El universo evoluciona…

perulero

Curveando
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Hola que hay.
El universo evoluciona… Y la posibilidad del futuro al que podamos llegar los homínidos en el futuro; difícil, por no decir imposible. Por lo que la forma en que escribe don Leopoldo Abadia, en este escrito, es una de las posibilidades acertadas que se pueden dar.
No escribo más y os dejo, con la lectura de lo que todos tenemos en mente, que Leopoldo ya lo ha dejado escrito.
Hala hasta luego.
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  Leopoldo Abadía (Zaragoza, 1933) es un profesor y escritor español conocido por su análisis de la crisis económica actual

Leopoldo Abadía (autor de " La crisis Ninja ") dice en su artículo:

Me escribe un amigo diciendo que está muy preocupado por el futuro de sus nietos. Que no sabe qué hacer: si dejarles herencia para que estudien o gastarse el dinero con su mujer y que "Dios les coja confesados".
Lo de que Dios les coja confesados es un buen deseo, pero me parece que no tiene que ver con su preocupación.
En muchas de mis conferencias, se levantaba una señora (esto es pregunta de señoras) y decía esa frase que me a mí me hace tanta gracia: "qué mundo les vamos a dejar a nuestros hijos?" Ahora, como me ven mayor y ven que mis hijos ya están crecidos y que se manejan bien por el mundo, me suelen decir "qué mundo les vamos a dejar a nuestros nietos?"
Yo suelo tener una contestación, de la que cada vez estoy más convencido:
"y a mí, qué me importa?!"
Quizá suena un poco mal, pero es que, realmente, me importa muy poco.
Yo era hijo único. Ahora, cuando me reuno con los otros 64 miembros de mi familia directa, pienso lo que dirían mis padres, si me vieran, porque de 1 a 65 hay mucha gente. Por lo menos, 64.
Mis padres fueron un modelo para mí. Se preocuparon mucho por mis cosas, me animaron a estudiar fuera de casa (cosa fundamental, de la que hablaré otro día, que te ayuda a quitarte la boina y a descubrir que hay otros mundos fuera de tu pueblo, de tu calle y de tu piso), se volcaron para que fuera feliz. Y me exigieron mucho.
Pero qué mundo me dejaron? Pues mirad, me dejaron:
1. La guerra civil española
2. La segunda guerra mundial
3. Las dos bombas atómicas
4. Corea
5. Vietnam
6. Los Balcanes
7. Afganistán
8. Irak
9. Internet
10. La globalización
Y no sigo, porque ésta es la lista que me ha salido de un tirón, sin pensar. Si pienso un poco, escribo un libro.
Vosotros creéis que mis padres pensaban en el mundo que me iban a dejar? Si no se lo podían imaginar!
Lo que sí hicieron fue algo que nunca les agradeceré bastante: intentar darme una muy buena formación. Si no la adquirí, fue culpa mía.
Eso es lo que yo quiero dejar a mis hijos, porque si me pongo a pensar en lo que va a pasar en el futuro, me entrará la depre y además, no servirá para nada, porque no les ayudaré en lo más mínimo.
A mí me gustaría que mis hijos y los hijos de ese señor que me ha escrito y los tuyos y los de los demás, fuesen gente responsable, sana, de mirada limpia, honrados, no murmuradores, sinceros, leales. Lo que por ahí se llama "buena gente".
  Porque si son buena gente harán un mundo bueno.
Por tanto, menos preocuparse por los hijos y más darles una buena formación:
que sepan distinguir el bien del mal,
que no digan que todo vale,
que piensen en los demás,
que sean generosos. . . .
En estos puntos suspensivos podéis poner todas las cosas buenas que se os ocurran.
Al acabar una conferencia la semana pasada, se me acercó una señora joven con dos hijos pequeños. Como también aquel día me habían preguntado lo del mundo que les vamos a dejar a nuestros hijos, ella me dijo que le preocupaba mucho qué hijos íbamos a dejar a este mundo. A la señora joven le sobraba sabiduría, y me hizo pensar.

Y volví a darme cuenta de la importancia de los padres. Porque es fácil eso de pensar en el mundo, en el futuro, en lo mal que está todo, pero mientras los padres no se den cuenta de que los hijos son cosa suya y de que si salen bien, la responsabilidad es un 97% suya y si salen mal, también, no arreglaremos las cosas.
Y el Gobierno y las Autonomías se agotarán haciendo Planes de Educación, quitando la asignatura de Filosofía y volviéndola a poner, añadiendo la asignatura de Historia de mi pueblo (por aquello de pensar en grande) o quitándola, diciendo que hay que saber inglés y todas estas cosas.
Pero lo fundamental es lo otro: los padres.

Ya sé que todos tienen mucho trabajo,
que las cosas ya no son como antes,
que el padre y la madre llegan cansados a casa,
que mientras llegan, los hijos ven la tele basura, que lo de la libertad es lo que se lleva,
que la autoridad de los padres es cosa del siglo pasado.
Lo sé todo. TODO. Pero no vaya a ser que como lo sabemos todo, no hagamos NADA.
Leopoldo Abadía.

P. D .
1. No he hablado de los nietos, porque para eso tienen a sus padres.
2. Yo, con mis nietos, a merendar y a decir tonterías y a reírnos, y a contarles las notas que sacaba su padre cuando era pequeño.
3. Y así, además de divertirme, quizá también ayudo a formarles.
 
Es cierto que la generación que nos precede vivió, si no una guerra, al menos una postguerra y las apreturas que significara éso. Se casaban con una maleta y poco más y nosotros tuvimos menos comodidades de las que nos hubiera gustado y parece que en tropel hemos decidido que nuestros hijos no pasen tantas penas. No queremos guerras, no queremos discutir, no queremos parecer ogros, no queremos que nadie toque un pelo a nuestros hijos -ni nosotros tampoco se lo vamos a tocar, que está mal visto y encima te empapelan-, no le vamos a decir que no a nada y cuando hayamos creado monstruos, entonces ya veremos si rebota la tendencia y vuelven los padres con autoridad, los profes que mandan un huevo, la poli que impone y volver a ceder el asiento a los mayores en el autobús o el metro.

En la línea de metro que pasa cerca de casa subo poco -ya se sabe que los moteros somos de poco transporte público- pero a veces lo uso. Aluciono con lo que viaja en ese metro. Van a la universidad CEU o al instituto y ya sin hablar de calzoncillos y pantalones lo más bajos posibles (los pantalones se los deben sujetar con un imperdible a los huevos, porque si yo los llevo así se me caen o no podría casi ni andar). No quiero ni pensar en que tengan que echar una carrerita a zancada de pingüino. Esclavos de enviarse mensajitos sin parar o de estar atontolinaos escuchando música... en fin, que no sé qué tienen en la cabeza, pero creo que nada. El otro día hablaban dos chicas: "a mí no me vacila ni su puta madre y menos la zorra de mi madre. Como me vuelva a sacar el puto tema le doy de hostias que le cambio la cara". :o. No sé cuál sería el puto tema, pero a mí me suena barriobajero hasta entre chicos barriobajeros. Se supone que eran chicas/os con estudios, que van a clase -era hora de salida de clase e iban muchos jóvenes con mochilas en el vagón-, que se les suponen mínimos estudios y algunos valores. Veo que no. Ni respeto, ni paz, ni amor, ni leches en vinagre. ¿de verdad nos tenemos que preocupar por lo que les llegue a éstos? Yo de momento intentaré que el mío no salga así, pero me da terror y no reconozco ni de lechos ninguna similitud con mi adolescencia. ¿Estos jóvenes son los que tienen que asegurar nuestras pensiones? Hoy mismo me compro un cerdito de barro para ir ahorrando :-/
 
Hola que hay, Pingu.
En referencia a lo que hablas sobre el Metro, yo que soy de pueblo, cuando voy a Madrid; me gusta viajar en el, fijándome, en las personas en su forma de vestir y su manera de estar; sobre todo me llama la atención la poca comunicación verbal que se tiene, y lo poco que se dice y en voz baja, es entre personas que llegan juntas al vagón. Lo paso fenomenal, observando las distintas situaciones que se dan en este hábitat.

Hala hasta luego.
 
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