Yo estuve en ambas. La central de Louis es una nave con material para tirarte un día entero allí, y la tienda de Hein-Gericke me gustó mucho por su variedad y la relación calidad precio. Ya que vas a Berlín date un saltito, pero no le dediques mucho tiempo porque la ciudad es una pasada y tiene mucho que ver.
Partiendo de la Puerta de Brandemburgo en dirección a la avenida Undertile strasse (disculpen mi alemán). Pillas la tercera calle a la izquierda y luego la cuarta manzana a la derecha. Llegas a un descampado. La fachada principal del edificio por la otra calle está en ruinas. Estaba pasenado de noche y dentro del recinto había un helicóptero desguazado. Sentí curiosidad y entré con cuidado; estaba oscuro y tenía mala pinta. Llevaba la mochila por delante y la pasta en el calcetín. Me adentré unos veinte metros hasta el helicóptero y comencé a oir música y muchas voces que provenían de dentro del descampado. Me decidí y avance, afortunadamente, otros veinte metros hasta el vertice de la fachada del edificio desde donde pude ver lo que allí sucedía.
Era una zona donde se podía ver gente de todo tipo. Tímidamente me fui animando y observando a mi alrededor. Estaba lleno de esculturas de arte moderno, había grupos de música en vivo, chiringuitos, y gente variopinta, modernos trajeados, hippies, estabamos mi mujer y yo boquiabiertos, señoras mayores, rastas...
Empezamos a recorrer a poco a poco todo el descampado y llegamos a la parte trasera del edificio en ruinas. Lleno de graffities y muy deteriorado por fuera. En ese instante, caminando entre lagente, me parece oir hablar en español y me detengo. Efectivamente, eran una pareja de chilenos. Una hippie y un peludo habituales de la zona. Les pregunto por el edificio. El chico me invita a conocerlo y le digo que sí. Sinceramente si me hubiesen atracado allí no hubiese ni siquiera denunciado por idiota, tenía toda la pinta de una encerrona de libro. Entro y empiezo a disfrutar lo que hasta ahora ha sido la experiencia mas gratificantes de lo que he visto cuando he viajado.
El chico resultó ser el trompeta de un grupo que va a tocar a Berlín todos los años en su gira europea, se llamaban Chico Zapata si no recuerdo mal y tocaban en los bajos del edificio, en un local muy bien montado dentro de un edificio abandonado. La chica era arquitecta y la novia del batería. Entramos en el edificio por una puerta de servicio, pequeña y metálica. En el edificio, lo primero que me encontré es que dentro estaba limpio y no apestaba. La planta baja estaba destinada a los camellos, allí podías aprovisionarte. Subías por las escaleras y en la primera planta encontramos a un escocés tocando la gaita absolutamente solo; era increible. Otro piso más arriba la gente que no tenía donde dormir se podía quedar allí, además habían telleres de meditación, de yoga.... De pronto vemos bajar a unas señoras, y no bromeo, del estilo de mi madre, con sesenta años, con sus bolsos y sus pendientes a juego. Yo alucinaba. En otra planta más arriba había una sala de exposiciones de pintura con cuadros a la venta y no eran baratos creo recordar; en aquel momento pude ver a varios señores elegantemente vestidos viendo los cuadros. Era en esta planta donde vimos también un estudio de un diseñador de moda; estaba trabajando en ese momento. No me podía creer que dentro de aquel espacio convivieran tantas actividades diferentes y con tanta tolerancia unas con otras. Cuando llegamos a la última planta vi un local con una pared llena de monitores de ordenador conectados simultáneamente y un grupo de tres jovencitos, de aspecto de lo mas normal, viendo la tele allí sentados tranquilamente.
Al bajar parecía que descendía de otro planeta. No hubo ni siquiera una mala mirada en todo el recorrido. Llegamos a la planta baja y etramos al reservado donde estaba la banda esperando para empezar a tocar y nos los presentaron a todos. Me pagué una ronda, lo que en lenguaje universal significa "encantado de estar aquí" y nos invitaron al concierto. De vuelta a la habitación y saliendo esta vez por delante del edificio, pasamos por varios locales contiguos diseñados a la última moda con sillones y lámparas que no me puedo permitir para el salón de mi casa. La fachada principal daba a una calle donde habían algunas prostitutas. Los estudiantes, en grupos, pasaban junto a ellas y a nadie se le ocurría tener un mal gesto. Todo el mundo a su rollo y con un respeto que resultaba increible. Yo ya me había puesto la mochila por detrás y me había sacado la pasta del calcetín cuando invité a las cañas a mi amigo el trompetista y a su banda. Si vuelvo a Berlín volveré a ese sitio.
Pedón por el ladrillo porque quizás no venga a cuento, pero me ha salido sin querer.
