Rompiendo el silencio de la mañana, ha sonado bruscamente el timbre de la puerta. He dado un pequeño respingo, he dejado el desayuno a medias y acercándome a la puerta he pensado: "ya está...". El chico ha querido ser simpático, sonriendo y preguntando: "¿Le he pillado a mitad del almuerzo?" a lo que no he podido responder porque la tostada de jamón con tomate me cogía toda la boca. Y entonces ha jodido toda su simpatía con la frasecita, "vengo a por la moto".
El arranque de esta mañana en el garaje de mi T-Max ha sido un suave ronroneo, lleno de sensualidad. Joder, qué fina va... un pequeño acelerón para superar la rampa del garaje y hemos enfilado la furgoneta ésa, horrorosa y desagradable, con el portalón abierto, la rampa tirada y mostrando sus intestinos en los que tenía a media digestión una Harley y una Transalp, amordazadas, indefensas y dejándose ir.
Los pensamientos de mi moto se han hecho sólidos y perfectamente visibles por un momento: "no me irás a meter ahí, verdad? Verdad???" Pero yo ya me había dado la vuelta para no presenciar cómo el chico con su polo y pantalones de reponedor empezaba a tratar a mi moto como mercancía.
Le esperan tres o cuatro días de no entender nada, de verse sola en almacenes lúgubres y sin otra compañía que la de otras pobres desgraciadas, con la mirada perdida y sin esperar nada ya de esta vida.
Ella todavía no lo sabe, pero le espera un hombre bueno, lleno de ilusión, que la va a tratar hasta mejor que yo, y con el que recorrerá kilómetros y kilómetros de satisfacción e incluso algunos momentos de felicidad extrema. Todo será igual. Bueno, no exactamente igual. Para ella, lo será con otro. Y para mí lo será con otra.
Esa otra no hará olvidar mi querida T-Max’07, lo sé…
Pero vamos, y ahora que ya no está, el muerto al hoyo y el vivo al bollo: es que la nueva está hasta más buena, la conozco de hace tiempo y me pone burraco-burraco, le tengo unas ganas… :cheesy:
El arranque de esta mañana en el garaje de mi T-Max ha sido un suave ronroneo, lleno de sensualidad. Joder, qué fina va... un pequeño acelerón para superar la rampa del garaje y hemos enfilado la furgoneta ésa, horrorosa y desagradable, con el portalón abierto, la rampa tirada y mostrando sus intestinos en los que tenía a media digestión una Harley y una Transalp, amordazadas, indefensas y dejándose ir.
Los pensamientos de mi moto se han hecho sólidos y perfectamente visibles por un momento: "no me irás a meter ahí, verdad? Verdad???" Pero yo ya me había dado la vuelta para no presenciar cómo el chico con su polo y pantalones de reponedor empezaba a tratar a mi moto como mercancía.
Le esperan tres o cuatro días de no entender nada, de verse sola en almacenes lúgubres y sin otra compañía que la de otras pobres desgraciadas, con la mirada perdida y sin esperar nada ya de esta vida.
Ella todavía no lo sabe, pero le espera un hombre bueno, lleno de ilusión, que la va a tratar hasta mejor que yo, y con el que recorrerá kilómetros y kilómetros de satisfacción e incluso algunos momentos de felicidad extrema. Todo será igual. Bueno, no exactamente igual. Para ella, lo será con otro. Y para mí lo será con otra.
Esa otra no hará olvidar mi querida T-Max’07, lo sé…
