la joya escondida de Uzbekistán

miquel-silvestre

Curveando
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En mi opinión, cruzar un país en moto es el medio, el fin es conocer. Hay joyas escondidas en los pedregales más áridos. Espero que este reportaje publicado en su día en ABC os haga pensar en el valor del arte. En el de algunos artistas. Y en lo repudiable de toda intolerancia.

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EL MUSEO SAVITSKI. LA JOYA ESCONDIDA DE UZBEKISTÁN


ARTE Y POLÍTICA



Arte y política. La relación entre estos dos conceptos de insondable y esquivo significado ha sido siempre terreno propicio para el conflicto dialéctico, y a veces también para la dialéctica de los puños y las pistolas. El arte por el arte suele estar mal visto por los políticos. Para ellos, debe tener una finalidad social y ser instrumento del cambio, palanca de voluntades, martillo de adversarios. El que se aparta del dogma no es verdadero artista, es un enemigo que pretende disfrazarse con dignos ropajes para justificar la reacción. Es una tesis de éxito, al menos en Occidente, donde nos hemos acostumbrado a un discurso intelectual que anuda arte con una política determinada. Especialmente si esta es de izquierda. Artistas tan geniales como Picasso o Alberti se declararon comunistas en los días de Stalin sin rubor alguno. Hoy algunos siguen defendiendo dictaduras tan siniestras como la castrista. Nadie les retira el saludo. Al fin y al cabo, la canción ha sonado muchas veces y durante mucho tiempo. Como bien sabían los nazis, todo lo que se repite suficientemente acaba calando en el inconsciente colectivo.

Pero cayó la Unión Soviética y con ella un telón entero. Lo que quedó entonces al descubierto fue un escenario imprevisto. Un Occidente ocupado. De pronto, nuevas naciones europeas reclamaban su vieja identidad, su lugar en el Mundo, su libertad. Resultaba difícil de encajar para los viejos dogmas aquellas masas de trabajadores polacos, húngaros o checoslovacos repudiando a sus salvadores soviéticos. Reverdecía en la retina la Revolución Húngara del 56 o la Primavera de Praga. Hasta el oso ruso se subió a un tanque para evitar un golpe de estado militar. La Revolución Soviética había fracasado. Y detrás de los pesados cortinajes pudimos mirar el reverso del mundo. Lo que para los artistas de este lado del Muro era esperanza y luz, para los del otro significaba oscuridad, opresión y silencio.

Para los europeos de este lado del Muro, las vanguardias pictóricas de comienzos del XX eran las que se hacían en Francia o Italia, en el despreciable mundo burgués de entreguerras. Pero en Rusia, en Ucrania, en Uzbekistán y en el resto de repúblicas socialistas soviéticas también había artistas que perseguían expresar su sensibilidad por los caminos no trillados del figurativismo, por las novedosas sendas del puntillismo, el dadaísmo o el industrialismo. Del mismo modo que aquellos vanguardistas del Oeste no querían seguir pintando bodegones y retratos para los hogares pequeñoburgueses, los del Éste no deseaban glorificar los musculosos héroes de la revolución socialista sino iluminar la vida con colores. La diferencia consistía en que mientras aquellos se arriesgaban a una mala crítica en un cenáculo parisino, estos podían enfrentarse a un comisario político y a una prisión en Siberia.

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EL MUSEO SAVITSKY DE KARAPALKASTÁN


Uzbekistán es país imaginario diseñado por Stalin como todos los del Asia Central. Nunca existió en la historia como tal nación a pesar de que hoy sus gobernantes quieran emparentarlo hoy con el Reino del Gran Tamerlán. Aislado y pobre, tiene al noroeste una región todavía más aislada y pobre: Karapalkastán. El área tuvo antaño un mar rico en pesca. El Aral. Hoy es en gran parte un desierto por culpa de los insensatos planes de irrigación a gran escala de campos de algodón. Nukus es la agonizante capital de la zona. En Moinak, a menos de 150 kilómetros, se puede visitar un cementerio de barcos varados en la arena. Nukus es un verdadero agujero polvoriento en medio de la nada. Sin embargo vale la pena visitarlo porque ahí se puede encontrar una auténtica joya y un gran testimonio de valentía personal: El Museo Savitsky.

Fundado en 1966, reúne más de 90.000 piezas. Hay muestras arqueológicas halladas en el subsuelo local, tradicionales manufacturas uzbecas, esculturas antiguas de Persia y Egipto, e incluso alguna talla medieval francesa. Llaman la atención algunos cuadros de comienzos del siglo XX que retratan a los pescadores, al Mar de Aral y a su inmensidad azul. Son como retratos de un difunto. Sin embargo, lo que realmente impresiona es el repertorio de dibujos y pinturas de las vanguardias artísticas de los años 30, 40 y 50 que trataron de sobrevivir durante la época soviética.

El museo representa el esfuerzo de Igor Savitsky, pintor y arqueólogo ruso nacido en Kiev. En los cincuenta se trasladó a Nukus. En aquellos años muchos artistas del norte viajaron al Asia Central persiguiendo la inspiración que una realidad gris les negaba. Nombrado responsable del Museo Estatal en 1966, Savitsky tuvo la oportunidad de poder buscar objetos para su exhibición. Inicialmente se limitó a los descubrimientos arqueológicos y las piezas de etnografía local, pero poco a poco se fue interesando en el arte moderno. Comenzó así una arriesgada actividad. Igor Savitsky asumió la misión de coleccionar el arte prohibido de la Unión Soviética.

Para los artistas cuyas obras perseguía Savitsky, el juicio por mantener un criterio personal no había sido una mala crítica o el desdén de los colegas, sino la cárcel, los campos de trabajo o la muerte. Esto fue lo que le ocurrió al pintor V. Lysenko nacido en 1903. Declarado culpable de fomentar la contrarrevolución con pinturas tan superficiales como El Toro, pintado en 1929 y hoy emblema del museo. Su arte no pretendía romper más cadenas que las de la fealdad ni matar más burgueses que los de su propia ceguera acomodados. Pero para los comisarios políticos, todo pincel y toda pluma debían estar al servicio de la causa socialista. Cualquier camino alternativo era el de la contrarrevolución, la prisión y la fosa colectiva. Se ignora la fecha de la muerte de Lysenko, ocurrida en alguna sórdida isla del GULAG.

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Igor Savitsky también corría el riesgo de ser denunciado como enemigo del pueblo. Pero su desértico y pobre refugio en el noroeste de Uzbekistán le protegía de los comisarios. Nukus es un invernadero demasiado caliente y aislado como para que nadie se preocupase de lo que allí pasaba. Tuvo más suerte que sus artistas y al final de sus días fue condecorado y reconocido por los gobernantes del nuevo Uzbekistán, quienes, como ocurre en el resto de repúblicas centroasiáticas, son los mismos del periodo soviético.

Paseando por sus climatizadas salas y contemplando la belleza de sus obras me vino a la memoria aquel chiste de Dali sobre otro famoso pintor cubista. El gran cuerdo de Cadaqués dijo un día, probablemente ya harto de que le preguntaran por su relación con el malagueño: “Picasso es un gran pintor, yo también. Picasso es un genio, yo también. Picasso es comunista, yo tampoco”. Delante del azulado cuadro de El Toro, imaginé que a V. Lysenko probablemente también le hubiera gustado repetir el mismo chiste sin que ello que le costara la vida.

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Museo Savitksy: www.savitskycollection.org

K. Rzaev Street,
Nukus, 230100
Tel: +998 61 222 2556

Entrada (1,5 $)

Alojamiento

Hotel Tashkent, probablemente el peor hotel del Mundo (20$)

Hotel Nukus, probablemente el segundo peor hotel del mundo (30$)

Modos de llegar a Nukus.

Avión vía Tashkent, capital de Uzbekistán.

Carretera, a unos 1000 kilómetros de arena y baches con controles policiales en cada pueblo.


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