J
javilo
Invitado
> Hace unas semanas, fue mi 37 cumpleaños y no me sentía nada bien cuando me
> levanté por la mañana. Fui a desayunar sabiendo que mi esposa aparecería
> radiante y me diría:
> - "¡¡¡Feliz cumpleaños!!!".
> Además, seguramente tendría un regalo para mí... Sin embargo, ella ni
> siquiera me dio los buenos días. Entonces, pensé para mis adentros:
> - "Bueno, quizá mis hijos se acuerden...".
> Los niños vinieron a desayunar y no dijeron ni una sola palabra. Cuando me
> fui a la oficina me sentía totalmente deprimido, ensimismado, pensando:
> - "Ni siquiera el perro se mostró agradecido... Valiente chiste éste de
> celebrar un cumpleaños más... A toda mi familia le importo bastante
> poco...".
> Al entrar en mi despacho, mi bella secretaria Jeannette, me dijo:
> - "¡¡¡Buenos días y feliz cumpleaños!!!".
> Ahí me empecé a sentir un poco mejor, al menos había alguien que se
> acordaba. Tras innumerables reuniones y llamadas telefónicas, ya cerca de
> las dos de la tarde, entró Jeannette en mi despacho y me dijo:
> - "¿Sabes? Hace un día precioso y además es tu cumpleaños... ¿Qué tal si
> vamos a comer los dos solos, tú y yo?".
> A mí se me iluminaron los ojos y dije:
> - "Esto es lo más bonito que me han dicho en todo el día...".
> Así que agarré mi maletín y salimos. En lugar de ir a comer al lugar
> acostumbrado, fuimos a un sitio "seguro", en el campo, un lugar mucho más
> privado... Comimos y nos tomamos varios martinis, la comida estaba
deliciosa
> y nos divertimos bastante. De regreso a la oficina, ella dijo:
> - "¿Sabes? ¿Para qué desperdiciar este ambiente? Sería mejor que no
> regresáramos a la oficina. En su lugar, te invito a mi apartamento, donde
te
> podré preparar unos deliciosos cubatas o lo que tú quieras".
> Una vez dentro del apartamento, puso música suave (una de mis preferidas,
> por cierto), encendió unas velas, apagó la luz y me dijo con voz sensual:
> - "Si no te molesta, creo que voy a mi dormitorio a cambiarme de ropa y
> ponerme algo más cómodo, ahora regreso...".
> Por supuesto, la dejé ir, ¿cómo me iba a molestar? Ella entró en su
> habitación, cerrando la puerta a su paso, y a los seis minutos regresó con
> un gran pastel de cumpleaños, seguida de mi esposa, hijos y algunos
> compañeros de oficina, todos ellos entonando el "cumpleaños feliz".
> Y allí estaba yo, desnudo en la sala, sólo con los calcetines puestos...
> levanté por la mañana. Fui a desayunar sabiendo que mi esposa aparecería
> radiante y me diría:
> - "¡¡¡Feliz cumpleaños!!!".
> Además, seguramente tendría un regalo para mí... Sin embargo, ella ni
> siquiera me dio los buenos días. Entonces, pensé para mis adentros:
> - "Bueno, quizá mis hijos se acuerden...".
> Los niños vinieron a desayunar y no dijeron ni una sola palabra. Cuando me
> fui a la oficina me sentía totalmente deprimido, ensimismado, pensando:
> - "Ni siquiera el perro se mostró agradecido... Valiente chiste éste de
> celebrar un cumpleaños más... A toda mi familia le importo bastante
> poco...".
> Al entrar en mi despacho, mi bella secretaria Jeannette, me dijo:
> - "¡¡¡Buenos días y feliz cumpleaños!!!".
> Ahí me empecé a sentir un poco mejor, al menos había alguien que se
> acordaba. Tras innumerables reuniones y llamadas telefónicas, ya cerca de
> las dos de la tarde, entró Jeannette en mi despacho y me dijo:
> - "¿Sabes? Hace un día precioso y además es tu cumpleaños... ¿Qué tal si
> vamos a comer los dos solos, tú y yo?".
> A mí se me iluminaron los ojos y dije:
> - "Esto es lo más bonito que me han dicho en todo el día...".
> Así que agarré mi maletín y salimos. En lugar de ir a comer al lugar
> acostumbrado, fuimos a un sitio "seguro", en el campo, un lugar mucho más
> privado... Comimos y nos tomamos varios martinis, la comida estaba
deliciosa
> y nos divertimos bastante. De regreso a la oficina, ella dijo:
> - "¿Sabes? ¿Para qué desperdiciar este ambiente? Sería mejor que no
> regresáramos a la oficina. En su lugar, te invito a mi apartamento, donde
te
> podré preparar unos deliciosos cubatas o lo que tú quieras".
> Una vez dentro del apartamento, puso música suave (una de mis preferidas,
> por cierto), encendió unas velas, apagó la luz y me dijo con voz sensual:
> - "Si no te molesta, creo que voy a mi dormitorio a cambiarme de ropa y
> ponerme algo más cómodo, ahora regreso...".
> Por supuesto, la dejé ir, ¿cómo me iba a molestar? Ella entró en su
> habitación, cerrando la puerta a su paso, y a los seis minutos regresó con
> un gran pastel de cumpleaños, seguida de mi esposa, hijos y algunos
> compañeros de oficina, todos ellos entonando el "cumpleaños feliz".
> Y allí estaba yo, desnudo en la sala, sólo con los calcetines puestos...