ese es un punto muy interesante, el del sidecar. Enhorabuena por hacerlo realidad.
En mi caso hay una "Plataforma para salvar a MiniPingu de su padre", formada por mis padres, mi hermana -la más radical que siempre que puede me intenta convencer de que se me ha pasado ya el arroz para andar en moto-, mis tías... en fin, que hay que hacer cosas a escondidas para ahorrarles el disgusto. Afortunadamente la Pingüina piensa más como yo y le dejamos hacer bastante, lo que también significa que igual yo también he cambiado bien poco mis hábitos de moto por él. Mi caso es un poco extraño. En el año que nació mi hijo tuve un "parto simultáneo" de una revista de viajes en moto, allá por la primavera de 2008. Ese primer año de padre y director de revista hice 55.000kms en moto y gasté nosecuántos juegos de ruedas (había que ser consecuente con el tipo de revista) intentando que arrancara el proyecto y, con la dichosa crisis, no pudo ser. Ah, que me paseé en moto lo que no está escrito, aunque no los viajes que a mí me gustarían, aunque ese es otro tema. Había semanas que iba dos veces a Barcelona o Madrid. Luego la crisis ha hecho que sea ella y no MiniPingu quien me deje más en casa de lo que me gustaría, pero la bajada de frecuencia moteril también hace que cuando quiera ir nadie me ponga pegas. Yo lo necesito y lo saben. Vamos, a la fuerza ahorcan, dicen. Digamos que lo comprenden. No he ido ni más lento, ni me voy haciendo pajas mentales sobre qué podría pasar. Me concentro y creo que es la mejor forma de evitar accidentes. El rato que me voy tampoco es para generar ningún drama familiar ni personal, incluso aunque sean salidas de fin de semana. Hace años que se inventó el teléfono y cualquier momento de morriña se puede suavizar con una llamadita. No hay morros en casa y en el fondo a MiniPingu le hace mucha ilusión que su padre vaya en moto, lo cual "me llena de odgullo y satisfación", que diría uno que yo me sé. Luego me gusta compartir con él las fotos de los viajes y con Google Earth le digo dónde está nuestra casa, casa de los abuelos... y luego vamos yendo lejos, lejos, lejos y le digo hasta dónde he llegado, hasta dónde con mamá en moto, le enseño las fotos... y siempre quiere saber dónde más, o que le vuelva a enseñar las fotos de los elefantes con las motos en la nieve que mira cada vez como si fuera la primera, o la de arriba del volcán (Vesubio) viendo un atardecer increíble. También le gusta ver las fotos en el sidecar que nos dejaron para casarnos, vestidos de novios y levantando el sidecar a la llegada al restaurante. No sé si será motero, pero sí sé que le encantan las motos, le encanta que en el garaje de la finca la moto de papá sea la más grande de todas y saludarme por la ventana cuando llego a casa en moto. Y a mí me encanta que le encante.