Algún día iré

Llevas soñando con ello toda la vida. De adolescente, comprabas todas las revistas que tu escasa paga semanal te permitía y devorabas La vuelta al mundo de Emilio Scotto, en una época donde no había móviles, GPS o geolocalizadores. O alucinabas con los Dakares de Juan Porcar, Carlos Mas o Jordi Arcarons. O quizás lo hacías con los de Nani Roma, Isidre Esteve y Marc Coma, si eres más joven. Leías alucinado esos rallies que te trasladaban a lugares de ensueño, como el de Los Faraones, y estudiabas con todo detalle ese reportaje de la Ruta 66 americana, el de aquel loco que fue a Cabo Norte con una moto pequeña y un anorak, o el que había llegado a la India con su scooter.
Y siempre, absolutamente siempre, te decías a ti mismo cuando acababas de leerlo: “algún día iré”.

Ese “algún día” se convirtió en semanas, después en meses y luego en años. Has ido creciendo como persona y como motero, y tienes una moto que te puede llevar sin problemas a cualquiera de los lugares con los que soñaste de adolescente… pero sigues aferrado a tu rutina diaria pensando: “algún día iré”.
Como válvula de escape, a veces abres Google Maps y trazas tu ruta de ensueño, mirando por dónde pasarás y buscando qué puntos interesantes hay en la ruta que merezca la pena visitar. Y de nuevo piensas: “algún día iré”.

Y sigue pasando el tiempo, y sigues mirando en el foro cómo aquel que conociste en una concentración y que era tan majo ha cogido los trastos y se ha plantado en Cabo Norte; o aquel otro, cuyas publicaciones te gusta leer, se ha recorrido África; o uno que no conoces de nada, porque se acaba de presentar, y ya sube las fotos del viaje que hizo la semana pasada por Kazajistán, Uzbekistán o Mongolia… y de nuevo piensas: “algún día iré”.

Y pasa otro año. Cambias tu moto por una mayor, quizás una Gran Turismo o una maxi trail, aún más capaz de llevarte no solo donde te gustaría ir, sino de dar la vuelta al mundo sin problemas. Y piensas: “con esta sí, con esta iré”.
Pero siguen pasando los días, siguen pasando las semanas, los meses y los años… y tu sueño sigue ahí. Pero siempre pasa algo que te impide realizarlo: un hijo, la economía, la pareja, el trabajo…
Y tú sigues pensando: “algún día iré”, y sigues entrando en el foro, y sigues disfrutando de los viajes de los demás, y sigues entrando de vez en cuando en Google Maps para mejorar aún más la ruta del viaje de tus sueños, y sigues pensando: “algún día iré”.

Hasta que un día, de repente, ya no puedes más y dices: “de este año no pasa”, y te metes en faena empezando por la ruta.
Y la defines completamente: decides esos lugares que debes ver, dónde vas a dormir, qué te vas a llevar y en qué época lo harás.
Pero, de nuevo, algo pasa y lo pospones.
De nuevo piensas: “algún día iré”.

Hasta que, por fin, un año cuadran todos los astros. Rescatas esa ruta de tu ordenador, esos lugares a visitar, cierras presupuesto y días de vacaciones… y te vas.
Y cuando vuelves, te das cuenta de lo tonto que has sido posponiendo el viaje de tu vida tantos años. Que no era para tanto. Que el tema económico se soluciona, y el del tiempo, de una manera u otra, también.
Que en tu trabajo todo sigue igual, que encuentras los mismos problemas que cuando te fuiste y que los estás arreglando de la misma manera que lo hacías antes.
Pero lo más importante es que has cumplido tu sueño.

Y lo que no sabes es que vas a revivir ese viaje una y otra vez en tu cabeza durante el resto de tu vida. Porque ese viaje no solo dura el tiempo en que lo recorres, sino que empieza en el momento de diseñarlo, soñando con esos lugares que verás, y no termina nunca.
Porque cada día del resto de tu vida habrá algún momento en el que tengas un flashback y aparezca en tu memoria ese motero que conociste en algún recóndito lugar del mundo, esos lugareños que tan bien se portaron contigo, o aquel momento en que sacaste la moto de aquella poza de barro.
Y aparecerá una sonrisa en la comisura de tus labios. Una sonrisa que, a veces, será de alegría y, otras, de nostalgia, pero en cualquier caso, siempre será positiva.

Al final, habrás cumplido un sueño.
Y eso es lo más importante a lo que puede aspirar un ser humano, por la sencilla razón de que los sueños, si no se cumplen, se transforman en frustraciones.
Y vivir frustrado debe ser la peor cadena perpetua que le puede pasar a alguien.

No dejes que ese “algún día iré” se convierta en un “debería haber ido”.
En tus manos está el convertirlo en un “¡lo hice!”.
Ni es tan caro, ni el tiempo es tanto problema, ni tu trabajo quebrará si no estás tú, ni tu pareja te dejará si no viene contigo porque no le gusta la moto.
En ti está la voluntad para conseguir tu sueño. En nadie más.

Así que… coge tus cosas y márchate ya.

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