Juan Xixon
Arrancando
Dos bomberos mueren al despeñarse su vehículo en Fano cuando iban a apagar un fuego
Circulaban por un camino sin asfaltar de unos dos metros de ancho cuando la tierra del margen derecho de la calzada cedió bajo las ruedas. Los fucionarios que viajaban en los asientos traseros salvaron la vida al saltar del camión Las víctimas fueron rescatadas por sus propios compañeros ilesos así como por los funcionarios que les seguían en un segundo vehículo
Había casi 200 metros de pendiente desde donde quedaron tendidos hasta el lugar en que yacían sus compañeros. Aturdidos aún por el impacto, vieron el camión hecho pedazos en la parte baja del valle. Sobre la hierba húmeda quedaba un doloroso rastro del accidente. Sus herramientas, la escalera, los focos del camión, un traje, las linternas... Apenas quince minutos antes, sobre las cinco de la tarde, una llamada había alertado a la sala del 080 de un incendio en una pequeña casa de fin de semana en Fano, en el Alto de las Cruces.
Senén y Rafael saltaron del vehículo antes de que se precipitase al vacío. El cabo José Ramón Bulnes Sánchez, de 59 años, y el conductor José Antonio Regueiro González, de 38, no corrieron la misma suerte. Fueron sus propios compañeros, con el apoyo de los otros funcionarios que les seguían en otro camión, quienes tuvieron que rescatar sus cuerpos, entre el dolor y la rabia, una rabia que quebraba, por momentos, el silencio del monte.
La lluvia caída los últimos días se había filtrado en la tierra. La serpenteante caleya que une la antigua carretera de Pola de Siero con el monte de la parroquia rezumaba barro. Sus poco más de dos metros de ancho convierten la subida en un arriesgado lance, sobre todo si las condiciones meteorológicas son adversas. Los dos camiones, el segunda salida número 12 abriendo paso y una cuba, emprendieron la marcha, dispuestos a sofocar las llamas de una vivienda de fin de semana que se encontraba vacía, pero en medio de una gran masa vegetal.
Al paso del primer vehículo, el margen derecho de la calzada cedió. La tierra humedecida no resistió su peso. El camión rodó por el borde del angosto camino hasta que perdió por completo la estabilidad. En los instantes que transcurrieron desde ese momento hasta su vuelco, Senén y Rafael salvaron la vida de un salto. El número 12 dio varias vueltas de campana por un largo terraplén hasta alcanzar, desmembrado, la parte baja del valle. Desde la caleya, los ojos de los cuatro bomberos no alcanzaban a verlo.
«No puedo hablar»
La noticia del accidente dejó helado al funcionario de la centralita del 080. De inmediato se organizó un amplio dispositivo de rescate, coordinado por el jefe del Servicio de Extinción de Incendios del Ayuntamiento, Víctor Menéndez, el jefe de la Policía Local, Alejandro Martínez, y el teniente de Tráfico de la Comandancia de la Guardia Civil de Gijón. Todos los responsables del Área de Seguridad Ciudadana se desplazaron al lugar de los hechos, así como el teniente coronel Manuel Contreras. Apenas media hora después del accidente, la concejala Begoña Huergo ascendía con su vehículo particular por el camino, junto al edil Tino Venturo. No fue capaz de articular palabra durante mucho tiempo. «Esta es mi gente», acertó a decir sin poder contener la emoción.
Varias patrullas de la Guardia Civil cortaron los accesos al lugar en que se produjeron los hechos para facilitar las labores. Una UVI móvil del SAMU atendió a Senén y Rafael, pese a encontrarse ilesos. La ambulancia trasladó a los supervivientes hasta el Hospital de Cabueñes, donde poco después fueron dados de alta. Los agentes del instituto armado que les abrían paso hacia la carretera general se temieron lo peor al ver que la ambulancia no llevaba las luces de emergencia y que no había transcurrido demasiado tiempo desde su llegada. Los médicos no pudieron hacer nada por José Ramón y José Antonio.
Los cuerpos de los dos funcionarios, el primero vecino de Gijón y el segundo de Avilés, fueron izados en sendas camillas por la falda de la montaña. Los vecinos contemplaban con estupor la llegada de una furgoneta de la funeraria. «Lo de estos chavales es una desgracia», comentaba José Luis Menéndez, un vecino de la zona, tras bajar del monte y hablar con otra familia residente en la zona.
Alrededor de las nueve de la noche, Begoña Huergo se bajaba de un patrol de la Policía Local. Su rostro despejaba de un plumazo las dudas de la nube de periodistas que esperaban en el lugar donde comienza el camino que lleva al monte, a un kilómetro y medio del lugar de los hechos. Estaba empapada, y casi muda. «No puedo hablar. Todos estamos muy afectados. La consternación es inmensa». El consejero de Justicia y Seguridad Pública, Francisco Javier García Valledor, lamentó el final de «estos dos servidores públicos, que han dejado su vida en el cumplimiento de su obligación». Valledor lamentó que «el reconocimiento de su trabajo se produzca, en ocasiones, después de accidentes como el ocurrido hoy».
José Ramón Bulnes Sánchez ingresó en el cuerpo de Bomberos el 29 de agosto de 1973, y era cabo desde 1999. Su compañero y también fallecido José Antonio Regueiro era conductor desde 1989. El primero era viudo, pero había rehecho su vida con una mujer. Su funeral se celebrará hoy, en la iglesia parroquial de la Inmaculada, a las cinco de la tarde. El segundo, el más joven, vivía con su compañera sentimental en Avilés. Al cierre de esta edición, no se habían concretado el lugar y la hora de su funeral.
Circulaban por un camino sin asfaltar de unos dos metros de ancho cuando la tierra del margen derecho de la calzada cedió bajo las ruedas. Los fucionarios que viajaban en los asientos traseros salvaron la vida al saltar del camión Las víctimas fueron rescatadas por sus propios compañeros ilesos así como por los funcionarios que les seguían en un segundo vehículo
Había casi 200 metros de pendiente desde donde quedaron tendidos hasta el lugar en que yacían sus compañeros. Aturdidos aún por el impacto, vieron el camión hecho pedazos en la parte baja del valle. Sobre la hierba húmeda quedaba un doloroso rastro del accidente. Sus herramientas, la escalera, los focos del camión, un traje, las linternas... Apenas quince minutos antes, sobre las cinco de la tarde, una llamada había alertado a la sala del 080 de un incendio en una pequeña casa de fin de semana en Fano, en el Alto de las Cruces.
Senén y Rafael saltaron del vehículo antes de que se precipitase al vacío. El cabo José Ramón Bulnes Sánchez, de 59 años, y el conductor José Antonio Regueiro González, de 38, no corrieron la misma suerte. Fueron sus propios compañeros, con el apoyo de los otros funcionarios que les seguían en otro camión, quienes tuvieron que rescatar sus cuerpos, entre el dolor y la rabia, una rabia que quebraba, por momentos, el silencio del monte.
La lluvia caída los últimos días se había filtrado en la tierra. La serpenteante caleya que une la antigua carretera de Pola de Siero con el monte de la parroquia rezumaba barro. Sus poco más de dos metros de ancho convierten la subida en un arriesgado lance, sobre todo si las condiciones meteorológicas son adversas. Los dos camiones, el segunda salida número 12 abriendo paso y una cuba, emprendieron la marcha, dispuestos a sofocar las llamas de una vivienda de fin de semana que se encontraba vacía, pero en medio de una gran masa vegetal.
Al paso del primer vehículo, el margen derecho de la calzada cedió. La tierra humedecida no resistió su peso. El camión rodó por el borde del angosto camino hasta que perdió por completo la estabilidad. En los instantes que transcurrieron desde ese momento hasta su vuelco, Senén y Rafael salvaron la vida de un salto. El número 12 dio varias vueltas de campana por un largo terraplén hasta alcanzar, desmembrado, la parte baja del valle. Desde la caleya, los ojos de los cuatro bomberos no alcanzaban a verlo.
«No puedo hablar»
La noticia del accidente dejó helado al funcionario de la centralita del 080. De inmediato se organizó un amplio dispositivo de rescate, coordinado por el jefe del Servicio de Extinción de Incendios del Ayuntamiento, Víctor Menéndez, el jefe de la Policía Local, Alejandro Martínez, y el teniente de Tráfico de la Comandancia de la Guardia Civil de Gijón. Todos los responsables del Área de Seguridad Ciudadana se desplazaron al lugar de los hechos, así como el teniente coronel Manuel Contreras. Apenas media hora después del accidente, la concejala Begoña Huergo ascendía con su vehículo particular por el camino, junto al edil Tino Venturo. No fue capaz de articular palabra durante mucho tiempo. «Esta es mi gente», acertó a decir sin poder contener la emoción.
Varias patrullas de la Guardia Civil cortaron los accesos al lugar en que se produjeron los hechos para facilitar las labores. Una UVI móvil del SAMU atendió a Senén y Rafael, pese a encontrarse ilesos. La ambulancia trasladó a los supervivientes hasta el Hospital de Cabueñes, donde poco después fueron dados de alta. Los agentes del instituto armado que les abrían paso hacia la carretera general se temieron lo peor al ver que la ambulancia no llevaba las luces de emergencia y que no había transcurrido demasiado tiempo desde su llegada. Los médicos no pudieron hacer nada por José Ramón y José Antonio.
Los cuerpos de los dos funcionarios, el primero vecino de Gijón y el segundo de Avilés, fueron izados en sendas camillas por la falda de la montaña. Los vecinos contemplaban con estupor la llegada de una furgoneta de la funeraria. «Lo de estos chavales es una desgracia», comentaba José Luis Menéndez, un vecino de la zona, tras bajar del monte y hablar con otra familia residente en la zona.
Alrededor de las nueve de la noche, Begoña Huergo se bajaba de un patrol de la Policía Local. Su rostro despejaba de un plumazo las dudas de la nube de periodistas que esperaban en el lugar donde comienza el camino que lleva al monte, a un kilómetro y medio del lugar de los hechos. Estaba empapada, y casi muda. «No puedo hablar. Todos estamos muy afectados. La consternación es inmensa». El consejero de Justicia y Seguridad Pública, Francisco Javier García Valledor, lamentó el final de «estos dos servidores públicos, que han dejado su vida en el cumplimiento de su obligación». Valledor lamentó que «el reconocimiento de su trabajo se produzca, en ocasiones, después de accidentes como el ocurrido hoy».
José Ramón Bulnes Sánchez ingresó en el cuerpo de Bomberos el 29 de agosto de 1973, y era cabo desde 1999. Su compañero y también fallecido José Antonio Regueiro era conductor desde 1989. El primero era viudo, pero había rehecho su vida con una mujer. Su funeral se celebrará hoy, en la iglesia parroquial de la Inmaculada, a las cinco de la tarde. El segundo, el más joven, vivía con su compañera sentimental en Avilés. Al cierre de esta edición, no se habían concretado el lugar y la hora de su funeral.