Gabbercore
Acelerando
Buenas a todo el foro.
Tenía muchas ganas de traer esta crónica al foro; me ha llevado un tiempo escribirla y pensar cómo describirla, sobre todo porque no encontré absolutamente nada de información en este foro sobre la zona a la que me destinaba. Dejé un post abierto por aquí, sin embargo, o nadie que hubiera estado por esa zona lo vio, o quizá nadie la ha visitado, cosa que me sorprendería bastante. Y es que, cuando se va a estos países, manteniendo un gran peso de la ruta sobre Polonia, pues no se visitan quizá estas zonas, ya que hay sitios algo más interesantes a otros niveles, como capitales, sitios específicos, etc.
Bien, vamos al lío. Como ya expliqué en el otro post, a modo de introducción rápida, voy bastante a Polonia de vacaciones debido a que mi chica es de allí; por lo tanto, pasamos algunas semanas al año donde, no siendo invierno, puedo disfrutar de alquilar alguna moto o llevarme la mía propia, como lo fue esta vez. Allí tengo un compañero de batallas, un amigo desde el instituto, que se casó con una polaca y vive allí desde hace unos seis años. La coincidencia, oye.
Le propuse hacer este año un pequeño viaje por una zona de Polonia que no habíamos recorrido, que es la parte más pegada a República Checa; podemos decir suroeste y sur del país, ya que la zona sureste ya la hemos recorrido también en moto. Sin embargo, esta vez yo quería viajar algo “diferente”, que resultó ser maravilloso y que en tantas crónicas había leído: no tener absolutamente nada reservado, únicamente tener una ruta preparada —más bien por qué sitios quería pasar— e ir haciendo lo que me pedía el cuerpo.

Creo que estaría bien repartirlo por jornadas; así se hará un poco más ameno a la hora de leer y puedo poner las fotos por orden cronológico.
El viaje desde Bélgica a Polonia lo haría en dos partes, igual que a la vuelta, y es porque hay cerca de 1.340 km desde donde vivimos hasta la casa de la familia de mi chica en Katowice, en Polonia. Soy una persona que odia la autovía por lo incómoda que es, pero, siendo consciente en esta ocasión, sí o sí tenía que cogerla; de lo contrario, podría extenderse la ida y la vuelta varios días, lo cual no es lo ideal. Habrá compañeros que se hagan esta kilometrada en un solo día y sin despeinarse; sin embargo, para mí, lo que se supone que debería ser placer se puede convertir en pesadilla, ya que cuando llevo cerca de dos horas seguidas sin apenas moverme en la moto, me empieza a doler todo.

La "moto". Dicen ...
Sobre la moto, una R1250GSA de 2022, para esta ocasión le puse unas ruedas nuevas, ya que quería hacer algunas zonas un poco marrones, pero sin complicaciones, ojo; así que las elegidas fueron unas Continental TKC70, ya que fueron recomendadas por mucha gente en el canal de YouTube.

Cargué la moto con las dos maletas laterales y también con el top case, aunque en este no llevaba absolutamente nada. Lo llevé para que después mi chica pudiese montar conmigo e ir a algún lado por Polonia, ya que ella iba en coche hacia Polonia al mismo tiempo que yo (pero más rápida).
Sobre la ida no hubo mucha historia, pero sí un inciso, pues al ver que iba bien de tiempo me desvié a la altura de Paderborn hasta casi el hotel en Döbeln. Hice unas cuantas curvas y visité algunos pueblos, aunque el tiempo no me acompañó del todo, la verdad, pues se puso a llover mientras hacía un descanso. Tiempo para ponerme el chubasquero y a tirar hasta el hotel prácticamente. La zona que visité —y que además puse una chincheta para ir a verla más detenidamente— fue Naturpark Solling-Vogler, Nationalpark Harz y su reserva natural.


San TomTom me guía
Por el camino no pude tirar muchas fotos tampoco; estaba deseando llegar al hotel, pegarme una ducha y bajar a cenar antes de que cerrasen el restaurante. Ya porque estoy habituado a comer con horarios “europeos”… pero hay sitios que, como llegues a partir de las 19:00 de la tarde, ya no cenas o no encuentras nada para comprar comida.


He puesto el día por contarlo, aunque este día no tiré ni una foto. Como bien indica el título, son “kilómetros sin alma”: kilómetros de aburrida autovía, aunque hubo algunas partes antes de llegar a Dresden que parecían no estar mal del todo, o así lo quería imaginar yo, viendo algunas colinas bajas llenas de pinares de un verde increíble que abrazaban pequeños pueblos. Y es que es fuera de la autovía donde se descubren las mejores rutas y los lugares con encanto, pues, al fin y al cabo, estas solo sirven para transportarse de A a B lo más rápido posible.
Ni que decir tiene que prácticamente toda la travesía del viaje por Alemania fue por las archiconocidas Autobahn. Y, al contrario de lo que uno pueda pensar, no se trata de poner la moto a 200 km/h y tirar kilómetros, o al menos esa es mi sensación, pues con este tipo de motos y cargado con las tres maletas, la aerodinámica no está de nuestra parte. Así que, control de crucero a 140/150 en las zonas donde el límite no está restringido es más que suficiente.
Ya en la frontera con Polonia, el GPS me decía que había retenciones, y es que parece ser que se han incrementado los controles tanto para entrar a Polonia, por la policía y ejército polacos, como para entrar a Alemania, por la policía germana.
Llegamos en torno a las 15:00 a destino, Katowice, todo por autovía, y lo que hice el resto de la tarde fue preparar un poco la moto, quitar el top case, preparar las rutas y descansar, pues al día siguiente por la mañana mi amigo estaría aquí para empezar la verdadera ruta.

Nada como llegar a casa ... y prepararte para otro viaje.
Me levanté con la ilusión de un niño en el día de Reyes, pues este día lo estaba deseando más que una sombra en Jaén en julio. Me puse tibio en el desayuno, ya que en esta parte de Polonia (Silesia) están acostumbrados a no andarse con rodeos cuando de comer se refiere. Lo que todavía a día de hoy me choca es que no toman café, sino té, acompañado de un variado surtido de desayuno salado, y a la hora o cosa así, toman café con tarta, hecha en casa, claro, y no solo una, sino que hay siempre entre dos y tres para elegir. Prometo fotos la próxima vez.

Mítica Z750. No pide pan. No quieres más.
Estuve esperando un rato a mi amigo en casa, ya con la moto preparada del día anterior. Al llegar, nos saludamos, tomamos otro café (sí, otro más), conectamos los intercomunicadores y nos dispusimos a coger la autovía A4 que va hacia el este. ¿Por qué autovía? Alguno se preguntará. Y es que hay un gran trecho que apenas se puede hacer sin avanzar, porque no hay carreteras que vayan directas hacia el este. Puedes ir zigzagueando, pero se pierde mucho tiempo; por lo tanto, decidimos que hasta Opole cogeríamos la autovía; eso son aproximadamente unos 150 km.

Llenando las burras ante la previsión de pocas gasolineras.
Después de dejar la autovía, nos dispusimos a buscar algún sitio donde pudiéramos comer, además de llenar las motos con combustible. Ese lugar sería Strzelin, una ciudad de la Baja Silesia, donde se encuentra el río Odra (Oder). Paramos en un sitio random de allí para comer; tampoco nada especial, pero algo que estuviera abierto, beber una cerveza sin alcohol —pues cuando conduzco no me gusta tomar nada de alcohol— y poder continuar así el viaje. El sitio y la comida estaban bien, y los precios no voy a decir que son de risa, pero en comparación con otros sitios de la misma UE son tirando a bajos. Quizá es porque aún conservan su moneda, el złoty; aunque he de decir que, a la hora de comprar otras cosas, sí que tienen un precio muy parecido a cualquier país de la UE.

Terraza del restauracja

Me pierden estas cervezas de sabores

Plato normal y corriente, pero muy barato. Se come barato por aquí, ¿eh?

Otro lado de la terraza.
Después de una larga charla, seguimos nuestro viaje hacia esa parte más al sureste del país. Pasamos algunos pueblos muy pequeños, y en algunos más grandes se erigía en su urbe alguna que otra iglesia bonita. No soy muy de iglesias tampoco, aunque a lo largo del viaje hicimos bastantes fotos de iglesias, entre otras. Sin embargo, hay que contar también con el trasfondo que ha tenido la Iglesia, como institución, y el catolicismo como religión en este país, declarándose un altísimo porcentaje de su población creyente.


Iglesia de Jordanów Śląski
Tras un rato en la moto, pasando pueblos y grandes urbes, comenzamos a divisar ya un poco de monte, dejando estepa un poco seca detrás y adentrándonos en zonas más frondosas de bosques verdes. Montes no muy altos, aún, pero que daban lugar a algunas carreteras ya serpenteantes. El estado de las carreteras no era el mejor que había visto en mi vida, pero tampoco malo. Lo bueno es que, al ser entre semana, tampoco había casi nada de tráfico; por lo tanto, nos dejó disfrutar de algún que otro tramo entre montañas, como Ślęża y Radunia. Y aquí, por cierto, fue cuando decidimos hacer una parada en medio de la naturaleza. ¿Para qué? Para disfrutar de un buen café. Y es que mi amigo es fan del café, como muchos otros mortales, así que él se encargó del café y yo me encargué de los útiles para prepararlo. Sacamos las sillas, nos sentamos al lado de esa carretera del bosque y ahí pasamos un buen rato recordando viejos tiempos.

Lavazza ORO, poca broma

Nuestra meta hoy era llegar a Jelenia Góra, así que, en esta parada y con todo el tiempo del mundo —esto es, por cierto, maravilloso—, empezamos a buscar dónde dormir esa noche. ¡Y bingo! Encontramos un sitio al sur de Jelenia Góra que estaba bien de precio y además tenía centro de spa y sauna, una cosa que yo personalmente valoro bastante cuando voy a buscar alojamiento, ya que me quedo nuevo.
Una vez en marcha hacia nuestro destino, pasamos por las pequeñas ciudades de Świdnica y Świebodzice, para coger la carretera 5 que nos llevaría hasta Jelenia Góra y hasta nuestro hotel. No tengo apenas fotos de Jelenia Góra; no visité la ciudad ni el casco histórico, eso lo dejo más para otro tipo de viajes. Cosa aparte, entre hacer el check-in, ducharnos, bajar a cenar, bajar al spa y demás, se nos va el resto de la tarde; y hay que recordar que en algunos sitios a las 20:00 o 21:00 ya no hay cocina para servir cenas.


Deliciosa ensalada. No soy mucho de ensaladas, pero estaba buena de verdad.
El hotel, fantástico; mucho mejor de lo que nos esperábamos. Cenamos bastante bien y bebimos todavía mejor, y esta vez no solo una cerveza, sino dos cervezas caseras de la zona. Es un hotel que me recuerda un poco a las casas coloniales de principios del siglo XX; eso sí, reformado en su interior, pero dejándolo con un toque especial que recuerda a aquella época. La zona a remarcar es el jardín, amplio, con una fuente en la parte central y con mucha tranquilidad.

Una de las cervezas locales.

... Y otra de las cervezas locales.

Fachada opuesta, del jardín.

Amanecimos sobre las 7 de la mañana, muy frescos. La previsión del tiempo era prácticamente tan buena como la del día anterior —que, aunque no lo nombré, nos hizo muy bueno—: temperaturas entre 17 y 22 grados, muy agradable para ir en moto. Bajamos a desayunar al restaurante, que tenía un desayuno tipo buffet, espectacular. Había de todo, así que, después de una ronda de un par de platos hasta arriba, como manda un buen desayuno polaco, nos dispusimos a cargar y empezar la marcha en nuestras motos, no sin antes tomar un buen café y fumar un cigarro. El resto lo dejo para la imaginación. Hoy pasaríamos por primera vez a la República Checa.

Hotel de la noche anterior, antes de partir.
La primera parada que hicimos fue en Szklarska Poręba, el último pueblo grande de Polonia cuya carretera central termina en la frontera. Además, es un sitio con mucho encanto; algo de fábulas antiguas debe de tener en referencia a los trolls, ya que había menciones en varios sitios y hasta tienen un parque con el nombre de Rope Park Trollandia. Curioso.

Ni una pegatina vendían en ningún sitio.

Centro de la plaza.

Mira que les gusta los helados a estos polacos. Incluso en invierno.

Mapa de la zona.

Emprendimos la marcha y, según nos acercábamos a la República Checa, las carreteras y los paisajes ya nos iban brindando curvas más sinuosas y un paisaje de postal, pero diferente a otros sitios donde había estado anteriormente. Al pasar ya a República Checa y su primer pueblo por esta zona, Harrachov, la carretera se disfrutaba más si cabe; y es que, en estos momentos en que disfruto de una carretera, lo que menos me apetece es parar y echar fotos, y mucho menos grabar.


Pequeño puerto-paso.
Así fue durante varios kilómetros; además, la ruta que trazamos nos desviaría para adentrarnos un poco más en bosque y dejar la carretera principal, con quizá trazados no tan buenos como pueden ser otros, pero que solo el paisaje hacía que fuese un disfrute de alto nivel. Mi compañero no paraba de decir a través del intercom: “Increíble”.

Zona que más bien parecía pre-alpina.

Sitio "random" en República Checa.
Nuestra idea, ya que estábamos en esta zona, era poder alcanzar una zona alta de una montaña, una zona que hace de frontera entre Chequia y Polonia y que, al parecer, es poco conocida. O eso creíamos, porque se veía turismo, sobre todo en el precioso pueblo de subida a esta zona: Špindlerův Mlýn.
No sin antes de la subida hacer un inciso: algo que vimos durante la subida y nos gustó bastante para parar y echar unas fotos es la presa Labská přehrada. No sé si lo escribo bien, porque hay palabras que me cuesta bastante escribirlas, y eso que las estoy viendo ahora mismo cuando escribo esto; imaginad recordarlas. Intento hacer copia de los nombres desde internet.



Aunque no se note por las fotos, había bastante caída. Para el que quiera caer claro.
"La subida, Rubén, la subida." Sí: subimos hasta arriba y logramos “coronar” esa montaña; nada difícil, y la carretera en buenas condiciones en general, para ser de montaña y estar un poco aislada. Hay que tener especial cuidado con los ciclistas, pues aquí, digamos que arriba de la montaña alquilan un tipo de patinete-bicicleta, híbrido raro pero sin pedales, y es para que la gente se tire desde arriba y, abajo, en Špindlerův Mlýn, los recoge un autobús y los sube montaña arriba de nuevo.



Ese "hotel" que se divisaba allí, ya era Polonia. Frontera apenas existente.
Poco después de las fotos de rigor bajamos por donde habíamos subido, porque no hay carretera para pasar al lado polaco; así que atravesamos de nuevo Špindlerův Mlýn y seguimos nuestro trazado, pasando por poblados pintorescos y muchas zonas verdes. Para nuestra sorpresa, parecía que había empezado a cambiar un poco el tiempo, y lo que en principio parecía un día sin lluvia empezó a tornarse un poco gris y con alguna amenaza.



La idea del viaje y cómo habíamos trazado la ruta era un continuo zigzagueo entre Polonia y República Checa; así que esta vez tocaba de nuevo pasar a Polonia y visitar una zona bastante conocida por aquí: Karpacz. Es una localidad que tiene tanto encanto como turistas todo el año, y es porque también en invierno tiene mucho movimiento debido a las estaciones de esquí cercanas.



Centro de Karpacz
Decidimos comer aquí, así que buscamos un restaurante que tuviese lo máximo posible de puntuación en Google y que estuviese bien de precio, y vaya si lo encontramos. Si estáis por la zona lo recomiendo: se come muy bien, las porciones son grandes, no es caro y el trato es muy bueno. Nos sentamos en la terraza, cerveza sin alcohol en mano y elegí unos buenos pierogi de carne. Espectacular. El restaurante se llama Chata Karkonoska.


Terraza del restaurante


A pesar de llevar mucha hambre. No pude con todos. Eran como puños.
Poco después, continuamos con la ruta; la idea hoy era llegar más o menos a Kamienna Góra. Tras un rato en la carretera, fuimos sorprendidos por la lluvia a unos 50 km de nuestro destino, así que buscamos refugio en una parada de autobús, sacamos todos los bártulos para preparar café y estuvimos cerca de 40 minutos charlando y recordando viejos tiempos, hasta que la nube se fue de nuestro camino. También aprovechamos la situación para reservar un hotel, ya que estábamos parados.

Nos pilló buena después del restaurante. Amainó y seguimos ...

Y nos volvió a pillar otra vez. Momento para el café.

No se le va la sonrisa macho.

Cuando la lluvia cesó, nos pusimos de nuevo en marcha hacia nuestro hotel de una atacada; no había muchos kilómetros y parecía que se abrían claros a lo largo de la carretera. El hotel estaba situado a unos 8 minutos en moto de Kamienna Góra, cerca de una carretera “principal”, y no porque sea una autovía, sino porque era la única carretera que pasaba por allí.
Una vez llegados al hotel, dejamos las cosas en la habitación para cambiarnos y, bueno, la verdad es que la habitación era bastante pequeña, nada que ver con el anterior hotel. Lo bueno que tenía era que las zonas comunes eran bastante grandes; se veía que antes era una casa de dos plantas y han acondicionado la parte de arriba para tener el máximo posible de habitaciones.

Zonas 'comunes'. Vamos para sólo nosotros.


Sitio calmado. Se respiraba silencio.
Como ese día llegamos un poco “tarde” a cenar y la cena del hotel no nos entusiasmaba, decidimos ir a Kamienna Góra a cenar, pero los sitios que habíamos marcado como “buenos” estaban cerrados de vacaciones y cocina ya cerrada. ¿Qué nos quedaba entonces? Pues acercarnos a un Lidl y comprar algo para llevar al hotel. Y así fue como hicimos.

De los pierogis a esto ... hay un mundo, ¿eh?. Tampoco tenía mucha hambre.

El día amanecía glorioso; la predicción meteorológica no podía ser mejor para por la mañana, aunque, más bien entrada la tarde, sí que algunas nubes podían amenazar el resto de la jornada. Ahora, en verano, el tiempo por estas zonas es muy imprevisible: puede venir una nube negra y caer chombas de aguacero sin parar. Lo bueno es que suele ser momentáneo; por eso, siempre hay que ir en alerta y tener preparado a mano el traje de lluvia.

Después del desayuno en el hotel y de cargar los corceles, nos dispusimos a seguir la ruta marcada. La idea, más o menos, era hacerla pasando por Stronie Śląskie, otro pueblo de la Baja Silesia, en Polonia, donde quizá, si íbamos bien de tiempo, bien merecía el descanso o una visita.

Poco después de abandonar el hotel y al rato de estar en camino, pasamos por el pueblo de Chełmsko Śląskie, muy cerca de nuevo de la frontera con República Checa; sin embargo, desde este pueblo, al menos por carretera, no puedes pasar al otro país. Cuando estuve realizando el trazado para las rutas vi que, justo al otro lado de la frontera, en el país checo, había una zona llamada Chráněná krajinná oblast Broumovsko que captó mi atención, pero que no la metí en ruta debido a las carreteras que tenía. Desde luego, es algo que tengo en mente hacer, porque la zona me parecía preciosa, con muchísimo verde y sitios para adentrarte haciendo algunas pistas.


Tengo más fotos de mi moto que de mí con mi pareja.

Seguimos la marcha, pero por la parte de Polonia, rodeando toda esta zona. La verdad, cada vez que parábamos para hacer un pequeño descanso, bien merecía algunas fotos.







Cuanto más avanzábamos, más sorpresas nos encontrábamos, y por nuestro camino, al subir un puerto con unas carreteras preciosas y bien cuidadas, llegamos sin quererlo ni saberlo al Park Narodowy Gór Stołowych; nos tuvimos que detener obligatoriamente a tomar unas fotos, pues las rocas que veíamos en este parque natural eran asombrosamente inusuales. La traducción creo que es algo como “Parque Nacional de los Montes Mesa”, y bueno, las fotos hablan por sí mismas.





Fotos de rocas raras.
Es algo que recomiendo al 100%; además, si tenéis tiempo, hay muchísimas zonas para caminar y llegar a otras con formaciones rocosas más impresionantes si cabe, pero nosotros teníamos que seguir nuestra ruta. Además, ya empezaba el hambre a hacer presencia, así que buscamos un sitio para comer en la ciudad fronteriza de Kudowa-Zdrój, que superó nuestras expectativas.

Es una ciudad bastante grande, sin llegar a ser una locura, y os voy a recomendar un sitio que, además, podéis ver por Google Maps la puntuación que tiene, y no es para menos. El restaurante se llama Restauracja Cech: un sitio elegante y nada caro.






Después de comer más que unos primos lejanos en una boda, tocaba hacer una incursión por la parte checa, pero desde aquí hasta casi el final de la jornada lo que haríamos sería zigzaguear entre Polonia y República Checa, pues había una carretera que tenía muy buena pinta entre los dos países: a veces delimitándolos, a veces entrando en cada uno de ellos.
Lo que no esperábamos —bueno, sí, pero no— era que nada más pasar a la República Checa nos aguardaba una nube de grandes dimensiones, baja y además muy oscura, que se veía que estaba descargando agua. Valientes de nosotros, y como también a ratos íbamos a favor de la nube pero a la vanguardia, no nos pusimos ningún traje de agua. En qué momento.
Por describirlo de alguna manera, y aplicando por supuesto la ley de Murphy, empezó a llover con una fuerza descomunal. Nosotros pensábamos que podríamos escapar de la nube, ya que nuestra dirección era más bien sureste, la misma que la de la nube, pero con unos metros de ventaja. O eso fue lo que pensamos, porque, después de un rato empapados y viendo que no podíamos librarnos de ella, comenzamos a buscar un refugio o algo. A lo largo de todo el trazado hasta ahora, siempre hemos visto algún refugio o paradas de bus o algo parecido, pero aquí es donde entra Murphy: cuando más lo necesitas, menos hay.
Después de —no sé si llamarlo conducir o navegar— entre agua durante más de 20 minutos, vimos “la luz” y pudimos parar milagrosamente en una especie de parada/refugio, donde nada más llegar nos quitamos las chaquetas, cascos, guantes, etc., para que se secaran.

De la que nos salvó el refugio.

Por supuesto. Café.

Está un poco triste. Mucha lluvia.
El sitio estaba lleno de telarañas, algo sucio, pero sucio de no haberse usado durante mucho tiempo; lo bueno era que estábamos completamente protegidos contra el agua. Y, cómo no, por supuesto que aprovechamos para hacernos un buen café e intentar ver dónde dormiríamos esa noche; estos momentos son únicos.

La lluvia remitió después de aproximadamente una hora; también esperamos un poco más para que se secara algo la ropa. El hotel que habíamos escogido estaba en Stronie Śląskie, pero íbamos ya un poco mal de hora para poder cenar tranquilos y en condiciones; por lo tanto, recortamos un trozo del track para no llegar muy tarde allí.
De este camino hasta el hotel me gustaría resaltar dos puntos, si me lo permitís, porque hubo dos zonas increíbles, pero opuestas. Una fue desde casi la frontera con República Checa hasta Bystrzyca Kłodzka, pues la ruta nos llevaba por un paraje sin igual. Por hacerlo un poco más corto, diré que esta zona atravesaba un bosque completamente vacío; no se veía ni un coche en muchos kilómetros a la redonda, y evidentemente era por algo en concreto: el pavimento. No he visto nunca a mi amigo brincar más en su Z750 que en esta carretera; el estado de esta carretera era muy malo, una carretera rotísima; tanto, que incluso aunque la moto tenga suspensiones automáticas, se nota. Pues imaginad en la Z: iba casi sentado todo el camino en el depósito. Las fotos no hacen justicia; paré casi en el “mejor trozo”, esperándole.

Y al menos una zona aquí era "transitable".

Por otro lado, cuando ya llegamos a Bystrzyca Kłodzka, la carretera desde aquí hasta Stronie Śląskie era de película. Unas curvas y enlazadas interminables; pasamos de botar en la moto a creernos pilotos de MotoGP, y es que el asfalto y las condiciones invitaban a darle un poco a la oreja, pero siempre con conocimiento (menos cuando alguien se quiere “medir”; ahí, como pollo sin cabeza, y que Dios reparta suerte). Por supuesto, en este tipo de carreteras, ni grabo ni paro. Solo disfrute —que repetiré más adelante—.
Tonterías de lado. Llegamos a destino: Hotel Stronie i Restauracja Orańska. Un hotel con una forma singular; parece un edificio algo “antiguo”, no sé cómo describirlo, pero totalmente renovado en su interior. La habitación, bastante bien; más grande que el cuchitril cerca de Kamienna Góra. Lo único malo que recuerdo: nos tocó en la tercera planta y el ascensor estaba roto, pero bueno. Dejamos la ropa que se terminase de secar en la habitación, colgada como pudimos; nos pegamos una ducha y bajamos a cenar a su restaurante, barato y se come bastante bien.


Y, por supuesto, el “trofeo” de cerveza del día, cómo no. Mañana será otro día.

Sigo ...
Tenía muchas ganas de traer esta crónica al foro; me ha llevado un tiempo escribirla y pensar cómo describirla, sobre todo porque no encontré absolutamente nada de información en este foro sobre la zona a la que me destinaba. Dejé un post abierto por aquí, sin embargo, o nadie que hubiera estado por esa zona lo vio, o quizá nadie la ha visitado, cosa que me sorprendería bastante. Y es que, cuando se va a estos países, manteniendo un gran peso de la ruta sobre Polonia, pues no se visitan quizá estas zonas, ya que hay sitios algo más interesantes a otros niveles, como capitales, sitios específicos, etc.
Bien, vamos al lío. Como ya expliqué en el otro post, a modo de introducción rápida, voy bastante a Polonia de vacaciones debido a que mi chica es de allí; por lo tanto, pasamos algunas semanas al año donde, no siendo invierno, puedo disfrutar de alquilar alguna moto o llevarme la mía propia, como lo fue esta vez. Allí tengo un compañero de batallas, un amigo desde el instituto, que se casó con una polaca y vive allí desde hace unos seis años. La coincidencia, oye.
Le propuse hacer este año un pequeño viaje por una zona de Polonia que no habíamos recorrido, que es la parte más pegada a República Checa; podemos decir suroeste y sur del país, ya que la zona sureste ya la hemos recorrido también en moto. Sin embargo, esta vez yo quería viajar algo “diferente”, que resultó ser maravilloso y que en tantas crónicas había leído: no tener absolutamente nada reservado, únicamente tener una ruta preparada —más bien por qué sitios quería pasar— e ir haciendo lo que me pedía el cuerpo.

Creo que estaría bien repartirlo por jornadas; así se hará un poco más ameno a la hora de leer y puedo poner las fotos por orden cronológico.
1. Lovaina – Roßwein: Kilómetro 0 y rubia de meta
El viaje desde Bélgica a Polonia lo haría en dos partes, igual que a la vuelta, y es porque hay cerca de 1.340 km desde donde vivimos hasta la casa de la familia de mi chica en Katowice, en Polonia. Soy una persona que odia la autovía por lo incómoda que es, pero, siendo consciente en esta ocasión, sí o sí tenía que cogerla; de lo contrario, podría extenderse la ida y la vuelta varios días, lo cual no es lo ideal. Habrá compañeros que se hagan esta kilometrada en un solo día y sin despeinarse; sin embargo, para mí, lo que se supone que debería ser placer se puede convertir en pesadilla, ya que cuando llevo cerca de dos horas seguidas sin apenas moverme en la moto, me empieza a doler todo.

La "moto". Dicen ...
Sobre la moto, una R1250GSA de 2022, para esta ocasión le puse unas ruedas nuevas, ya que quería hacer algunas zonas un poco marrones, pero sin complicaciones, ojo; así que las elegidas fueron unas Continental TKC70, ya que fueron recomendadas por mucha gente en el canal de YouTube.

Cargué la moto con las dos maletas laterales y también con el top case, aunque en este no llevaba absolutamente nada. Lo llevé para que después mi chica pudiese montar conmigo e ir a algún lado por Polonia, ya que ella iba en coche hacia Polonia al mismo tiempo que yo (pero más rápida).
Sobre la ida no hubo mucha historia, pero sí un inciso, pues al ver que iba bien de tiempo me desvié a la altura de Paderborn hasta casi el hotel en Döbeln. Hice unas cuantas curvas y visité algunos pueblos, aunque el tiempo no me acompañó del todo, la verdad, pues se puso a llover mientras hacía un descanso. Tiempo para ponerme el chubasquero y a tirar hasta el hotel prácticamente. La zona que visité —y que además puse una chincheta para ir a verla más detenidamente— fue Naturpark Solling-Vogler, Nationalpark Harz y su reserva natural.


San TomTom me guía
Por el camino no pude tirar muchas fotos tampoco; estaba deseando llegar al hotel, pegarme una ducha y bajar a cenar antes de que cerrasen el restaurante. Ya porque estoy habituado a comer con horarios “europeos”… pero hay sitios que, como llegues a partir de las 19:00 de la tarde, ya no cenas o no encuentras nada para comprar comida.

Zur Margarethenmühle GmbH – Landgasthof und Waldhotel (sí, me costó escribirlo en Google)
Por supuestísimo, acabamos el día con una buena y merecida cerveza pils (¡como me gustan a mí!).
2. Roßwein – Katowice: kilómetros sin alma — el peaje invisible de llegar
He puesto el día por contarlo, aunque este día no tiré ni una foto. Como bien indica el título, son “kilómetros sin alma”: kilómetros de aburrida autovía, aunque hubo algunas partes antes de llegar a Dresden que parecían no estar mal del todo, o así lo quería imaginar yo, viendo algunas colinas bajas llenas de pinares de un verde increíble que abrazaban pequeños pueblos. Y es que es fuera de la autovía donde se descubren las mejores rutas y los lugares con encanto, pues, al fin y al cabo, estas solo sirven para transportarse de A a B lo más rápido posible.
Ni que decir tiene que prácticamente toda la travesía del viaje por Alemania fue por las archiconocidas Autobahn. Y, al contrario de lo que uno pueda pensar, no se trata de poner la moto a 200 km/h y tirar kilómetros, o al menos esa es mi sensación, pues con este tipo de motos y cargado con las tres maletas, la aerodinámica no está de nuestra parte. Así que, control de crucero a 140/150 en las zonas donde el límite no está restringido es más que suficiente.
Ya en la frontera con Polonia, el GPS me decía que había retenciones, y es que parece ser que se han incrementado los controles tanto para entrar a Polonia, por la policía y ejército polacos, como para entrar a Alemania, por la policía germana.
Llegamos en torno a las 15:00 a destino, Katowice, todo por autovía, y lo que hice el resto de la tarde fue preparar un poco la moto, quitar el top case, preparar las rutas y descansar, pues al día siguiente por la mañana mi amigo estaría aquí para empezar la verdadera ruta.

Nada como llegar a casa ... y prepararte para otro viaje.
3. Katowice – Jelenia Góra : Desayuno de minero y café de barista.
Me levanté con la ilusión de un niño en el día de Reyes, pues este día lo estaba deseando más que una sombra en Jaén en julio. Me puse tibio en el desayuno, ya que en esta parte de Polonia (Silesia) están acostumbrados a no andarse con rodeos cuando de comer se refiere. Lo que todavía a día de hoy me choca es que no toman café, sino té, acompañado de un variado surtido de desayuno salado, y a la hora o cosa así, toman café con tarta, hecha en casa, claro, y no solo una, sino que hay siempre entre dos y tres para elegir. Prometo fotos la próxima vez.

Mítica Z750. No pide pan. No quieres más.
Estuve esperando un rato a mi amigo en casa, ya con la moto preparada del día anterior. Al llegar, nos saludamos, tomamos otro café (sí, otro más), conectamos los intercomunicadores y nos dispusimos a coger la autovía A4 que va hacia el este. ¿Por qué autovía? Alguno se preguntará. Y es que hay un gran trecho que apenas se puede hacer sin avanzar, porque no hay carreteras que vayan directas hacia el este. Puedes ir zigzagueando, pero se pierde mucho tiempo; por lo tanto, decidimos que hasta Opole cogeríamos la autovía; eso son aproximadamente unos 150 km.

Llenando las burras ante la previsión de pocas gasolineras.
Después de dejar la autovía, nos dispusimos a buscar algún sitio donde pudiéramos comer, además de llenar las motos con combustible. Ese lugar sería Strzelin, una ciudad de la Baja Silesia, donde se encuentra el río Odra (Oder). Paramos en un sitio random de allí para comer; tampoco nada especial, pero algo que estuviera abierto, beber una cerveza sin alcohol —pues cuando conduzco no me gusta tomar nada de alcohol— y poder continuar así el viaje. El sitio y la comida estaban bien, y los precios no voy a decir que son de risa, pero en comparación con otros sitios de la misma UE son tirando a bajos. Quizá es porque aún conservan su moneda, el złoty; aunque he de decir que, a la hora de comprar otras cosas, sí que tienen un precio muy parecido a cualquier país de la UE.

Terraza del restauracja

Me pierden estas cervezas de sabores

Plato normal y corriente, pero muy barato. Se come barato por aquí, ¿eh?

Otro lado de la terraza.
Después de una larga charla, seguimos nuestro viaje hacia esa parte más al sureste del país. Pasamos algunos pueblos muy pequeños, y en algunos más grandes se erigía en su urbe alguna que otra iglesia bonita. No soy muy de iglesias tampoco, aunque a lo largo del viaje hicimos bastantes fotos de iglesias, entre otras. Sin embargo, hay que contar también con el trasfondo que ha tenido la Iglesia, como institución, y el catolicismo como religión en este país, declarándose un altísimo porcentaje de su población creyente.


Iglesia de Jordanów Śląski
Tras un rato en la moto, pasando pueblos y grandes urbes, comenzamos a divisar ya un poco de monte, dejando estepa un poco seca detrás y adentrándonos en zonas más frondosas de bosques verdes. Montes no muy altos, aún, pero que daban lugar a algunas carreteras ya serpenteantes. El estado de las carreteras no era el mejor que había visto en mi vida, pero tampoco malo. Lo bueno es que, al ser entre semana, tampoco había casi nada de tráfico; por lo tanto, nos dejó disfrutar de algún que otro tramo entre montañas, como Ślęża y Radunia. Y aquí, por cierto, fue cuando decidimos hacer una parada en medio de la naturaleza. ¿Para qué? Para disfrutar de un buen café. Y es que mi amigo es fan del café, como muchos otros mortales, así que él se encargó del café y yo me encargué de los útiles para prepararlo. Sacamos las sillas, nos sentamos al lado de esa carretera del bosque y ahí pasamos un buen rato recordando viejos tiempos.

Lavazza ORO, poca broma

Nuestra meta hoy era llegar a Jelenia Góra, así que, en esta parada y con todo el tiempo del mundo —esto es, por cierto, maravilloso—, empezamos a buscar dónde dormir esa noche. ¡Y bingo! Encontramos un sitio al sur de Jelenia Góra que estaba bien de precio y además tenía centro de spa y sauna, una cosa que yo personalmente valoro bastante cuando voy a buscar alojamiento, ya que me quedo nuevo.
Una vez en marcha hacia nuestro destino, pasamos por las pequeñas ciudades de Świdnica y Świebodzice, para coger la carretera 5 que nos llevaría hasta Jelenia Góra y hasta nuestro hotel. No tengo apenas fotos de Jelenia Góra; no visité la ciudad ni el casco histórico, eso lo dejo más para otro tipo de viajes. Cosa aparte, entre hacer el check-in, ducharnos, bajar a cenar, bajar al spa y demás, se nos va el resto de la tarde; y hay que recordar que en algunos sitios a las 20:00 o 21:00 ya no hay cocina para servir cenas.


Deliciosa ensalada. No soy mucho de ensaladas, pero estaba buena de verdad.
El hotel, fantástico; mucho mejor de lo que nos esperábamos. Cenamos bastante bien y bebimos todavía mejor, y esta vez no solo una cerveza, sino dos cervezas caseras de la zona. Es un hotel que me recuerda un poco a las casas coloniales de principios del siglo XX; eso sí, reformado en su interior, pero dejándolo con un toque especial que recuerda a aquella época. La zona a remarcar es el jardín, amplio, con una fuente en la parte central y con mucha tranquilidad.

Una de las cervezas locales.

... Y otra de las cervezas locales.

Fachada opuesta, del jardín.

4. Jelenia Góra – Krkonoše National Park (CZ) – Kamienna Góra : Trollandia, presa y patinetes suicidas.
Amanecimos sobre las 7 de la mañana, muy frescos. La previsión del tiempo era prácticamente tan buena como la del día anterior —que, aunque no lo nombré, nos hizo muy bueno—: temperaturas entre 17 y 22 grados, muy agradable para ir en moto. Bajamos a desayunar al restaurante, que tenía un desayuno tipo buffet, espectacular. Había de todo, así que, después de una ronda de un par de platos hasta arriba, como manda un buen desayuno polaco, nos dispusimos a cargar y empezar la marcha en nuestras motos, no sin antes tomar un buen café y fumar un cigarro. El resto lo dejo para la imaginación. Hoy pasaríamos por primera vez a la República Checa.

Hotel de la noche anterior, antes de partir.
La primera parada que hicimos fue en Szklarska Poręba, el último pueblo grande de Polonia cuya carretera central termina en la frontera. Además, es un sitio con mucho encanto; algo de fábulas antiguas debe de tener en referencia a los trolls, ya que había menciones en varios sitios y hasta tienen un parque con el nombre de Rope Park Trollandia. Curioso.

Ni una pegatina vendían en ningún sitio.

Centro de la plaza.

Mira que les gusta los helados a estos polacos. Incluso en invierno.

Mapa de la zona.

Emprendimos la marcha y, según nos acercábamos a la República Checa, las carreteras y los paisajes ya nos iban brindando curvas más sinuosas y un paisaje de postal, pero diferente a otros sitios donde había estado anteriormente. Al pasar ya a República Checa y su primer pueblo por esta zona, Harrachov, la carretera se disfrutaba más si cabe; y es que, en estos momentos en que disfruto de una carretera, lo que menos me apetece es parar y echar fotos, y mucho menos grabar.


Pequeño puerto-paso.
Así fue durante varios kilómetros; además, la ruta que trazamos nos desviaría para adentrarnos un poco más en bosque y dejar la carretera principal, con quizá trazados no tan buenos como pueden ser otros, pero que solo el paisaje hacía que fuese un disfrute de alto nivel. Mi compañero no paraba de decir a través del intercom: “Increíble”.

Zona que más bien parecía pre-alpina.

Sitio "random" en República Checa.
Nuestra idea, ya que estábamos en esta zona, era poder alcanzar una zona alta de una montaña, una zona que hace de frontera entre Chequia y Polonia y que, al parecer, es poco conocida. O eso creíamos, porque se veía turismo, sobre todo en el precioso pueblo de subida a esta zona: Špindlerův Mlýn.
No sin antes de la subida hacer un inciso: algo que vimos durante la subida y nos gustó bastante para parar y echar unas fotos es la presa Labská přehrada. No sé si lo escribo bien, porque hay palabras que me cuesta bastante escribirlas, y eso que las estoy viendo ahora mismo cuando escribo esto; imaginad recordarlas. Intento hacer copia de los nombres desde internet.



Aunque no se note por las fotos, había bastante caída. Para el que quiera caer claro.
"La subida, Rubén, la subida." Sí: subimos hasta arriba y logramos “coronar” esa montaña; nada difícil, y la carretera en buenas condiciones en general, para ser de montaña y estar un poco aislada. Hay que tener especial cuidado con los ciclistas, pues aquí, digamos que arriba de la montaña alquilan un tipo de patinete-bicicleta, híbrido raro pero sin pedales, y es para que la gente se tire desde arriba y, abajo, en Špindlerův Mlýn, los recoge un autobús y los sube montaña arriba de nuevo.



Ese "hotel" que se divisaba allí, ya era Polonia. Frontera apenas existente.
Poco después de las fotos de rigor bajamos por donde habíamos subido, porque no hay carretera para pasar al lado polaco; así que atravesamos de nuevo Špindlerův Mlýn y seguimos nuestro trazado, pasando por poblados pintorescos y muchas zonas verdes. Para nuestra sorpresa, parecía que había empezado a cambiar un poco el tiempo, y lo que en principio parecía un día sin lluvia empezó a tornarse un poco gris y con alguna amenaza.



La idea del viaje y cómo habíamos trazado la ruta era un continuo zigzagueo entre Polonia y República Checa; así que esta vez tocaba de nuevo pasar a Polonia y visitar una zona bastante conocida por aquí: Karpacz. Es una localidad que tiene tanto encanto como turistas todo el año, y es porque también en invierno tiene mucho movimiento debido a las estaciones de esquí cercanas.



Centro de Karpacz
Decidimos comer aquí, así que buscamos un restaurante que tuviese lo máximo posible de puntuación en Google y que estuviese bien de precio, y vaya si lo encontramos. Si estáis por la zona lo recomiendo: se come muy bien, las porciones son grandes, no es caro y el trato es muy bueno. Nos sentamos en la terraza, cerveza sin alcohol en mano y elegí unos buenos pierogi de carne. Espectacular. El restaurante se llama Chata Karkonoska.


Terraza del restaurante


A pesar de llevar mucha hambre. No pude con todos. Eran como puños.
Poco después, continuamos con la ruta; la idea hoy era llegar más o menos a Kamienna Góra. Tras un rato en la carretera, fuimos sorprendidos por la lluvia a unos 50 km de nuestro destino, así que buscamos refugio en una parada de autobús, sacamos todos los bártulos para preparar café y estuvimos cerca de 40 minutos charlando y recordando viejos tiempos, hasta que la nube se fue de nuestro camino. También aprovechamos la situación para reservar un hotel, ya que estábamos parados.

Nos pilló buena después del restaurante. Amainó y seguimos ...

Y nos volvió a pillar otra vez. Momento para el café.

No se le va la sonrisa macho.

Cuando la lluvia cesó, nos pusimos de nuevo en marcha hacia nuestro hotel de una atacada; no había muchos kilómetros y parecía que se abrían claros a lo largo de la carretera. El hotel estaba situado a unos 8 minutos en moto de Kamienna Góra, cerca de una carretera “principal”, y no porque sea una autovía, sino porque era la única carretera que pasaba por allí.
Una vez llegados al hotel, dejamos las cosas en la habitación para cambiarnos y, bueno, la verdad es que la habitación era bastante pequeña, nada que ver con el anterior hotel. Lo bueno que tenía era que las zonas comunes eran bastante grandes; se veía que antes era una casa de dos plantas y han acondicionado la parte de arriba para tener el máximo posible de habitaciones.

Zonas 'comunes'. Vamos para sólo nosotros.


Sitio calmado. Se respiraba silencio.
Como ese día llegamos un poco “tarde” a cenar y la cena del hotel no nos entusiasmaba, decidimos ir a Kamienna Góra a cenar, pero los sitios que habíamos marcado como “buenos” estaban cerrados de vacaciones y cocina ya cerrada. ¿Qué nos quedaba entonces? Pues acercarnos a un Lidl y comprar algo para llevar al hotel. Y así fue como hicimos.

De los pierogis a esto ... hay un mundo, ¿eh?. Tampoco tenía mucha hambre.

5. Kamienna Góra – Stronie Śląskie : De las rocas marcianas al chaparrón bíblico.
El día amanecía glorioso; la predicción meteorológica no podía ser mejor para por la mañana, aunque, más bien entrada la tarde, sí que algunas nubes podían amenazar el resto de la jornada. Ahora, en verano, el tiempo por estas zonas es muy imprevisible: puede venir una nube negra y caer chombas de aguacero sin parar. Lo bueno es que suele ser momentáneo; por eso, siempre hay que ir en alerta y tener preparado a mano el traje de lluvia.

Después del desayuno en el hotel y de cargar los corceles, nos dispusimos a seguir la ruta marcada. La idea, más o menos, era hacerla pasando por Stronie Śląskie, otro pueblo de la Baja Silesia, en Polonia, donde quizá, si íbamos bien de tiempo, bien merecía el descanso o una visita.

Poco después de abandonar el hotel y al rato de estar en camino, pasamos por el pueblo de Chełmsko Śląskie, muy cerca de nuevo de la frontera con República Checa; sin embargo, desde este pueblo, al menos por carretera, no puedes pasar al otro país. Cuando estuve realizando el trazado para las rutas vi que, justo al otro lado de la frontera, en el país checo, había una zona llamada Chráněná krajinná oblast Broumovsko que captó mi atención, pero que no la metí en ruta debido a las carreteras que tenía. Desde luego, es algo que tengo en mente hacer, porque la zona me parecía preciosa, con muchísimo verde y sitios para adentrarte haciendo algunas pistas.


Tengo más fotos de mi moto que de mí con mi pareja.

Seguimos la marcha, pero por la parte de Polonia, rodeando toda esta zona. La verdad, cada vez que parábamos para hacer un pequeño descanso, bien merecía algunas fotos.







Cuanto más avanzábamos, más sorpresas nos encontrábamos, y por nuestro camino, al subir un puerto con unas carreteras preciosas y bien cuidadas, llegamos sin quererlo ni saberlo al Park Narodowy Gór Stołowych; nos tuvimos que detener obligatoriamente a tomar unas fotos, pues las rocas que veíamos en este parque natural eran asombrosamente inusuales. La traducción creo que es algo como “Parque Nacional de los Montes Mesa”, y bueno, las fotos hablan por sí mismas.





Fotos de rocas raras.
Es algo que recomiendo al 100%; además, si tenéis tiempo, hay muchísimas zonas para caminar y llegar a otras con formaciones rocosas más impresionantes si cabe, pero nosotros teníamos que seguir nuestra ruta. Además, ya empezaba el hambre a hacer presencia, así que buscamos un sitio para comer en la ciudad fronteriza de Kudowa-Zdrój, que superó nuestras expectativas.

Es una ciudad bastante grande, sin llegar a ser una locura, y os voy a recomendar un sitio que, además, podéis ver por Google Maps la puntuación que tiene, y no es para menos. El restaurante se llama Restauracja Cech: un sitio elegante y nada caro.






Después de comer más que unos primos lejanos en una boda, tocaba hacer una incursión por la parte checa, pero desde aquí hasta casi el final de la jornada lo que haríamos sería zigzaguear entre Polonia y República Checa, pues había una carretera que tenía muy buena pinta entre los dos países: a veces delimitándolos, a veces entrando en cada uno de ellos.
Lo que no esperábamos —bueno, sí, pero no— era que nada más pasar a la República Checa nos aguardaba una nube de grandes dimensiones, baja y además muy oscura, que se veía que estaba descargando agua. Valientes de nosotros, y como también a ratos íbamos a favor de la nube pero a la vanguardia, no nos pusimos ningún traje de agua. En qué momento.
Por describirlo de alguna manera, y aplicando por supuesto la ley de Murphy, empezó a llover con una fuerza descomunal. Nosotros pensábamos que podríamos escapar de la nube, ya que nuestra dirección era más bien sureste, la misma que la de la nube, pero con unos metros de ventaja. O eso fue lo que pensamos, porque, después de un rato empapados y viendo que no podíamos librarnos de ella, comenzamos a buscar un refugio o algo. A lo largo de todo el trazado hasta ahora, siempre hemos visto algún refugio o paradas de bus o algo parecido, pero aquí es donde entra Murphy: cuando más lo necesitas, menos hay.
Después de —no sé si llamarlo conducir o navegar— entre agua durante más de 20 minutos, vimos “la luz” y pudimos parar milagrosamente en una especie de parada/refugio, donde nada más llegar nos quitamos las chaquetas, cascos, guantes, etc., para que se secaran.

De la que nos salvó el refugio.

Por supuesto. Café.

Está un poco triste. Mucha lluvia.
El sitio estaba lleno de telarañas, algo sucio, pero sucio de no haberse usado durante mucho tiempo; lo bueno era que estábamos completamente protegidos contra el agua. Y, cómo no, por supuesto que aprovechamos para hacernos un buen café e intentar ver dónde dormiríamos esa noche; estos momentos son únicos.

La lluvia remitió después de aproximadamente una hora; también esperamos un poco más para que se secara algo la ropa. El hotel que habíamos escogido estaba en Stronie Śląskie, pero íbamos ya un poco mal de hora para poder cenar tranquilos y en condiciones; por lo tanto, recortamos un trozo del track para no llegar muy tarde allí.
De este camino hasta el hotel me gustaría resaltar dos puntos, si me lo permitís, porque hubo dos zonas increíbles, pero opuestas. Una fue desde casi la frontera con República Checa hasta Bystrzyca Kłodzka, pues la ruta nos llevaba por un paraje sin igual. Por hacerlo un poco más corto, diré que esta zona atravesaba un bosque completamente vacío; no se veía ni un coche en muchos kilómetros a la redonda, y evidentemente era por algo en concreto: el pavimento. No he visto nunca a mi amigo brincar más en su Z750 que en esta carretera; el estado de esta carretera era muy malo, una carretera rotísima; tanto, que incluso aunque la moto tenga suspensiones automáticas, se nota. Pues imaginad en la Z: iba casi sentado todo el camino en el depósito. Las fotos no hacen justicia; paré casi en el “mejor trozo”, esperándole.

Y al menos una zona aquí era "transitable".

Por otro lado, cuando ya llegamos a Bystrzyca Kłodzka, la carretera desde aquí hasta Stronie Śląskie era de película. Unas curvas y enlazadas interminables; pasamos de botar en la moto a creernos pilotos de MotoGP, y es que el asfalto y las condiciones invitaban a darle un poco a la oreja, pero siempre con conocimiento (menos cuando alguien se quiere “medir”; ahí, como pollo sin cabeza, y que Dios reparta suerte). Por supuesto, en este tipo de carreteras, ni grabo ni paro. Solo disfrute —que repetiré más adelante—.
Tonterías de lado. Llegamos a destino: Hotel Stronie i Restauracja Orańska. Un hotel con una forma singular; parece un edificio algo “antiguo”, no sé cómo describirlo, pero totalmente renovado en su interior. La habitación, bastante bien; más grande que el cuchitril cerca de Kamienna Góra. Lo único malo que recuerdo: nos tocó en la tercera planta y el ascensor estaba roto, pero bueno. Dejamos la ropa que se terminase de secar en la habitación, colgada como pudimos; nos pegamos una ducha y bajamos a cenar a su restaurante, barato y se come bastante bien.


Y, por supuesto, el “trofeo” de cerveza del día, cómo no. Mañana será otro día.

Sigo ...
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