel Accoroni. También está lejos de su casa haciendo un largo viaje en moto, en su caso sobre una Yamaha 250.



Le saludo y empezamos a hablar. Amablemente me pregunta si me apetece tomar un mate, le miento y le digo que sí. No me gusta ser maleducado y normalmente no rechazo invitaciones que resultan sinceras, además me parece interesante alargar la charla que hemos empezado. Más tarde le confesé que nunca me ha gustado el mate… “Pero mira que sos boludo, habérmelo dicho” me replicó. De su equipaje saca todos los “achiperres” necesarios y mientras lo prepara, y como ya tenemos algo de confianza, me comenta lo “clasistas” que suelen ser los usuarios de las BMW.

-Casualmente esta mañana se han detenido junto a mí un grupo de unas 5 ó 6 Bmw´s, pero lo han hecho solamente para preguntarme el camino. Estábamos en un tramo de la 40, entre las montañas, dirección San Antonio de los Cobres y se encontraban perdidos. Eran brasileños, pero da igual el país. En general los que viajais en BMW no soléis relacionaros con gente de motos de cilindradas inferiores. . .”

No puedo rebatirle, esa actitud la he visto muchas veces, además le cuento que no hace tantos años eso mismo lo viví en primera persona, cuando hice un viaje de 14.000 Km en la Derbi Terra de 125 c.c. Ariel piensa que debo ser la excepción que confirma la norma, yo hablo con toda la gente que me encuentro, y dentro de los que viajan en moto, lógicamente lo hago independientemente de la que usen.



Ya que él ha sacado el tema de los motoviajeros brasileños no puedo dejar pasar la oportunidad de comentar algo acerca de los muchos con los que me he encontrado en este viaje.

No voy a caer en el error de juzgar a todos los usuarios brasileños de BMW por el mismo rasero, pero en este viaje, tanto por Chile como por Argentina, el 100 x 100 de los que me encontré, que fueron muchos y siempre viajando en grupos más o menos numerosos, lo hacían conduciendo los últimos modelos de 1200 GS, luciendo indumentarias de la actual temporada, y ellos y sus motos equipados con la parafernalia tecnológica de última generación. No tengo nada en contra de todo esto, faltaría más, pero es que, bajo mi apreciación personal y compartida también por otros viajeros chilenos y argentinos con quienes en algún momento salió el tema, 9 de cada 10 tenían un comportamiento claramente arrogante, prepotente y de superioridad hacia los demás.

Y esto no se limitaba a la hora de conducir, la misma actitud tenían cuando se bajaban de la moto. Por este motivo intenté tener el menor trato posible con ellos, y conociendo esto imagino que quizás de esos encuentros puntuales conmigo, algún brasileño sacaría la errónea conclusión de que los motoviajeros españoles lo hacemos en solitario, sobre una 800 porque no nos atrevemos, o no tenemos poder económico, para hacerlo sobre una 1.200, vamos equipados con ropa de hace 10 años y lo más tecnológico que llevamos es un GPS de la misma época y que tiene una pantalla del tamaño de una caja de cerillas…Como luego hay mucha gente susceptible, repito, es lo que yo y de mi experiencia (compartida por chilenos y argentinos) saqué en conclusión de ellos. Ya está, ya me he quedado a gusto. Volvamos con Ariel.

Resulta que nuestras intenciones para hoy confluyen en el mismo lugar, Purmamarca. Sólo faltan 70 Km. para ese pueblo, pero como cada uno llevamos nuestro ritmo, y yo haré varias paradas para las fotos, quedamos que cada uno vaya a su aire y que una vez allí nos pondremos en contacto y cenaremos juntos.

De nuevo la carretera apunta al cielo y tras superar un indicador que señala los 4.350 m. Hago una parada porque sigo sin sentir ningún síntoma de “soroche” y la botella de oxígeno de Germain va a resultar un estorbo, así que la doy uso para ver que sucede. Como era de esperar, nada, solamente que su contenido deja en mi boca un sabor dulzón. Desde aquí comienza un bonito descenso de unos 40 Km. en cuyo punto final se encuentra Purmamarca.







Es un pueblo que data de mil quinientos y pico, y su iglesia es de 1.648. Las casas son de adobe y en la plaza hay un mercado de artesanía, aunque a estas horas ya le están recogiendo. Al final de una de las calles que salen de esta plaza hay un cerro espectacular. Una mujer se acerca y me dice que es “el cerro de los siete colores”, también me informa que por la mañana, a primera hora con el sol iluminándole de lleno, es cuando mejor se aprecian. Lo anoto para el día siguiente.









Por los rasgos físicos de sus habitantes se deduce que aquí hubo poco mestizaje, la mayoría tienen la piel oscura, facciones indias y son de baja estatura. Me alojo en un pequeño y sencillo hostal junto a la plaza, también es una tienda de recuerdos, por lo que a la mañana siguiente desayuno en la misma tienda, rodeado de mantas, bandejas y demás souvenirs. No tienen cochera, pero parece un pueblo tranquilo y me aseguran que no hay problema por dejar la moto toda la noche en la calle, no lo pongo en duda.

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Ariel y yo compartimos bebida, cena y charla acerca de muchos temas. Esta tarde me pareció un buen tipo, y ahora compruebo que además es muy generoso. Aunque lo intenté, al final no me permitió pagar nada. Aquí nos despedimos, quedamos en que le debo una y me comprometo a ello. No sé el tiempo qué pasará, pero seguro que nos volveremos a juntar para cumplir mi promesa, allá en su Rosario natal o acá en España.

El domingo amanece radiante. Como aquí no hay gasolinera, y todavía me faltan unos 70 Km. para la próxima, antes de partir vacío los 10 lt. de la garrafa en el depósito. En San Salvador de Jujuy paro a llenar el depósito y la reserva. Para llegar hasta Salta dejo la carretera principal (Ruta 68) y tomo una secundaria que va por las montañas. Discurre entre bosques, es tan bonita como revirada y estrecha, y tiene más tráfico del que esperaba, con lo que para hacer sus 60 Km. tardo más de lo previsto.





Al poco de pasar Salta tomo dirección Cafayate, cruzando por un pueblo veo un parque en el que hay mucha gente sentada en mesas corridas. No hay que ser muy listo para deducir que, por el humo , el olor y la música, allí celebran un asado, me doy la vuelta. Por unos 3 euros me sirven un plato repleto de carne a la brasa con ensalada. Echo un vistazo buscando un lugar donde sentarme a comer, pero enseguida una familia me invita a su mesa. Me dicen: “siéntese con nosotros, nos gustaría escuchar cosas acerca de su viaje en moto por nuestro país”.





Hasta Cafayate los casi 200 Km. que hago son muy variados, tan pronto hay largas rectas como zonas montañosas y reviradas, y todo ello a casi 40º. Tengo 2 paradas que hacer, y que Ariel me recalcó no pasara de largo. Son para entrar a ver “La Garganta del Diablo” y “El Anfiteatro”, se trata de unas espectaculares formaciones rocosas excavadas en la roca.













Al salir del Anfiteatro y subirme a la moto me doy cuenta que el piso de una bota se ha arrancado casi por completo. Por suerte en los viajes siempre llevo ese gran invento que son las bridas de plástico y con ellas hago un arreglo provisional para poder terminar el día.



Con este remiendo llego a mi destino de hoy, Cafayate, uno de los centros vinícolas de la provincia de Salta. Hoy voy de familia en familia. En el mismo hotel se alojan unos bonaerenses, padre, madre, hijo y nuera que me invitan a compartir la cena con ellos. Tiene interés en que les cuente cosas de España. En marzo del próximo año van a hacer un viaje por Europa, y nuestro país está dentro de su recorrido.

Con la moto ya cargada pregunto en el hotel por un zapatero. Entre localizarle y el tiempo que le lleva el arreglo de mi bota, mi salida se retrasa en casi una hora, pero vuelvo a la carretera sin el apaño de las bridas.



Aunque hoy sólo será un corto taryecto, de nuevo vuelvo a viajar por la famosa Ruta 40, aquella carretera por la que hice miles de kilómetros durante la ida y vuelta a Ushuaia. Para mí la 40 no tiene nada que envidiar a la famosa Ruta 66 estadounidense, es más, en muchos aspectos la supera, pero claro, no es tan conocida porque está en Argentina, no en USA. Tiene 1.000 Km más de longitud (4.700), llega hasta casi los 5.000 m. de altitud, discurre por paisajes de lo más variado y conduces por un pavimento que cambia entre el mejor asfalto, el regular y el malo malo, y en muchos casos ni esto último, ya que todavía tiene tramos de “ripio” (pista sin asfaltar). Hasta Tafí del Valle encuentro un paisaje repleto de grandes cactus y cerros pelados. Ahora no puedo ni llegar a imaginar cómo, poco después de Tafí, el paisaje va cambiar totalmente.





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Hasta un pueblo llamado Monteros hay unos 70 Km. pero los primeros 30-40 kilómetros resultan ser un tramo que, por la espectacularidad de su entorno, su vegetación y su trazado, me recuerda enormemente a las carreteras de las montañas colombianas. Con la gran diferencia que aquí lo hago por un asfalto impecable y con muy poco tráfico. En mi memoria queda como uno de los mejores tramos de todo el viaje.





Paro en Catamarca y echo gasolina. No tengo decidido dónde dormiré esta noche, despliego el mapa y veo que puedo llegar hasta La Rioja antes de que se haga de noche. Unos 10 Km. después de Catamarca sucede lo que viene siendo habitual durante todo el viaje, las carreteras solamente tienen tráfico intenso unos Km. antes y después de las mismas, luego me encuentro con muy pocos vehículos, por lo que puedo avanzar a buena velocidad. A mi derecha se levanta una cordillera cuyas cimas están cubiertas por nubes, los rayos del sol se cuelan entre ellas y no puedo evitar parar a contemplarlas.



Mientras hago los últimos kilómetros del día por una larga recta, voy pensando en la variedad de carreteras y paisajes que he visto en los casi 500 Km. que llevo hoy. He conducido por el ripio de la 40 y luego por un asfalto excelente, por interminables rectas y por zonas muy reviradas, he viajado entre cactus y montañas peladas y también en medio de la frondosa vegetación que encontré después de Tafí del Valle, he cruzado cordilleras y valles…y todo en el mismo día.













La Rioja es una ciudad grande y, como en todas, su punto más animado está en la Plaza de Armas, por lo que no lo dudo y busco un hotel situado allí mismo. Cerca de ella hay una iglesia donde se celebra una misa, las puertas están abiertas y me asomo. A los feligreses no sé, pero parece que al perro le resulta bastante aburrido el sermón del párroco…



Hoy tengo previsto parar a visitar el parque nacional de Talampaya, cuyas paredes rocosas llegan a alcanzar los 150 m. En La Rioja me han dicho que dentro del mismo no está permitida la circulación de vehículos particulares, hay que recorrerlo en unos tours organizados que duran unas 3 horas. Hoy voy sobrado de tiempo, así que no tengo problema. En Patquía tomo la carretera 150 y luego la 76 que es la que cruza Talampaya de sur a norte. El paisaje que veo conduciendo por esta carretera no resulta nada fuera de lo normal, pero en algún lugar tiene estar “la gracia” de Talampaya, por lo que al llegar al desvío que lleva al centro de visitantes, no lo dudo y me dirijo hacia el.









En el centro de visitantes me informo sobre el tour. Cuesta unos 18 euros (bastante caro me parece para ser Argentina) y se hace en un camión 4×4 con techo abierto. Hay una guía que va dando muchas explicaciones acerca de las formaciones rocosas que abundan en la zona que recorremos, se hacen muchas paradas y también alguna corta caminata para llegar a los lugares más interesantes, que son muchos y muy llamativos, me aseguran.







Si este parque estuviera en otra zona más accesible, seguro que sería mucho más popular, ya que su espectaculares paredes de arenisca roja superan en forma, belleza y grandiosidad a las de otros muchos lugares similares repartidos por el mundo, los cuales sin embargo, por unas u otras causas, son mucho más turísticos y conocidos.











Como cortesía, bueno, por lo que cuesta el ticket ya pueden, nos ofrecen un aperitivo con vino blanco y unos dulces. Si alguna vez vienes por aquí, saca el tiempo de dónde sea, pero no se te ocurra cruzar Talampaya por la carretera y no detenerte unas horas para hacer la visita al mismo, si no lo haces cometerás un gran error.





Unos 60 Km. después del parque está el pueblo de Villa Unión, lugar donde volveré a tomar la 40, la cual ya no dejaré hasta llegar mañana a Mendoza. A la entrada veo un par de hoteles con muy buen aspecto, lo tengo claro, me quedo en este pueblo a pasar la noche. Mientras ceno en una terraza de la plaza, pasa una animada comitiva de mayores y pequeños, acompañados de música. Pregunto el motivo y ahora caigo en la cuenta de que hoy es la noche de Halloween.





Hoy sí sé de antemano los kilómetros que debo hacer. Serán 490, ya que tengo que llegar a la ciudad de Mendoza, situada unos 200 Km. al este del paso andino Los Libertadores, el cual deberé cruzar mañana para regresar a Chile. El día se presenta caluroso, y al comentar en el hotel el recorrido que voy a hacer hoy, me avisan que me prepare, que voy a pasar calor y también me hacen otra advertencia. “Cuando termine una larga zona de badenes (pequeñas subidas y bajadas que cada pocos cientos de metros tiene la carretera en esa zona), al llegar a un cruce, deje la 40 y tome la carretera de la derecha, es la que lleva a la cuesta del Huaco, un recorrido muy espectacular. Y unos 30 Km. después se vuelve a juntar con la 40”.

Todo lo que me han ido recomendado a lo largo del viaje, ha merecido la pena, así que esto también lo anoto para no pasarlo de largo. En efecto, después de bastantes kilómetros rectos pero con los “badenes” que me han advertido, está el cruce. La carretera se vuelve muy estrecha y comienza a ascender. Al principio de la subida aparece el río que da nombre a la cuesta, el Huaco





Paro en un mirador y la vista se pierde en el infinito, allá a lo lejos imagino que estará Villa Unión. Mientras circulo por el rodeo que recorre la cuesta Huaco, pienso en que si no me lo hubieran advertido, la habría pasado de largo y me la habría perdido. Por esto todas las mañanas me gusta comentar con la gente local el recorrido que tengo previsto hacer ese día, las recomendaciones que me hacen suelen ser acertadas y siempre que puedo las tengo en cuenta.









En los más de 150 Km. que recorro entre San José de Jachal y San Juan, la 40 presenta un aspecto que me recuerda enormemente al tramo que hice por la Patagonia, grandes rectas y muy poca vegetación. Con la diferencia que aquí el viento es flojo, y que hace un calor de mil demonios. Mientras estoy parado en una sombra llegan a mi altura una pareja que viaja en bicicletas y que adelanté hace unos kilómetros.

A mí esta gente siempre me llama la atención, y cada vez que encuentro a alguien viajando de este modo, aumenta mi admiración por ellos. No me explico con qué ánimo, y más con este calor, pueden afrontar estas rectas en las que no se ve el final. Son franceses, de Normandía, y como imaginaba su viaje no tiene nada que ver con el mío. Llevan 17 meses recorriendo el continente, empezaron en Alaska y su intención es terminar en Ushuaia.

Como no paré a repostar en San Juan, el marcador de la moto señala que me queda gasolina para muy pocos kilómetros. En otras circunstancias esto me pondría nervioso, pero ahora sólo supone que debo detenerme a vaciar el contenido de la garrafa. Es la tranquilidad que me da viajar llevando conmigo esos litros de reserva.







Pensaba buscar un hotel en la propia Mendoza, pero esta mañana me llegó un mensaje de Ariel en el que me recomendaba pasar Mendoza de largo y hacer noche en Luján de Cuyo, está en la misma carretera pero unos kilómetros más al sur. Me decía que es un lugar más bonito y tranquilo que la propia Mendoza. Hago caso de su consejo, dejo atrás el caótico trafico de la circunvalación de Mendoza y sigo hasta Luján. En realidad está prácticamente unido a la ciudad, pero si que parece un lugar tranquilo, aunque hoy hay mucha animación, es día 1 de noviembre y como dicen por acá, es feriado.

Ceno en Los Troncos, un restaurante situado en su calle principal. La camarera que me atiende, al saber que soy español, avisa al dueño. El hombre parece encantado de conocerme, su familia lleva varias generaciones en Argentina pero proceden de la provincia de Burgos. Me pide permiso para sentarse en misa y hablamos de un montón de cosas, de la vida acá y allá. Insiste en que pruebe unos asados especiales que han preparado y manda sacar diferentes tipos de carnes para que le de mi opinión, por supuesto que todos me resultan muy sabrosos. Como despedida, Sergio Martínez, me regala una botella de un vino de la zona para que lo comparta con Conchi en España, le prometo que así lo haré.

A la mañana siguiente, mientras desayuno, la camarera me pregunta a dónde tengo pensado ir, la contesto que a cruzar la cordillera.

-Pues atienda a la televisión, están hablando en las noticias del paso Libertadores.

Lo que veo no me gusta nada. ¡¡ Imágenes de vehículos detenidos y además está nevando !!. Debido a un temporal y a las bajas temperaturas, el paso lleva cerrado toda la noche y no se sabe cuándo volverá a estar abierto. Y mi intención es cruzarlo hoy, mañana tengo que entregar la moto y a continuación tomar el avión de vuelta a España. La misma camarera me recomienda que viaje hasta Uspallata, la última ciudad antes de Los Libertadores, a unos 80 Km. del mismo, ya que es el lugar donde la policía suele cortar el tráfico, y que espere allí a ver qué pasa…

El paisaje hasta esa ciudad es muy bonito, y además el aspecto del cielo no presagia lo que me encontraré más adelante. Pero aún así, mi mente está más ocupada pensando qué hacer en caso de que no abran el paso, que en disfrutar de mis últimos kilómetros por Argentina.



Cruzo la ciudad, no veo nada extraño, pero a la salida me encuentro una larga fila con cientos de vehículos detenidos. Yo me “hago el sueco” y sigo avanzando, tengo la esperanza de que al ir en moto me permitan ponerme al principio de la fila, y así es. Los policías me indican que aparque junto a otra moto que hay allí, es de un argentino, su nombre es Alejo, y rápidamente me pone al tanto de la situación.



Parece ser que hay algo de nieve en la parte final, justo en la zona del puesto fronterizo, pero lo peor, me informa, es que en la carretera también hay placas de hielo, y ese es el motivo por el que no dejan pasar a ningún vehículo. Hasta las 12 h. no van a comunicarnos si se abre o no el paso. Pero un poco antes de esa hora los policías retiran la barrera y salimos disparados. Antes nos advierten a Alejo y a mí que, al ir en moto, si la cosa no mejora lo suficiente, quizás la policía nos vuelva a parar más adelante.

El espectáculo es grandioso, la carretera serpentea entre grandes montañas, de momento no hay ni rastro de nieve, pero a medida que pasan los kilómetros poco a poco la situación va cambiando. Me da mucho coraje no poder disfrutar de la visión que tengo ante mí, pero no es el momento de perder el tiempo con estas cosas, tengo que llegar lo antes posible al paso. El cielo se oscurece, el termómetro de la moto baja a los 0º, comienza a nevusquear y ahora el viento sopla con mucha más fuerza. Al entrar en una zona veo que la moto de mi compañero se mueve peligrosamente, siento que la mía hace algo similar. Un indicador señala el Aconcagua, miro en esa dirección y casualmente las nubes dejan ver su cima. Imposible resistirme, aunque pierda de vista la moto de Alejo, paro a contemplarlo.





Arranco y ahora ya me olvido totalmente del paisaje, estoy centrado al 100 x 100 en otra cosa, todos mis sentidos están puestos en la carretera y en no caerme. Me quedan pocos kilómetros de viaje y no me puedo arriesgar a tener un percance por falta de atención o prudencia. Por el llamado Puente del Inca es donde peor lo paso, especialmente por el fuerte viento. La carretera está húmeda, pero aunque cada vez cae más nieve, todavía está limpia. Confio en lo que la policía nos dijo en Uspallata, que en el lado chileno la carretera estaba normal y que no había problema. Cuando diviso los edificios del puesto aduanero, respiro más tranquilo, mi intuición o mis ganas, me dicen que lo peor ya ha pasado, aunque por supuesto no bajo la guardia.







Al igual que en el paso de Jama, los trámites son rápidos y enseguida resuelvo todo el papeleo de la moto y mío. Me despido de Alejo y mucho más tranquilo afronto el vertiginoso descenso que me encuentro nada más cruzar el cartel de bienvenida a Chile. Ahora ya me lo puedo tomar con más calma y disfrutar del paisaje y de la carretera.









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Al llegar a una ciudad llamada precisamente Los Andes, y aunque solo son las 3 de la tarde, decido que por hoy ya está bien. Paro en un hotel que me recomendó Germain (esto de ir viajando y que cada día los amigos del país te escriban recomendandote sitios, es un lujo) y una vez cambiado de ropa lo primero que hago es brindar con un pisco-sour por haber cruzado Los Andes en esas condiciones y sin ningún percance.



Al día siguiente dejo la moto en el parking de MotoTravel y la cara de Juan Pablo al verme allí muestra su sorpresa. Por su gesto no puedo por menos que extrañarme y le pregunto :

-¿De qué te sorprendes? ¿No habíamos quedado que hoy te devolvía la moto?.

-Sí, pero no pensé que pudieras cruzar a tiempo la cordillera. El paso Libertadores lleva cerrado desde antes de ayer por la noche. ¿Cuándo cruzaste?.

Tuve la gran suerte de estar en Uspallata en el momento justo. Dos horas después de mi paso por la frontera, la tormenta arreció, y por lo que me contó Juan Pablo con bastante más fuerza, por lo que volvieron a cortar la carretera, y así continuaba 24 horas después.

Recojo y organizo mi equipaje, le comento algunos detalles del viaje y lo bien que se ha portado la 800 durante todo el recorrido. Como no sé cuántos kilómetros he hecho, le pido que compruebe los que marcaba la moto 11 días atrás, en total han sido 4.265. Todos ellos repletos de experiencias, aventuras, lugares espectaculares y muchos y buenos momentos compartidos con viejos y nuevos amigos.

Mientras aguardo que llegue el taxi que me llevará al aeropuerto, echo una última mirada hacia el este de Santiago, a lo lejos se recortan algunos picos de Los Andes. “Hasta la próxima. Estoy seguro que volveremos a vernos, sólo espero que la próxima vez sea con mejor tiempo…”.




Saludos y hasta la próxima crónica que creo que va a ser pronto....
 
Cada vez que veo una crónica por Sudamerica, me llama siempre, y ya si es por el Altiplano...
Me encanta tu narración, las fotos, y como lo ambientas.
Me has hecho pasar un buen rato, y sobre una 800, moto compartida y perfecta en esas tierras, incluso para bacilar a los brasileros, jeje.
Y para compartir agua con las docenas de ciclistas, cada vez más franceses, atravesando el continente de punta a punta.
Enhorabuena
 
Cada vez que veo una crónica por Sudamerica, me llama siempre, y ya si es por el Altiplano...
Me encanta tu narración, las fotos, y como lo ambientas.
Me has hecho pasar un buen rato, y sobre una 800, moto compartida y perfecta en esas tierras, incluso para bacilar a los brasileros, jeje.
Y para compartir agua con las docenas de ciclistas, cada vez más franceses, atravesando el continente de punta a punta.
Enhorabuena

Hola

Gracias el69, me alegro te haya gustado.

Y respecto a la moto, cuando he hecho viajes con las 1200 GS (normales y adventures, antíguas o modernas) he visto que a dónde me han llevado éstas, se llega también con una 650, una 700 o una 800, pero con éstas 2 últimas te ahorras las vibraciones de las 650 y de las 1200. Por lo demás a mi vale cualquiera, no soy "tiquismiquis" para usar unas motos u otras, en los viajes por ahí fuera he llevado desde la Derbi Terra Adventure 125 hasta la Goldwing 1.800.

saludos y hasta otra (que también va a ser con una 800)
 
no la había visto Jaime, pero en tu línea, muy interesante y a mi me sigue llamando, ahora solo dudo entre chile/ushuaia, Colombia, chile argentina a mi bola, Perú-chile-Argentina a mi bola, :D:D:D:D:D, a final de año iré a sudamérica pero no tengo nada claro que haré en mi primera experiencia sudamericana.
gracias por compartir
 
Magnífico! No sé cómo se me pasó por alto esta joyita en su momento. Con las ganas que le tengo a la Ruta 40!
 
no la había visto Jaime, pero en tu línea, muy interesante y a mi me sigue llamando, ahora solo dudo entre chile/ushuaia, Colombia, chile argentina a mi bola, Perú-chile-Argentina a mi bola, :D:D:D:D:D, a final de año iré a sudamérica pero no tengo nada claro que haré en mi primera experiencia sudamericana.
gracias por compartir

Gracias rioja,

Difícil elección la que tienes...dependerá más del tiempo que dispongas que de otra cosa, ya que cualquiera de las opciones, por mi experiencia personal, es "UN VIAJE ESPECTACULARRRR".
Lo único que te puedo aclarar es que la mejor gente (y con diferencia) la vas a encontrar en Colombia.

Un saludo
 
Magnífico! No sé cómo se me pasó por alto esta joyita en su momento. Con las ganas que le tengo a la Ruta 40!

Hola livingstone,
ya lo dije en la crónica, para mí la 40, aunque totalmente diferente a la 66 o quizás por eso, me gusta más que la "famosa" 66

saludos
 
Hola livingstone,
ya lo dije en la crónica, para mí la 40, aunque totalmente diferente a la 66 o quizás por eso, me gusta más que la "famosa" 66

saludos

A mí me atrae mucho más la 40 que la 66 de hecho cuando estuve por los EE.UU nuestra ruta sólo pasó por la 66 de refilón.
 
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