Hoy, en menos de 90 minutos, me han adelantado 17 “moteros” en plena línea continua. Otro tranquilo paseo dominical. Ha sido en dos tramos de la N-320 y la CM-1001, donde -hasta hoy- no se han previsto escapatorias como las de Jerez o Montmeló.
Buena parte de ellos me ha rebasado en plena curva, varios sin abandonar el carril por el que yo circulaba, un par a escasa distancia de mi carenado. Todos, sin excepción, circulaban muy por encima de las velocidades legales. Por pura coherencia, supongo: si la línea continua no significa nada para ti, tampoco pierdes tiempo leyendo unos paneles rojiblancos con números.
Estos honorables “moteros” conducían modelos deportivos. Uno, más discreto, llevaba una F800, como yo. Excepto tres placas donde aún figuraba la inicial de su provincia de origen, la mayoría eran matrículas muy recientes.
Me pregunto cuántos de estos “moteros”, todos ellos honorables, se habrán manifestado contra los guardarraíles asesinos. Cuántos habrán echado pestes contra la DGT, sus radares y su manía persecutoria/recaudatoria. Cuántos, viendo ofendida su honorabilidad “motera”, habrán puesto el grito en el cielo contra la tipificación como delito de la conducción temeraria: “¿Qué somos ahora? ¿Delincuentes?”.
Pero sobre todo me pregunto a quién culparán cuando algo falle y se estampen. ¿A la DGT? ¿Al estado de las carreteras? ¿A los “enlataos”? ¿A la presión ambiental? Porque a alguien habrá que endosarle el muerto, digo yo. Y en esas carreteras y las de los alrededores, fallos de ese tipo se producen con cierta frecuencia...
De vuelta a casa venía pensando en la posibilidad de que el nuevo reglamento de tráfico hubiera eximido de toda obligación a los vehículos de dos ruedas. Lo miraré, igual viene en la letra pequeña. También se me ha cruzado por la cabeza que un radar hambriento me detectara circulando a 100 en vez de a 90, como estaba señalizado. Tendría guasa. Y de pronto, he caído en la cuenta: con las emociones del momento, he olvidado hacer unas Vsss o unas ráfagas a estos honorables miembros de la comunidad “motera”. Dense por saludados, cretinos.
Buena parte de ellos me ha rebasado en plena curva, varios sin abandonar el carril por el que yo circulaba, un par a escasa distancia de mi carenado. Todos, sin excepción, circulaban muy por encima de las velocidades legales. Por pura coherencia, supongo: si la línea continua no significa nada para ti, tampoco pierdes tiempo leyendo unos paneles rojiblancos con números.
Estos honorables “moteros” conducían modelos deportivos. Uno, más discreto, llevaba una F800, como yo. Excepto tres placas donde aún figuraba la inicial de su provincia de origen, la mayoría eran matrículas muy recientes.
Me pregunto cuántos de estos “moteros”, todos ellos honorables, se habrán manifestado contra los guardarraíles asesinos. Cuántos habrán echado pestes contra la DGT, sus radares y su manía persecutoria/recaudatoria. Cuántos, viendo ofendida su honorabilidad “motera”, habrán puesto el grito en el cielo contra la tipificación como delito de la conducción temeraria: “¿Qué somos ahora? ¿Delincuentes?”.
Pero sobre todo me pregunto a quién culparán cuando algo falle y se estampen. ¿A la DGT? ¿Al estado de las carreteras? ¿A los “enlataos”? ¿A la presión ambiental? Porque a alguien habrá que endosarle el muerto, digo yo. Y en esas carreteras y las de los alrededores, fallos de ese tipo se producen con cierta frecuencia...
De vuelta a casa venía pensando en la posibilidad de que el nuevo reglamento de tráfico hubiera eximido de toda obligación a los vehículos de dos ruedas. Lo miraré, igual viene en la letra pequeña. También se me ha cruzado por la cabeza que un radar hambriento me detectara circulando a 100 en vez de a 90, como estaba señalizado. Tendría guasa. Y de pronto, he caído en la cuenta: con las emociones del momento, he olvidado hacer unas Vsss o unas ráfagas a estos honorables miembros de la comunidad “motera”. Dense por saludados, cretinos.