2019 Perú histórico y siempre sorprendente

jaimeleonu

Curveando
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Hola

Como a causa de lo que todos sabemos, los temas de viajes recientes por fuera de Europa escasean y por si alguno se quiere entretener, iré poniendo la crónica del último viaje que hice antes de la pandemia. Fue en octubre de 2019, y reconozco que en esta ocasión he sido un poco perezoso y entre unas cosas y otras, hasta ahora no me he puesto con su crónica.
En el relato del viaje por Perú del año 2018 hice una introducción acerca de particularidades de la conducción por allá y de su sociedad en general,


así que en esta ocasión me saltaré lo referente a esos asuntos e iré directo al grano...




Mi intervención y colaboración dentro de la organización de una nueva edición del Encuentro Grandes Viajeros Perú, este año ya la tercera, fue el motivo que me llevó a realizar un nuevo viaje por ese país. En la tarde del jueves 10 de octubre, igual que en años anteriores mi amiga y delegada del E.G.V. en Perú, Marisol Huacac, estaba esperándome en el aeropuerto Jorge Chávez de Lima. Amablemente me llevó en su coche hasta mi hotel. Este año, y debido al cambio de ubicación del E.G.V, me alojé en el barrio de Miraflores, en el bonito hotel Antigua Miraflores.


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La mañana del viernes me acerqué hasta el barrio de Chorrillos, donde se ubican las instalaciones de Motoviajeros Perú. Allí me esperaban sus propietarios, Iván e Inés, para realizar los trámites de la moto que me acompañaría en este viaje, una BMW 800 GS de su flota de alquiler. Como ya somos amigos de otros años, los trámites fueron rápidos y mientras compartíamos charla y un café, nos citamos en vernos al día siguiente en el E.G.V. y acordamos, como el año pasado, que el domingo por la tarde me entregarían la moto en mi hotel, de este modo podría dejar todo preparado para el lunes abandonar Lima lo más temprano posible . La tarde-noche de ese viernes la dediqué a ultimar los detalles de la celebración del evento, y junto al equipo organizador, Gladys, Thalía, Iván y la propia Marisol vistamos el salón de la Universidad limeña de San Martín de Porres, donde el sábado se ofrecerían los audiovisuales, y dejamos todo preparado para la inauguración en la mañana del día siguiente. Por si alguno quiere saber algo más acerca del desarrollo del fin de semana del III E.G.V. Perú hay una crónica en http://encuentrograndesviajeros.com/asi-fue-el-3o-e-g-v-peru/


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Mi ruta de este año combina una primera parte ya realizada en anteriores ocasiones , con otra totalmente nueva para mí. La novedad comenzará a partir de Trujillo, iré a Cajamarca, Kuelap, Chachapoyas, Chiclayo, vuelta a Trujillo para desde aquí volver a encontrar una ruta ya conocida, recorreré el impresionante cañón del Pato, intentaré la subida que tenía pendiente desde el 2018, hasta los 4.200 m donde se encuentra la laguna Parón, posterior parada en la Universidad UNASAM de Huaraz, y para terminar como siempre en Lima. Total 2 semanas y media en el Perú y unos 3.000 k de moto .





Como había aprendido bien la lección del año pasado, quería a toda costa evitar los enormes atascos que los lunes en la mañana se forman en Lima. Antes de que aparecieran los primeros rayos del sol, a eso de las 6 a.m. ya estaba recorriendo la vía rápida que atraviesa gran parte de Lima. Esta vía está prohibida a las motos, aunque a esas horas confiaba en que todavía no estuviera vigilando la policía. Mi rumbo era hacia el norte, en busca de la carretera Panamericana. Más de 500 k me separaban de la ciudad de Trujillo, mi destino para ese el primer día. La mañana se presenta soleada y la ruta me trae recuerdos el año anterior en que la realicé en sentido inverso. Es el cuarto viaje que hago por este país, por que la experiencia acumulada en cuanto a cómo se circula por aquí, hace que los kilómetros vayan pasando sin grandes contratiempos.


Lo único reseñable es el fuerte viento que me acompaña desde la ciudad de Chimbote hasta cerca de Trujillo. Tras la paradas habituales en todo viaje para desayunar, repostar y descansar, comer...Y las intrínsecas en cualquier viaje por Perú, y Sudamérica en general, tales como controles policiales, accidentes, y rodeos por reparaciones o cortes de la vía por algún desastre natural, sobre las 16 horas entro en Trujillo.

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Como conozco la ciudad, no tengo dudas a la hora de buscar hotel, voy directo al Libertador, este año renombrado como Costa del Sol Trujillo, que se levanta en una esquina de la Plaza de Armas dentro de un bonito edificio colonial.


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Tras los saludos a los empleados que me recuerdan del año pasado, llamo a una de mis amistades en la ciudad y quedamos para cenar juntos y ponernos al día. La sobremesa no se puede alargar mucho, mañana temprano dejaré la ciudad. A diferencia de Europa, acá las distancias en kilómetros no dejan de ser una simple cifra desconocida para la mayoría de la gente. Acá las distancias no se miden de ese modo, se miden en horas de viaje, y para mañana lo previsto, si todo va bien, son unas 6 ó 7 horas las que me esperan para recorrer los poco más de 300 k que separan Trujillo de la histórica ciudad de Cajamarca. Dejaré la costa del Pacífico, y la "fácil y sencilla" Panamericana.


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Mañana me internaré por mis majestuosos, queridos y añorados, pero también, a veces para mí, temidos y complicados Andes. A partir de Trujillo será terreno desconocido para mí. Pocos kilómetros después de dejar atrás la ciudad, tengo que reducir drástricamente la velocidad. La Panamericana se convierte en una capa de asfalto ondulado y deteriorado. Afortunadamente sólo son unos 20 k, y por un cartel informativo me entero del motivo. Las fuertes lluvias que se produjeron por todo el Perú, entre enero y marzo de 2017, causadas por el recurrente fenómeno climatológico conocido como "El Niño", se cebaron especialmente en estas provincias del norte del país. En ellas hubo más de 100 muertos y casi 150.000 damnificados. A pesar del tiempo transcurrido, los desperfectos en la carretera y terrenos cercanos son bien visibles, aún así es difícil imaginar como debió quedar toda esta zona tras el paso de "El Niño" aquel año. En Pacasmayo, a la izquierda, debo tomar la carretera que me llevará a la cordillera, pero antes paro a ver uno de los habituales y coloridos mercados que se reparten por todo el país. Aprovecho y compro algo de fruta y bebida para el día de hoy.


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Reposto en una gasolinera situada en el mismo cruce y pregunto a la chica que me atiende por el estado de la ruta. Seguramente ella no habrá ido nunca a Cajamarca, pero la gente que trabaja en las gasolineras casi siempre son un buen punto de información


-La ruta es complicada, muy revirada en la sierra. ¿Pero de veras va ir usted manejando hasta Cajamarca en esta moto? ¿y por qué no toma el bus?. Irá mejor que en la moto...


Ya estoy acostumbrado a que en muchos países la gente no entienda porqué uno viaja en moto pudiendo hacerlo en otros medios, así que su pregunta no me sorprende. Con el depósito lleno, y la fruta y la bebida en el topcase, arranco y pongo rumbo a Los Andes....


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La soledad, el viento frío, las alturas excesivas, los paisajes increíbles, las carreteras retorciéndose una y otra vez, esto son Los Andes. A medida que asciendo el cielo se va cubriendo, aunque no tiene aspecto de que por el momento vaya a llover. Atravieso muy pocas poblaciones y no encuentro grandes inconvenientes en el camino, algún que otro corto tramo de tierra y poco más. Cerca de Cajamarca el tráfico, hasta ahora inexistente, comienza a ser más numeroso, poco a poco me interno en la ciudad. Voy derecho al mejor hotel de Cajamarca que, cómo no, se encuentra en la Plaza de Armas. ¡¡Sorpresa!! no hay habitaciones libres y me indican otro hotel cercano. En esta segunda opción ya no tengo problemas y rápidamente me instalo. Tengo que salir sin tiempo que perder, primero a almorzar y luego a conocer la ciudad, ya que mañana volveré a la carretera. A pesar de estar a casi 3.000 m. de altitud, la temperatura es agradable, pero tan pronto abandono el hotel, la lluvia comienza a caer con insistencia.


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Cajamarca tiene una población de algo más de 300.000 habitantes y por lo que veo es una ciudad con una gran actividad comercial. Algo lógico ya que por aquí las ciudades con un cierto número de habitantes, están muy separadas entre si, y ellas constituyen el centro neurálgico de los negocios abarcando una gran zona. Tengo suerte y deja llover, me gusta la imagen que la ciudad me muestra. La tormenta ha dejado paso a un cielo azul y el sol se refleja en sus calles húmedas y en sus edificios.


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Conocer lo qué ocurrió aquí hace siglos, es de vital importancia para entender algo más todo el devenir de la conquista del Perú. En el año 1532 sucedió un hecho clave en la historia, no sólo de Sudamérica, también de la de nuestro país. Aquí fue hecho prisionero el último rey Inca, el poderoso Atahualpa, a manos de los conquistadores españoles comandados por el hombre clave en la historia del Perú, Francisco Pizarro. El suceso ocurrió en la plaza de la ciudad, la misma que piso ahora, donde Atahualpa y su sequito fueron rodeados por los españoles. Las crónicas cuentan que tras su captura, el Inca accedió a entregar a Pizarro todo su tesoro. Atahualpa marcó una línea en la pared de la habitación donde estaba preso y se comprometió a llenarla de oro hasta esa altura, prácticamente hasta el techo. Procedente de todos los rincones del imperio Inca, durante meses fue llegando el oro. Atahualpa había cumplido su promesa.

Pero los españoles no sólo querían los tesoros de los Incas, también su imperio, y para ello lo primero era acabar con la vida de su prisionero y en su lugar nombrar a otro rey Inca con menos carácter. A pesar de haber cumplido su promesa, Atahualpa fue acusado de no querer aceptar la religión cristiana y de haber tirado al suelo, y con desprecio, una biblia que le entregó un fraile español. Evidentemente el Inca no entendía absolutamente nada, ni de lo qué le decía el fraile ni de lo qué representaba aquel libro indescifrable que le habían entregado. Tras un rápido juicio por su afrenta, Atahualpa fue ejecutado. Los Incas se quedaron sin su rey y pronto se quedarían sin su imperio, el próximo objetivo de los conquistadores sería tomar la capital del imperio, Cuzco.

En esta ciudad se produjo otro hecho que de nuevo marcó la historia, en Cajamarca se produjo el primer matrimonio mixto del Perú. Debido sin duda a su visión política, Pizarro, que contaba la edad de 54 años, tomó por esposa a una joven princesa Inca, 14 años tenía la criatura. Este hecho significó el inicio del mestizaje, de vital importancia para el desarrollo de los siguientes siglos.

Visito la supuesta habitación donde Atahualpa pasó sus últimos meses y donde trazó la famosa línea. Como todos los edificios de interés se agrupan alrededor de la Plaza, tengo tiempo de visitar la catedral de Santa Catalina, el convento de San Francisco y la iglesia de Belén. En esta última recorro uno de los primeros hospitales de Sudamérica, y también el interesante museo médico de la época que en la actualidad alberga este edificio.


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Recibo una llamada de un amigo limeño, le comento mi etapa de mañana y me da una noticia que hace saltar por los aires mis previsiones. Hace un par de años él hizo ese camino en autobús y lo recuerda como una mala experiencia. Según él, tardó unas 18-20 horas en llegar hasta Chachapoyas, separada de Cajamarca por 320 km. Mi ruta de mañana no llega hasta esa ciudad, ya que quiero parar antes para visitar las ruinas de Kuelap, el pequeño "Machu Picchu", pero aún así sólo son unos 40 km. menos que a Chachapoyas. No me concuerdan las horas con los kilómetros, aunque él hiciera el recorrido en bus. O mi amigo está equivocado, o la carretera tiene que ser mucho peor de lo que imagino. Pero en el Perú ya he aprendido a no infravalorar las cifras que me dan respecto a los tiempos que demora recorrer una distancia, en este país todo es posible...

Con la incertidumbre en el cuerpo, bien temprano lleno el depósito, guardo algunas provisiones y salgo a la carretera. Al principio todo es felicidad, un asfalto increíblemente perfecto, como es habitual con mu escaso tráfico y hoy con una agradable temperatura.

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“Mucho tiene que empeorar esto para que en menos de 8 horas no esté yo en Kuelap...”

Con esas falsas ilusiones voy devorando kilómetros. Pero tras unos tranquilos 40 k. y llegar al pueblo de Encañada, a partir de aquí todo va a cambiar, y de una manera que no esperaba...

Saludos !!
 
La lectura de la cronica de este maravilloso viaje cobra una nueva dimension habida cuenta de que, donde vivo, no podemos salir ni al pueblo de al lado. Digamos que se saborea mas :LOL:.
Gracias por contarnoslo Jaime. Pero sigue, sigue...
 
Gracias por compartirlo.
Te aseguro que me resulta más que interesante.
Un saludo, compañero.
 
Hola

Gracias por los comentarios, y como voy con un poco de retraso, arranco de nuevo para ver que me voy a encontrar en esta etapa que me debe llevar hasta el sitio arqueologico de Kuelap, aunque antes ...
 
Última edición:
Desaparece la buena carretera que traía y ésta deja paso a una más acorde con lo que estoy acostumbrado cuando viajo fuera de las vías principales de este país, es decir, se vuelve peligrosa, estrecha y con un asfalto muy deteriorado. Pero eso no es lo peor que me voy a encontrar...Unos 3 k después del pueblo hay una barrera y un hombre a su cargo. Pregunto el motivo y me dice que el tráfico está cortado desde las 6 hasta las 18 horas, ya que están asfaltando la carretera. Insisto en que me deje pasar, pero lógicamente es inflexible, son las órdenes que tiene. No me queda otra opción que rogar e insistir, ya que en caso que no pueda seguir por esta carretera, la única opción de llegar a Kuelap, pasa por desandar los 40 k que llevo hechos, volver a Cajamarca, luego a Pacasmayo y tomar otra ruta más al norte. Todo ello implica un rodeo de unos 500 k extras, lo que significará que la ruta y las etapas previstas de mi viaje se irán al garete. Mi insistencia da sus frutos.

-Está bien, está bien, apartaré la barrera, pero le aviso que más adelante hay un control de policía y ellos no le dejarán seguir.

Pero de momento logró seguir por la ruta prevista. El paisaje se vuelve simplemente espectacular, aunque la niebla, lo delicado de la carretera y mis pensamientos acerca de cómo salvar la siguiente barrera, me impiden disfrutar plenamente del entorno. De momento sigo durante casi una hora subiendo y bajando cumbres. Hasta me ilusiono con la idea de que no haya tal control de la policía.

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Pero todo mi gozo en un pozo, al final de un descenso encuentro la barrera que me anunciaron. Un policía me dice lo que no quería escuchar, que hasta las 18 h por allí no va a pasar ningún vehículo. Y quien me lo dice parece inflexible. No hay más remedio que intentarlo.

-Mire señor agente, soy médico y a las 19 h me esperan en la municipalidad de Chachapoyas para hacer una presentación (lo que en España llamamos dar una charla) acerca de la higiene y métodos sanitarios en el ámbito rural.

Es una disculpa que venía rumiando por el camino, pero no toda es falsa. Aunque profesionalmente no me dedique a la medicina, sí es verdad que soy médico, por lo que sólo es una mentira al 50%. Al policía no parece importarle mucho lo que le cuento, espero a ver si cambia de opinión. Durante el tiempo de espera consulto el móvil por si hubiera algún mensaje desde España, ya que por la diferencia horaria es un buen momento, pero observo que no tengo la más mínima cobertura. "Eso ahora es lo de menos. Además, así el policía tampoco podrá comunicar con el Ayuntamiento de Chachapoyas para comprobar la veracidad de mi historia", me digo a mí mismo. Tras casi media hora de insistir, quien tiene el mando debe estar aburrido de mí y pensar "cualquiera aguanta a este tipo de la moto aquí todo el día con la misma historia", por lo que accede a apartar la barrera y dejarme continuar, no sin antes hacerme una advertencia.

- Le voy a permitir el paso, aunque un poco más adelante están las máquinas asfaltando. Allí se encontrará con el ingeniero de la obra y será él quien le obligará a esperar hasta que se abra el tráfico.

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De momento, igual que en la anterior barrera, he logrado otro pequeño avance, que quizás al final no me sirva para nada. No sé si mi "disculpa" funcionará también para el mencionado ingeniero, pero lo que es evidente que a partir de las 18h, que es cuando aquí se hace de noche, ni loco pienso conducir por esta ruta. Ya veré cómo resolveré el asunto, de momento agradezco al policía su permiso, arranco, meto primera y salgo en busca de la que espero sea mi última barrera.
Pocos kilómetros adelante, la encuentro. Paro junto un hombre que creo es el ingeniero, aunque él quiera evitarlo, su rostro muestra que se debe estar preguntando cómo demonios he logrado llegar hasta este punto. De nuevo tengo que argumentar el motivo de llegar hoy a Chachapoyas. Le resulta lo suficientemente convincente para permitirme el paso más rápido de lo que había imaginado, respiro aliviado. Antes me insiste una y otra vez en que no me salga de la estrecha franja que hay al lado izquierdo de la carretera, la zona que la máquina asfaltadora todavía no ha pisado. De lo contrario arruinaré todo su trabajo de esa mañana. Le aseguro que así lo haré y le doy las gracias por su comprensión.

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Con todos los inconvenientes que me llevo encontrados hasta ahora, conducir por la reducida parte de la carretera que me ha indicado, es pan comido. Además, pensaba que serían muchos kilómetros, pero la realidad es que solamente son unos 10 o así. Al llegar a una aldea, que está en un valle y parece deshabitada, termina el reasfaltado. La temperatura sube y a los pocos kilómetros empieza una larga, muy larga, ascensión a una nueva montaña, cuya cumbre ni siquiera atisbo, debido además de su imponente altura, a que la cima está cubierta de nubes. Antes de que la carretera se empine hacia el cielo, hago una parada para comer algo y vuelvo a consultar el teléfono móvil. Consigo lo primero, recobrar fuerzas, pero veo que el teléfono sigue fuera de toda cobertura. Tendré que extremar la precaución, nadie sabe que ando por aquí y ahora el teléfono sólo me sirve para hacer fotografías.

Todos los que viajamos en moto hemos pasado situaciones complicadas, bien por el clima, la ruta, caídas, averias..etc., por ese motivo hace tiempo que dejé de "regodearme", a diferencia de otros, a la hora de comentar las momentos realmente difíciles, así que sólo diré que me encontraba ante una de esas situaciones.

Debido al trazado, lo estrecha que es la carretera y que a causa de la niebla no veo más allá de 2 ó 3 metros, conduzco con mucho cuidado y el ascenso, aparte de su longitud, parece no tener fin. En realidad, conducir extremando al máximo los márgenes de precaución, es mi única y más sensata opción si quiero llegar de una pieza hasta Kuelap. La situación en la que me encuentro me resulta familiar, carretera muy estrecha, de una sola vía la dicen por acá, niebla, frío y soledad. Me recuerda tramos similares recorridos en diferentes ocasiones por Los Andes, no sólo los peruanos, también en Colombia o Ecuador. En cada curva toco repetidamente la bocina por si algún vehículo viniera en dirección contraria. En estas condiciones es inevitable pensar en qué me sucedería en caso de accidente, o avería, en una situación como esta, sin teléfono móvil y sin que nadie me espere a la noche en ningún lugar.

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La situación empeora un poco más, ya que la niebla no desaparece del todo y ahora se acompaña de una fina lluvia, luego se vuelve más intensa, pero no encuentro un lugar lo mínimamente seguro donde parar para ponerme el traje de lluvia. A mi izquierda tengo el barranco al abismo, a la derecha la pared de la montaña, y la anchura de la carretera no permite el cruce, con un mínimo de seguridad, de un coche y mi moto, aunque creo que en todo el día, excepto los coches de la policía y de las obras, no me he encontrado con ningún en todo el día. Cerca de lo que supongo es la cima, atisbo que hay unas pocas casas, paro enfrente de ellas y me protejo en condiciones. Mientras consulto mi pequeño y viejo, pero fiable GPS, intentando adivinar cuándo dejará de retorcerse esta carretera, veo que la altura no es excesiva, ya que todavía no alcanzo los 4.000 m, al menos no tengo que preocuparme por el "soroche", el mal de altura. Al otro lado de la carretera, junto a las casas, aparecen un hombre y un niño. Desde mi charla con el ingeniero, no he vuelto a ver a nadie, pero el hombre no tiene muchas ganas de conversación, aunque el niño está fascinado con la moto. Por situaciones similares vividas, sé que la conversación con la gente de la sierra no es fácil, suelen ser muy callados. Aun así le pregunto al niño si quiere una foto, mira a su padre, o quien sea el hombre, y éste accede a tomar unas fotos con su teléfono y con el mío, luego ambos se alejan hacia las casas sin decir siquiera adiós.

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Pocos kilómetros después comienza un descenso tan vertiginoso como ha sido la ascensión, lo bueno es que a este lado el tiempo mejora y el cielo se despeja. Estoy deseando llegar a un lugar llamado Leymebamba, según el GPS me faltan unos 20 k y a partir de este pueblo la carretera presenta menos curvas. Creo que lo peor ha pasado, no hace tanto frío y la carretera vuelve a ser de las que aquí se llama doble vía, que quiere decir que se pueden cruzar dos vehículos sin que uno de ellos deba apartarse o en el peor de los casos, despeñarse. Las montañas peladas dejan paso a un paisaje con árboles, ríos y pequeñas parcelas de cultivos, esto me gusta.

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Paro en la plaza de Leymebamba, son poco más de las 3 de la tarde, miro el GPS y veo que faltan unos 150 kilómetros hasta Kuelap. Creo que si no tengo ningún problema llegaré antes que anochezca a mi destino, por lo que como algo y pregunto por el lugar más famoso del pueblo, su museo de momias de la cultura Chachapoyas. Están haciendo obras de restauración en el edificio, pero aun así la mujer que me atiende me permite visitar una de las salas y ver algunas de las más de 200 momias, envueltas en sacos, que en 1997 fueron encontradas en la llamada Laguna de los Cóndores. No son más de 10 momias las que me permite ver, pero un escalofrío recorre mi cuerpo al ver las expresiones que muestran sus caras. Tengo prisa y agradezco a la señora me haya dejado contemplar esta pequeña muestra, me asegura que en Kuelap y Chachapoyas podré conocer más cosas acerca de esta intrigante cultura y sus ritos de enterramiento.

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Sin más contratiempos recorro un largo valle y la distancia que me separa de Nuevo Tingo, el pequeño pueblo desde el que se accede a Kuelap. En Nuevo Tingo solo hay un hotel medianamente decente, así que la elección es rápida. La habitación no es muy grande, pero la moto tiene toda la cochera para ella sola. Al final no han sido las 18 horas de viaje que me anunció mi amigo, pero sí unas 11 horas, incluyendo el tiempo detenido en las barreras que me encontré. Lo que más me sorprende, una vez alcanzado Nuevo Tingo, no es el tiempo empleado para recorrer esos 280 k, lo que no llego a imaginar es que, lo que entendemos por autobús y por pequeño que sea, pueda recorrer la carretera de hoy, con algunos tramos tan revirados y escandalosamente estrechos.

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saludos!!
 

Adjuntos

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La ciudadela de Kuelap corresponde a la cultura de los Chachapoyas y, como tantos lugares arqueológicos del Perú, su descubrimiento es relativamente reciente, ya que hasta 1830 no hay constancia de su existencia, siendo a a partir de 1930 cuando comenzó a estudiarse y rehabilitar la fortaleza. Se encuentra a 3.000 m de altitud y consta de restos de diferentes edificaciones y una muralla, que en algunos puntos tiene una altura de 19 metros. Como tantas otras edificaciones todavía no se ha aclarado de qué modo se transportaron hasta allí las piedras para su construcción y qué función desarrollaba dentro de la cultura Chachapoyas. Para llegar a ella, desde el pequeño pueblo de Nuevo Tingo, lo primero es tomar un espectacular teleférico, de unos 4 kilómetros de longitud, y que tarda unos 25 minutos en salvar esa distancia. Este teleférico funciona desde el 2017, y solamente por vivir la experiencia de cruzar entre las montañas, ya merece la pena.

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Kuelap también es llamado el "pequeño Machu Picchu". Aunque es mucho menos conocido, y el estado de sus ruinas no es tan bueno, su ubicación es tan espectacular como la del archiconocido Machu Picchu. Una vez que llegué al otro lado, pagué el correspondiente ticket de entrada y emprendí, por un empinado sendero, los aproximadamente 20 minutos de ascenso hasta las ruinas, te recuerdo que hay que subir hasta los 3.000 m de altura, y eso supone un esfuerzo que se nota, al menos yo lo noté, y llegué arriba con la lengua fuera. Al principio el sendero es relativamente cómodo, pero al poco de empezar, el suelo pasa a ser de tierra que, con la humedad acumulada durante la noche, añade un esfuerzo extra en su recorrido. Una de las ventajas de visitar lugares no tan conocidos, además en día laborable y a primera hora, es que puedes recorrerlos tranquilamente, sin el agobio de un gran número de visitantes. Ello implica que a veces tampoco haya ningún guía que pueda acompañarte por el recorrido, aunque los carteles explicativos cumplen correctamente su función. Al parecer, y dado su enclave y estructura, se construyó como refugio de la población en casos de emergencias, aunque también estaba habitado de continuo como centro administrativo y religioso, y se supone que estuvo poblado desde el siglo VI hasta el XVI. Tampoco está claro el motivo de su abandono, aunque lo que sí es cierto es que, antes de su abandono, los Chachapoyas fueron sometidos por los Incas. Posteriormente, y como era de esperar, los Chachapoyas se unieron a los españoles en su lucha contra los Incas. Poco a poco la mañana se va despejando, aunque las nubes no permiten ver en su esplendor la grandiosidad del entorno desde esta altura. Termino mi visita, tomo las obligadas fotos y vuelvo a subir al teleférico para regresar a Nuevo Tingo. Una vez en el hotel, preparo la moto y salgo en dirección a Chachapoyas, quiero llegar a almorzar allí.

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El paisaje se tiñe de verdes intensos, hace pocos días que la época de lluvias recién ha comenzado por la zona en la que viajo ahora. Pocos metros después de dejar atrás el indicador que señala mi entrada a la región del Amazonas, y como si la lluvia me estuviera esperando, comienza a llover con cierta intensidad. La carretera está bien y los últimos kilómetros antes de llegar a Chachapoyas presentan una espectacular subida con curvas de todo tipo, pero la lluvia me hace tomar las necesarias precauciones. La tormenta desaparece poco antes de la ciudad, pero es solamente mientras tomo la foto con el cartel de bienvenida al fondo, ya que la lluvia me está esperando a la entrada de la ciudad.


Tenía anotada la dirección de un hotel situado en una calle paralela a la Plaza de Armas., no tiene cochera pero con la amabilidad que caracteriza a quienes regentan hoteles en el Perú, me permiten meter la moto en el patio interior, bajo el techado. Aunque la cosa no es tan rápida, primero el bordillo de la acera tiene bastante altura y debido a la humedad la rueda trasera patina, y además el siguiente escalón (el de la propia puerta) está muy cercano al primero. Un poco de ayuda, en forma de empujón, por parte de alguien que pasa por la calle, y este primer inconveniente queda solucionado. Pero ahora se presenta el segundo, con las maletas puestas la moto no cabe por la puerta. Me resulta un poco violento, pero no tengo más remedio que, con las molestias que ocasiono a los transeúntes, ya que la moto queda ocupando el espacio de la concurrida acera, vacío y desmonto todo lo rápido que puedo la maleta izquierda.

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La pequeña ciudad, o el pueblo grande, tiene poco más de 30.000 habitantes, y esto, junto con su arquitectura, forma parte de su encanto. Tiene un centro muy bien cuidado y conservado, con muchos edificios históricos y coloniales, con fachadas blancas, balcones de madera y durante el día sus calles presentan la gran actividad de lugares similares. A pesar de los atractivos, tanto de la localidad como de sus alrededores, su lejanía respecto a Lima hace que no sea tan visitada por los turistas como otros lugares del Perú, y la mayoría de los que llegan desde la capital lo hacen en alguno de los vuelos semanales que conectan ambas ciudades. Pero ahora, que ya empezaron las lluvias, las visitas turísticas son escasas, y eso a mí me viene bien. Con tranquilidad visito un bonito museo situado en la Plaza de Armas. En el mismo se exponen diversas momias Chachapoyas y cuenta todo el proceso de embalsamado que esta cultura aplicaba a sus muertos, en ese aspecto estaban hechos unos artistas. El significado de la palabra Chachapoyas es «hombres de las nieblas» , yo lo ampliaría a «hombres de las nieblas, de las nubes y de las lluvias», prácticamente no deja de llover durante toda la tarde, por lo que el paseo por las bonitas calles del pueblo me toca hacerlo bajo un paraguas que me han prestado en el hotel. Me gusta este lugar, sus construcciones y lo limpio que está toda la zona colonial, y seguro me hubiera gustado mucho con sol, pero es lo que toca.


Me informo que en las cercanías hay lugares interesantes de visitar, dos de ellos están en la ruta que haré mañana, pero tengo dos inconvenientes, primero las lluvias y segundo el escaso tiempo disponible. Me encuentro a unos 700 k de Trujillo, hoy es jueves y pasado mañana me esperan allí, además antes quiero parar a visitar la ciudad de Chiclayo. Uno de esos atractivos que comentaba anteriormente son los sarcófagos de Karajía, situados en la pared de una montaña, en un lugar de muy difícil acceso y que por ese motivo no han sido saqueados. Llegar hasta sus cercanías supone unas 4 ó 5 horas de caminata, así que quedan tachados de mi lista. El otro es la gran catarata Gocta, con 771 m de caída, que, cómo no, también requiere de una caminata. Pero me he informado y existe una trocha (camino sin asfalto) desde el que podré verla, aunque sea desde la lejanía y siempre que las nubes me lo permitan.

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Preciosa crónica, que me motiva aún más para recorrer ese país.
gracias roadstero

Los grandes conocidos de sudamérica en lo que respecta a la motoaventura son Chile y Argentina, pero otros como Colombia, Ecuador, Brasil y Perú esconden impresionantes paisajes. Con la particularidad de que éste último, y según mi experiencia por un buen número de países de los 5 continentes, creo que es el único país del mundo en que en un día puedes conducir por entornos tan diferentes y extremos como la costa, el desierto, cruzar montañas de más de 4.000 metros y llegar en ese mismo día, en la tarde, a la selva.

Mañana pondré el siguiente capítulo

Saludos
 
Hola

Vamos con unas nuevas etapas del viaje...

Sobre las 8 a.m. estoy listo para dejar el hotel, aunque antes hay que sacar la moto desde el patio a la calle y ello implica el mismo proceso que ayer para entrar, hacerlo sin la maleta izquierda y luego montarla. Me separan poco menos de 500 k de mi destino de hoy, Chiclayo, ya en la costa del Pacífico. Para este país y para mi estilo de viajar, eso significa como mínimo unas 10 horas de viaje. De momento no llueve, pero tiene todo el aspecto de no tardará mucho tiempo en hacerlo. Al poco de dejar el pueblo, y como esperaba, la región de Amazonas me regala una de sus lluvias. Por suerte la carretera tiene el asfalto entero y está bastante bien. Unos 40 k adelante encuentro la señal de la trocha que me llevará cerca de Gocta. Dudo unos momentos en qué hacer, el cielo está totalmente cubierto e interatarlo lo mismo es una pérdida de tiempo , pero confío en que no me reste muchos minutos, lógicamente mi intención es llegar a Chiclayo con luz solar, y ello implica hacerlo antes de las 18h y 30´. Me interno por la trocha, es muy bonita, con una empinada subida y una frondosa vegetación, y el terreno, a pesar de la lluvia, está bastante aceptable. Después de unos 20 minutos, llego a un punto desde el que malamente se divisa la catarata, según está la mañana, seguir más adelante ahora ya sí me parece una tontería. Tomo unas fotos, en las que la Gocta se distingue todavía menos que al natural, desando la trocha y vuelvo a la carretera principal, con la esperanza de salir pronto de Amazonas y dejar atrás la lluvia.

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Debo ser una buena persona porque mis oraciones y plegarias dan resultado y al poco de dejar atrás el indicador de la región de Amazonas, cesa la lluvia y llego al cruce que debo tomar para bajar hacia el Pacífico. Tomo la salida a mi izquierda, a mi derecha queda la carretera que muere en Tarapoto, más allá de esta población desaparacen los núcleos habitados a los que se puede llegar por carretera, allí comienza la parte impenetrable de la selva amazónica. Me han hablado muy bien de ese pueblo, Tarapoto, pero su visita habrá que dejarla para un próximo viaje. De momento ahora ya puedo ir más rápido, la carretera es magnífica, revirada pero rápida y, como es habitual en casi todas las carreteras del Perú, la tengo casi para mí solo. Algunos tramos de esta carretera se encuentran en tan excelente estado, que incluso hay momentos en que me cuesta imaginar que estoy viajando por el Perú. Todavía la vegetación sigue siendo selvática y abundante, y ahora el sol hace que sea todavía más hermosa. No vi de cerca la Gocta, pero en este tramo hay varias cascadas, pequeñas eso sí, junto a la carretera que me hacen detener varias veces. Poco a poco la selva deja paso a paisajes más abiertos, aparecen campos de cultivo de arroz. Cruzo el río Marañón, que nace en los nevados cercanos a Huánuco, en el centro del país. Tiene una longitud de 1.700 k , y antes de dejar el Perú, el río se une con el Ucayali, y más adelante estas aguas, que estoy viendo discurrir, desembocarán en el Amazonas.

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Paro a almorzar y descansar un poco, como siempre el menú es muy económico, alrededor de unos 4 euros con el refresco. Se compone del habitual llamado caldo de gallina, otro plato con carne y guarnición y un postre. Algunos hombres miran con curiosidad la moto, aunque ninguno se interesa en qué es lo que hago por esta zona, estos serranos son gente reservada. Atrás dejo el cruce que lleva a la ciudad de Jaén, sigo mi ruta y, como voy bien de tiempo y hace bastante calor, antes de comenzar a cruzar la cordillera paro en uno de los coloridos puestos de carretera y como algo de fruta. Comienza la subida al paso Porcuya, según marca mi mapa tiene una altura de tan sólo 2.100 m. Seguramente nunca he cruzado Los Andes por un paso situado a tan baja altura, así que imagino será pan comido. A mitad de la subida una brusca bajada de la temperatura me obliga a parar y ponerme los forros de goretex. Poco a poco me va envolviendo una densa y húmeda niebla. El termómetro marca ahora 2º, por suerte no hace viento, pero este repentino cambio climático me resulta desagradable, estoy deseando comenzar el descenso con la esperanza de volver al calor o al menos no tener este frío que, sin una razón especial, siento cómo se me está metiendo en los huesos.


Nada más cruzar al otro lado, encuentro que en dirección contraria viene una pequeña moto, lo que veo me hace reflexionar... En ella viajan el conductor, una mujer y un niño, de unos 6 ó 7 años, encajado entre los dos adultos. La indumentaria de los tres es la misma, se protegen del frío con gorro (sin casco, claro está), bufanda, anorak y guantes de lana. Al verlos pienso: "¿con qué derecho puedo quejarme de este tiempo? Si yo, viajando por puro placer y con esta indumentaria y además los puños calefactables, ahora tengo esta sensación de frío ¿qué sentirán ellos...?". Una vez más me doy cuenta que todo este rollo de los viajes en moto y las adversidades que todos encontramos en forma de malas carreteras, que espantarían a las cabras, los fríos, lluvias, nieblas, averías...y que a veces pensamos que superarlas constituyen un éxito personal, para la gente local es el pan nuestro de cada día, y ellos las soportan como algo habitual y con muchos menos medios que quienes estamos de paso recorriendo los entornos en los que se mueven a diario. En definitiva, que al ir desapareciendo la niebla, subir la temperatura y comenzar un vertiginoso y bello descenso, me olvido de la pobre familia que me encontré en la cima del paso Porcuya, y de las habituales preguntas que uno se hace en estos casos ¿a dónde irían? ¿cual sería su historia?, y me concentro en disfrutar la bajada.

Todo está en orden y según lo previsto, voy bien de tiempo y además, al finalizar el descenso, la carretera ahora es recta. Como esperaba, gradualmente el tráfico va en aumento ya que me quedan poco más de 40 k para llegar a Chiclayo, y además, al ser viernes por la tarde, la gente que trabaja fuera de la ciudad regresa a ella. Pero al llegar a un pueblo el tráfico está colapsado, hay unas obras y un desvío, pero resulta que la fila de vehículos está detenida. Avanzamos muy lentamente y además, con las maletas de la moto, no es cuestión ni aunque quisiera, de zigzaguear entre los otros vehículos. Entre bocinazos, vigilar a este coche que se quiere colar, el camión que me está axfisiando con su escape...Van pasando los minutos y avanzo unos pocos metros. Después de más de una hora, por fin logro superar el pueblo y volver a la carretera principal, pero ya es de noche. Estar de viaje y llegar a una gran ciudad sin luz natural, y más en fin de semana, no me gusta nada y es algo que siempre evito, pero el incidente de las obras me obliga a conducir los últimos kilómetros dentro de la noche cerrada. Tras bastantes minutos dando vueltas por Chiclayo, por fin localizo el hotel que tenía pensado, como siempre lo más céntrico posible.

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En la recepción pregunto por la cochera para guardar la moto. "Tenemos el parqueadero muy completo, pero ¿viaja usted en una moto lineal?" me pregunta el recepcionista. ¿Una moto lineal? nunca me habían hecho esa pregunta. Ante mi cara de sorpresa el hombre me aclara "¿de dos o de tres ruedas?" Con la moto ya a buen recaudo, me cambio de ropa, me tomo el "pisco sour" de bienvenida, que me sienta muy bien, y salgo a cenar y dar una vuelta. El portero del hotel me pregunta si llevo reloj, le digo que no, y añade "imagino lleva su celular ¿cierto?. Pues tenga cuidado, aunque estamos en el centro, tenga los ojos bien abiertos, hay muchos robos...".

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Mi interés por esta ciudad, de más de medio millón de habitantes, se centra en visitar el magnífico museo, inaugurado en el 2002 por el entonces presidente Alejandro Toledo, y es a lo que dedico la mañana del sábado. Está ubicado a unos 10 k, en la población de Lambayeque, y contiene los grandes tesoros encontrados en las excavaciones hechas en el lugar arqueológico conocido como Huaca Rajada. El museo expone de manera llamativa y espectacular todas las obras de orfebrería encontradas en el mausoleo del llamado Señor de Sipán, perteneciente a la cultura precolombina Moche. El exterior es un vistoso edificio inspirado en las pirámides que por esta zona levantaron los Moches. Antes de entrar hay que dejar en consigna todo lo que llevas, celular incluido, así se evitan las tentaciones de hacer fotografías en su interior. Una vez dentro el recorrido es espectacular, hay multitud de valiosas y llamativas obras hechas en oro y habría sido un sinsentido estar en Chiclayo y no hacer una visita al Señor de Sipán.


De vuelta al hotel cargo mi "moto lineal" y digo adiós a Chiclayo. Unos 200 k me separan de Trujillo, donde pasaré el fin de semana. Ahora ya regreso a territorio recorrido en otros viajes.

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Trujillo y sus alrededores me son conocidos, de algún modo todo me resulta familiar y puedo dejar a un lado las habituales visitas turísticas y hacer otro tipo de actividades. Y todo ello gracias a una de las grandes ventajas de viajar por lugares en los que uno tiene amigos, que estos te muestran la realidad de su vida cotidiana. Me invitan a asistir a un festival de música tradicional peruana, a almorzar en Huanchaco y otro día en Salaberry, las dos playas más populares cercanas a Trujillo, me llevan al cine, a una feria del libro, a hacer compras a un centro comercial...El domingo por la mañana, desde la habitación de mi hotel, veo que a la puerta de la catedral hay bailes y desfiles. Por supuesto que bajo rápidamente y disfruto de la música y del colorido de todo esto. Son casi tres días los que paso en Trujillo, divertidos y entretenidos al máximo y suponen la antesala del que, para mí, es uno de los recorridos más espectaculares que hice el año anterior y que, como un imán, me reclama de nuevo, el impresionante Cañón del Pato. Los viajes por este país me han hecho hacer amigos muy diferentes y de todas las escalas sociales, por lo que antes de dejar la ciudad, el martes por la mañana, tengo un último reencuentro con otra de mis amistades, se trata de un conocido taxista trujillano, el señor Pedrito, quien hace un año me pidió le diera un paseo en moto por la Plaza. La despedida es como en el 2018, con un "hasta el año que viene y que Dios le bendiga amigo Jaime". Lamentablemente la pandemia impedirá que esta vez se cumpla ese deseo de vernos al año siguiente.


Por la Panamericana pongo rumbo a Chimbote, en dirección sur, donde tomaré la salida hacia Los Andes. Mi destino es la accidentada región de Ancash, donde primero atravesaré El Pato, al día siguiente he quedado en acudir, cerca de Cuharaz, a una cita, para mí muy especial y que llevo un año entero esperando con ilusión, y el jueves debo estar en Huaraz para dar un nuevo audiovisual en la Universidad Santiago Antúnez de Mayolo.


Presiento que me esperan unos días vibrantes y repletos de emociones...

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Hola

Hoy voy a volver a recorrer uno de los tramos que más me gustan, no sólo del Perú también de todo el mundo o al menos de los por los que he tenido la suerte de viajar...



... Hay situaciones en las que un lugar te marca de tal modo, que si haces una segunda visita, aquellas primeras sensaciones en cierta medida se desvanecen. Puede ser que, por las circunstancias que sean, ese lugar que te cautivó ya no te parezca tan mágico e impresionante. Pero en el caso que me ocupa esta mañana, es un riesgo que debo asumir, entre otras cosas porque mi camino para llegar a Huaraz pasa inevitablemente por este lugar.

El año pasado me marcó de tal modo el recorrido que hice por el cañón del Pato, que dejé anotado que tan pronto tuviera ocasión, volvería a atravesarlo. Después de dejar atrás Chimbote, siento como me llama El Pato. A medida que avanza la mañana el cielo se torna más azul y sube la temperatura. Cruzo el primero de los 35 túneles que me encontraré en el día de hoy, y aunque todavía no estoy en el propio cañón, siento que regresan las mismas sensaciones del año pasado y una sonrisa se dibuja en mi cara.

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Poco a poco, saboreando cada kilómetro, me voy internando entre la cordillera negra (Andes Pacífico) y la blanca (Andes interiores) y encajonados entre ambas nos encontramos la antigua vía de ferrocarril, reconvertida en carretera, el río Santa, la moto y yo. Todo está tal como quedó fijado en mi memoria...Me reencuentro con las enormes paredes verticales separadas en algunos lugares por menos de 6 metros, vuelvo a sentir la ausencia de viento que me hace notar un calor sofocante, regresa aquella incertidumbre al entrar en los peligrosos, lúgubres, estrechos e inquietantes túneles. Veo las turbulentas aguas del Santa y me encuentro prestando mi atención a la sumamente angosta y revirada carretera con su peligroso firme debido a la mucha gravilla suelta...Metro tras metro, curva tras curva, recorro el mismo camino, aunque en esta ocasión en dirección contraria, que hice hace prácticamente 365 días. Estoy cumpliendo lo que prometí, regresé al Pato y éste me lo recompensa haciéndome vivir las mismas emociones del año pasado. Llevo recorridos unos 140 k desde que salí de Trujillo y veo que se me ha pasado la hora de comer, pero el único lugar para hacerlo es la pequeña aldea de Huallanca, la población cercana a la central hidroeléctrica. Paro allí y lo que pueden ofrecerme a estas horas es un plato con arroz y un filete, para mí es suficiente. Hoy podía haberme pasado el día sin almorzar, no me habría importado.

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Al poco llega un 4x4 con otros tres comensales más retrasados que yo. Hablamos y me cuentan que trabajan en una de las muchas minas que están diseminadas más al interior. En la que ellos trabajan está situada cordillera adentro, a unas 5 horas de aquí, y van a Lima a pasar su semana de descanso. Uno de ellos conoce un pueblo cercano a Alba de Tormes, ya que estuvo hace pocos años allí visitando a un primo suyo.

Vuelvo a la carretera e inicio la subida que me lleva a la segunda sección del cañón, que tras una subida, presenta las mismas características que la que llevo recorrida. No soy persona que haga ejercicios de meditación, ni que me recré en pensamientos filosóficos, ni cosas similares, pero la realidad es que viajando por El Pato siento una felicidad, una paz interior, un estado de relajación como pocas veces he sentido. Seguro que en el mundo hay lugares más espectaculares y bonitos, seguramente he viajado por algunos de ellos, pero, y sin ponerme en plan transcendental, este lugar me aporta algo que no he llegado a sentir en otros lugares por los que he viajado. El Pato y yo tenemos una conexión especial, no hay duda.

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De pronto esa sensación de tranquilidad bruscamente desaparece, ya que creo distinguir a lo lejos, en un recodo de la ruta, a un gran camíon que viene en dirección contraria. Algo que me sorprende ya que por aquí prácticamente nunca he encontrado tráfico, y menos tráfico pesado. Por suerte, poco antes de entrar en un túnel, veo un lugar donde apartarme y esperar que pase el camión. Siento un escalofrío al pensar si me lo hubiera encontrado una vez dentro de algún túnel...Y no es un camión, son tres los que pasan a poca distancia de mí. Más delante encuentro el puente colgante que salva al río Santa y recuerdo que el año pasado estuve hablando aquí mismo con un hombre y una mujer que se disponían a cruzarlo, ya que vivían al otro lado del río.


Con cierta pena recorro los últimos kilómetros, de los aproximadamente 40 que tiene El Pato. Me detengo para hacer la última foto, y poner, en una señal ya repleta de adhesivos, el correspondiente al XV EGV. Mientras me fumo un cigarro (sí, cada uno tenemos nuestros vícios) me despido de este especial lugar y me planteo si regresaré una tercera vez...Seguramente sí.

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Pero ahora mi destino es Carhuaz, al que llego a media tarde. Me alojo en un hotel grande, nuevo, pero un tanto desanjelado. Estoy a sólo una hora de Huaraz, podría haber llegado antes de que se hiciera de noche a esta otra ciudad, pero es que mañana, muy cerca de Carhuaz, tengo una cita muy especial. Llevo pensando en ella varios días, en realidad casi desde el año pasado cuando por casualidad paré aquí un momento y alguien me habló de ella y me enseñó una foto suya. Podría decirse que entonces sentí un flechazo, un amor a primera vista, y exclamé "¡qué linda es!, ¿sería posible conocerla". Pero entonces tenía que seguir mi viaje, no tenía más tiempo y con mucho dolor tuve que partir sin llegar a dónde ella se encontraba, pero su recuerdo me ha acompañado desde entonces...

Salgo a dar una vuelta y tomar un pisco sour para hacer tiempo hasta la hora de cenar. De pronto comienza a caer una intensa lluvia que no parece vaya a cesar rápidamente. Ya ha anochecido y las calles del pueblo quedan vacías. Así que después de la cena no me queda más remedio que regresar al hotel y soñar con mi cita.

Tardo en dormirme, en parte por la emoción al estar tan cerca , sin que ella tenga idea de que mañana por fin nos vamos a ver cara a cara, y en parte porque oigo como afuera la lluvia sigue cayendo con fuerza. Me inquieto y pienso "¿ y si esta lluvia arruina mi cita y este año tampoco podemos conocernos...?"


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Otro nuevo capítulo al saco :)

Para mi, el Perú es un lugar lejano y distinto... Me parece muy atractivo para recorridos en moto, por unos paisajes como los relatados y parece, según comenta, que con toda seguridad. Me ha gustado la referencia a esos lugares solitarios en los que, con sólo estar, uno siente una cierta conexión y los recuerdos se hacen muy vivos.

Y la forma que tiene de contarlo se me hace amena, la verdad. Gracias.
 
Otro nuevo capítulo al saco :)

Para mi, el Perú es un lugar lejano y distinto... Me parece muy atractivo para recorridos en moto, por unos paisajes como los relatados y parece, según comenta, que con toda seguridad. Me ha gustado la referencia a esos lugares solitarios en los que, con sólo estar, uno siente una cierta conexión y los recuerdos se hacen muy vivos.

Y la forma que tiene de contarlo se me hace amena, la verdad. Gracias.

jcalonsol, estoy de acuerdo en casi todas tus apreciaciones, es un país lejano, distinto, muy atractivo para viajes en moto pero...,siempre hay un pero, eso de "con total seguridad" ahí ya discrepo. De lo referente a viajar por allá, su seguridad y particularidades ya hablé mucho en la introducción de mi viaje del 2018. Todos los días, tanto en Lima como otras ciudades grandes, se producen varios casos de "secuestro al paso", entre mis amistades a alguna les ha ocurrido en dos ocasiones. Que cada día, en todo el país, aparezcan cuerpos acribillados a balazos, tampoco sorprende a nadie. En Trujillo, por citarte una ciudad que conozco bien, hay decenas de personas, con negocios grandes o pequeños o con profesiones liberales, que son extorsionadas y obligadas a pagar o a atenerse a las consecuencias, y también conozco en primera persona a alguno de ellos, no son cosas que me cuentan de otros, son de lo que les toca vivir a ellos directamente.

Que vayas por una carretera y te aparezca un grupo, como el de la foto de abajo, que son civiles armados, y te obligen a detenerte y quieran, como poco, una aportación económica para su causa, tampoco es extraño, y también lo he vivido en primera persona...Por no hablarte de los de Sendero Luminoso que quedan y se han pasado al narcotráfico, ya que aunque en menor medida que Colombia, Perú también tiene sus zonas de plantación y elaboración de droga. Calles en Lima que al caer la noche las cierran con una barrera y están vigiladas, si quieres entrar , los vigilantes te preguntarán a quién vas a ver, y avisarán a esa persona para que salga a buscarte y te acompañe. Miles de venezolanos huídos de su país, que deambulan por Perú y que no tienen trabajo y se buscan la vida por medios fuera de la ley...

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Y ya si te interesa el tema , otro día hablamos del estado de las carreteras, las trochas, el parque móvil que por allí se mueve, su forma de manejar (conducir), el mal de altura, los desastres que cada año ocasionan sus lluvias torrenciales y que te puedes encontrar en cualquier lugar, de los policías corruptos...Pero todo lo anterior no es exclisivo del Perú, otros países de la zona presentan situaciones muy similares.

Pero bueno, si mi crónica te da la sensación de que es seguro, quizás sea porque soy muy prudente y hay lugares y barrios en los que no piso de no ser acompañado de alguien de allí.

Me alegro te haya gustado lo del cañón del Pato, gracias.

Saludos
 
jcalonsol, estoy de acuerdo en casi todas tus apreciaciones, es un país lejano, distinto, muy atractivo para viajes en moto pero...,siempre hay un pero, eso de "con total seguridad" ahí ya discrepo. De lo referente a viajar por allá, su seguridad y particularidades ya hablé mucho en la introducción de mi viaje del 2018. Todos los días, tanto en Lima como otras ciudades grandes, se producen varios casos de "secuestro al paso", entre mis amistades a alguna les ha ocurrido en dos ocasiones. Que cada día, en todo el país, aparezcan cuerpos acribillados a balazos, tampoco sorprende a nadie. En Trujillo, por citarte una ciudad que conozco bien, hay decenas de personas, con negocios grandes o pequeños o con profesiones liberales, que son extorsionadas y obligadas a pagar o a atenerse a las consecuencias, y también conozco en primera persona a alguno de ellos, no son cosas que me cuentan de otros, son de lo que les toca vivir a ellos directamente.

Que vayas por una carretera y te aparezca un grupo, como el de la foto de abajo, que son civiles armados, y te obligen a detenerte y quieran, como poco, una aportación económica para su causa, tampoco es extraño, y también lo he vivido en primera persona...Por no hablarte de los de Sendero Luminoso que quedan y se han pasado al narcotráfico, ya que aunque en menor medida que Colombia, Perú también tiene sus zonas de plantación y elaboración de droga. Calles en Lima que al caer la noche las cierran con una barrera y están vigiladas, si quieres entrar , los vigilantes te preguntarán a quién vas a ver, y avisarán a esa persona para que salga a buscarte y te acompañe. Miles de venezolanos huídos de su país, que deambulan por Perú y que no tienen trabajo y se buscan la vida por medios fuera de la ley...

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Y ya si te interesa el tema , otro día hablamos del estado de las carreteras, las trochas, el parque móvil que por allí se mueve, su forma de manejar (conducir), el mal de altura, los desastres que cada año ocasionan sus lluvias torrenciales y que te puedes encontrar en cualquier lugar, de los policías corruptos...Pero todo lo anterior no es exclisivo del Perú, otros países de la zona presentan situaciones muy similares.

Pero bueno, si mi crónica te da la sensación de que es seguro, quizás sea porque soy muy prudente y hay lugares y barrios en los que no piso de no ser acompañado de alguien de allí.

Me alegro te haya gustado lo del cañón del Pato, gracias.

Saludos
Pues muchas gracias por tu detalle. Me queda totalmente claro.

Un saludo.
 
Después del recorrido por el Pato, vamos a otro lugar espectacular y este si que es una novedad para mí....



A primera hora ya estoy tomando un contundente desayuno, le voy a necesitar. He dejado todas mis cosas en la habitación y así la moto queda ligera de equipaje, que imagino será lo mejor para lo que tengo por delante esta mañana. No ocultaré que estoy un poco nervioso, quien me cautivó nada más ver su foto, está montañas arriba, a un par de horas de aquí, que es lo que supongo tardaré en recorrer los 35 k que me separan de quien lleva un año esperándome...¡¡ la hermosa Laguna Parón!


Solamente están asfaltados los 5 k iniciales, luego todo será una empinada y retorcida trocha. En el hotel me recomiendan que tenga mucha prudencia. "La trocha es muy estrecha y peligrosa y además esta mañana, con la lluvia que ha caído durante la noche, todavía más", me comenta el mesero (camarero).


Poco después de dejar Carhuaz, atravesando una pequeña aldea, encuentro mi camino lleno de personas mayores. Las mujeres visten los coloridos vestidos típicos de esta zona, y cubren sus cabezas con peculiares sombreros. Me pregunto qué será lo que pase aquí, y para saberlo hago lo lógico, paro y pregunto. A la puerta de un pequeño edificio, que es un consultorio médico, una enfermera me informa que están vacunando a los mayores contra el neumococo. Estoy con el tiempo justo, pero aún así la ofrezco mi pequeña ayuda por si es necesaria. "Es de agradecer, claro que sí", responde. Mientras ayudo a poner algunas vacunas, ella me va comentando acerca de los inevitables problemas que tiene para llevar a cabo diariamente su labor, lo escasa que está de personal y de material, los tiempos de viaje que se eternizan cuando tiene que acudir a los avisos que recibe de cualquiera de estas aldeas esparcidas por las montañas... Después de pinchar algunos brazos, me despido y reemprendo mi ruta. Ahora comienza la espectacular subida de la que tanto me han advertido...

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La trocha se empina hacia las cumbres y las nubes y debo detenerme ante un puesto de control, en el que pago una pequeña tasa de entrada a la zona, y levantan la barrera. Aquí también me recomiendan que sea prudente y que, debido a lo angosto de la trocha, esté atento por si encuentro algún otro vehículo. Poco a poco la vegetación se hace más rala, aparecen arroyos que bajan furiosos y ruidosos desde los nevados situados más arriba. Algunas curvas, al ser tan cerradas, me obligan a tomarlas con mucha precaución pero al mismo tiempo, por la exagerada pendiente que presentan, debo hacerlo con una aceleración decicida, sin titubeos, o la moto se calará, y además precisamente en estos puntos, es donde más piedra suelta se acumula. La ascensión es espectacular, aunque en algunos momentos un poco complicada y estresante. Y seguro que estarás de acuerdo en que me encuentro en uno de esos lugares en los que no conviene tener un accidente, o una leve caída, que en el supuesto de que a mí no me pase nada garve, se rompa algo vital en la moto. Las nubes y la niebla aumentan a medida que voy ascendiendo, pero aun así el paisaje es una maravilla. Paro a hacer algunas fotos e intento ser consciente de la grandeza del lugar por el que estoy ascendiendo, pero al mismo tiempo sin olvidarme de lo peligrosa que en algunos puntos es la trocha, además, nadie mejor que yo conoce mis limitaciones... Arranco para encarar los últimos kilómetros de ascensión. Miro la temperatura, marca 5º. Pero entre la emoción y el esfuerzo físico, que a medida que sigo ascenciendo cada vez noto más, ni me había dado cuenta que hace este frío. Estoy disfrutando, pero siempre atento y mirando unos cuantos metros más adelante por si apareciera otro vehículo, por suerte parece que soy el único que esta mañana anda por aquí. Las nubes me impiden ver la cima, pero debo estar cerca, el GPS marca ya los 4.000 m de altitud y la laguna está enclavada a 4.200. Y por fin llego a la entrada de mi destino, unos metros más abajo atisbo las azules y brillantes aguas de la Parón. Allá abajo también veo que me tiene preparada una sorpresa que no olvidaré. Imagino que la Parón quiere, con ese regalo, compensarme por recibirme en esta mañana nublada y con el cielo gris, que me impide contemplarla tal como la imaginaba tras ver su foto el año pasado.

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El regalo que me va a hacer la laguna es que junto a su orilla tiene unos kayaks, y lo mejor que también tienen sus correspondientes remos. He navegado en kayak por aguas de Nueva Zelanda y de Sudáfrica, ahora voy a poder hacerlo en Perú y nada menos que a más de 4.000 m de altitud, esto último nunca lo imaginé. No veo a nadie a quién preguntar si puedo usar alguno de los kayaks. Por allí aparecen 2 chicas y un hombre, ellas son francesas de viaje por el Perú y el hombre es el conductor de la camioneta que las ha traído desde Huaraz. Hablamos un poco de nuestros respectivos viajes y nos tomamos algunas fotos, incluidas las de mi travesía en kayak, ya que el hombre me dice que son para rentar pero que como no está el encargado, haga lo que quiera.


Cualquier esfuerzo físico a esta altitud se nota, pero no sé si es por la ilusión que me hace palear precisamente en este lugar o qué, el asunto es que me encuentro bien. Pero como es lógico, después de unos minutos ya empiezo a notar el cansancio, es hora de regresar a la orilla.

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Alargo mi estancia aquí arriba todo lo que pùedo, con la vana esperanza de que el cielo abrá un poco, pero cuando veo que de momento eso no va a suceder, me despido de la Parón. Haber llegado hasta aquí arriba ha tenido una mayor recompensa de la que suponía. La subida, a pesar de su dificultad, se resume en una palabra, espectacular. La visión de la Parón, a pesar del cielo nublado, lo mismo, y ya la guinda del pastel ha sido lo del kayak...¡¡Muchas gracias Parón!!. Ahora toca guardar esta emoción que siento para más tarde, es el momento de que toda mi atención se centre en la bajada. Sin más dificultades de las que ya me temía, llego abajo, aquí el día si está más despejado. Paro un momento a hablar con unos campesinos que están labrando su parcela del mismo modo que lo hicieron sus antepasados, y seguramente así será como lo harán sus descencendientes. Me cuentan que siembran yuca y camote (una especie de patata) y que tienen 3 cosechas al año, también me comentan acerca de sus problemas con el clima, con el duro trabajo de cada día...

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Rápida pasada por el hotel, y con la moto ya cargada voy directamente al lugar donde cené anoche, y antes de mi partida, almuerzo en este sitio. Tengo tiempo más que suficiente para llegar temprano a Huaraz, ya que sólo me separan unos 40 k que recorro por el valle llamado "Callejón del Huaylas" , situado a unos 3.000 m de altitud. Hago una parada en Yungay para visitar el monumento levantado en recuerdo a los fallecidos en 1970. Este pueblo fue totalmente destruido en la avalancha producida por el terremoto que asoló toda esta zona aquel fatídico año. De los 25.000 habitantes que vivían en Yungay, solamente sobrevivieron unos 300. Unos porque corrieron al cementerio, que se encuentra en la parte alta del pueblo y otros de estos supervivientes fueron poco más de una decena de niños y su maestra cuya escuela se encontraba también en un cerro. En toda esta región de Ancash el total de fallecidos por aquel terremoto fue de más de 75.000 almas.

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En el último tramo hacia Huaraz, junto a la carretera, encuentro una fuente, algo extraño en este país, y paro un momento. Al poco aparecen una abuela, una hija y un nieto. Tienen ganas de charla y, como tengo tiempo, comenzamos a hablar. Con estos tres tipos de interlocutores, es fácil saber qué temas tratar con cada uno para que la conversación sea fluida. Al niño le pregunto por la escuela y por el fútbol, a su madre por el hogar y por el amor, y a la abuela por cómo ha cambiado todo desde sus tiempos de juventud, y no fallo en los temas elegidos. Me cuentan que han salido a recoger hierba para alimentar a sus cuys. Me preguntan qué hago por allá. "¿Ah, entonces está usted de paseo (viaje de placer) por el Perú? ¿No tiene usted que trabajar? ¿Y en esos cofres qué lleva?". Nos divertimos un rato diciendo las tonterías habituales...La abuela me pregunta porqué no me traigo para España a una hija que tiene soltera, y la que está presente reclama ser ella quien se venga conmigo...

Llego a Huaraz y antes de ir al hotel, paro en un taller de motos. La cadena necesita un tensado, el hombre del taller me dice que está terminando una moto que es urgente y que en una hora o así me podrá atender o que me deja lo que necesite para hacerlo yo mismo. Lógicamente opto por la segunda opción. Este año cambio de hotel, el del año pasado (hotel Valencia) estaba bien, pero alejado del centro, así que me alojo en otro situado en plena avenida central. El Rubí es moderno, pero no tiene garaje, aunque a pocos metros está el parqueadero municipal, que será donde duerma la GS.

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Llamo a Luz Blácido, mi conocida en la Universidad, para comentarla que ya estoy en su ciudad. Se sorprende ya que, como mi audiovisual es mañana por la tarde, no me esperaba hoy y la explico el motivo de mi adelanto. Mañana quiero acercarme al sitio arqueológico de Chavín de Huantar, separado por unos 110 k. Después de la cena, y para celebrar estos dos intensos últimos días, me voy a tomar un trago, me recomiendan un sitio "Café Casa Andina", es un lugar acogedor y decorado con gusto.


Me atiende una joven mesera, la pido un pisco sour y me pregunta ¿y si mejor le preparo un mango sour?, ¡pues venga ese mango sour!, respondo. La chica se llama Sarita, es muy atenta y amable, enseguida se nota que es lo que todos conocemos como " una buena persona". Con extrema educación pregunta por el motivo de mi visita a Huaraz, la cuento el asunto de mañana en la UNASAM y mis viajes por su país. Ella estudia Derecho y para pagarse sus estudios, trabaja en este café y además ayuda en todo lo que puede a su familia, que está en Lima. Después de un par de deliciosos "mango sour" y una entretenida conversación, regreso a mi hotel. Por el camino no puedo por menos que pensar que si en este mundo hubiera muchas "Saritas" todo sería mejor y más agradable.

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El viaje está a punto de terminar pero, como es habitual en el Perú, hasta el último día sigue transcurriendo por un entorno espectacular...

Al hablar de las culturas peruanas precolombinas, siempre viene a la mente la de los Incas, pero en este país existieron muchas otras, tales como la más antigua, la de Caral, o la Moche, la Chachapoyas, la Chavín…Esta última es la que cuyos restos arqueológicos fueron localizados a unos 100 k de Huaraz, y esta mañana pongo rumbo a ese lugar. Como suele ser habitual por aquí, el viaje resulta tan interesante como el propio destino, con la sorpresa añadida de encontrarme una estupenda carretera. Mientras estoy contemplando la laguna Querococha, un vehículo se detiene y su conductor me pregunta «si ya he visto el mapa del Perú». Me quedo un poco sorprendido por su pregunta, hasta que el hombre me aclara el porqué de la misma. Resulta que en uno de los cerros que rodean la laguna, y debido a la erosión y las lluvias, se presenta a gran tamaño una figura en tono oscuro que se corresponde con el mapa del país. Luego me enteré que es un punto muy conocido y fotografiado, pero que si no llega a ser por la casualidad de que se detuviera aquel vehículo, se me habría pasado por alto. Sigo ascendiendo y llego al paso Kahuish, que resultará el punto más alto por el que circularé este año. Se encuentra a poco más de 4.500 m de altura y cruzando un túnel, conecta con el siguiente valle. Después de estar los últimos 2 días moviéndome entre los 3.000 y 4.000 m , mi cuerpo ya parece estar acostumbrado y esta altura no me presenta ningún problema. Inmediatamente al salir del túnel me encuentro con una curva muy cerrada a la izquierda, por suerte mi velocidad es la correcta, pero creo sería necesario que esa peligrosa curva estuviera señalada de algún modo. Un interminable descenso me lleva hasta Chavín de Huantar, un pequeño pueblo enclavado en el fondo del valle. Las señales me indican el camino hasta la zona arqueológica enclavada en las afueras del pueblo. Para su visita es obligatorio contratar a un guía, y después de la lógica negociación en el precio, ya que él me quiere cobrar como si fuera un grupo aunque sea yo solo quien va a entrar, llegamos a un acuerdo.

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La cultura Chavín se desarrolló entre los años 1.200 y 500 A.C. y según parece desapareció debido a un gran cataclismo que debió asolar todo este valle. Las ruinas de los edificios que visito revelan que aquí debía vivir la casta sacerdotal y los ídolos de esta cultura eran seres mezcla de humanos y animales. El guía me va explicando detalles acerca del tipo de agricultura que desarrollaron, de los conocimientos astronómicos que tenían, de su arquitectura...Su explicación es muy completa e interesante, pero tengo que pedirle que vayamos un poco más rápidos en nuestra visita, ya que también quiero visitar el museo que hay en el pueblo, y además debo estar de regreso en Huaraz a primera hora de la tarde.

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Al igual que me ha sucedido en otros lugares de interés que he visitado en este viaje, tengo la suerte de encontrar muy poco turismo, por lo que mis visitas están todas acompañadas por una bendita tranquilidad, tan bienvenida por mi parte al permitirme conocer lugares que en otras épocas del año reciben mucho mayor número de visitantes. Dejo Chavín con una doble alegría, por una parte por haber dedicado la mañana a conocer este lugar y por otra porque ahora me espera recorrer en sentido inverso la divertida carretera que me ha traído hasta aquí.


Por el camino veo, al este de Huaraz, la imponente silueta nevada del Huascarán. Sus casi 6.800 m de altura le convierten en la montaña más alta del Perú.


Antes de pasar por el hotel para cambiarme, tomo un rápido almuerzo y llamo a mi taxista de confianza en la ciudad, el señor Eli. Charlamos mientras nos tomamos un café y quedamos para que luego me recoja en mi hotel y me lleve hasta la UNASAM, donde en pocas horas debo ofrecer mi audiovisual "Cinco continentes, dos ruedas y una historia".

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La Universidad Santiago Antúnez de Mayolo me es conocida, ya que el año pasado me invitaron para intervenir en unas jornadas de audiovisuales que organizó su Facultad de Turismo. Aquí me están esperando amigos del personal docente, una de ellas, Luz Blácido, es quien se encarga de hacer mi presentación a los nuevos alumnos de dicha facultad. Tras mi charla y el animado y prolongado tiempo dedicado a las preguntas, llega el turno de los agradecimientos, entrega de unos regalos y el momento de las peticiones de las fotos para el recuerdo. Pasamos 2 horas muy entretenidas, la amabilidad con la que me han vuelto a recibir, ha merecido la pena mi regreso a esta Universidad. Posteriormente acudo, junto con profesores y algunos directivos, a la cena a la que estoy invitado. Al igual que sucedió hace un año, este rato de la cena me sirve para ahora ser yo quién hace las preguntas y conocer la situación del Perú bajo el siempre interesante punto de vista de un grupo de enseñantes universitarios, y de este modo compararla con la que otros amigos, de diferentes escalas sociales, me han comentado duarnte el viaje.

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A pesar de que anoche regresé tarde a mi hotel, esta mañana no me queda otro remedio que madrugar. Después de casi dos días aquí, debo cargar la moto y salir lo antes posible en dirección Lima. Es mi último día con la moto, por delante tengo 400 k hasta la capital, que calculo serán como mínimo unas 7-8 horas de viaje, a las que hay que añadir otras 2 horas más para, una vez ya en Lima, llegar hasta mi hotel. La primera parte de la ruta ya la hice el año pasado viajando desde Huánuco. Tras ese tramo conocido, y estando a unos 4.000 m de altura, tomo el desvío que me llevará hasta la orilla del Pacífico. Pasar en pocas horas desde los 4.000 a los 0 m de altura, o viceversa, es algo que creo sólo puedes experimentar en Sudamérica, lo mismo que viajar por los pasos de montaña de longitudes exgeradamente largas. La carretera de retuerce una y otra vez a lo largo de los más de 80 k de descenso que realizo. Inevitablemente vienen a mi memoria algunos de esos conocidos puertos de montaña alpinos, que tanto impresionan la primera vez que se viaja por ellos y que comparados con muchos de los que se encuentran repartidos por países sudamericanos, su altura y longitud los hacen parecer simples montañas...


En las primeras decenas de kilómetros me encuentro un intenso tráfico de camiones, tanto de subida como de bajada, a lo que hay que añadir el mal estado del asfalto, por lo que tomo todas las precauciones posibles. Poco a poco va desapareciendo el tráfico pesado y puedo disfrutar de esta impresionante bajada. La dejo anotada en mi memoria para en una próxima oportunidad, realizarla en sentido inverso

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Al terminar la bajada, tomo dirección sur a través de la Panamericana, que desde aquí a Lima es una autopista. Por la hora que es, compruebo que lo mejor será parar a almorzar antes de llegar a Lima, allí me esperará el atasco diario y además incrementado por ser viernes. Los últimos kilómetros antes de que la Panamericana se funda con la zona perimetral en el norte de Lima, nunca me han gustado, ni cuando salgo de la capital y menos aún cuando regreso a ella. La causa es que aparte del aumento del tráfico, y bastante rápido por cierto, tiene una serie de largas subidas y bajadas con peligrosas curvas situadas al borde de los pronunciados barrancos, con el añadido de que, al estar a pie del Pacífico, el viento siempre sopla con fuerza en toda esta zona. Como en anteriores ocasiones, prefiero recorrerlos de fomar relajada, aunque ello implique retrasar mi llegada. Pero insisto en que esta parte nunca me resulta fácil y reconozco que, a pesar de haberlo realizado en 3 ocasiones diferentes, tengo atragantado este tramo y nunca disfruto al conducir por aquí.


Llegar hasta mi hotel, de nuevo el Antigua Miraflores, requiere cargarme de paciencia. Durante un par de horas me encuentro defendiéndome del apestoso tráfico limeño y al mimso tiempo controlando el GPS. Para colmo, al poco de meterme en la llamada "vía rápida" y cuando ya me las prometía muy felices, me para la policía y me obliga a abandonarla por lo que ya conocía, que está prohibida para las motos. Por suerte es una orden, un aviso, no llegan a multarme (imagino que por ser extranjero y alegar mi supuesto desconocimiento de la norma), pero nuevamente me encuentro callejeando lentamente para llegar hasta mi hotel.

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Sin nigún contratiempo, más que el retraso, aparco en el patio del Antigua Mirafores, en el que dias atrás había dejado parte del equipaje que no necesitaría durante el viaje en moto. Una vez descargada la moto, ahora me quedan unos pocos kilómetros desde el barrio de Miraflores hasta el de Chorrillos, donde está la sede de Motoviajeros Perú, para devolver la GS 800. Esta se ha portado, durante los 14 días y los aproximadamente 3.000 k recorridos, de la forma esperada, sin rechistar en ningún momento, ni bajo los aguaceros en la región de Amazonas, ni en las alturas poco habituales para nosotros los europeos, y llevándome por las trochas con la única limitación de mis habilidades.


Nuevamente ha sido otro completo viaje por este llamativo país, en esta ocasión sin incidentes graves, y que me ha llevado por unos recorridos sumamente espectaculares, cargados de historia pre y post colonial, reencontrándome con los amigos de años anteriores y conociendo a otros nuevos. Tras entregar la moto, y hasta la salida de mi vuelo, por delante tengo un fin de semana durante el que mis amistades limeñas harán que disfrute de la gastronomía peruana, de su música, espectáculos, monumentos, tradiciones...

Y luego las despedidas habituales...


-Hasta el año próximo Jaime, ¿por qué volverás para el IV E.G.V Perú , verdad?


-Si claro, por supuesto, como en estos últimos tres años, y seguro volveremos a vernos...


Nadie podía pensar entonces lo que, lamentablemente, el 2020 nos iba a traer a todo el mundo y de qué manera cambiaría nuestras vidas...

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Gracias, Jaime.

Compartirlo es un gesto de generosidad por tu parte.

Por momentos me he sentido en Perú y eso ya es muxho decir...
 
Gracias, Jaime.

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Por momentos me he sentido en Perú y eso ya es muxho decir...
Hola roadstero

Para eso es este apartado del foro, para compartir viajes y eso llevo haciendo desde el 2006, con todos los que hago por fuera de Europa, con aquel viaje a Ushuaia.

Y muchas gracias por decirme eso de que con su lectura te has sentido en el Perú, ahora tendrás que sentirlo en primera persona y en vivo...

Saludos
 
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