Hienas manchadas se alimentan de los restos de una vaca en Kenia. Estos animales son hábiles depredadores y pueden cazar de forma independiente o en grupo.
Foto: Charlie Hamilton James.
Las familias awá salen de caza desde Posto Awá, fundado por la agencia brasileña de asuntos indígenas FUNAI para asentar a los cazadores-recolectores nómadas awá después de que los agentes entraran en contacto con ellos durante las décadas de 1970 y 1980. Hoy en día, en torno a un centenar de nómadas awá no contactados siguen viviendo en la selva, mientras el control del mundo exterior se tensa a su alrededor.
Foto: Charlie Hamilton James.
El bisonte americano (arriba, un animal deambulando por el Refugio Nacional de Alces de Wyoming) no está estrechamente emparentado con los búfalos verdaderos de Asia y África.
Foto: Charlie Hamilton James.
Islas lejanas
Incluso para marineros experimentados como Henry Anderton, cuya familia fue propietaria de la isla de Vaila durante unos 100 años hasta 1993, navegar por las tumultuosas aguas de la costa oeste de las islas Shetland requiere una gran concentración y habilidad. Estas magníficas rocas fueron talladas con llamativas formas por los elementos del Atlántico Norte, creando montañas y cuevas marinas particularmente espectaculares. Gracias a la pureza del medioambiente y su rica biodiversidad, Vaila es una de las más de 100 islas que componen el Geoparque Global de las Islas Shetland de la UNESCO, designado en 2015.
Foto: Charlie Hamilton.
Aunque las águilas calvas se presentan como temibles cazadoras, muchas prefieren carroñear. Algunas incluso roban las presas de otros depredadores.
Foto: Richard Seeley.
Tribus aisladas del Amazonas.
El río Yuruá, en la foto, recorre la frontera entre Perú y Brasil y es víctima de la tala ilegal.
Foto: Charlie Hamilton James.
Las acacias salpican el paisaje del Parque Nacional de Tarangire en Tanzania, África. El clima de la sabana se caracteriza por temporadas de lluvia y sequía, con más meses secos que húmedos.
Foto: Timothy Laman.
El techo de África.
A casi 4.000 metros de altitud, mientras el sol se oculta tras las nubes, un grupo de senderistas contempla en silencio el atardecer desde el campamento Shira, en la ruta Machame del monte Kilimanjaro. La luz violeta baña las laderas volcánicas y tiñe el cielo de matices que solo se aprecian a esas alturas, donde el aire es más delgado y el tiempo parece ralentizarse.
El Kilimanjaro, con sus 5.895 metros, es la montaña más alta de África y uno de los volcanes más emblemáticos del mundo. A diferencia de otras grandes cumbres, no exige conocimientos técnicos de alpinismo, lo que lo convierte en un reto accesible (aunque exigente) para senderistas decididos. La ruta Machame, conocida como la “Ruta del Whisky”, es famosa por su belleza escénica y su variedad de ecosistema y el campamento Shira marca una transición clave en la ascensión: desde aquí, los caminantes ya sienten el rigor de la altitud, pero también la recompensa de estar más cerca del techo de África.
Foto: Li Jing, Xinhua, Landov.
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