Día 26.- Ayvalik - Lesvos - El Pireo (236 Kms. / Acumulados 8.928 Kms.)
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Día 27.- El Pireo - Patras - Ancona (234 Kms. / Acumulados 9.162 Kms.)
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Día 28.- Ancona - Roma - Civitaveccia (383 Kms. / Acumulados 9.545 Kms.)
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D3MIO:
Comenzamos la vuelta "de verdad". Por este motivo, se acumulan las horas de ferry y las de espera, por lo que en este capítulo os pondremos todo la vivido en una sola entrega.
A partir de hoy cogeremos 4 ferrys, empezando por el primero de Ayvalik a Lesvos, una isla griega a pocos kilometros de Turquia, que nos permitirá enlazar con otro ferry que nos llevará a El Pireo junto a Atenas.
La mañana empezó mal, siempre tengo una especie de ritual a la hora de preparar por las mañana la Taca con todo el equipaje, de esta manera, procuro que no se me olvide nada. La primera es quitarle el bloqueo del Key-Less para dejar la direccion libre y poder la bolsa sobre-deposito. Pero cual es mi sorpresa que no hace nada (ni pompas) y el ferry a dos kilómetros y a cuarenta minutos de que zarpe. El resto os lo contará Tacirupeca.
Lesvos: Una isla que merece la pena ser visitada, las carreteras estan hechas para ir en moto, curvas y mas curvas junto a la orilla por las montañas con vistas impresionantes al horizonte,lo dicho para divertirse y disfrutar.
El Pireo - Ancona: Una autopista sin más, cuando circula cerca del mar el viento se mete bastante por la derecha, pero nada que destacar.
Ancona- Roma: Una autopista de peaje, que si la tuvieramos aquí, habríamos crucificado a todo responsable de esta... Que carreteramas mala, mas estrecha, mas mal indicada, mas.... de todo malo. Me quedo con la otra ruta que hay bajando junto al mar hasta enlazar con teramo,mucho mas moderna y mejor acondicionada, por supuesto alas vistas espectaculares en algunos tramos.
Tacirupeca:
Desde Aivalik, Turquía hasta Roma. Amanece un mar de seda, las olas apenas rozan la arena ausentes de murmullos... equipamos la Taca para tomar el ferry de las 9 horas que nos lleva a la hermosa isla griega de Lesbos. Me quedo pagando la habitación y cuando voy a subirme Manolo me dice que Taca no arranca... “está muerta” son sus palabras... Repaso mentalmente en apenas unos según de duro silencio la rutina diaria de la noche... no puede ser! Está profundamente dormida, no hace amago de arrancar... quizás cansada de tanto galopar en caminos ajenos... la miro y siento una frustrante desesperación, quedaba tan poco para terminar... no es la batería, no es el contacto, no es la bomba de la gasolina... ella se deja acariciar inmersa en lo recorrido. Busco desesperada en mi móvil situaciones parecidas mientras Manolo habla con el seguro para poner en marcha un plan de vuelta. Una palabra se repite en todas las respuestas... humedad... humedad... humedad. Y si al dormir en la calle junto al mar en una noche especialmente húmeda y calurosa algo estuviera mojado de más?... Manolo se fija en la pequeña caja negra que va debajo del contacto de encendido que lleva un pequeño interruptor que activa toda la moto... le da calor y cariño y... et voilà!...se enciende casi milagrosamente. La equipamos de nuevo y nos dirigimos veloces a la terminal del puerto para embarcar, con miedo de no querer parar a nuestra compañera por si decide dormitar de nuevo. En dos horas estamos en Mitilene, la capital de Lesbos, hasta las 20 horas no sale el siguiente Ferry que nos lleva al mitológico Pireo. Decidimos recorrer la isla azul donde la mar de acuarela besa el asfalto caliente y deja traslucir sus peces de piedra... las caracolas brotan plantas de la tierra... y los niños refugiados asoman sus ojos por las estrechas veredas, abrazados al pecho de sus madres con las carnes prietas para tirar adelante de sus casas deshechas... La isla es un paraíso verde y azul de gentes abiertas y frutos de mar. Los pulpos se secan al sol en los patios de naranjos y palmeras y la brisa trae a la mente el olor a “yerbabuena”. El tiempo pasa volando y volvemos a puerto para coger el Ferry al Pireo navegando toda la noche en estelas de aguas doradas. Hablando con vosotros mi amiga Luisa del Paso me advierte de que hay un gran incendio, tendremos cuidado... le respondo sin saber que íbamos directos al mismo infierno. Llegamos a Atenas al amanecer y el aire huele a lumbre, una nube oscura envuelve el cielo de la ciudad como un castigo... subimos a ver la Acrópolis que temblaba con el crepitar del fuego cercano. Cerrada, ver ese conjunto de templos era otro objetivo fascinante que se cerraba a mis manos... la saboreé hace dos años en otro viaje y estaría media vida recordando cada centímetro de piedra tallada... se me hace difícil ver ese complejo vacío de turistas y amantes del arte... con un pellizco en el pecho tenemos que irnos para poder solventar cualquier eventualidad provocada por esos malditos incendios. Avanzamos por la autovía descubriendo la enorme tragedia que se estaba desplegando como las manchas ariscas del alquitrán... Varios frentes de fuego convertían en ceniza las ilusiones forjadas de centenares de familias que ya no tenían nada... ni siquiera sus vidas... las lenguas rojas de un fuego atroz e insaciable avanzaban alentadas por el fuerte viento sibilante... sólo quedan tizones ardiendo entre bosques que ya son negras tierras baldías. Los aviones arañan el cielo soltando bocanadas de agua, a todas luces, insuficientes ante el terrible enemigo... tenemos que salir de ahí, apretamos los dientes y cruzamos el frente que caldeaba el arcén de la carretera... pasamos el canal de Corinto... paramos a ver ese canal imponente e imposible con los ojos abrumados de ver tanto dolor infringido a tanta buena gente... el ser humano es capaz de lo mejor... pero también de lo peor... Alcanzamos Igoumenitsa, embarcamos rumbo a Ancona, en Italia, donde una puesta de sol infinita nos da las buenas noches y serena nuestro corazón desbordado con minutos de paz que se hacen eternos... Despertamos navegando sueños y vamos directos a visitar la bella Roma. Un sol esquivo salta de nube en nube apaciguando el calor entre los arcos del Coliseo o Anfiteatro Flavio construido en el siglo I con capacidad para más de 65.000 personas que disfrutaban de la lucha entre gladiadores y espectáculos públicos. Paso a hacer una visita a mi querido y airado Moisés de Miguel Ángel en la iglesia de San Pietro... es una de mis esculturas preferidas... La imaginación sitúa esta representación de Moisés en el pasaje de éxtasis tras recibir los Mandamientos en el Monte Sinaí, mientras que, en el valle el pueblo de Israel se entrega a la idolatría. Su tremenda expresión de ira es un fiel reflejo de la “terribilitá” que el artista, de genio temperamental y exaltado, maneja con maestría. Rodamos hasta el edificio más especial para mí, el Panteón de Agripa dedicado a todos los dioses, no puedo dejar de sobrecogerme y emocionarme cada vez que lo vivo... esas tremendas columnas recias y precisas... esa enorme cúpula perforada por un óculo de 9 metros de diámetro... una creación arquitectónica perfecta con técnicas constructivas romanas que han permitido a la cúpula resistir diecinueve siglos sin necesidad de reformas o refuerzos. Continuamos con los magníficos frescos De la Iglesia de San Ignacio de Loyola, la remozada Fontana de Trevi inmersa en una marabunta de turistas asfixiante, el castillo de San Angelo junto al río Tíber y San Pedro inmortal... pero cada rincón de la antigua Roma narra una historia, en cada recodo brotan piedras que hablan de un pasado esplendoroso, cada esquina se tiñe de leyendas y afrentas... de dioses páganos que blasfeman y de Santos que salvan almas en la tierra... la gente bulle al compás de las chicharras chillonas que jalean el calor... tomamos un helado de pistacho y frutas del bosque en la plaza Navona y, cuando la luz comienza a evadirse entre las rendijas de los edificios rojos, cabalgamos rumbo a Civitavecchia para tomar el último Ferry a Barcelona. La noche nos abraza con sus sombras y los sueños empiezan a despertar... es la hora de descansar... gracias por haber compartido esta aventura con nosotros!!