¡¡¡VIVAN LOS FRENOS “EVO” Y EL TELELEVER!!!
(Es muy largo. No se si un poco tostón. Pero creo que interesante). Primera parte:
Era un Domingo que prometía. Había estado planeando una escapada de fin de semana en busca de lugares de interés. La oferta de Andrés y cia, de ir a La Bañeza a ver las carreras del campeonato gallego me hacía más ilusión a mí que a Sandra (mi mujer), por ello estaba en la obligación de buscar algo que satisficiera a los dos.
La feria del pulpo en Carballiño (Ourense), y la Ribeira Sacra, una ruta que cursa casi paralela a los cuarenta y pico kilómetros de cañón del río sil con estupendos y casi vírgenes parajes montañosos (aunque todo por carreteras comarcales, muy recomendado para trail o maxitrail) era una opción adecuada. Además la ruta está salpicadísima de elementos arquitectónicos populares, e iglesias románicas y barrocas de gran belleza, que junto con el verde paisaje producen un gran impacto estético (vale la pena informarse previamente en internet u oficinas de turismo). En definitiva una excursión dominguera muy atractiva. Para rematarlo, salimos “engoretexados” porque por el litoral ferrolano amenazaba lluvia, pero por Ourense el sol era espléndido y la temperatura,... como muy pocas veces recuerdo por estas latitudes.
Mi concepto de motero, no puedo entenderlo sin por lo menos, una buena maleta. En mi anterior F650 tenía una Givi que lo tragaba casi todo. Ahora en la RT... En el baúl trasero fue la cámara de fotos con el minitrípode. Además el “obligatorio” bolso de Sandra y las fundas de las gafas. En las laterales iban las toallas para la playa (fluvial), bañadores, libros (uno muy bueno que os recomiendo: “por que los hombres no escuchan y las mujeres no saben leer un mapa” informaros, no os arrepentiréis), dos jerséis para la vuelta por si empeoraba el tiempo (que así fue), y guías, mapas, fotocopias, móvil, papel, boli y caramelos, en la bolsa sobredepósito. Así arrancamos en busca de una jornada que resultó ser una auténtica delicia.
Llevo sobre 55000 Km en moto, en 6 años (sin contar Vespino ni similares). 39000 en mi anterior F y 16000 pasados ya en la RT. Ya se que hay muchos moteros más curtidos, pero por mi trabajo no puedo andar más (qué más quisiera). Nunca he tenido un accidente, aunque varios sustos. El más grande me lo produje con esta RT en la anteriormente citada jornada dominguera.
Discurría por la carretera que va de Melide a Agolada camino de O Carballiño. Es una carretera tipo provincial, en muy buen estado con curvas muy atractivas, con carriles de adelantamiento en algunos lugares de ascensión, . De las que le gustan a casi todos los moteros. Iba realizando una conducción alegre, disfrutando de la misma y con un poquito de prisa. La estribera no arrastraba, pero el lateral delantero de la bota (y en ocasiones el caballete central) acariciaba el asfalto y me avisaba de la alegría del trayecto. Entre 5ª y 6ª se iba desarrollando el trayecto. El culo y los hombros hacían las trazadas “tipo touring” más limpias y el apoyo de mi peso en las estriberas contribuían a las mismas... En definitiva que os voy a contar: una gozada.
Me tocó ir detrás de un 405 y un camión que transportaba leche más menos medio Km. Podría haber adelantado en algunos tramos, pues al camión le costaba alcanzar la cima. Pero la linea continua, es linea continua (excepto en caravanas y en los arcenes... aunque “algún” agente de la seguridad se empeñe en no dejarme disfrutar de esa gran ventaja motera). Llegando a la cima se vislumbró la linea discontinua, que duraría más menos 1,5 Km, (si no más), a lo largo de una larga recta, sin arcenes, cuesta abajo, sin ningún cambio de rasante u otro elemento que enturbiara aquella larga trayectoria. Desde 4ª adelanté al 405 y al camión, que amablemente nos dio paso, lo que pasé a contestarle con dos toques de bocina. 5ª y enseguida la “E”. La moto como buena touring que es, no tardó en coger una alta velocidad, sin que te dieses cuenta de ello, pues la pantalla levantada evitaba que el viento realizase cualquier tipo de comentario. La señal de 90 quedó a mi derecha, mientras que en el medio de la recta marchaba un ZX verde, el cual veía a lo lejos, muy muy pequeño.
No se a que velocidad marchaba (120, 130, ¿?), pero el ZX se hizo inmensamente grande en el poquísimo tiempo que me dediqué a mirar si en el móvil había alguna llamada de mi amigo Raúl que estaba pendiente de ella (el móvil iba en la bolsa sobredepósito con el mapa de la ruta, y la pantalla fácilmente al alcance de mi vista, pero el reflejo del sol en el plástico de la bolsa sobredeposito se empeñaba en dificultarme la visión del móvil). El coche tenía sus tres luces de freno encendidas. Me di cuenta que no había sido el momento ideal para mirar el móvil, pero ¿quien esperaba que en semejante recta, aquel ZX sin ningún coche delante, ni ningún cruce a los lados, (excepto un pequeño camino agrícola de tractor, que ni merecía, ni llevaba señal de peligro por un cruce), se iba a parar de aquella manera?.
Mientras en mi cerebro pude escuchar la palabra mierda, antes de acabarla mi mano derecha estaba aferradísima al freno. El fuerte mordiente fue trasladado a ambas ruedas y noté como si me hubiesen tirado un ancla por atrás. Sandra, sorprendida por tan imprevisible deceleración golpeó mi casco con el suyo y llevó sus manos a mi costado. El ZX seguía creciendo en la pantalla del casco como ayudado por un especie de veloz Zoom. Mientras, sus luces traseras de freno amenazaban la integridad de la RT, no sin cierta sensación de recochineo. Los poco usados Pilot Road arañaban con rabia cada molécula del ardiente asfalto, dejando incluso soltar algún leve gemido, incluso con el ABS. Éste debía de haber entrado en acción, porque empecé a notar un muy leve y rapidísimo craclaqueo propio del mismo, no en el mando del freno, sino en la sensación de frenada, sobretodo en la rueda de atrás. Me asustaba su reacción en aquella situación emergentísima, pero mis piernas y mi culo no daban señal de ningún tipo de bloqueo ni “timoneo” propio de aquel tipo de frenadas. Mientras, la deceleración continuaba acrecentándose. El telelever no permitía el hundimiento delantero, y eso se apreciaba en la estabilidad “iperterrita” respecto a otras frenadas rápidas en mi anterior F. Pero irremesiblemente la distancia al ZX continuaba disminuyendo, y sus tres luces de freno encendidas. Los indicadores no.
Me empecé a resignar. Poco tiempo atrás en la concentración de motos de Cedeira, un compañero me dijo que todo el mundo se caía alguna vez. Bueno, me había tocado. El accidente no sería grave, porque la velocidad en contra de lo que inicialmente creía, habría diminuido muchísimo. Le rompería la defensa al ZX, y sufriría daños en el tren delantero de la moto principalmente. También era probable que Sandra y yo fuésemos al suelo. Se habría acabado la salida dominguera. ¡QUE RABIA!.
Pero mientras mi cerebro daba rienda suelta a todos esos pensamientos y cálculos (os juro que me daba tiempo a procesar todo eso), los Evo continuaban mordiendo rabiosamente bajo el empuje del servo, el ABS supervisaba toda la labor, y los Pilot Road no cesaban en su empeño por agarrarse al asfalto. La deceleración seguía en aumento y finalmente... ¡chapeau!. La RT se paró.
(Es muy largo. No se si un poco tostón. Pero creo que interesante). Primera parte:
Era un Domingo que prometía. Había estado planeando una escapada de fin de semana en busca de lugares de interés. La oferta de Andrés y cia, de ir a La Bañeza a ver las carreras del campeonato gallego me hacía más ilusión a mí que a Sandra (mi mujer), por ello estaba en la obligación de buscar algo que satisficiera a los dos.
La feria del pulpo en Carballiño (Ourense), y la Ribeira Sacra, una ruta que cursa casi paralela a los cuarenta y pico kilómetros de cañón del río sil con estupendos y casi vírgenes parajes montañosos (aunque todo por carreteras comarcales, muy recomendado para trail o maxitrail) era una opción adecuada. Además la ruta está salpicadísima de elementos arquitectónicos populares, e iglesias románicas y barrocas de gran belleza, que junto con el verde paisaje producen un gran impacto estético (vale la pena informarse previamente en internet u oficinas de turismo). En definitiva una excursión dominguera muy atractiva. Para rematarlo, salimos “engoretexados” porque por el litoral ferrolano amenazaba lluvia, pero por Ourense el sol era espléndido y la temperatura,... como muy pocas veces recuerdo por estas latitudes.
Mi concepto de motero, no puedo entenderlo sin por lo menos, una buena maleta. En mi anterior F650 tenía una Givi que lo tragaba casi todo. Ahora en la RT... En el baúl trasero fue la cámara de fotos con el minitrípode. Además el “obligatorio” bolso de Sandra y las fundas de las gafas. En las laterales iban las toallas para la playa (fluvial), bañadores, libros (uno muy bueno que os recomiendo: “por que los hombres no escuchan y las mujeres no saben leer un mapa” informaros, no os arrepentiréis), dos jerséis para la vuelta por si empeoraba el tiempo (que así fue), y guías, mapas, fotocopias, móvil, papel, boli y caramelos, en la bolsa sobredepósito. Así arrancamos en busca de una jornada que resultó ser una auténtica delicia.
Llevo sobre 55000 Km en moto, en 6 años (sin contar Vespino ni similares). 39000 en mi anterior F y 16000 pasados ya en la RT. Ya se que hay muchos moteros más curtidos, pero por mi trabajo no puedo andar más (qué más quisiera). Nunca he tenido un accidente, aunque varios sustos. El más grande me lo produje con esta RT en la anteriormente citada jornada dominguera.
Discurría por la carretera que va de Melide a Agolada camino de O Carballiño. Es una carretera tipo provincial, en muy buen estado con curvas muy atractivas, con carriles de adelantamiento en algunos lugares de ascensión, . De las que le gustan a casi todos los moteros. Iba realizando una conducción alegre, disfrutando de la misma y con un poquito de prisa. La estribera no arrastraba, pero el lateral delantero de la bota (y en ocasiones el caballete central) acariciaba el asfalto y me avisaba de la alegría del trayecto. Entre 5ª y 6ª se iba desarrollando el trayecto. El culo y los hombros hacían las trazadas “tipo touring” más limpias y el apoyo de mi peso en las estriberas contribuían a las mismas... En definitiva que os voy a contar: una gozada.
Me tocó ir detrás de un 405 y un camión que transportaba leche más menos medio Km. Podría haber adelantado en algunos tramos, pues al camión le costaba alcanzar la cima. Pero la linea continua, es linea continua (excepto en caravanas y en los arcenes... aunque “algún” agente de la seguridad se empeñe en no dejarme disfrutar de esa gran ventaja motera). Llegando a la cima se vislumbró la linea discontinua, que duraría más menos 1,5 Km, (si no más), a lo largo de una larga recta, sin arcenes, cuesta abajo, sin ningún cambio de rasante u otro elemento que enturbiara aquella larga trayectoria. Desde 4ª adelanté al 405 y al camión, que amablemente nos dio paso, lo que pasé a contestarle con dos toques de bocina. 5ª y enseguida la “E”. La moto como buena touring que es, no tardó en coger una alta velocidad, sin que te dieses cuenta de ello, pues la pantalla levantada evitaba que el viento realizase cualquier tipo de comentario. La señal de 90 quedó a mi derecha, mientras que en el medio de la recta marchaba un ZX verde, el cual veía a lo lejos, muy muy pequeño.
No se a que velocidad marchaba (120, 130, ¿?), pero el ZX se hizo inmensamente grande en el poquísimo tiempo que me dediqué a mirar si en el móvil había alguna llamada de mi amigo Raúl que estaba pendiente de ella (el móvil iba en la bolsa sobredepósito con el mapa de la ruta, y la pantalla fácilmente al alcance de mi vista, pero el reflejo del sol en el plástico de la bolsa sobredeposito se empeñaba en dificultarme la visión del móvil). El coche tenía sus tres luces de freno encendidas. Me di cuenta que no había sido el momento ideal para mirar el móvil, pero ¿quien esperaba que en semejante recta, aquel ZX sin ningún coche delante, ni ningún cruce a los lados, (excepto un pequeño camino agrícola de tractor, que ni merecía, ni llevaba señal de peligro por un cruce), se iba a parar de aquella manera?.
Mientras en mi cerebro pude escuchar la palabra mierda, antes de acabarla mi mano derecha estaba aferradísima al freno. El fuerte mordiente fue trasladado a ambas ruedas y noté como si me hubiesen tirado un ancla por atrás. Sandra, sorprendida por tan imprevisible deceleración golpeó mi casco con el suyo y llevó sus manos a mi costado. El ZX seguía creciendo en la pantalla del casco como ayudado por un especie de veloz Zoom. Mientras, sus luces traseras de freno amenazaban la integridad de la RT, no sin cierta sensación de recochineo. Los poco usados Pilot Road arañaban con rabia cada molécula del ardiente asfalto, dejando incluso soltar algún leve gemido, incluso con el ABS. Éste debía de haber entrado en acción, porque empecé a notar un muy leve y rapidísimo craclaqueo propio del mismo, no en el mando del freno, sino en la sensación de frenada, sobretodo en la rueda de atrás. Me asustaba su reacción en aquella situación emergentísima, pero mis piernas y mi culo no daban señal de ningún tipo de bloqueo ni “timoneo” propio de aquel tipo de frenadas. Mientras, la deceleración continuaba acrecentándose. El telelever no permitía el hundimiento delantero, y eso se apreciaba en la estabilidad “iperterrita” respecto a otras frenadas rápidas en mi anterior F. Pero irremesiblemente la distancia al ZX continuaba disminuyendo, y sus tres luces de freno encendidas. Los indicadores no.
Me empecé a resignar. Poco tiempo atrás en la concentración de motos de Cedeira, un compañero me dijo que todo el mundo se caía alguna vez. Bueno, me había tocado. El accidente no sería grave, porque la velocidad en contra de lo que inicialmente creía, habría diminuido muchísimo. Le rompería la defensa al ZX, y sufriría daños en el tren delantero de la moto principalmente. También era probable que Sandra y yo fuésemos al suelo. Se habría acabado la salida dominguera. ¡QUE RABIA!.
Pero mientras mi cerebro daba rienda suelta a todos esos pensamientos y cálculos (os juro que me daba tiempo a procesar todo eso), los Evo continuaban mordiendo rabiosamente bajo el empuje del servo, el ABS supervisaba toda la labor, y los Pilot Road no cesaban en su empeño por agarrarse al asfalto. La deceleración seguía en aumento y finalmente... ¡chapeau!. La RT se paró.