D
Dr._Infierno
Invitado
Existe la creencia generalizada de que, en la moto, lo que provoca estrés es la velocidad. Sin duda esto es verdad … pero no toda la verdad. Os voy a contar lo que opino sobre el tema.
El estrés surge cuando el piloto no está completamente seguro de que no se va a caer: tanto más estrés, cuanto menos seguridad tenga. Los defectos técnicos condicionan totalmente el momento en que aparece el estrés y, en este sentido, la velocidad interviene como un factor desencadenante tan importante que esconde, en la consciencia popular, la verdadera razón de la inseguridad: la técnica incorrecta. ¿No se puede sentir estrés por la velocidad, aunque la técnica sea correcta? Si se analiza bien, no. La razón es porque, en este supuesto, la velocidad es un factor que está incluido en la técnica correcta, no algo extrínseco a ella: un buen piloto sabe cuando su velocidad está sobrepasando los límites de su propia capacidad de procesamiento cerebral… aunque conduzca con una buena técnica en todos los demás aspectos del pilotaje.
La consecuencia de poner en el trono del estrés a la velocidad, es que surge un culto inmerecido a este factor. Lo vemos en la autoestima que con frecuencia observamos entre los que frecuentan de forma habitual los circuitos, así como en la admiración que a veces se desprende en los “carreteros”.
Os voy a contar una anécdota que sin duda arroja luz sobre el tema:
Andaba yo explorando las estribaciones de Sierra Nevada con una enduro. Del camino carretero por el que circulaba, se desprendía una vereda que ascendía rápidamente por la ladera del monte. Sentí curiosidad y me lancé por ella. Conforme ascendía, no me dí cuenta de que el terreno se iba hundiendo cada vez más, hacia ambos lados de la vereda. De pronto, me encontré rodando sobre la cresta de dos abismales barrancos de laderas cortadas casi a pico, uno a cada lado de la senda. Una caída sería mortal. No podía parar porque no existía espacio para colocar el pié de apoyo: la senda daba solo para el ancho de los neumáticos. De pies sobre la moto, con la vista fijada en lo que tenía delante, empecé a sentir un sudor frío por todo mi cuerpo. El pánico hacía que se aflojaran mis rodillas y sin embargo, no podía permitirme perder la concentración, ya que debía seguir negociando las irregularidades de la senda. Creo que no he sentido más estrés en mi vida. Finalmente vi la oportunidad de escapar de aquel infierno cuando uno de los barrancos me ofreció una terrorífica salida que, en aquellas circunstancias, me pareció un regalo del Cielo. Cuando llegué al fondo, tiré la moto y me derrumbé sobre la tierra. Al menos estuve media hora mirando pasar las nubes por el cielo y dando gracias por seguir vivo.
En el enduro, la velocidad es un factor relativo ya que rodar a 60 Km/h por un camino, puede ser tan estresante como ir a 300 Km/h por una pista asfaltada, con el agravante de que la improvisación no puede restar un ápice de concentración y de que las maniobras se acumulan continuamente una detrás de la otra y, a veces, al mismo tiempo.
La conducción deportiva en la carretera puede ser también muy estresante, porque lleva implícita factores que no están bajo el control absoluto del piloto. De ahí que sea totalmente desaconsejable.
Todas las actividades motociclísticas que se desarrollan en circuitos, tienen la ventaja de que la concentración no se ve alterada por factores imprevistos. El piloto tiene en su mano hacer de la velocidad un elemento más de su técnica y, por lo tanto, tener bajo control el estrés.

El estrés surge cuando el piloto no está completamente seguro de que no se va a caer: tanto más estrés, cuanto menos seguridad tenga. Los defectos técnicos condicionan totalmente el momento en que aparece el estrés y, en este sentido, la velocidad interviene como un factor desencadenante tan importante que esconde, en la consciencia popular, la verdadera razón de la inseguridad: la técnica incorrecta. ¿No se puede sentir estrés por la velocidad, aunque la técnica sea correcta? Si se analiza bien, no. La razón es porque, en este supuesto, la velocidad es un factor que está incluido en la técnica correcta, no algo extrínseco a ella: un buen piloto sabe cuando su velocidad está sobrepasando los límites de su propia capacidad de procesamiento cerebral… aunque conduzca con una buena técnica en todos los demás aspectos del pilotaje.
La consecuencia de poner en el trono del estrés a la velocidad, es que surge un culto inmerecido a este factor. Lo vemos en la autoestima que con frecuencia observamos entre los que frecuentan de forma habitual los circuitos, así como en la admiración que a veces se desprende en los “carreteros”.
Os voy a contar una anécdota que sin duda arroja luz sobre el tema:
Andaba yo explorando las estribaciones de Sierra Nevada con una enduro. Del camino carretero por el que circulaba, se desprendía una vereda que ascendía rápidamente por la ladera del monte. Sentí curiosidad y me lancé por ella. Conforme ascendía, no me dí cuenta de que el terreno se iba hundiendo cada vez más, hacia ambos lados de la vereda. De pronto, me encontré rodando sobre la cresta de dos abismales barrancos de laderas cortadas casi a pico, uno a cada lado de la senda. Una caída sería mortal. No podía parar porque no existía espacio para colocar el pié de apoyo: la senda daba solo para el ancho de los neumáticos. De pies sobre la moto, con la vista fijada en lo que tenía delante, empecé a sentir un sudor frío por todo mi cuerpo. El pánico hacía que se aflojaran mis rodillas y sin embargo, no podía permitirme perder la concentración, ya que debía seguir negociando las irregularidades de la senda. Creo que no he sentido más estrés en mi vida. Finalmente vi la oportunidad de escapar de aquel infierno cuando uno de los barrancos me ofreció una terrorífica salida que, en aquellas circunstancias, me pareció un regalo del Cielo. Cuando llegué al fondo, tiré la moto y me derrumbé sobre la tierra. Al menos estuve media hora mirando pasar las nubes por el cielo y dando gracias por seguir vivo.
En el enduro, la velocidad es un factor relativo ya que rodar a 60 Km/h por un camino, puede ser tan estresante como ir a 300 Km/h por una pista asfaltada, con el agravante de que la improvisación no puede restar un ápice de concentración y de que las maniobras se acumulan continuamente una detrás de la otra y, a veces, al mismo tiempo.
La conducción deportiva en la carretera puede ser también muy estresante, porque lleva implícita factores que no están bajo el control absoluto del piloto. De ahí que sea totalmente desaconsejable.
Todas las actividades motociclísticas que se desarrollan en circuitos, tienen la ventaja de que la concentración no se ve alterada por factores imprevistos. El piloto tiene en su mano hacer de la velocidad un elemento más de su técnica y, por lo tanto, tener bajo control el estrés.
