Yo empecé a ir a Pingüinos en los 90. En aquellos mis primeros Pingüinos el viaje era igual de incierto que ahora y, en cambio, la acampada era completamente diferente. Mucha leña grande, seca y hermosa cuyos calibres apenas podías abarcar con los brazos y también mucha leña pequeña para hacer yesca y empezar los fuegos. Te acercabas a los de al lado y te daban un tronco encendido mientras te ofrecían un caldito, un aguardiente casero o algo de picar. Te ofrecían el calor de su fuego ya encendido para entrar en calor nada más llegar y tú hacías lo mismo con los que iban acampando a tu lado. Éramos gregarios y lo más importante era la acampada, compartir con tus vecinos, charlar hasta no poder más de sueño, contar mil batallitas a cuál más increíble. Recuerdo separarnos muy poco del fuego y mantenerlo encendido toda la noche por turnos para tener fuego por la mañana en el desayuno. Intercambiábamos unos embutidos por unas cucharadas de nuestra paella, dejábamos las botellas y botas de vino a disposición de quien se arrimara a nuestro fuego y las puertas estaban abiertas a todo aquél que hubiera ido en moto, porque todos íbamos en moto. Unos pocos llevaban vehículo de apoyo, normalmente furgonetas de motoclubes o de equipos de motociclismo de cualquier modalidad. Ambiente motero a tope. No venían curiosos del pueblo, ni siquiera los veíamos hasta la procesión de antorchas en las que sí íbamos al pueblo, un pueblo donde no había montada una feria como si fuesen las fiestas populares con la excusa de las motos. El pueblo era tal cual... con muchas motos.
Un año aparecieron las carpas y al final las carpas y su lucrativo negocio han devorado año tras año la esencia de la concentración. En 2008 fuimos incapaces de encender fuego con aquella leña verde y mojada recién podada para "aumentar la seguridad" del bosque. Unos días antes ni siquiera nos pensaban dejar hacer fuego por el riesgo de incendio, riesgo que no he visto jamás a pesar de haber cientos de hogueras en la pinada con tanto frío, lluvia, nieve. En 2008 nadie nos daba fuego porque los de nuestro alrededor estaban igual o peor que nosotros, haciendo señales de humo blanco porque aquello no ardía. Hicimos una barrera de leña mojada alrededor de un fuego que necesitaba alimentarse sin cesar porque se consumía inmediatamente y al primer despiste nos robaron la que se estaba secando porque... no había más leña!.
Luego siempre pasa lo mismo. El domingo aparecen toneladas de leña escondida que han sido incapaces de consumir los "organizaditos" de las grandes carpas que no pensaban quedarse sin leña aunque sea a costa de dejar a la intemperie y sin un fuego al que arrimarse a los demás moteros a los que excluían de su fiesta particular y privada.
El espíritu Pingüinero ha evolucionado hacia donde han querido -o se han dejado- los organizadores. Si alguien ofrece negocio es de tontos rechazarlo y Pingüinos está padeciendo de éxito. Un éxito que le separa de sus orígenes y que le obliga a dejar de lado a quienes alimentamos la verdadera esencia de la concentración. Un éxito que cede a las exigencias de una fiesta cada vez menos motera donde puedes acceder para gastar sin medida y desfasarte sin control con la excusa de las motos, molestando a las motos y no dejando dormir a los moteros. Una fiesta motera con cada vez menos forasteros donde al final los platos rotos los pagamos sólo los moteros que abanderamos estas ferias. Una fiesta ya cada vez menos motera y donde los no moteros se pasean por la acampada sin pagar entrada, sin control alguno, encontrando a su paso las pertenencias de los moteros que, ajenos a estos lamentables detalles, confían en sus iguales. El último año que fui coincidimos por el camino de vuelta con un amigo al que le habían robado el casco en la acampada y le tuvieron que dejar uno que le venía a presión y le estaba torturando en los 600 kms hasta su casa. Ni me extrañó. La entrada a la acampada era un coladero de transeúntes curiosos que se llevaban lo que estuviera a tiro: unos guantes descuidados sobre el asiento de una moto eran fantásticos para la chica medio helada que insistía en llevar minifalda aunque hiciera bajo cero.
Así se pierde el espíritu motero, así se mata el espíritu Pingüinero y así se espanta a los que hicieron grande esta concentración que ha pasado a ser una macrofiesta con la excusa de las motos. Allí he pasado algunos de mis momentos más profundamente moteros y año tras año pierdo las ganas de volver. Ahora llevo 2 ediciones sin ir, aunque todavía hay algo que me hace estar pendiente y participar en este post, aunque las últimas ediciones no dejaron tan buen sabor de boca como las primeras. Al final supongo que ya vuelvo por mi gente, no por Pingüinos, así que tal vez sea cuestión de ir con mi gente a otro lado donde pueda encontrar lo que ya no encuentro aquí

:'(.