Me permito la licencia de colgar otra "historia con Sanglas" que escribí en su día y que colgué poco despues en el subforo correspondiente del Club Sanglas Madrid, del que formo parte.
Lo titulé "Sumisión. Un relato corto."
Espero que os guste.
Un saludo
SUMISIÓN. (Un relato corto)
Siempre dudaba de sí mismo, y aquel día no iba a ser una excepción. Cuando salían, ella siempre tomaba la iniciativa. Y no valían sus deseos ni los argumentos que él pudiese esgrimir para evitar que siempre hicieran lo que ella quería. Siempre se salía con la suya.
Al principio, este dominio resultó soportable y en algunos momentos hasta dulce. Luego vinieron pequeñas discusiones que finalizaban siempre entre risas o con una caricia o un gesto cariñoso tras el cual, él cedía siempre. Después pasó convertirse en una molesta costumbre para terminar siendo una constante que minaba sin cesar la solidez de la pareja.
Pero hoy él había decidido cortar por lo sano. –No puedo más-, le decía. -Me estás anulando-. Y ella respondía como lo hacía habitualmente; con su silencio indolente mientras miraba hacia otro lado.
Se alejó de ella caminado despacio. Esta vez era el final. Su relación estaba muerta.
- No quiero volver a verte-, le dijo mientras se dirigía hacia la puerta del garaje. A medida que se alejaba,sus pasos se hicieron cada vez mas y mas lentos, hasta que se detuvo junto a la escalera. Miró hacia atrás y con la cabeza baja y un gesto en su cara entre derrota y sumisión, se dió la vuelta y volvió de nuevo donde estaba ella, orgullosa y soberbia.
Cuando él accionó el arranque, ella adelantó ligeramente el avance de su encendido y el pedal le devolvió una enorme patada que le destrozó el tobillo.- Está bien-, dijo él.- Iremos a la Cruz Verde.
Una gota de negro aceite resudó de la culata y contra toda lógica subió hasta el redondo cristal del faro. Se estaba poniendo rimel.
Lo titulé "Sumisión. Un relato corto."
Espero que os guste.
Un saludo
SUMISIÓN. (Un relato corto)
Siempre dudaba de sí mismo, y aquel día no iba a ser una excepción. Cuando salían, ella siempre tomaba la iniciativa. Y no valían sus deseos ni los argumentos que él pudiese esgrimir para evitar que siempre hicieran lo que ella quería. Siempre se salía con la suya.
Al principio, este dominio resultó soportable y en algunos momentos hasta dulce. Luego vinieron pequeñas discusiones que finalizaban siempre entre risas o con una caricia o un gesto cariñoso tras el cual, él cedía siempre. Después pasó convertirse en una molesta costumbre para terminar siendo una constante que minaba sin cesar la solidez de la pareja.
Pero hoy él había decidido cortar por lo sano. –No puedo más-, le decía. -Me estás anulando-. Y ella respondía como lo hacía habitualmente; con su silencio indolente mientras miraba hacia otro lado.
Se alejó de ella caminado despacio. Esta vez era el final. Su relación estaba muerta.
- No quiero volver a verte-, le dijo mientras se dirigía hacia la puerta del garaje. A medida que se alejaba,sus pasos se hicieron cada vez mas y mas lentos, hasta que se detuvo junto a la escalera. Miró hacia atrás y con la cabeza baja y un gesto en su cara entre derrota y sumisión, se dió la vuelta y volvió de nuevo donde estaba ella, orgullosa y soberbia.
Cuando él accionó el arranque, ella adelantó ligeramente el avance de su encendido y el pedal le devolvió una enorme patada que le destrozó el tobillo.- Está bien-, dijo él.- Iremos a la Cruz Verde.
Una gota de negro aceite resudó de la culata y contra toda lógica subió hasta el redondo cristal del faro. Se estaba poniendo rimel.