ARGENTINA
Tenía un día largo por delante, 400 kms. y una frontera entre medio. A las 7.30 desayuno y una hora más tarde ya estoy en marcha hacia el Paso de Jama, la primera frontera andina por el norte entre Chile y Argentina. No era la escogida en principio ni la más interesante seguramente, pero sobre la marcha se va cambiando la ruta y en esta ocasión desistí pasar por el Parque Nacional de las Vicuñas, por problemas logísticos varios, que me hubiera llevado por el Paso Sico quizás algo más interesante.
Un día claro y frío, desde que he salido a poco más de mil metros, la carretera sube y sube hasta los 4.800 de Jama.
A la moto le cuesta subir tanto y tan seguido, le tengo que ir quitando marchas como si fuera un camión cargado a la pobre. Yo creo que se alegra de que pare a hacer fotos o para abrigarme. Le voy mirando de vez en cuando el aceite y he aprendido a no ponerle al máximo, con el nivel al medio tira menos. Todavía va con el aceite que le puse atravesado el río en Bolivia. La verdad es que se está portando mejor conmigo que yo con ella.
Los pequeños lagos helados que me encuentro con flamíngos decorándolos, me confirman que la temperatura es bastante baja hoy por aquí. Paisajes a pesar de todo de grandes montañas y algún volcán.
Entre estos inmensos espacios me gusta relativizar los grandes problemas, quedan aplastados y reducidos a polvo aunque sea por un rato.
Llego arriba a la frontera y hay que tocar de nuevo con los pies en el suelo.
Esta vez el paso ha sido muy rápido, muy poca gente cruzando por aquí. Tan rápido que no me han hecho el papel de importación temporal de la moto, ni yo lo eché en falta en un principio, aunque más tarde le daría vueltas pensando que quizás aquí sería algo telemático y a la salida del país lo comprobarían. Pero no, no es así, no lo hice y como me dirían al cabo de unos días en la salida, yo tenía que haberlo exigido me dijo la agente, podía haber tenido problemas en cualquier control si me lo hubieran pedido.
Y sobre el tema del seguro, aquí arriba no hacen seguros, una de las razones que me dicen, es porque no hay nada de cobertura y no se podría contratar on-line. Otra vez a buscar pueblo a pueblo para sacar un seguro. Esto ha sido algo que se ha comido mucho mi tiempo y energías, la contratación de seguros, y una lección de la que sacar algo en claro, por mucho que cueste hay que venir con los seguros hechos.
He estado un rato por allí, me gustan las fronteras una vez pasadas, es como que necesito mi tiempo para comprimir lo que dejo atrás y empezar a tantear lo que viene de nuevo.
En unas barracas de comida rápida cambio la moneda que me queda y me voy a tomar un buen café a la gasolinera que ya hay en el lado argentino.
Una vez vaciado el bidón aunque no cabe mucha gasolina lleno el depósito en el surtidor. Ha sido la primera vez que lo uso y también la última, ya que se ha quedado en el cubo de la basura. Realmente tenía muchas ganas de perderlo de vista.
Un poco de charla con unos colegas camioneros mientras fumo, me cuentan que si ahora es costoso subir esos puertos con más de 40.000 kg., no hace muchos años y sin asfaltar no habían bastantes horas en un día para hacerlo. También me han adiestrado un poco a la hora de pagar las coímas que me aseguraban iban a caer sobre mí, sobre todo en la región de Tucumán, donde parece que tenían fama por eso. Una amena y didáctica charla.
Me pongo en marcha de nuevo ahora siempre cuesta abajo entre largas rectas y pequeños salares.
En el primer poste que encuentro vuelvo a llenar el depósito y me encuentro con semejante triciclo y su V8. Pensaba de entrar con eso a la ITV de mi barrio y la cara que iban a poner.
Las series han hecho mucho daño.
En el siguiente pueblo que encuentro, intento sin éxito hacer el seguro. Lo que si puedo es comprar una tarjeta para el teléfono, aquí a sido más fácil que en Chile.
Esta parte del norte parece tan pobre como sus vecinos bolivianos y sus fisonomías también son similares.
Ya hago los 130 kms. hasta Purmamarca, mi destino de hoy, de una tirada atravesando kilómetros de rectas y un par de salares bien grandes y con bastantes turistas.
A 30 kms. de llegar la R52 se convierte en una espectacular carretera entre barrancos y buenas curvas donde ayudado por los 2.000 mts. de descenso he disfrutado de la moto en su comedida versión deportiva como pocas veces.
Y llego a Purmamarca sobre las cinco y media de la tarde.
Aún así me sirven mi primer trozo de carne argentino. Que mejor nombre para la cosa que mata-hambre.
Sin perder mucho tiempo ya que el sol empieza a caer voy con la moto a dar la vuelta alrededor del pueblo, por el camino que lo rodea y ver los cerros de los siete colores.
Aunque creo que es mejor verlo bien temprano por la mañana ha sido una buena excursión para hacer la digestión. Y así poder estar preparado para la cena repitiendo bar y mesa.
Un modesto Tamal de Llama ...
Otro lugar turístico pero con un ambiente mucho más relajado que el de ayer.
Después de la paliza del día anterior, he empezado tranquilo y buscando información para sacar el seguro de la moto. En Jujuy que me venía de paso había encontrado algo, pero el chico del hostal me recomienda ir en dirección contraria, al pueblo de Tilma. Ya que por el otro lado me encontraría un control permanente de carreteras y pasar sin seguro no es buena idea.
Encuentro por internet donde hacerlo y me voy a Tilma, donde consigo hacer un seguro después de esperar un par de horas por problemas con la matricula extranjera, por unos 18 € creo recordar y un mes de duración. Es cerca de la una del mediodía y pongo dirección Salta mi destino de hoy. Al volver a pasar por Purmamarca veo el control y como paran a coches y autobuses y examinan detenidamente, a mi no me paran. Si lo hubieran hecho y sin seguro la multa sería de 1.000 pesos y quizás alguna coima. Pero eso ya no es problema ,
Los últimos kilómetros antes de Jujuy ya son de autovía, allí me he salido para repostar en el centro de la ciudad, que ha resultado ser más grande de lo esperada y para retornar a la autovía me ha costado un poco y alguna calle en contradirección. Con la autovía a la vista ya, un fuerte y agradable olor de carne a la parrilla, me hace frenar en seco y aparcar en frente de la churrasquería y entre un calor sofocante me he comido mi primera parrillada argentina.
De aquí hasta Salta ya es casi todo autovía excepto algún tramo de un carril y algún otro en obras. Ya es la segunda o tercera vez que coches adelantando de frente a mí, me ignoran totalmente. Y yo aguanto casi hasta el final por mi carril, pero hoy me ha pasado uno rozando y su cara era de máxima tranquilidad. Vaya que las pequeñas motos aquí, somos casi invisibles para algunos. Y en el tramo en obras por poco me come un camión, al que adelantaba por un carril delimitado por piedras, mientras él sin verme se me iba echando encima, aquí pasé miedíto, solo se dobló el espejo.
Llego a Salta por todo lo alto, después de pasar un control policial hay un mirador en el que paro básicamente porque veo un bar y estoy deshidratado. El bar está cerrado por lo que acabo bebiendo el agua caliente de la maleta y ya que estoy me distraigo un rato con la vista de la ciudad.
Desciendo a la ciudad en el último tramo de hoy, lo primero que me encuentro, son anchas avenidas y grandes parques con buenas sombras y fuentes disparando agua a gran altura, una refrescante imagen para una tarde de temperatura sofocante.
Hasta llegar al centro donde tenía el hostal, recorro una ciudad de grandes y ordenadas calles, a primera vista resulta muy agradable.
Una vez en el hostal, lo primero que hago es beber cuatro vasos de agua del tirón, hoy he pasado sed, no sé si la parrillada tendrá algo que ver.
Tras una ducha, guardo la moto en el parquing no si antes regatear el precio un poco, querían cobrarme el precio de un coche! Acabe consiguiendo casi la mitad.
Ya bien fresco e hidratado me voy a la plaza donde el ansia me hace pedir una limonada y una cerveza. Las dos enormes pero no hay prisa, me las acabaré bebiendo en medio de manifestaciones reivindicativas.
Era ese día de la semana en que se ponen todos de acuerdo para manifestarse y reivindicar cada uno lo suyo. Me gustó la implicación de esta gente.
Alguna pizza cenaría ya que no lo recuerdo para nada y un paseo para hacerla bajar un poco.
Lo dicho, un lugar bonito y agradable acorde con el alojamiento.
Sin madrugar demasiado, acabo de difinir la ruta con la ayuda del chico del hotel, pasaría por Cachi donde me asegura una ruta bonita y por distancia ya podía coger el hotel allí también.
Inicio ruta por la que tenía prevista anteriormente por un camino que bordea un lago, pero una vez andado unos kilómetros por una pista con poco interés doy la vuelta y pongo rumbo al destino de hoy, fue un acierto porque la nueva ruta hasta Cachi resultó larga pero muy entretenida. Que empezó por una estrecha carretera de montaña y acabó siendo un húmedo camino con niebla y ratos de lluvia, bordeando el Parque nacional los Cardones.
Entre nieblas alguna parada para fumar algún cigarrito en una mañana fresca, el húmedo camino algo delicado para mis manos, corona un puerto donde solo puedo intuir que las vistas debían ser fantásticas y hoy no me tocaba verlas, bajando ya, la niebla empieza a escampar y aparece un viento que que se lleva cualquier rastro de nubes.
Vuelve el asfalto en grandes llanuras plagadas de cactus. Estoy en la mítica ruta 40.
Con la temperatura y los ánimos subiendo voy entre solitarios y bellos paisajes.
Y finalmente llego a mi destino sobre las cinco de la tarde.
Una vez descargada la moto y hecho el checkin me voy con ella a la plaza donde había visto tres moteros con grandes Ducatis trail en una terraza. Aparco orgulloso mi Tenerinha cerca, pido un bocata y me siento en la mesa de al lado. No hay ni un triste saludo, peor para ellos no les pienso ni ofrecer un trozo. Jugamos en ligas distintas y estos están en gilipollas de primera división.
A mi derecha veo otra moto, una transalp 600 que además le falta la rueda trasera, llega su dueño con la rueda recién reparada de un pinchazo y se propone montarla, pero antes saluda efusivamente en mi dirección, y yo hago eso tan divertido de mirar hacia atrás a ver a quién saluda, no hay nadie más que yo, no solo dejo de sentirme invisible sino que devuelvo el saludo y voy a hasta allí con mi bocata para charlar con él y echarle una mano en el montaje de la rueda. Es Abél, un porteño recién mudado a Salta y de excursión por los alrededores. Compartiríamos cena y charla hasta bien tarde.
Entre muchas otras cosas me advirtió que la ruta que yo quería hacer mañana por la R 40 hasta Cafayate era durísima, literal. Con 160 kms. muchos de ellos de pista rizada y arenales. A estas alturas lo veo asequible por duro que sea pensé.
Y de lo mejor que se puede hacer en Argentina para rematar el día.
Hoy no he salido hasta las diez de la mañana, las charlas con un argentino no suelen ser cortas. Como ya me avisó Abél la ruta de hoy ha sido realmente dura y las altas temperaturas también han ayudado a que así sea.
Los primeros kilómetros han sido mas o menos rizados y ahora un rato de pié y otro con el culo en el rulo lo voy llevando.
Muchas paradas para hidratarme y comprar agua fresca cuando se encuentra alguna tienda en medio del camino.
Luego ya han venido muchos kilómetros de arenales.
A medio camino se encuentra una especie de posada, donde poder desayunar y tomar café en una sombra no tiene precio.
En estas condiciones mi velocidad es muy baja y mi precaución quizás demasiado alta, aún así he visto en varias ocasiones como se me iba la rueda delantera con sus respectivos sustos. Con arena me enseñaron a estar de pié y dar gas, siempre gas,,, durante 160 kms ?? Cuando la cosa se me complica, bien sentado y los pies en el suelo, que por cierto, se llenan de arena. También me enseñaron a cambiar las presiones por campo, y la verdad es que ni las he mirado en todo el viaje y a falta de pinchazos, las palancas, parches y bomba solo han hecho que pasearse conmigo durante muchos días. Y espero que siga así, aunque ya se empieza a apreciar el desgaste de las gomas y voy pensando en el cambio de la trasera por lo menos.
Lugares de fantásticos pliegues y alguna bodega se empieza a ver también, voy viendo carteles de una ruta del vino.
Poco a poco van pasando alucinantes paisajes y kilómetros, ya hacia el final como unos badenes para salvar riadas, que en vez de agua llevaban una fina arena, me confirma que el camino siempre puede ir a peor y a veces a mejor también. Depende de si uno va o viene.
Por sorpresa mía 30 kms. antes de llegar ha empezado el asfalto en la R40. Aprovecho para descansar en una buena sombra y babear con una familia que se bañan en una poza donde cae un gran chorro de agua desde un tubo en lo alto.
He estado un buen rato mirando como jugaban los niños en el agua muerto de envidia.
Justo aquí empieza a cambiar el árido paisaje.
Lo que era una hora mínimo a destino, se ha convertido en quince minutos máximo. Por una carretera bastante nueva y con muchas viñas al margen. Entre estas y el asfalto todavía se ve la fina arena del lugar.
Antes de entrar a Cafayate lleno el depósito de la moto y voy en busca del hospedaje, que son como unas cabañas de madera en un extremo del pueblo, muy correctas y a buena distancia del centro para poder ir andando y estirar las piernas.
Una deseada ducha y una buena sombra en el jardín mientras repaso rutas, hablo con la familia y como no, fumo. Fumo y observo esta ADV brasilera con su curiosa matricula.
El juego era adivinar quién de los dos que estaban en el jardín con sus portátiles era el dueño. Era un juego fácil, pero me hacía gracia alargarlo y en ese momento todos estamos enfrascados con el wifi. Tenía ganas de charlar con el brasilero pero más tarde quizás.
Me he ido al centro en busca de una buena y merecida cena, hoy que recuerde comí un sandwich a media mañana. Y la churrasquería que elijo no empiezan a servir cenas hasta las nueve o nueve y media. Algo habitual aquí, yo a las siete ya cenaría pero ellos se ponen muy tarde. Unas cervezas para hacer tiempo y algún paseo más por la plaza donde no paraba de llegar gente corriendo a una meta , mientras otros aplaudían. Se estaba celebrando alguna carrera con gente que no eran de allí.
Finalmente tuve mi recompensa.
Medio kilo de asado de vacío con unas cervezas artesanales y rematado con un buen café, música en vivo y unos cigarritos, han puesto broche de oro para un día tan duro como grande. Mi mejor día argentino sin duda.
Después de desayunar he estado charlando un rato con el brasileño de la BMW, estaba buscando rutas para una agencia de viajes en la que trabajaba, interesante y envidiable trabajo. Me ha recomendado una ruta por Brasil que ya tenía marcada para hacer, pero si encima es recomendada por alguien conocedor de la zona, mucho mejor.
Otro día de salida tranquila, a medida que le voy viendo el final al viaje voy con más calma en todos los sentidos, disfrutando cada momento, como relentizándo lo inevitable.
La salida de Cafayate ha sido seguida de viñas y bodegas. Una estrecha y entretenida carretera de asfalto roto, ha empezado a subir por cerros y la temperatura a bajar, al coronar y empezar el descenso, el paisaje cambia radicalmente y el verde se va apoderando como si fuera un paisaje pre alpino. Si la subida ha sido buena, en la bajada he disfrutado gastando las gomas por los laterales.
Sobre las once ya he hecho 100 kms. casi sin darme cuenta y paro en un restaurante para desayunar, pero aquí las que marcan los tempos son las parrillas y estas todavía no tenían brasas, pues un cigarrito y a seguir.
Ya en el segundo tramo de hoy, me veo en una carretera muy sinuosa llena de vegetación tropical, donde no se puede ver nada que no sea verde, muchas sombras y temperatura en aumento y tornattis, muchos tornattis, siempre en bajada.
Hay una especie de bar en medio de una curva y vuelvo a intentar comer algo. Es el típico sitio que nada más pedir, ya estoy arrepentido y saldría corriendo, pero también sé que si empiezo así al final no comeré. Como una dudosa empanada y un café malo, con que no me haga daño me conformo. Hasta el día de hoy ni un dolor de barriga, imagino que algo tendrá que ver la suerte, como con los pinchazos.
Dejada atrás la fantástica carretera de montaña, empiezo el tercer y último tramo de hoy, todo bien recto y finalmente una autovía para acceder a mi destino de hoy, San Miguél deTucumán. Una gran ciudad, encuentro el hotel a la primera. Un hotel de categoría en la misma Plaza de la Independencia que se ha quedado desfasado en el tiempo, aunque con el aliciente de tener una buena piscina en la terraza.
Un chekin rápido, la moto guardada y a disfrutar del agua con vistas a la ciudad.
Se podría decir que amorticé el hotel todo lo que pude.
Fresco y en chanclas voy a comer alguna cosa más triste que la de ayer y a dar una vuelta por el centro que hoy lo tengo cerca.
La ciudad es parecida al hotel, en el sentido de que parece que tuvo tiempos mejores,
Y parece que la Navidad está aquí al lado, aunque me resulte extraño por la indumentaria en general.
Otro baño tras el paseo y ya casi a punto para cenar. Lo hago en una pizzería en frente del hotel con una terraza grande en la calle y aquí me deja con mal cuerpo ver a niños y niñas con bebés pidiendo a los clientes, pero no piden dinero, preguntan si te vas a comer lo que sobra en el plato, lo que ya no quieres y eso se lo llevan, o mejor dicho se lo comen allí mismo. Trozos de pizza, batidos, mierdas varias para la pura subsistencia. Una imagen triste sobre las miserias de la calle para acabar el día.
Hoy me he dormido, creo que por primera vez, quizás los 400 kms. de rectas que me esperan hasta Quimili no entusiasman demasiado.
A una velocidad media de 90 kms/h a la que someto a la Tenerinha para que vaya relajada, se hacen muy cansinos estos trayectos.
Me voy con mi bolsa al parking a unos metros del hotel y la temperatura a las diez de la mañana ya es bastante alta.
Salgo sin problemas de la gran ciudad y hoy solo se trata de hacer kilómetros entre grandes y monótonas pampas y solo hago eso. Una sola foto en todo el día, a la llegada.
Debía ser saliendo de la región de Tucumán donde me encuentro un control policial, me da el alto y pide los papeles, todavía no había sacado los papeles, se me acerca a la oreja ( yo con el casco puesto ) y me dice...
- Hay que colaborar
Estoy sordo... Eh?
- Hay que colaboraaar... Repite.
Le pregunto si los papeles están en orden. Mientras asiente con la cabeza, vuelve a insistir...
- Hay que colaborar.
Ya se empieza a cabrear y empieza un interrogatorio.
- ¿De donde viene?
- Tucumán. Respondo yo.
- ¿A donde va?
- A Quimili.
- ¿Provincia?
Mierda!! Me ha pillado pensé. Y su cara fue de...Te pillé!
- Hay que colaborar. Sigue insistiendo.
Saco el paquete de tabaco y le ofrezco un cigarrillo , pero niega con la cabeza y vuelve con la canción.
- Hay que colaborar...Pero esta vez añade - Una gaseosa.
Bueno, por lo menos ya le hemos puesto precio a la cosa y empiezo con las penas, que si no llevo nada, que si voy buscando un cajero..
- Un cajero...Dice descreído.
Y volvemos a las mismas, colaboración y ahora además gaseosa.
Ya estaba abriendo la cremallera del bolsillo para sacar la cartera, pensando que ahora al ver pasta, palmaba seguro.
Finalmente y como se había formado un poco de cola detrás, me ha dejado ir con no muy buena cara.
He salido pitando y apretando a la pobre moto por miedo a que se lo repensara, al momento ya estaba riendo y saboreando mi pequeña victoria.
En un par de tiradas largas llego a destino, un lugar con poco interés, en el que justo esos días estaban deteniendo a personas importantes del pueblo en relación a un macabro asesinato de un niño. Por lo que sonaba una sirena como de alerta en todo el pueblo que ponía los pelos de punta.
Un barato hostel de carretera donde fue complicado dormir y otro día más.
La foto !
Hoy tocan otra vez más de 400 kms. por interminables y aburridas rectas hasta Corrientes.
Me dormí tarde y me levanto temprano, tenía un caballo en la habitación de arriba.
A las ocho ya estaba en marcha habiendo desayunado y descansado poco, hago una tirada de 230 kms. cuando paro a repostar y comer algo en un día otra vez muy caluroso, se nota la llegada del verano.
Un par de paradas más y llego a destino sobre las cuatro de la tarde. Me esperaba una ciudad más bulliciosa y grande, parece tranquila.
Tras la rutina ya de descargar, ducha etc., voy dando un paseo hasta el parque que esta a orillas del río Paraná .
Con una anchura impresionante.
El mismo río que vi al principio del viaje en Iguaçu, me hace repasar un poco lo vivido .
Otro día caluroso y de grandes tiradas rectas entre verdes pampas donde pastan vacas y caballos. La visión es algo más bucólica que días atrás.
Es evidente que esto se está acabando, ya falta menos para llegar a casa.
Un poco de desayuno en uno de esos bares otra vez, que lo mejor que tienen es la mesa en la calle para fumar.
Algún peaje de los que hay en los límites de regiones o provincias.
Menos en Brasil, en el resto de países visitados las motos no pagan. Hay un estrecho carril a la derecha para el paso de motos y bicis si es el caso. Algunos tienen un pulsador para levantar la barrera, muchos son de tierra y otros como alguno en Perú de arena fina, por los que mejor no pasar. Si pasas por el sitio de coches y tienen sensores a veces se cabrean porque saltan y no cobran.
A eso el día se ha ido tapando y ha empezado a llover, lo que ha a hecho que me ponga el impermeable y gracias a eso seguramente a dejado de llover, con lo que el bochorno dentro del traje se ha hecho insoportable, por lo que me lo he quitado de nuevo. Un poco más tarde el cielo se ha ido poniendo negro delante mío y veía la cortina de agua a poca distancia, paro, no paro...hasta el punto en que se cruza esa cortina un lado seco y el otro mojado. Pues va a ser mejor que pare de una vez que ahora parece que va en serio.
Esta vez me ha costado ponerme el impermeable, unas fuertes ráfagas de viento me lo han puesto difícil. Y eso me hace recordar la conversación con la chica del bar. Según me contó hacía un par de días un huracán había causado destrozos en el pueblo. Y la verdad, yo no sé que hay que hacer en esos casos a parte de acojonarse. Ahí debajo de los árboles no sabía si era mejor o peor, si recular o quedarme...las vacas de la granja mugiendo todas juntas, vaya que sin querer se me aceleró la respiración.
Decidí quedarme encima de la moto hasta que aflojara, por miedo a que se cayera si la dejaba sola y afortunadamente no fue a más. Alguna ráfaga fuerte y poco más.
Pero le tengo respeto a esta naturaleza viva. Tiene su genio.
Media hora después ya solo queda alguna ráfaga de viento y me pongo de nuevo en marcha, estoy tan solo a 40 kms. de mi destino de hoy, Posadas ya en la región de Misiones.
Cuando llego ya ha dejado de llover, aunque por las obras cercanas y el tránsito de camiones la carretera está roja por el barro. Parada a repostar y a quitarme el impermeable antes de acceder al centro.
Es una de esas sensaciones agradables de ir en moto, después de una tormenta de verano quitarte el impermeable y sentirte rodando fresco y liviano.
Llegada al hotel ducha frankfurt guarro y a pasear.
Voy calle abajo a ver de nuevo el Paraná, tiene algo que me atrae.
Un cuidado paseo con una antigua estación de tren y vistas a Paraguay.
Una gran mangifera ornamental.
Argentina
Paraguay
Una vuelta por el centro una buena cena y a dormir.
Salgo sin complicaciones de la ciudad en un día bueno que pinta va a ser caluroso también, siguiendo el cauce del gran río en el último día por Argentina, una ruta que hoy será corta y turística.
Le fértil tierra roja es difícil de ver por la espesa vegetación, una divertida carretera de toboganes me acerca a la Misión de Santa Ana, la primera que encuentro y visito.
El boleto de acceso cuesta 200 pesos y sirve para visitar seis o siete de las misiones argentinas.
La verdad es que no queda mucho por ver, la selva no da tregua y reclama lo que es suyo. Aún así me gusta imaginar lo que aquí hubo.
Vista Santa Ana voy a ver la más grande y bien conservada, La Misión de San Ignacio Mini. Siendo mucho más turística (en la anterior estaba solo) no encuentro mucha gente y todo y que no queda mucha cosa en pié, la disfruto mucho y hago fotos para aburrir, me escapo del guía y me puedo mover solo y hacer fotos antes de que llegue el grupo.
Será porque la peli de La Misión,(que no era aquí) me gusto mucho, que he disfrutado de poder estar tanto aquí como antes en las cataratas de Iguaçu.
A la salida como justo delante en una churrasquería donde me habían dejado guardar la bolsa y la moto, una parrillada de puta pena y me doy una vuelta para comprar algún recuerdo. Otra vez la miseria con los niños indígenas guaranís pidiendo alguna cosa a los turistas. Recuerdo aquel crío de unos cuatro años teñido de rubio que me pedía dos pesítos mientras rechupaba un sucio peine con el que se iba acicalando un chavalín entrañable.
Con un fuerte calor, sobre las tres de la tarde pongo rumbo a mi destino de hoy, San Javier , un pueblo con poco encanto ni interés, pero es donde está el paso en barca a Sao Xavier al otro lado del río Uruguay que me separa de Brasil.
En el pueblo hoy celebran la fiesta de la caña, pero aquí todo empieza muy tarde y mañana sábado tengo que madrugar, ya que solo cruzan el río fronterizo dos barcas, una a las ocho y otra sobre las diez, y me gustaría coger la primera.
A dormir mi última noche en este país en un sencillo pero confortable hotelíto.
Tenía un día largo por delante, 400 kms. y una frontera entre medio. A las 7.30 desayuno y una hora más tarde ya estoy en marcha hacia el Paso de Jama, la primera frontera andina por el norte entre Chile y Argentina. No era la escogida en principio ni la más interesante seguramente, pero sobre la marcha se va cambiando la ruta y en esta ocasión desistí pasar por el Parque Nacional de las Vicuñas, por problemas logísticos varios, que me hubiera llevado por el Paso Sico quizás algo más interesante.
Un día claro y frío, desde que he salido a poco más de mil metros, la carretera sube y sube hasta los 4.800 de Jama.
A la moto le cuesta subir tanto y tan seguido, le tengo que ir quitando marchas como si fuera un camión cargado a la pobre. Yo creo que se alegra de que pare a hacer fotos o para abrigarme. Le voy mirando de vez en cuando el aceite y he aprendido a no ponerle al máximo, con el nivel al medio tira menos. Todavía va con el aceite que le puse atravesado el río en Bolivia. La verdad es que se está portando mejor conmigo que yo con ella.
Los pequeños lagos helados que me encuentro con flamíngos decorándolos, me confirman que la temperatura es bastante baja hoy por aquí. Paisajes a pesar de todo de grandes montañas y algún volcán.
Entre estos inmensos espacios me gusta relativizar los grandes problemas, quedan aplastados y reducidos a polvo aunque sea por un rato.
Llego arriba a la frontera y hay que tocar de nuevo con los pies en el suelo.
Esta vez el paso ha sido muy rápido, muy poca gente cruzando por aquí. Tan rápido que no me han hecho el papel de importación temporal de la moto, ni yo lo eché en falta en un principio, aunque más tarde le daría vueltas pensando que quizás aquí sería algo telemático y a la salida del país lo comprobarían. Pero no, no es así, no lo hice y como me dirían al cabo de unos días en la salida, yo tenía que haberlo exigido me dijo la agente, podía haber tenido problemas en cualquier control si me lo hubieran pedido.
Y sobre el tema del seguro, aquí arriba no hacen seguros, una de las razones que me dicen, es porque no hay nada de cobertura y no se podría contratar on-line. Otra vez a buscar pueblo a pueblo para sacar un seguro. Esto ha sido algo que se ha comido mucho mi tiempo y energías, la contratación de seguros, y una lección de la que sacar algo en claro, por mucho que cueste hay que venir con los seguros hechos.
He estado un rato por allí, me gustan las fronteras una vez pasadas, es como que necesito mi tiempo para comprimir lo que dejo atrás y empezar a tantear lo que viene de nuevo.
En unas barracas de comida rápida cambio la moneda que me queda y me voy a tomar un buen café a la gasolinera que ya hay en el lado argentino.
Una vez vaciado el bidón aunque no cabe mucha gasolina lleno el depósito en el surtidor. Ha sido la primera vez que lo uso y también la última, ya que se ha quedado en el cubo de la basura. Realmente tenía muchas ganas de perderlo de vista.
Un poco de charla con unos colegas camioneros mientras fumo, me cuentan que si ahora es costoso subir esos puertos con más de 40.000 kg., no hace muchos años y sin asfaltar no habían bastantes horas en un día para hacerlo. También me han adiestrado un poco a la hora de pagar las coímas que me aseguraban iban a caer sobre mí, sobre todo en la región de Tucumán, donde parece que tenían fama por eso. Una amena y didáctica charla.
Me pongo en marcha de nuevo ahora siempre cuesta abajo entre largas rectas y pequeños salares.
En el primer poste que encuentro vuelvo a llenar el depósito y me encuentro con semejante triciclo y su V8. Pensaba de entrar con eso a la ITV de mi barrio y la cara que iban a poner.
Las series han hecho mucho daño.
En el siguiente pueblo que encuentro, intento sin éxito hacer el seguro. Lo que si puedo es comprar una tarjeta para el teléfono, aquí a sido más fácil que en Chile.
Esta parte del norte parece tan pobre como sus vecinos bolivianos y sus fisonomías también son similares.
Ya hago los 130 kms. hasta Purmamarca, mi destino de hoy, de una tirada atravesando kilómetros de rectas y un par de salares bien grandes y con bastantes turistas.
A 30 kms. de llegar la R52 se convierte en una espectacular carretera entre barrancos y buenas curvas donde ayudado por los 2.000 mts. de descenso he disfrutado de la moto en su comedida versión deportiva como pocas veces.
Y llego a Purmamarca sobre las cinco y media de la tarde.
Aún así me sirven mi primer trozo de carne argentino. Que mejor nombre para la cosa que mata-hambre.
Sin perder mucho tiempo ya que el sol empieza a caer voy con la moto a dar la vuelta alrededor del pueblo, por el camino que lo rodea y ver los cerros de los siete colores.
Aunque creo que es mejor verlo bien temprano por la mañana ha sido una buena excursión para hacer la digestión. Y así poder estar preparado para la cena repitiendo bar y mesa.
Un modesto Tamal de Llama ...
Otro lugar turístico pero con un ambiente mucho más relajado que el de ayer.
Después de la paliza del día anterior, he empezado tranquilo y buscando información para sacar el seguro de la moto. En Jujuy que me venía de paso había encontrado algo, pero el chico del hostal me recomienda ir en dirección contraria, al pueblo de Tilma. Ya que por el otro lado me encontraría un control permanente de carreteras y pasar sin seguro no es buena idea.
Encuentro por internet donde hacerlo y me voy a Tilma, donde consigo hacer un seguro después de esperar un par de horas por problemas con la matricula extranjera, por unos 18 € creo recordar y un mes de duración. Es cerca de la una del mediodía y pongo dirección Salta mi destino de hoy. Al volver a pasar por Purmamarca veo el control y como paran a coches y autobuses y examinan detenidamente, a mi no me paran. Si lo hubieran hecho y sin seguro la multa sería de 1.000 pesos y quizás alguna coima. Pero eso ya no es problema ,
Los últimos kilómetros antes de Jujuy ya son de autovía, allí me he salido para repostar en el centro de la ciudad, que ha resultado ser más grande de lo esperada y para retornar a la autovía me ha costado un poco y alguna calle en contradirección. Con la autovía a la vista ya, un fuerte y agradable olor de carne a la parrilla, me hace frenar en seco y aparcar en frente de la churrasquería y entre un calor sofocante me he comido mi primera parrillada argentina.
De aquí hasta Salta ya es casi todo autovía excepto algún tramo de un carril y algún otro en obras. Ya es la segunda o tercera vez que coches adelantando de frente a mí, me ignoran totalmente. Y yo aguanto casi hasta el final por mi carril, pero hoy me ha pasado uno rozando y su cara era de máxima tranquilidad. Vaya que las pequeñas motos aquí, somos casi invisibles para algunos. Y en el tramo en obras por poco me come un camión, al que adelantaba por un carril delimitado por piedras, mientras él sin verme se me iba echando encima, aquí pasé miedíto, solo se dobló el espejo.
Llego a Salta por todo lo alto, después de pasar un control policial hay un mirador en el que paro básicamente porque veo un bar y estoy deshidratado. El bar está cerrado por lo que acabo bebiendo el agua caliente de la maleta y ya que estoy me distraigo un rato con la vista de la ciudad.
Desciendo a la ciudad en el último tramo de hoy, lo primero que me encuentro, son anchas avenidas y grandes parques con buenas sombras y fuentes disparando agua a gran altura, una refrescante imagen para una tarde de temperatura sofocante.
Hasta llegar al centro donde tenía el hostal, recorro una ciudad de grandes y ordenadas calles, a primera vista resulta muy agradable.
Una vez en el hostal, lo primero que hago es beber cuatro vasos de agua del tirón, hoy he pasado sed, no sé si la parrillada tendrá algo que ver.
Tras una ducha, guardo la moto en el parquing no si antes regatear el precio un poco, querían cobrarme el precio de un coche! Acabe consiguiendo casi la mitad.
Ya bien fresco e hidratado me voy a la plaza donde el ansia me hace pedir una limonada y una cerveza. Las dos enormes pero no hay prisa, me las acabaré bebiendo en medio de manifestaciones reivindicativas.
Era ese día de la semana en que se ponen todos de acuerdo para manifestarse y reivindicar cada uno lo suyo. Me gustó la implicación de esta gente.
Alguna pizza cenaría ya que no lo recuerdo para nada y un paseo para hacerla bajar un poco.
Lo dicho, un lugar bonito y agradable acorde con el alojamiento.
Sin madrugar demasiado, acabo de difinir la ruta con la ayuda del chico del hotel, pasaría por Cachi donde me asegura una ruta bonita y por distancia ya podía coger el hotel allí también.
Inicio ruta por la que tenía prevista anteriormente por un camino que bordea un lago, pero una vez andado unos kilómetros por una pista con poco interés doy la vuelta y pongo rumbo al destino de hoy, fue un acierto porque la nueva ruta hasta Cachi resultó larga pero muy entretenida. Que empezó por una estrecha carretera de montaña y acabó siendo un húmedo camino con niebla y ratos de lluvia, bordeando el Parque nacional los Cardones.
Entre nieblas alguna parada para fumar algún cigarrito en una mañana fresca, el húmedo camino algo delicado para mis manos, corona un puerto donde solo puedo intuir que las vistas debían ser fantásticas y hoy no me tocaba verlas, bajando ya, la niebla empieza a escampar y aparece un viento que que se lleva cualquier rastro de nubes.
Vuelve el asfalto en grandes llanuras plagadas de cactus. Estoy en la mítica ruta 40.
Con la temperatura y los ánimos subiendo voy entre solitarios y bellos paisajes.
Y finalmente llego a mi destino sobre las cinco de la tarde.
Una vez descargada la moto y hecho el checkin me voy con ella a la plaza donde había visto tres moteros con grandes Ducatis trail en una terraza. Aparco orgulloso mi Tenerinha cerca, pido un bocata y me siento en la mesa de al lado. No hay ni un triste saludo, peor para ellos no les pienso ni ofrecer un trozo. Jugamos en ligas distintas y estos están en gilipollas de primera división.
A mi derecha veo otra moto, una transalp 600 que además le falta la rueda trasera, llega su dueño con la rueda recién reparada de un pinchazo y se propone montarla, pero antes saluda efusivamente en mi dirección, y yo hago eso tan divertido de mirar hacia atrás a ver a quién saluda, no hay nadie más que yo, no solo dejo de sentirme invisible sino que devuelvo el saludo y voy a hasta allí con mi bocata para charlar con él y echarle una mano en el montaje de la rueda. Es Abél, un porteño recién mudado a Salta y de excursión por los alrededores. Compartiríamos cena y charla hasta bien tarde.
Entre muchas otras cosas me advirtió que la ruta que yo quería hacer mañana por la R 40 hasta Cafayate era durísima, literal. Con 160 kms. muchos de ellos de pista rizada y arenales. A estas alturas lo veo asequible por duro que sea pensé.
Y de lo mejor que se puede hacer en Argentina para rematar el día.
Hoy no he salido hasta las diez de la mañana, las charlas con un argentino no suelen ser cortas. Como ya me avisó Abél la ruta de hoy ha sido realmente dura y las altas temperaturas también han ayudado a que así sea.
Los primeros kilómetros han sido mas o menos rizados y ahora un rato de pié y otro con el culo en el rulo lo voy llevando.
Muchas paradas para hidratarme y comprar agua fresca cuando se encuentra alguna tienda en medio del camino.
Luego ya han venido muchos kilómetros de arenales.
A medio camino se encuentra una especie de posada, donde poder desayunar y tomar café en una sombra no tiene precio.
En estas condiciones mi velocidad es muy baja y mi precaución quizás demasiado alta, aún así he visto en varias ocasiones como se me iba la rueda delantera con sus respectivos sustos. Con arena me enseñaron a estar de pié y dar gas, siempre gas,,, durante 160 kms ?? Cuando la cosa se me complica, bien sentado y los pies en el suelo, que por cierto, se llenan de arena. También me enseñaron a cambiar las presiones por campo, y la verdad es que ni las he mirado en todo el viaje y a falta de pinchazos, las palancas, parches y bomba solo han hecho que pasearse conmigo durante muchos días. Y espero que siga así, aunque ya se empieza a apreciar el desgaste de las gomas y voy pensando en el cambio de la trasera por lo menos.
Lugares de fantásticos pliegues y alguna bodega se empieza a ver también, voy viendo carteles de una ruta del vino.
Poco a poco van pasando alucinantes paisajes y kilómetros, ya hacia el final como unos badenes para salvar riadas, que en vez de agua llevaban una fina arena, me confirma que el camino siempre puede ir a peor y a veces a mejor también. Depende de si uno va o viene.
Por sorpresa mía 30 kms. antes de llegar ha empezado el asfalto en la R40. Aprovecho para descansar en una buena sombra y babear con una familia que se bañan en una poza donde cae un gran chorro de agua desde un tubo en lo alto.
He estado un buen rato mirando como jugaban los niños en el agua muerto de envidia.
Justo aquí empieza a cambiar el árido paisaje.
Lo que era una hora mínimo a destino, se ha convertido en quince minutos máximo. Por una carretera bastante nueva y con muchas viñas al margen. Entre estas y el asfalto todavía se ve la fina arena del lugar.
Antes de entrar a Cafayate lleno el depósito de la moto y voy en busca del hospedaje, que son como unas cabañas de madera en un extremo del pueblo, muy correctas y a buena distancia del centro para poder ir andando y estirar las piernas.
Una deseada ducha y una buena sombra en el jardín mientras repaso rutas, hablo con la familia y como no, fumo. Fumo y observo esta ADV brasilera con su curiosa matricula.
El juego era adivinar quién de los dos que estaban en el jardín con sus portátiles era el dueño. Era un juego fácil, pero me hacía gracia alargarlo y en ese momento todos estamos enfrascados con el wifi. Tenía ganas de charlar con el brasilero pero más tarde quizás.
Me he ido al centro en busca de una buena y merecida cena, hoy que recuerde comí un sandwich a media mañana. Y la churrasquería que elijo no empiezan a servir cenas hasta las nueve o nueve y media. Algo habitual aquí, yo a las siete ya cenaría pero ellos se ponen muy tarde. Unas cervezas para hacer tiempo y algún paseo más por la plaza donde no paraba de llegar gente corriendo a una meta , mientras otros aplaudían. Se estaba celebrando alguna carrera con gente que no eran de allí.
Finalmente tuve mi recompensa.
Medio kilo de asado de vacío con unas cervezas artesanales y rematado con un buen café, música en vivo y unos cigarritos, han puesto broche de oro para un día tan duro como grande. Mi mejor día argentino sin duda.
Después de desayunar he estado charlando un rato con el brasileño de la BMW, estaba buscando rutas para una agencia de viajes en la que trabajaba, interesante y envidiable trabajo. Me ha recomendado una ruta por Brasil que ya tenía marcada para hacer, pero si encima es recomendada por alguien conocedor de la zona, mucho mejor.
Otro día de salida tranquila, a medida que le voy viendo el final al viaje voy con más calma en todos los sentidos, disfrutando cada momento, como relentizándo lo inevitable.
La salida de Cafayate ha sido seguida de viñas y bodegas. Una estrecha y entretenida carretera de asfalto roto, ha empezado a subir por cerros y la temperatura a bajar, al coronar y empezar el descenso, el paisaje cambia radicalmente y el verde se va apoderando como si fuera un paisaje pre alpino. Si la subida ha sido buena, en la bajada he disfrutado gastando las gomas por los laterales.
Sobre las once ya he hecho 100 kms. casi sin darme cuenta y paro en un restaurante para desayunar, pero aquí las que marcan los tempos son las parrillas y estas todavía no tenían brasas, pues un cigarrito y a seguir.
Ya en el segundo tramo de hoy, me veo en una carretera muy sinuosa llena de vegetación tropical, donde no se puede ver nada que no sea verde, muchas sombras y temperatura en aumento y tornattis, muchos tornattis, siempre en bajada.
Hay una especie de bar en medio de una curva y vuelvo a intentar comer algo. Es el típico sitio que nada más pedir, ya estoy arrepentido y saldría corriendo, pero también sé que si empiezo así al final no comeré. Como una dudosa empanada y un café malo, con que no me haga daño me conformo. Hasta el día de hoy ni un dolor de barriga, imagino que algo tendrá que ver la suerte, como con los pinchazos.
Dejada atrás la fantástica carretera de montaña, empiezo el tercer y último tramo de hoy, todo bien recto y finalmente una autovía para acceder a mi destino de hoy, San Miguél deTucumán. Una gran ciudad, encuentro el hotel a la primera. Un hotel de categoría en la misma Plaza de la Independencia que se ha quedado desfasado en el tiempo, aunque con el aliciente de tener una buena piscina en la terraza.
Un chekin rápido, la moto guardada y a disfrutar del agua con vistas a la ciudad.
Se podría decir que amorticé el hotel todo lo que pude.
Fresco y en chanclas voy a comer alguna cosa más triste que la de ayer y a dar una vuelta por el centro que hoy lo tengo cerca.
La ciudad es parecida al hotel, en el sentido de que parece que tuvo tiempos mejores,
Y parece que la Navidad está aquí al lado, aunque me resulte extraño por la indumentaria en general.
Otro baño tras el paseo y ya casi a punto para cenar. Lo hago en una pizzería en frente del hotel con una terraza grande en la calle y aquí me deja con mal cuerpo ver a niños y niñas con bebés pidiendo a los clientes, pero no piden dinero, preguntan si te vas a comer lo que sobra en el plato, lo que ya no quieres y eso se lo llevan, o mejor dicho se lo comen allí mismo. Trozos de pizza, batidos, mierdas varias para la pura subsistencia. Una imagen triste sobre las miserias de la calle para acabar el día.
Hoy me he dormido, creo que por primera vez, quizás los 400 kms. de rectas que me esperan hasta Quimili no entusiasman demasiado.
A una velocidad media de 90 kms/h a la que someto a la Tenerinha para que vaya relajada, se hacen muy cansinos estos trayectos.
Me voy con mi bolsa al parking a unos metros del hotel y la temperatura a las diez de la mañana ya es bastante alta.
Salgo sin problemas de la gran ciudad y hoy solo se trata de hacer kilómetros entre grandes y monótonas pampas y solo hago eso. Una sola foto en todo el día, a la llegada.
Debía ser saliendo de la región de Tucumán donde me encuentro un control policial, me da el alto y pide los papeles, todavía no había sacado los papeles, se me acerca a la oreja ( yo con el casco puesto ) y me dice...
- Hay que colaborar
Estoy sordo... Eh?
- Hay que colaboraaar... Repite.
Le pregunto si los papeles están en orden. Mientras asiente con la cabeza, vuelve a insistir...
- Hay que colaborar.
Ya se empieza a cabrear y empieza un interrogatorio.
- ¿De donde viene?
- Tucumán. Respondo yo.
- ¿A donde va?
- A Quimili.
- ¿Provincia?
Mierda!! Me ha pillado pensé. Y su cara fue de...Te pillé!
- Hay que colaborar. Sigue insistiendo.
Saco el paquete de tabaco y le ofrezco un cigarrillo , pero niega con la cabeza y vuelve con la canción.
- Hay que colaborar...Pero esta vez añade - Una gaseosa.
Bueno, por lo menos ya le hemos puesto precio a la cosa y empiezo con las penas, que si no llevo nada, que si voy buscando un cajero..
- Un cajero...Dice descreído.
Y volvemos a las mismas, colaboración y ahora además gaseosa.
Ya estaba abriendo la cremallera del bolsillo para sacar la cartera, pensando que ahora al ver pasta, palmaba seguro.
Finalmente y como se había formado un poco de cola detrás, me ha dejado ir con no muy buena cara.
He salido pitando y apretando a la pobre moto por miedo a que se lo repensara, al momento ya estaba riendo y saboreando mi pequeña victoria.
En un par de tiradas largas llego a destino, un lugar con poco interés, en el que justo esos días estaban deteniendo a personas importantes del pueblo en relación a un macabro asesinato de un niño. Por lo que sonaba una sirena como de alerta en todo el pueblo que ponía los pelos de punta.
Un barato hostel de carretera donde fue complicado dormir y otro día más.
La foto !
Hoy tocan otra vez más de 400 kms. por interminables y aburridas rectas hasta Corrientes.
Me dormí tarde y me levanto temprano, tenía un caballo en la habitación de arriba.
A las ocho ya estaba en marcha habiendo desayunado y descansado poco, hago una tirada de 230 kms. cuando paro a repostar y comer algo en un día otra vez muy caluroso, se nota la llegada del verano.
Un par de paradas más y llego a destino sobre las cuatro de la tarde. Me esperaba una ciudad más bulliciosa y grande, parece tranquila.
Tras la rutina ya de descargar, ducha etc., voy dando un paseo hasta el parque que esta a orillas del río Paraná .
Con una anchura impresionante.
El mismo río que vi al principio del viaje en Iguaçu, me hace repasar un poco lo vivido .
Otro día caluroso y de grandes tiradas rectas entre verdes pampas donde pastan vacas y caballos. La visión es algo más bucólica que días atrás.
Es evidente que esto se está acabando, ya falta menos para llegar a casa.
Un poco de desayuno en uno de esos bares otra vez, que lo mejor que tienen es la mesa en la calle para fumar.
Algún peaje de los que hay en los límites de regiones o provincias.
Menos en Brasil, en el resto de países visitados las motos no pagan. Hay un estrecho carril a la derecha para el paso de motos y bicis si es el caso. Algunos tienen un pulsador para levantar la barrera, muchos son de tierra y otros como alguno en Perú de arena fina, por los que mejor no pasar. Si pasas por el sitio de coches y tienen sensores a veces se cabrean porque saltan y no cobran.
A eso el día se ha ido tapando y ha empezado a llover, lo que ha a hecho que me ponga el impermeable y gracias a eso seguramente a dejado de llover, con lo que el bochorno dentro del traje se ha hecho insoportable, por lo que me lo he quitado de nuevo. Un poco más tarde el cielo se ha ido poniendo negro delante mío y veía la cortina de agua a poca distancia, paro, no paro...hasta el punto en que se cruza esa cortina un lado seco y el otro mojado. Pues va a ser mejor que pare de una vez que ahora parece que va en serio.
Esta vez me ha costado ponerme el impermeable, unas fuertes ráfagas de viento me lo han puesto difícil. Y eso me hace recordar la conversación con la chica del bar. Según me contó hacía un par de días un huracán había causado destrozos en el pueblo. Y la verdad, yo no sé que hay que hacer en esos casos a parte de acojonarse. Ahí debajo de los árboles no sabía si era mejor o peor, si recular o quedarme...las vacas de la granja mugiendo todas juntas, vaya que sin querer se me aceleró la respiración.
Decidí quedarme encima de la moto hasta que aflojara, por miedo a que se cayera si la dejaba sola y afortunadamente no fue a más. Alguna ráfaga fuerte y poco más.
Pero le tengo respeto a esta naturaleza viva. Tiene su genio.
Media hora después ya solo queda alguna ráfaga de viento y me pongo de nuevo en marcha, estoy tan solo a 40 kms. de mi destino de hoy, Posadas ya en la región de Misiones.
Cuando llego ya ha dejado de llover, aunque por las obras cercanas y el tránsito de camiones la carretera está roja por el barro. Parada a repostar y a quitarme el impermeable antes de acceder al centro.
Es una de esas sensaciones agradables de ir en moto, después de una tormenta de verano quitarte el impermeable y sentirte rodando fresco y liviano.
Llegada al hotel ducha frankfurt guarro y a pasear.
Voy calle abajo a ver de nuevo el Paraná, tiene algo que me atrae.
Un cuidado paseo con una antigua estación de tren y vistas a Paraguay.
Una gran mangifera ornamental.
Argentina
Paraguay
Una vuelta por el centro una buena cena y a dormir.
Salgo sin complicaciones de la ciudad en un día bueno que pinta va a ser caluroso también, siguiendo el cauce del gran río en el último día por Argentina, una ruta que hoy será corta y turística.
Le fértil tierra roja es difícil de ver por la espesa vegetación, una divertida carretera de toboganes me acerca a la Misión de Santa Ana, la primera que encuentro y visito.
El boleto de acceso cuesta 200 pesos y sirve para visitar seis o siete de las misiones argentinas.
La verdad es que no queda mucho por ver, la selva no da tregua y reclama lo que es suyo. Aún así me gusta imaginar lo que aquí hubo.
Vista Santa Ana voy a ver la más grande y bien conservada, La Misión de San Ignacio Mini. Siendo mucho más turística (en la anterior estaba solo) no encuentro mucha gente y todo y que no queda mucha cosa en pié, la disfruto mucho y hago fotos para aburrir, me escapo del guía y me puedo mover solo y hacer fotos antes de que llegue el grupo.
Será porque la peli de La Misión,(que no era aquí) me gusto mucho, que he disfrutado de poder estar tanto aquí como antes en las cataratas de Iguaçu.
A la salida como justo delante en una churrasquería donde me habían dejado guardar la bolsa y la moto, una parrillada de puta pena y me doy una vuelta para comprar algún recuerdo. Otra vez la miseria con los niños indígenas guaranís pidiendo alguna cosa a los turistas. Recuerdo aquel crío de unos cuatro años teñido de rubio que me pedía dos pesítos mientras rechupaba un sucio peine con el que se iba acicalando un chavalín entrañable.
Con un fuerte calor, sobre las tres de la tarde pongo rumbo a mi destino de hoy, San Javier , un pueblo con poco encanto ni interés, pero es donde está el paso en barca a Sao Xavier al otro lado del río Uruguay que me separa de Brasil.
En el pueblo hoy celebran la fiesta de la caña, pero aquí todo empieza muy tarde y mañana sábado tengo que madrugar, ya que solo cruzan el río fronterizo dos barcas, una a las ocho y otra sobre las diez, y me gustaría coger la primera.
A dormir mi última noche en este país en un sencillo pero confortable hotelíto.