
- Aiba la ostia, mira aquél oyes...
- Ése ya me gusta, mira, lo voy a comprar para mi sobrino.
- Pues yo esos dos a mis hermanos...
Así que entran todos echando mano de sus carteras, cuando de pronto uno de ellos mira a todos haciéndoles un gesto y dice:
- Eh, quietos paraos, que esta ronda es mía.
