Saludos;
- Ahí va mi crónica de la Rider 1000, edición 2020. Necesitaba desahogarme por escrito, y pido perdón por el ladrillo, pero contar la experiencia ayuda.
- Digamos que tuve un comienzo algo accidentado, rayano incluso en lo esperpéntico. Creía haber atado todos los cabos y controlado cualquier imprevisto: la pegatina identificativa en el frontal de la moto desde la víspera, el pasaporte en el bolsillo principal de la chaqueta, la pulsera de marras enroscada en la muñeca desde la noche anterior, que nadie quiere protagonizar los comentarios jocosos de Pep Requena sobre los moteros olvidadizos (algunos pierden el pasaporte en cuanto se lo entregamos, cada uno es como es, dijo en un briefing hace dos años y despertó la carcajada de los asistentes).
- Así que me proveí de todo lo necesario (supongo que más de lo necesario) para la prueba: comida ligera y agua, café en un termo pequeño para evitar el sueño, kit antipinchazos y aceite para la cadena, equipación completa de lluvia, ropa de abrigo, guantes de reserva, una pequeña linterna que no necesita pilas y, para prever cualquier eventualidad, incluso un casco extra). De hecho, como estoy pensando en comprar una, alquile una África Twin para probarla “a fondo” (no la hora u hora y media que racanean algunos concesionarios). Y no hay mejor prueba de carga para una moto trail que la Rider 1000, puntos másters incluidos.
- Pues bien; allí estaba yo, puntualmente llegado al Congost media hora rigurosa antes de la salida como preceptuaban las instrucciones del briefing y, cuando me quedan unos diez minutos para salir, palpo mi chaqueta y descubro que me he dejado en el hotel (sito en Collbató)… el teléfono móvil. Pocas veces me he sentido tan estúpido, aunque muy pronto iba a batir mi propio récord. ¿Qué hacer? De Manresa a Collbató hay media hora, con una preciosa montaña serrada en medio. Recoger el móvil suponía alargar una hora una Raider de por sí larguísima. Me tentó seguir adelante, incomunicado y con silencio absoluto de radio, como hicieron los portaviones japoneses en la batalla de Midway (así les fue, por cierto). Al final se impuso el sentido común y consideré una gran irresponsabilidad hacer semejante ruta sin poder comunicarme y sin que mi familia se comunicara conmigo, así que regresé al hotel.
- Pero lo peor estaba por llegar. Cuando subí a la habitación descubrí que el móvil no estaba. Un pensamiento horrible cruzó por mi mente, que se negaba a aceptar esa posibilidad, hasta que esta se hizo patente: llevaba el móvil en la chaqueta, pero no en el bolsillo donde lo llevo siempre, sino en uno interior impermeable, que nunca empleo y que, debajo de las protecciones, esquivó hábilmente mi cacheo inicial poco antes de la salida. Si en esta Rider se otorgaran medallas al motero más tonto, la de oro ya estaría adjudicada sin impugnación posible.
- Con la frustración de haber perdido una hora de la forma más absurda (arruinada también toda mi planificación para repostar en gasolineras seleccionadas en el mapa con el fin de parar lo menos posible), me dirigí a Sant Hilari. Para colmo, no había conseguido introducir el nuevo track con la modificación, y fui directamente a Moia. Allá me encontré algún motero que, al menos, me confirmó que no había habido ningún punto máster.
- A partir de aquí, he de reconocerlo, disfruté muchísimo. Muy contento con la AT, un tiempo ideal (llovió menos de una hora), iban transcurriendo los kilómetros con el mejor incentivo: paisajes increíbles y sana camaradería entre compañeros de afición.
- El problema es que mi ritmo es lento. NO me gusta arriesgar, y mi técnica da de sí lo que da de sí. Paré lo imprescindible y el tiempo estrictamente necesario, pero las horas pasaban y poco a poco me iba retrasando respecto del horario recomendado (aparte la hora de barato que empleé para ir a busar un móvil que nunca dejó de estar en mi chaqueta). Como suele pasar en muchas ocasiones, una situación no se vuelve crítica de repente, sino que es la falta de previsión, la falta de reacción a tiempo lo que generalmente determina la diferencia entre el éxito y el fracaso. Y pese a que me iba retrasando, más cada etapa, me empeñé en seguir el itinerario oficial, pasando por todos los puntos máster. Hasta que llegué a Castellar de n´Hug prácticamente anochecido. Y la etapa Castellar-Monmajor resultó definitiva. Creo que era la más larga de toda la prueba, y me tocó gran parte de noche. Para más inri, mi GPS se volvió loco (comprobé que a otros compañeros también les pasó) y, en varias ocasiones me pedía que girara simultáneamente a la derecha y a la izquierda. Como todavía no he logrado dominar el don de la bilocación, no me quedó más remedio que jugar a las adivinanzas y escoger la ruta por la vía de la intuición, intuición que me falló un par de veces, con la correspondiente ración de kilómetros extra.
- Y, para colmo, faltaba un último ingrediente. Aquí se ha comentado que el comportamiento de los participantes en cuestión de adelantamientos fue respetuoso. Celebro que esa fuera la regla general, pero a mí me tocó lidiar con las excepciones: de día, sí. Pero siendo ya noche cerrada, padecí algún adelantamiento grupal digno de acabar en el juzgado de guardia. De noche, con línea continua y escasísima visibilidad, algún inconsciente adelantaba confiando en que no vendría nadie en sentido contrario, porque no se veían luces de frente (no, claro, pero podían estar detrás de una curva, y ya se sabe que la luz viaja siempre en línea recta).
- El caso es que llegué a Montmajor a las 22:30, una barbaridad. Y era evidente que tenía tres posibilidades:
1º Continuar la Rider por el itinerario oficial. Lo descarté de inmediato. Con cuatro etapas por delante y una media (optimista) de 1:30 por etapa, más paradas y descansos, no estaría en Manresa antes de las 5:00 o las 6:00. Habiéndome levantado a las 4:45, eso suponía estar más de 24 horas despierto y conduciendo. Inasumible.
2º Ir directamente a los puntos de paso, por la vía más rápida. También lo descarté. Después de haber completado dos Riders con todos los puntos máster, no quería tener una “descafeinada” (opinión tan personal como irracional, con pleno respeto a quienes optaron por esta alternativa). Y, dado el cansancio que me había venido de golpe, tampoco tenía ninguna seguridad de poder hacer ese recorrido simplificado sin ponerme en peligro a mí y a los demás. Descartado.
3º Así que decidí recoger velas y regresar al hotel, pasando, pues venía de camino, por Manresa, donde sellé el pasaporte y me dieron… el pin de la Rider 300. Guardadme el secreto, por favor.
- Conclusión. La experiencia, con todo, fue muy positiva: hasta Castellar, disfruté cada kilómetro, y es lo principal en un viaje en moto (para viajar sin disfrutar ya tengo el coche); pude probar a fondo la AT, que además me ofreció seguridad extra; y, por último, logré regresar al hotel sano y salvo y con la moto intacta (que, además, no era mía), lo que no estaba en absoluto garantizado si continuaba la prueba (incluso prescindiendo de puntos máster).
- En fin. La única pena es que tal vez no tenga plaza para la Rider 2021, pero desde luego que en cuanto se abran las inscripciones para los "desmasterizados", desgastaré el botón de F5 para tratar de arañar alguna plaza.
Y, por supuesto, muchas felicidades a todos los que conseguisteis acabar la prueba.
- El día 10 de octubre participaré en la Navarrider. 400 km. Eso sí que será un paseo…