
Al día siguiente el tipo parte, pero se queda espiando desde la esquina. Al rato ve llegar a un galán buenmozo, atlético, aristocrático, ropa italiana última moda, el cual con un ramo de flores en la mano toca el timbre de su casa.
Desde lejos ve que su mujer le abre y lo hace entrar. El marido corre, abre con su llave sin hacer ruido, entra sigilosamente y espía por la puerta entreabierta del dormitorio. El galán se saca la chaqueta, revelando unos hombros poderosos y armónicos.
La mujer lo besa apasionadamente y se saca los zapatos. El marido no sabe qué hacer, qué decir ni cómo intervenir y sólo atina a seguir espiando. El otro se saca la camisa de seda natural y muestra un torso perfecto, un vientre duro y sin un gramo de grasa.
La mujer se saca la falda y lo acaricia con locura. El tipo se saca los pantalones y sus piernas son virilmente perfectas. La mujer se saca la blusa y al soltarse el sostén, se le caen las tetas hasta el ombligo.
El marido esconde la cara entre las manos y murmura: "¡p**a madre, que vergüenza!"
