Pingu
Curveando
Hace tiempo leí en el libro de Miquel Silvestre Un Millón de Piedras, a cuento de su visita a las instalaciones de una ONG, que era un chollo ayudar a los negritos. No recuerdo exactamente el texto, ni lo he encontrado pasando páginas ahora. Lo que venía a decir es que llevaban todoterrenos de puta madre, whisky de marca y mucho hijo de rico yendo a ayudar para que no molesten en casa y tal vez hasta les den “merecidamente” la medalla al mérito civil por aquello. Indignante, la verdad.
Mi mujer se fue un mes de ayuda humanitaria a Nicaragua antes de empezar a ser novios, y construyeron una escuela. Ellos se pagaron el viaje y allí comieron prácticamente todos los días arroz con frijoles. Vamos, fueron de mano de obra gratuita y, además de ayudar en la construcción de la escuela, enseñaron a leer, jugaron con los niños, hicieron consultorio médico –había médicos entre el voluntariado- y otras cosas normales en cualquier ONG o misión religiosa que realmente se gasta el dinero en lo importante. Me llamó mucho la atención ese punto de vista de Miquel, pues mi experiencia era otra, pero poco a poco me estoy dando cuenta de que tenía más razón que un santo.
Hace no mucho me enteré de que unas marcas famosas y exclusivas (fabricantes de coches de lujo, marcas de joyería de las que ves el precio y sales corriendo y clubs de fútbol de los mejores del mundo –y no diré nombres, aunque los sé-) iban a hacer unos eventos solidarios supermegaexclusivos para recaudar fondos para “ayudar” en alguna parte del planeta. Y digo “ayudar” entre comillas porque de lo que me enteré es de que estaban presupuestando el que las etiquetas metálicas del mejor champagne francés que se iban a servir en el evento, en vez de ser de estaño con acabado oro, fueran directamente de oro de verdad. Etiquetas de oro para unas botellas que, una vez bebidas, iban a ir a la basura. Etiquetas que se iban a pagar con la pasta que les sacarían a los benefactores que si las etiquetas de su champagne eran de oro, supongo que no iban a cenar croquetas congeladas. Un despilfarro en toda regla. Yo quiero saber dónde pensaban tirar las botellas, para ir a recoger las etiquetas, cual mendigo.
La hipocresía de despilfarrar así para crear el escenario propicio para recaudar fondos me parecía alarmante. Si sólo las etiquetas de las botellas iban a costar cada una semejante barbaridad, no quiero ni pensar en lo que costarán el resto de cosas que, para aparentar, servirán de anzuelo para los más generosos de los muy pudientes.
Hoy me desayuno… o más bien me tomo el café con que en una cena solidaria de estos días en Madrid, se sorteaban varios regalos entre los benefactores, entre ellos cruceros de lujo por las islas griegas. Con el precio de los regalitos, se podrían dar de comer a varios poblados africanos durante un año o vacunar miles de niños. Evidentemente cuanto más donan, más impuestos se deducen de esos ingresos que en pequeñas proporciones declaran en España, porque el resto supongo que estará en paraísos fiscales, donde luce mucho más que una etiqueta de oro.
No sé si la cosa merece indignarse o si realmente esta gente no va a un evento solidario por menos de eso, o si en la conciencia de alguno cabe el derroche desmesurado como telón de fondo para asegurar el éxito de un evento solidario. No sé si en el fondo se hacen para quedar bien y luego los 4 mataos que se juegan el tipo en África o donde sea, no saben que lo que les llega con cuentagotas no se acerca ni de lejos a lo que se funde esta gente en una noche solidaria.
En fin, que me ha dado por pensarlo y me ha parecido tan hipócrita que me ha cabreado.
Mi mujer se fue un mes de ayuda humanitaria a Nicaragua antes de empezar a ser novios, y construyeron una escuela. Ellos se pagaron el viaje y allí comieron prácticamente todos los días arroz con frijoles. Vamos, fueron de mano de obra gratuita y, además de ayudar en la construcción de la escuela, enseñaron a leer, jugaron con los niños, hicieron consultorio médico –había médicos entre el voluntariado- y otras cosas normales en cualquier ONG o misión religiosa que realmente se gasta el dinero en lo importante. Me llamó mucho la atención ese punto de vista de Miquel, pues mi experiencia era otra, pero poco a poco me estoy dando cuenta de que tenía más razón que un santo.
Hace no mucho me enteré de que unas marcas famosas y exclusivas (fabricantes de coches de lujo, marcas de joyería de las que ves el precio y sales corriendo y clubs de fútbol de los mejores del mundo –y no diré nombres, aunque los sé-) iban a hacer unos eventos solidarios supermegaexclusivos para recaudar fondos para “ayudar” en alguna parte del planeta. Y digo “ayudar” entre comillas porque de lo que me enteré es de que estaban presupuestando el que las etiquetas metálicas del mejor champagne francés que se iban a servir en el evento, en vez de ser de estaño con acabado oro, fueran directamente de oro de verdad. Etiquetas de oro para unas botellas que, una vez bebidas, iban a ir a la basura. Etiquetas que se iban a pagar con la pasta que les sacarían a los benefactores que si las etiquetas de su champagne eran de oro, supongo que no iban a cenar croquetas congeladas. Un despilfarro en toda regla. Yo quiero saber dónde pensaban tirar las botellas, para ir a recoger las etiquetas, cual mendigo.
La hipocresía de despilfarrar así para crear el escenario propicio para recaudar fondos me parecía alarmante. Si sólo las etiquetas de las botellas iban a costar cada una semejante barbaridad, no quiero ni pensar en lo que costarán el resto de cosas que, para aparentar, servirán de anzuelo para los más generosos de los muy pudientes.
Hoy me desayuno… o más bien me tomo el café con que en una cena solidaria de estos días en Madrid, se sorteaban varios regalos entre los benefactores, entre ellos cruceros de lujo por las islas griegas. Con el precio de los regalitos, se podrían dar de comer a varios poblados africanos durante un año o vacunar miles de niños. Evidentemente cuanto más donan, más impuestos se deducen de esos ingresos que en pequeñas proporciones declaran en España, porque el resto supongo que estará en paraísos fiscales, donde luce mucho más que una etiqueta de oro.
No sé si la cosa merece indignarse o si realmente esta gente no va a un evento solidario por menos de eso, o si en la conciencia de alguno cabe el derroche desmesurado como telón de fondo para asegurar el éxito de un evento solidario. No sé si en el fondo se hacen para quedar bien y luego los 4 mataos que se juegan el tipo en África o donde sea, no saben que lo que les llega con cuentagotas no se acerca ni de lejos a lo que se funde esta gente en una noche solidaria.
En fin, que me ha dado por pensarlo y me ha parecido tan hipócrita que me ha cabreado.