No sé si pasar diez horas con una moto son suficientes para enamorarse de ella, pero si uno se baja de la RT con una sonrisa de oreja a oreja y recordando cada uno de los kilómetros recorridos… es que algo bueno ha pasado.
Empezando por el principio de los tiempos, a mis amigos de dasMoto Bizkaia les pareció buena idea que me diera un paseo con la nueva BMW R 1300 RT y, desde luego, no seré yo quien les lleve la contraria.
Primera toma de contacto para aprender cuatro detalles, ajustar los retrovisores, enlazar el teléfono y… tira millas.
Empiezo la ruta por la autopista, porque es más fácil hacerse a la moto y porque tenía prisa para ir a hacer un par de gestiones. Sí, a veces tengo que coger la autopista, no se lo digáis a nadie.
Si uno no tiene un poco de cuidado, sin darse cuenta va a velocidades muy superiores a las legales. Menos mal que estuve atento, claro (ejem).
Llego a una carretera nacional.
Voy en modo de conducción Road y con el modo de cambios automático.
En ciudad, bien, muy cómodo, pero en carretera no me gusta. La moto decide cambiar cuando a mí no me interesa que cambie.
Voy jugando con los reglajes y me doy cuenta de que con el modo Dynamic nos entendemos mucho mejor, y los cambios son más predecibles según mi tipo de conducción.
Presiento que, cuando pase más horas con ella, nos vamos a llevar muy, muy bien.
Pero en modo manual sí que nos entendemos desde el principio.
El cambio es suave, muy suave, pura plastilina. No en vano, el pedal del cambio en esta moto es un mero interruptor y no activa ningún mecanismo de cambio como los pedales convencionales. Me gusta mucho.
Me plantearía comprarla con el cambio automático aunque solo la utilizara en manual.
Me meto en algunas carreteras de segundo y tercer orden. No son las ideales para esta moto, pero quería saber cómo se comportaba en ellas porque, no nos vamos a engañar, si fuera mía terminaría buscando este tipo de asfalto más de una vez.
Y me gusta cómo se desenvuelve en esas lides. La suspensión funciona muy, muy bien, se lo come todo.
La pega principal la he encontrado en curvas muy cerradas y lentas, de segunda o primera, curvas en las que normalmente hay que picar embrague. Bufff, la situación se hace extraña, aunque con un poco de maña con el acelerador se va sorteando.
Paro para llenar el depósito. ¿Ya?
Acostumbrado al de la Adventure, se me hace un poco pequeño, pero hay que reconocer que la autonomía es más que suficiente.
Algunas fotos y charlas después, voy hasta Zarauz por el puerto de Itziar, para celebrar que lo han vuelto a abrir después de varios meses. Un puerto con curvas rápidas, bien asfaltadas, que conozco de memoria. Qué maravilla. Aquí sí que se crece la RT. Qué bien entra en curva, qué aplomo, qué aceleración… y qué bien frena, que algún frenazo he tenido que dar, claro.
Del frontal no voy a comentar nada: te gusta o no te gusta.
De las maletas no voy a comentar nada: ya las imagino llenas de ilusiones rumbo a cualquier destino.
De la pantalla multimedia no voy a comentar nada: cuánto tamaño para dibujar cruces en los que perderme…
Yo no entiendo mucho de motos, así que los datos técnicos será mejor buscarlos en otro relato. Pero sí entiendo mucho de disfrutar montando en moto.
Como decía al principio, la enorme sonrisa con la que me despedí de esta impresionante RT significa que me lo he pasado muy bien, que esta moto, sin duda, serviría para salir cada día a buscar horizontes lejanos.
Y cuando uno sonríe tanto…
Por MacBauman
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