Hace unos años mi cuñado me contó que la Ruta 66 americana es la más famosa, pero que en realidad en Estados Unidos hay cientos de rutas mucho mejores. Esto se podría aplicar a la Ruta de la Plata, un invento que ni fue una ruta clara, ni se transportaba plata por ella, ni nada. Lo más significativo fue una calzada romana que recorría el trayecto, pero como otras muchas que surcaban la Península.
Lo que sí es la Ruta de la Plata es una buena excusa para cruzar el país, y a eso he ido. Han sido 2.985 km desde Tarragona pernoctando en Manzanares, Puerto Real, Mérida, Zamora (me encanta esa ciudad), Villaviciosa, Vitoria, Huesca y para casa. He hecho la N-630 completa, de sur a norte, y no he pisado la autovía.
Llamadme loco, pero he ido en plan clásico: en solitario, en una T100 con quince años y 74.000 km encima mejorada por mí, sin ABS ni control de tracción ni demás zarandajas, y con la extraordinaria potencia de 68 CV muy teóricos. La única "modernidad" que me he permitido ha sido un GPS Rider 2 de la misma edad que la moto restaurado para la ocasión gracias a este foro. Lo tenía en el fondo de un cajón criando malvas (tengo un Rider 400 más moderno en otra moto) y he conseguido resucitarlo y actualizarlo para la ocasión. Ha funcionado de maravilla.
No he ido a hacer turismo, la mayoría de las ciudades por las que he pasado ya las conozco. Solo he curioseado algo de Mérida que no conocía y ha valido la pena. El planteamiento era un viaje tranquilo, largo, descubriendo paisajes y disfrutando de la moto. La N-630 es una carretera amplia repleta de rectas, curvones abiertos y unas cuantas rotondas. También incluye algunos tramos divertidos. Sin embargo, el valor de esa carretera es su recorrido por media España desgranando paisajes y poblaciones. La T100 me parecía una herramienta ideal para eso. Como hay autovía alternativa, la carretera está casi siempre desierta y la travesía es tranquila e invita a la reflexión y a perderte en tus pensamientos encima de la moto, que se convierte casi en un diván. Se trata de un viaje por España, pero también al fondo de uno mismo.
Ha sido un periplo por muchas carreteras rotas (cómo está el patio) y algunos paisajes memorables que se quedan grabados para siempre: los océanos de olivos andaluces perfectamente alineados, las duras llanuras de Extremadura, las lagunas del Tajo, el puerto de Pajares... ves el país pasar ante tus ojos y te sientes privilegiado.
La logística ha salido a pedir de boca, el tiempo me ha acompañado (ni un día de lluvia) y la moto se ha portado de maravilla equipada con unas modestas alforjas Shad reutilizadas y una bolsa de depósito Givi antediluviana. Para lo viajero que soy yo, de sobras. Cruceros de 120 sin problemas en carreteras amplias y con reserva para adelantar. He podido rodar a placer sin prácticamente ninguna limitación. He disfrutado de la carretera y de la moto.
Y poco más, solo decir que esta no es una ruta para la adrenalina ni las emociones fuertes (aunque hay momentos divertidos), es una travesía para la contemplación, para el descubrimiento del país y de uno mismo. Y para rodar por rodar, cosa que a mí siempre me satisface. El mundo se ve distinto desde una moto.