Bob Dylan, premio Nobel de Literatura 2016...

Copiado de la página definicion.de/literatura/poemas del alma;
La palabra literatura proviene del término latino litterae, que hace referencia a la acumulación de saberes para escribir y leer de modo correcto. El concepto posee una relación estrecha con el arte de la gramática, la retórica y la poética.

En concreto podemos subrayar que hay básicamente tres géneros literarios. El primero de los citados es el que se conoce con el nombre de lírico. Bajo dicha denominación se incluyen todas aquellas obras que se desarrollan mediante la poesía y lo que son todas las composiciones en verso. Entre los autores más importantes del mismo se encuentran, por ejemplo, Rafael Alberti o Federico García Lorca así como obras como el Romancero gitano, de este último escritor. El segundo género que se encuentra en la literatura es el épico. En él se incluyen los libros que se sustentan en la narrativa y que nos acercan la figura de personajes reales o ficticios que han vivido hechos legendarios. Entre estos citados trabajos se pueden incluir novelas, cuentos o relatos, entre otros. Un ejemplo de este tipo podría ser El Quijote de Miguel de Cervantes.
El tercer género por su parte es el que recibe el nombre de dramático, bajo cuya denominación se hallan guardados lo que son obras teatrales que normalmente se clasifican en dos: cómicas o trágicas. Un ejemplo de este tipo de trabajos sería La vida es sueño de Pedro Calderón de la Barca.
Es importante destacar que el origen de la escritura no marcó el inicio de la literatura. Los textos sumerios y algunos jeroglíficos egipcios, considerados como los escritos más antiguos de los que se tengan registros, no pertenecen al ámbito de la literatura.
Algunos galardonados:
Otorgada por primera vez en 1901 al poeta y ensayista francés Sully Prudhomme, con el correr de los años este prestigioso galardón también ha realzado la obra de una gran cantidad de reconocidos autores tales como Anatole France, Thomas Mann, Luigi Pirandello, Gabriela Mistral, Ernest Hemingway, Juan Ramón Jiménez, Albert Camus, Miguel Ángel Asturias, Samuel Beckett, Pablo Neruda, Octavio Paz, Nadine Gordimer, Günter Grass y Harold Pinter. En las últimas dos ediciones, el Premio Nobel de Literatura ha quedado en manos de Orhan Pamuk y Doris Lessing, respectivamente.

Opninión personal: Bajo los criterios de adjudicación utilizados cabría darle otro reconocimiento a Machado , lorca incluso a Lluis Llach.



Dudo que los suecos consulten la RAE.
 
Cierto que los suecos no consultan la RAE pero no resultaron ajenos ni a la literatura y estilo medieval ni al modernismo, por citar alguna etapa, ni a la narrativa, ni a la novela ni a la poesia, justo como aquí, luego el concepto de qué cosa sea la literatura es el mismo. No se me escapa que es como dices ,como tampoco que nosotros no leemos por ejemplo a Hjalmar Södeberg, pero más que nada es por ilustrar los géneros literarios y a quienes se les ha otorgado para ver qué es en puridad literatura y a quienes comprende el considerarse literato......igual por eso no recoge el premio, quien sabe.
 
No se trata de rechazar un premio o no rechazarlo. Dylan está en su derecho de recogerlo, rechazarlo, coger sólo el dinero del premio (apuesto a que lo pilla) ni ocho cuartos. Repito, que el jurado antes de conceder un premio tiene que ser objetivo (qué personaje es, trayectoria, empatia, aparte de saber "algo" principal de su concesion (Dylan sólo ha escrito dos libros, uno de ellos el peor de la historia y el otro, creo, una bioigrafia, que, a saber, si no se la ha escrito un "negro"). El Nobel es algo más, aparte de sacar del anonimato al escritor de turno, sí, algo más, saber estar, trayectoria del personaje (no recogió el Cervantes) etc. Por todo ello y por mucho más, por muchas vueltas que se le dé al asunto la Academia Sueca la ha "cagado" pero bien en esta ocasion, y me alegro de que el "inclito" les de con su premio en los morros, que por otra parte se lo merecen por hacerse los "suecos".

Por supuesto, todo es opinable.
 
He leído en alguna parte que le conceden el Nobel por su trayectoria y reivindicación pacifista en el tema del Vietnam, por la criticidad mostrada con sus letras ante una sociedad americana instalada en el belicismo etc. etc. etc. pero todo esto es un error, una ironía de las cosas en la que en mi opinión no podían incurrir quienes conceden el Nobel, pues el mismo dinero que se sacaba Dylan y otros cuantos más con su antibelicismo y paciifismo era aplicado por esas multinacionales para sufragar Vietnam y otros asuntos similares en todo el mundo.... y esto no puede ser negado ni por Dylan, ni por quien sea, pues ellos no eran ignorantes de dónde les venía el dinero, en todo caso una ignorancia deliberada que aún es peor. Por todo eso y porque como decía Cruyf "fútbol es fútbol", yo digo literatura es literatura.
 
A parecer Robert Allen Zimmerman ha reconocido el su Web el Nobel y al rato se ha arrepentido y lo ha quitado.
No sé a que espera la Academia Sueca a dárselo al siguiente de la lista y no a este "personaje" uraño, endiosao y gagá.
 
La concesión del premio Nobel a Bob Dylan ha sido un batacazo histórico a la normalidad. No se ha tenido que esperar a su muerte para considerarlo algo más que «un cantante». Nació en una pequeña ciudad minera donde la escuela era un edificio en ruinas. La abandonó cuando era adolescente. En los cruces de autopistas cogía cualquier dirección. Contactó con cantantes de calle y encontró en una guitarra una herramienta de salvación. En fin, eso fue Bob Dylan cuando aún se llamaba Robert Zimmerman.

Aunque siempre he tenido un cierto interés por la música, y muy especialmente por las canciones, mi conocimiento es irregular. Fui contemporáneo del éxito de los Beatles y de otros grupos de gran éxito. Recordándolo ahora, a distancia, vemos muy claro la incomprensión de quienes hablaban despectivamente de los «guitarreros». Leo algunas letras de las canciones de Dylan, y otros cantantes, y me doy cuenta de que esas palabras tenían y mantienen una notable fuerza literaria. «Reuníos aquí, gente, estáis donde estáis para admitir que las aguas han crecido y pronto estaréis mojados dentro de los huesos. Si deseáis salvaros disponeos a nadar o os hundiréis como piedras, porque los tiempos están cambiando».

Se ha hablado de la música de los Stones y los Beatles pero hasta ahora no se había reconocido el contenido y la dimensión literaria de sus canciones, seguramente porque las formas no eran convencionales. «¿Cuántas veces un hombre tiene que mirar hacia arriba para poder ver el cielo? ¿Cuántas orejas debe tener un hombre para escuchar los lamentos del pueblo? ¿Cuántas muertes más tendrá que haber para que se sepa que ya son demasiado?». Ante la aparición del rock hubo una generación que se escandalizó. Otra lo recibió con entusiasmo.

Creo que los poetas y los prosistas harían bien de 'leer' a Dylan, sin dramatizarlo. Porque cuando le preguntaron qué pensaba de la droga dijo: «Solo conozco una que valga la pena: Brigitte Bardot».
 
La concesión del premio Nobel a Bob Dylan ha sido un batacazo histórico a la normalidad. No se ha tenido que esperar a su muerte para considerarlo algo más que «un cantante». Nació en una pequeña ciudad minera donde la escuela era un edificio en ruinas. La abandonó cuando era adolescente. En los cruces de autopistas cogía cualquier dirección. Contactó con cantantes de calle y encontró en una guitarra una herramienta de salvación. En fin, eso fue Bob Dylan cuando aún se llamaba Robert Zimmerman.

Aunque siempre he tenido un cierto interés por la música, y muy especialmente por las canciones, mi conocimiento es irregular. Fui contemporáneo del éxito de los Beatles y de otros grupos de gran éxito. Recordándolo ahora, a distancia, vemos muy claro la incomprensión de quienes hablaban despectivamente de los «guitarreros». Leo algunas letras de las canciones de Dylan, y otros cantantes, y me doy cuenta de que esas palabras tenían y mantienen una notable fuerza literaria. «Reuníos aquí, gente, estáis donde estáis para admitir que las aguas han crecido y pronto estaréis mojados dentro de los huesos. Si deseáis salvaros disponeos a nadar o os hundiréis como piedras, porque los tiempos están cambiando».

Se ha hablado de la música de los Stones y los Beatles pero hasta ahora no se había reconocido el contenido y la dimensión literaria de sus canciones, seguramente porque las formas no eran convencionales. «¿Cuántas veces un hombre tiene que mirar hacia arriba para poder ver el cielo? ¿Cuántas orejas debe tener un hombre para escuchar los lamentos del pueblo? ¿Cuántas muertes más tendrá que haber para que se sepa que ya son demasiado?». Ante la aparición del rock hubo una generación que se escandalizó. Otra lo recibió con entusiasmo.

Creo que los poetas y los prosistas harían bien de 'leer' a Dylan, sin dramatizarlo. Porque cuando le preguntaron qué pensaba de la droga dijo: «Solo conozco una que valga la pena: Brigitte Bardot».

La drogas y Dylan siempre han estado relacionadas, prueba de ello es este articulo que así lo desvela. Por muchas vueltas que se le de al tema, al Cesar lo que es del Cesar y Bob Dylan será un buen musico pero no un Literato, por lo que el premio Nobel se le tenia que cambiar por un Grammy, en todo caso.

Bob Dylan: drogas, hijos ocultos, prostitución... y Nobel de Literatura | loc | EL MUNDO
 
Ahora resulta qué además de su obra, si es que se la conoce, se juzga su vida personal... más papistas que el Papa, o que el Nóbel... creo que se salvarían pocos... conozco bastante bien la vida de Camilo José Cela, conozco a su hijo, y esto no resta para que fuera un buen literato.
 
Bob Dylan no ha dicho todavía su última palabra que, en su caso, es su último silencio, su último desplante, su olímpica indiferencia, su "ahí os quedáis, amigos." Anteriormente apunté la posibilidad de que Dylan pudiera rechazar sin problemas el Nobel, aunque me decanté por otra opción: Dylan acudirá a Estocolmo pero sin saludar al respetable, sin agradecer nada a nadie y sin quitarse las gafas oscuras ni el sombrero. Ahora se rumorea aunque las noticias vuelan y cambian de sentido y a estas alturas el hombre puede haber aceptado el premio o haberlo rechazado de forma definitiva que Dylan no sólo no contesta a las insistentes llamadas de la Academia que, ansiosa, quiere notificarle de una vez por todas la buena nueva, sino que ya ha dado una respuesta tajante y negativa. En fin, que no acepta el Nobel.

Todos los que han ridiculizado a Bob Dylan nada más saber que la Academia Sueca le otorgaba el Gran Premio de Fórmula 1, muchos de ellos poetas de tres al cuarto que van de puros por la vida, se merecen que su denostado objetivo, el propio Dylan, les arroje a la cara su rechazo. Es más, incluso a quienes hemos justificado, aunque sea in extremis, en el último segundo y tras un penalty dudoso, el merecimiento del premio, también nos merecemos, y valga la redundancia, que Dylan se quede con nosotros y nos venga a decir: "gracias, amigos, por los servicios prestados, pero resulta que he quedado con Johanna." Pero, sobre todo, quienes se han sentido ofendidos incluso algunos hablan sin rubor de humillación por la noticia, pueden respirar aliviados. Dylan se ha encargado de "impartir justicia", "de poner las cosas en su sitio" en un acto, aunque sea por omisión, de grandeza. O tal vez, los motivos sean otros, altivez o simplemente pereza. Tampoco vayamos a santificar a Dylan. De hecho, no contestar al teléfono es una actividad la mar de liberadora y, además, una reacción casi lógica en Dylan, que acude a los sitios como si en verdad no quisiera ir y, además, él ya se encarga de demostrarlo con su ya mítica hosquedad. O, también, un ya clásico y muy literario, "preferiría no aceptar el Nobel de Literatura", al modo Bartleby.

Aún pueden ocurrir muchas cosas hasta el día de la entrega, pero lo cierto es que este silencio o esta negativa son, en el fondo, una forma de cortesía. Entre ladrar y prosternarse ante la gran noticia, Dylan parece decantarse por el mutismo, y quizá más tarde por el rechazo. Tras la noticia del Nobel, el escritor de canciones uf se plantó en un escenario de Las Vegas y, sin hacer ningún tipo de alusión al tema, se limitó a cumplir con su trabajo: dar ese concierto. Por supuesto, sin decir buenas noches y, por descontado, sin rendirse ante las esperadas peticiones de bises. Ahí os quedáis, como ahí se están quedando los miembros carcamales de la Academia Sueca. Como ahí nos quedamos los demás, comprándonos un sombrero para en el acto quitárnoslo ante semejante guiño de Bob. Porque el mejor premio de todos consiste en poder permitirnos el lujo de rehusarlo. Un No que es un Sí. Un No liberador. Sobre todo cuando uno podría haber aceptado el premio y salir corriendo. La jugada es magnífica, y el placer que supone el hecho de rechazar el premio mayor, insuperable. Sobre todo, sabiendo que el novelista Philip Roth, nada menos, lo está aguardando sin rubor.

El rechazo del Nobel da para una densa canción. En ella cabrían, por descontado, el jurado, pero más que el jurado quienes han salido en tromba en las redes sociales vertiendo comentarios pretendidamente chistosos, tratando de menoscabar el arte de Dylan. Un humor de parvulario, y que disculpen los infantes. En fin, detractores de poco nivel. Este rechazo, si lo hubiere, entra dentro de la lógica dylaniana. Hay ausencias muy presentes, y la de Dylan es una de ellas. Quienes se han escandalizado por la decisión de la Academia Sueca, como si les fuera la vida en ello, tendrán que reconocer el gesto de Dylan. Y quienes lo han celebrado, tendrán aún más motivos para reincidir en su dylanismo. En este caso, aquí el rechazo al Nobel supondría un distintivo mucho más preciado que la aceptación. Aquí, Dylan entraría en el club de Boris Pasternak y de Jean Paul Sartre. Éstos dieron sus respectivas explicaciones. Veremos si Dylan se digna. Hay algo levemente heroico en las declinaciones. Levemente, ya que Dylan anda sobrado de distinciones y de cash. Cuando el rechazo de un premio supone, a la postre, el mayor premio, la máxima distinción. Don't go, Bob. Ahí va una canción.
 
Bob Dylan no ha dicho todavía su última palabra que, en su caso, es su último silencio, su último desplante, su olímpica indiferencia, su "ahí os quedáis, amigos." Anteriormente apunté la posibilidad de que Dylan pudiera rechazar sin problemas el Nobel, aunque me decanté por otra opción: Dylan acudirá a Estocolmo pero sin saludar al respetable, sin agradecer nada a nadie y sin quitarse las gafas oscuras ni el sombrero. Ahora se rumorea aunque las noticias vuelan y cambian de sentido y a estas alturas el hombre puede haber aceptado el premio o haberlo rechazado de forma definitiva que Dylan no sólo no contesta a las insistentes llamadas de la Academia que, ansiosa, quiere notificarle de una vez por todas la buena nueva, sino que ya ha dado una respuesta tajante y negativa. En fin, que no acepta el Nobel.

Todos los que han ridiculizado a Bob Dylan nada más saber que la Academia Sueca le otorgaba el Gran Premio de Fórmula 1, muchos de ellos poetas de tres al cuarto que van de puros por la vida, se merecen que su denostado objetivo, el propio Dylan, les arroje a la cara su rechazo. Es más, incluso a quienes hemos justificado, aunque sea in extremis, en el último segundo y tras un penalty dudoso, el merecimiento del premio, también nos merecemos, y valga la redundancia, que Dylan se quede con nosotros y nos venga a decir: "gracias, amigos, por los servicios prestados, pero resulta que he quedado con Johanna." Pero, sobre todo, quienes se han sentido ofendidos incluso algunos hablan sin rubor de humillación por la noticia, pueden respirar aliviados. Dylan se ha encargado de "impartir justicia", "de poner las cosas en su sitio" en un acto, aunque sea por omisión, de grandeza. O tal vez, los motivos sean otros, altivez o simplemente pereza. Tampoco vayamos a santificar a Dylan. De hecho, no contestar al teléfono es una actividad la mar de liberadora y, además, una reacción casi lógica en Dylan, que acude a los sitios como si en verdad no quisiera ir y, además, él ya se encarga de demostrarlo con su ya mítica hosquedad. O, también, un ya clásico y muy literario, "preferiría no aceptar el Nobel de Literatura", al modo Bartleby.

Aún pueden ocurrir muchas cosas hasta el día de la entrega, pero lo cierto es que este silencio o esta negativa son, en el fondo, una forma de cortesía. Entre ladrar y prosternarse ante la gran noticia, Dylan parece decantarse por el mutismo, y quizá más tarde por el rechazo. Tras la noticia del Nobel, el escritor de canciones uf se plantó en un escenario de Las Vegas y, sin hacer ningún tipo de alusión al tema, se limitó a cumplir con su trabajo: dar ese concierto. Por supuesto, sin decir buenas noches y, por descontado, sin rendirse ante las esperadas peticiones de bises. Ahí os quedáis, como ahí se están quedando los miembros carcamales de la Academia Sueca. Como ahí nos quedamos los demás, comprándonos un sombrero para en el acto quitárnoslo ante semejante guiño de Bob. Porque el mejor premio de todos consiste en poder permitirnos el lujo de rehusarlo. Un No que es un Sí. Un No liberador. Sobre todo cuando uno podría haber aceptado el premio y salir corriendo. La jugada es magnífica, y el placer que supone el hecho de rechazar el premio mayor, insuperable. Sobre todo, sabiendo que el novelista Philip Roth, nada menos, lo está aguardando sin rubor.

El rechazo del Nobel da para una densa canción. En ella cabrían, por descontado, el jurado, pero más que el jurado quienes han salido en tromba en las redes sociales vertiendo comentarios pretendidamente chistosos, tratando de menoscabar el arte de Dylan. Un humor de parvulario, y que disculpen los infantes. En fin, detractores de poco nivel. Este rechazo, si lo hubiere, entra dentro de la lógica dylaniana. Hay ausencias muy presentes, y la de Dylan es una de ellas. Quienes se han escandalizado por la decisión de la Academia Sueca, como si les fuera la vida en ello, tendrán que reconocer el gesto de Dylan. Y quienes lo han celebrado, tendrán aún más motivos para reincidir en su dylanismo. En este caso, aquí el rechazo al Nobel supondría un distintivo mucho más preciado que la aceptación. Aquí, Dylan entraría en el club de Boris Pasternak y de Jean Paul Sartre. Éstos dieron sus respectivas explicaciones. Veremos si Dylan se digna. Hay algo levemente heroico en las declinaciones. Levemente, ya que Dylan anda sobrado de distinciones y de cash. Cuando el rechazo de un premio supone, a la postre, el mayor premio, la máxima distinción. Don't go, Bob. Ahí va una canción.

Detractores de poco nivel. La madre que me parió, y un "ensalzador" de mucho nivel que es? Quien justifica a un tio uraño, maleducado, engreido, ¿que pasa que Dylan mea colonia? Vamos a ver, en la vida se puede ser muchas cosas, pero creerse por encima de los demas, del bien y del mal, eso es de malnacidos y malas personas. Y no hay mas leña que la que arde. Este tio, lo que tenian es que quitarle el Nobel y dárselo a alguien que se lo merece y la Academia daria de lado de una vez por todas "Al Salvalme de Luxe" que ha convertido el Nobel. Rectificar es de sabios y quitarle el Nobel a este tio "sobrao" le volveria a dar a la Academia el prestigio perdido.
 
Última edición:
Bueno, como diria Dylan:"Dejo este verso ,tan terso, para romper la tension, ante tanta confrontacion"

IMG-20161021-WA0029.jpg

Paz y amor
 
75
75
 
Última edición:
Han aparecido unos cuantos por ahi, pero sin mas, solo se trata de darle un poco de humor al asunto sin intencion de molestar a nadie, cosa siempre dificil. :thumbsup::thumbsup::thumbsup::thumbsup:
 
Han aparecido unos cuantos por ahi, pero sin mas, solo se trata de darle un poco de humor al asunto sin intencion de molestar a nadie, cosa siempre dificil. :thumbsup::thumbsup::thumbsup::thumbsup:

Y mas que apareceran. Y no se trata de molestar o tal y cual pascual, es sólo aplicar la lógica. :D
 
Una constante periodística ante Dylan Nobel ha sido la de considerar el premio de este año "polémico". Desde su anuncio ya se le otorgó esta categoría, polémico, cuando el premio a Dylan ha sido sorprendente, pero no polémico. La polémica ni siquiera se crea ya en la calle. Como la llamada alarma social sea lo que sea eso, que tampoco. La polémica se crea en la prensa que acuciada por la crisis de ventas, cósmica, se agarra a cualquier salvavidas, por erróneo que sea y sobre todo, se crea en uno de sus enemigos naturales: las redes sociales, que la van arrinconando. Ahora en cuestión de segundos cualquier cosa es polémica o escandalosa y, desde luego, sin lugar para los matices. O blanco o negro. Y en los periódicos hemos sido tan ingenuos que hasta se ha metido twitter y facebook en casa. Como un caballo de Troya al que se la da marchamo de validez, sin tener en cuenta que el primer distorsionador de conductas y opiniones es el anonimato.

Bien: ya tenemos no pasará de esta semana, nada dura nobel polémico. Polémica es la que han tenido dos académicos de la RAE, también esta semana, donde uno de ellos, Arturo Pérez-Reverte, ha dicho algo muy cierto: hay académicos que dan lustre a la Academia y otros a los que la Academia da lustre. Esto es así y ocurre en cualquier academia. Al entrar en una de ellas, hay autores cuya obra cobra una presencia y un aparente prestigio que no se merece en absoluto y otros cuya obra enriquece a la institución y ésta se convierte en testimonio de ello.

Ser nobel es entrar en una academia, digamos olímpica. Y para hacerlo, unos se trabajan lo que pueden consiguiéndolo o no y otros no hacen nada más que su oficio, que es su arte. Esto ocurre en todas las academias y en las que no son olímpicas estas maniobras se notan más de muchas de ellas queda constancia escrita, como se nota en tantos la búsqueda de lustre en el honor. Bob Dylan, por ejemplo, no ha hecho nada para que le dieran el nobel. No estoy diciendo que no se lo merezca, en absoluto y ya he escrito aquí sobre eso el mismo día que se lo otorgaron, sino que nunca maniobró para obtenerlo. Sólo se dedicó a lo suyo, escribir, componer y cantar como forma de vida y vivir para eso, también y poco más, que ya es muchísimo. Pero no estableció estrategia alguna para ser nobelable, nobel o lo que fuere. Le han dado el nobel, no lo buscó. Y así como en cualquier otra academia esto es una rareza las maniobras son dignas a veces de von Clausewitz, no lo es tanto en Estocolmo y de ahí tantas sorpresas. Dudo mucho, por ejemplo, que lo buscara la gran Svetlana Aleksiévich y desde luego Modiano no lo buscó nunca tampoco. Su sorpresa al enterarse enorme fue sincera. Pero no crean, está lleno de "seres puros" que no paran de tejer y de ser anti y ser pro al mismo tiempo, a ver si cae algo. Lleno.

Y tras determinar que el premio era polémico y no sorprendente, se ha decidido entrar en el silencio de Dylan. "Dylan no responde a la Academia Sueca". "Dylan pasa del Nobel". "Lea los whattsaps de la Academia al cantante" (que por cierto parecían cualquier cosa menos mensajes escritos por un académico de Literatura). Como si por ser premiado con el nobel, Bob Dylan hubiera tenido que dejar de ser Bob Dylan, el judío errante que atraviesa el tiempo y los espacios y nunca se sabe dónde se encuentra, aunque por todos los lugares es visto. Esta es una de las encarnaciones de Dylan y a ella se le pide que conteste qué risa o se interpreta inmediatamente su silencio como desdén. O sea que un hombre que nunca ha respondido a los requerimientos del mundo y de eso ha hecho una forma de vida, ha de responder ahora al teléfono. La polémica. Blanco o negro, en fin. Supongo que lo siguiente será: "¿asistirá Dylan a la ceremonia de entrega de los nobel?".

Todas estas tonterías nos indican cómo han cambiado las cosas de los 60/70 hacia aquí y cómo se han perdido las coordenadas, por ejemplo, que han hecho posible que Dylan hoy sea nobel. Y cuando digo "sea nobel" me refiero a que un artista como él creciera entre nosotros y formara parte esencial en nuestra educación. Que haya sido y sea una parte importante de nosotros porque su lenguaje nos explicaba antes de que nosotros mismos pudiéramos comprendernos. Esto se ha ido al garete y el nobel a Dylan es la proa del Titánic que se hunde. Y todas estas tonterías, repito, las pipas y palomitas de los que ahora ven la película, que no la realidad.
 
Según las ultimas noticias va a ir a recoger el premio, solo que ha puesto varias condiciones: 1.- Recoger el premio como a veces canta en publico, es decir, de espaldas. 2.- No dar ningún tipo de discurso ni agradecimiento por el estilo. 3.- Ir a la gala con sombrero mexicano y 4.- que el dinero del premio se lo den en monedas de 20/céntimos de euro. Seguiremos informando
 
El mundo está conmocionado. Bob Dylan no coge el teléfono. Después del terremoto provocado por la decisión de la Academia Sueca de concederle el Nobel de Literatura el cantante ni siquiera les contesta. Ni un mísero gracias. Dylan pasa de premios, no los necesita. Nadie sabe si al menos acudirá a recogerlo o mandará una india nativa como cuando Marlon Brando ganó el Oscar. Los académicos empiezan a cansarse de su actitud altiva y ya hay quien lo ha calificado como descortés y arrogante. Lo que para muchos escritores es el mayor reconocimiento posible y un camino directo al estrellato, para Dylan puede convertirse en un martirio.

Imaginen ese momento en el que Dylan, movido por alguna pulsión desconocida, decide volver a Duluth, el pueblo de Minnesota en el que pasó su infancia y del que salió corriendo para cambiar la historia de la música (o de la literatura). Regresará a la América profunda, y lo hará convertido en una celebridad. No habrá quien no le paré para hacerse una selfi, le invitarán a ser jurado del concurso local de pintura y los bomberos le pasearán junto a la reina de la belleza del pueblo, una Miss en potencia a la que le espera un futuro poco prometedor. Él es el orgullo de Duluth, y hay que mostrarlo como si fuera un trofeo.






más noticias
oPérez-Reverte: "¿Dylan? Yo quiero meter a Sabina en la Academia"


oElla rehúsa besarle en la boca, él la besa entonces en un pecho: escándalo sexista en Francia


oLos atormentados complejos que exhibe Rosa López


recomendado por

Como siempre el cine se ha adelantado a la realidad, y la película El ciudadano ilustre fantasea con esa posibilidad de regreso catártico de un flamante Nobel de Literatura a su pueblo natal del que escapó sin mirar atrás. No es, además, un Nobel cualquiera, sino uno que cantó las cuarenta a los galardones en su discurso de agradecimiento (como muestra la brutal escena inicial del filme). Este personaje de ficción que se ha adelantado a Dylan se llama Daniel Mantovani, un cínico y ególatra escritor al que da vida un imperial Óscar Martínez.

Lo que sigue es una sucesión de momentos incómodos que han desatado la carcajada del público de la SEMINCI en su primer pase. Es imposible no pensar en el cantautor de EEUU cuando ve a esta estrella que en su regreso descubre que la mitad no se han leído su obra y otros tantos le odian por no llevar la bandera de la localidad en su boca todo el tiempo. Gastón Duprat y Mariano Cohn han acudido a Valladolid y han reconocido que El ciudadano ilustre se ha convertido en “una película premonitoria”. Tanto que hasta la cuenta falsa de Twitter del escritor del filme hizo un comunicado oficial opinando sobre el Nobel para Dylan: “Pero pienso que Dylan no debería a aceptarlo, ¿por qué? Por respeto a su propia historia, y por desprecio a una institución que predica lo contrario a sus canciones”, dice el autor ficticio.


“No debe ser fácil para Bob Dylan que le den ese premio unos reyes. Es un rockero, es terrible, una desgracia. Y se lo van a dar igual aunque no vaya, está condenado”

“No debe ser fácil para Bob Dylan que le den ese premio unos reyes. Es un rockero, es terrible, una desgracia. Y se lo van a dar igual aunque no vaya, está condenado”, cuentan entre risas Duprat y Cohn a EL ESPAÑOL. El filme, que apunta al palmarés como ya lo hizo en Venecia -donde ganó el premio al Mejor actor-, no deja títere con cabeza. Ataca a los 'pueblerinos', a los que miran por encima del hombro por haberse ido a la gran ciudad, a los políticos, a los artistas y hasta a las barbacoas argentinas. Y eso que los realizadores hacen mucho hincapié en que El ciudadano ilustre no es una película de humor. “No es una comedia, pero al público la única referencia que le queda para pasar esas situaciones incómodas es reírse”, zanjan de forma contundente.

Su Daniel Mantovani suelta frases como puñales y dice en voz alta lo que nadie se atreve, aunque lo piensen. Así no duda en asegurar que todos los artistas y creadores tienen que ser egocéntricos, algo que los directores matizan. “Sí, es cierto, pero también existe el ego en otras profesiones. Por ejemplo los directores tenemos más herramientas para protegernos de esto, de lo público, de la exposición indeseada. Si uno no quiere no te daríamos esta entrevista, incluso puede que quedara bien eso, decir: 'uhh un director que no da notas', mientras que en una actor sería raro”, añade.


“El hecho de irse de un pueblo pequeño a una ciudad cosmopolita para triunfar como artista es una idea pueblerina. Es un poco frívolo decir: me voy a hacer artista donde sucede todo”

Hasta para su personaje principal tienen dardos durante la película, porque a pesar de que el topicazo diga que para triunfar en el arte tienes que ir a una gran urbe, ellos tienen claro que “el hecho de irse de un pueblo pequeño a una ciudad cosmopolita para triunfar como artista es una idea pueblerina”. “Es un poco frívolo decir: me voy a hacer artista donde sucede todo. Luego donde sucede todo no sucede nada. No hay garantía de nada”, explican a este periódico.

Esta idea premonitoria tardó cinco años en verse realizada. Ahora arrasa en la taquilla argentina y es el filme elegido para representarles en los Oscar. El guion, de Andrés Duplat -hermano de uno de los realizadores-, nació con la idea del regreso de una figura relacionada con el mundo del arte, pero luego fueron sumando capas: “añadimos que fuera un premio Nobel, porque además a Argentina se le negó el premio a escritores como Borges o Cortázar, así que había un tema pendiente ahí”, dicen sobre los orígenes del proyecto. Una cuestión de justicia poética, casi como ese premio a Dylan, del que Daniel Mantovani tiene algo más que añadir.
 
Tras años siendo un improbable candidato, Bob Dylan ha ganado el Premio Nobel de Literatura. La Academia Sueca lo argumenta finamente: “Por crear nuevas expresiones poéticas dentro de la gran tradición de la canción estadounidense”. La elección tiene, sin embargo, otras lecturas: de alguna manera, se reconoce la revolución cultural de los sesenta, de la que Dylan fue esencial catalizador. Se interpretará igualmente como un triunfo generacional, de los llamados baby boomers.

Revisando el cartel del pasado Desert Festival, se hacían cábalas sobre la relativa importancia de cada participante: Dylan, los Rolling Stones, Paul McCartney, Neil Young, The Who, Roger Waters. Olvidemos fama y ventas: resulta evidente que solo uno de ellos tiene categoría de maestro. Una palabra demasiado desgastada, pero que aquí se aplica literalmente: todos los demás invitados estudiaron los discos de Dylan, desde 1965, si no antes. Las letras del rock cambiaron radicalmente a partir de sus primeros álbumes. Ampliaron su temática, enriquecieron sus técnicas expresivas, buscaron aliento poético, se alargaron. Acierta el tópico: “Elvis liberó el cuerpo, Dylan hizo lo mismo con la mente”.

Había sido rockero en sus inicios (escuchen Mixed up Confusión, su primer single, de 1962) pero se mimetizó con el ambiente del Greenwich Village neoyorquino). Reconvertido en folk singer, pronto superó a sus preceptores en la acidez de sus canciones políticas, en su agridulce repertorio amoroso, en la forja de un cancionero personal que oscilaba entre el surrealismo y unos monólogos interiores particularmente torrenciales. Avisó del cambio de perspectiva con Another Side of Bob Dylan (1964). Pero nadie estaba preparado para la tormenta de decibelios que vendría al año siguiente.

Dylan también ha funcionado como ejemplo moral. Resistió impertérrito las críticas mordaces de la izquierda y los abucheos ocasionales que siguieron a Like a Rolling Stone. Tras encabezar —sin pretenderlo— la insurgencia juvenil, en 1966 se retiró justo cuando la contracultura saltaba de la bohemia a las masas. Primó su familia sobre aquella teórica revolución y recibió sopapos sin cesar. Su casa de Nueva York hasta se vio asediada por patéticas manifestaciones de creyentes que exigían que tomara de nuevo la bandera de la rebelión.

No lo hizo, aunque ocasionalmente diera rienda suelta a su ira ante la injusticia racial (Hurricane o la mucho menos conocida, George Jackson). De hecho, se emperraba en llevar la contra: lanzó un disco de retales, Self Portrait (1970), posiblemente en respuesta a la popularidad de los discos piratas que recogían sus grabaciones inéditas. Si el Viejo Testamento había formado parte de sus cimientos culturales, en los setenta visitó Israel y flirteó con el sionismo. Aún con todos esos precedentes, alienó a lo que quedaba de su público cuando, hacia 1978, se transformó en un cristiano fundamentalista, facturando poderosas canciones de fuego y azufre. Por si fuera poca cosa el reto a unos oyentes escasamente religiosos, reforzaba sus conciertos con unos sermones apocalípticos cuya lectura —el pintor Francesco Clemente los reunió en un librito de su editorial, Hanuman— todavía produce bochorno.

Ya en los ochenta, desistió de evangelizar a su descreída parroquia. Iniciaba una peregrinación aparentemente marcada por la desesperación profesional. Se puso a las ordenes de productores de éxito que prometían acercarle a los compradores de discos: Mark Knopfler, Arthur Baker, Daniel Lanois, David y Don Was; hasta cedería a la moda con un descuidado MTV Unplugged (1995). Sufrió una aterradora etapa de sequía compositiva, que tapó con colecciones de canciones folclóricas, como Good as I Been to You (1992) o World Gone Wrong (1993). Para más inri, por aquel tiempo, su hijo Jakob se convirtió en superventas al frente de The Wallflowers.

Se apuntó a giras con Tom Petty & the Heartbreakers y los Grateful Dead. Con los sanfranciscanos aquello fue particularmente desastroso —“se ponía a tocar canciones que no habíamos ensayado y que él tampoco dominaba”— pero tuvo una revelación. Lo contó en Crónicas (2004), el único tomo publicado de una prometida trilogía autobiográfica: descubrió una manera de reinventar sus canciones, sin importarle que sonaran irreconocibles. Y confirmó su vocación de músico itinerante: desde 1988 ofrece alrededor de un centenar de actuaciones al año, ritmo que ninguno de sus compañeros del rock se ha atrevido a imitar.

Todos estos volantazos estuvieron rodeados de misterio. La mayoría de los encuentros periodísticos con Dylan se caracterizan por su tono evasivo o arisco. Para ser el cantante más analizado del planeta, objeto de una inmensa bibliografía, ha sabido mantener muchos secretos sobre su vida privada. Solo en 2001, gracias a la investigación del británico Howard Sounes, se supo que estuvo seis años casado con Carolyn Dennis, corista de su grupo góspel, con la que tuvo una hija. Cada poco nos da una sorpresa que sugiere una mente inquieta, que no puede detenerse: expone pinturas, trabajos de forja…

Ayuda que Dylan haya resuelto el enojoso trance de grabar. Nada de acrobacias en el estudio: desde Love and Theft (2001) se autoproduce, bajo el seudónimo de Jack Frost, apoyado por su banda de directo y algunos amigos. Su sonido y sus arreglos son ahora formalistas.

Desde 1997, los vientos soplan a su favor. Ese año, sufrió una pericarditis que estuvo a punto de reunirle "con Elvis". Fue un mazazo entre sus seguidores, que le creían poco menos que indestructible. Desde entonces, sus excentricidades parecen más tolerables. ¿Que tocó para Juan Pablo II? “¡Le sacó una pasta al Vaticano!”. ¿Que se detectan abundantes plagios en canciones o escritos?. “Está recuperando a autores olvidados”. ¿Que hace publicidad para lencería, bancos o automóviles? “Se burla del comercialismo de nuestra era”. El espaldarazo recibido desde Estocolmo confirma que hasta el establishment literario se ha rendido a sus idiosincrasias. Es el reconocimiento definitivo a una vida tan intensa como creativa.

Felizmente para Dylan, existe un Jeff Rosen. Es quien racionaliza su actividad y organiza sus tours. Desde 1991, confecciona la Bootleg series, ya con 12 entregas: minuciosos rescates de directos, tomas alternativas y maquetas que antes eran territorio exclusivo de pirateadores. Rosen ha ido adquiriendo material gráfico y cintas de audio y vídeo, para diferentes proyectos: se dice que realizó las entrevistas del documental No Direction Home, que luego Scoresese se ocuparía de montar. Se alternan así los discos frescos con los históricos: en 2016 coincide Fallen Angels, la segunda parte de su homenaje a Sinatra con una integral de los turbulentos conciertos de 1966, en 36 CD.
 
... aunque puestos a elegir me quedo con The Rolling Stones cuando ejercían de tales... finales 60 principios 70.
 
El músico y poeta canadiense Leonard Cohen aplaudió este jueves el premio Nobel de Literatura concedido a Bob Dylan y aseguró que otorgarle ese galardón al cantautor estadounidense es como "poner una medalla al monte Everest por ser la montaña más alta".
 
El músico y poeta canadiense Leonard Cohen aplaudió este jueves el premio Nobel de Literatura concedido a Bob Dylan y aseguró que otorgarle ese galardón al cantautor estadounidense es como "poner una medalla al monte Everest por ser la montaña más alta".

O lo que es lo mismo, ponerle una medalla a Bob Dylan por ser el músico más alto , esta es la analogía ¿no?.
Creo que el sr. Cohen se equivoca, pero quién soy yo para afirmar tal cosa.:lipsrsealed:.....o igual está siendo eufemistico para evitar ser franco y directo... .:undecided:
 
Si un escritor publica sus textos o poesias en formato libro puede ser candidato al Nobel pero si ademas les pone musica y los publica en formato disco no puede serlo, no me parece que el hecho de transmitir de otro modo le tenga que eliminar de esa posibilidad.

Cuestion distinta es que el elejido en cuestion guste o se hubiera elejido a otro pero eso pasa en la mayoria de premios.
 
“Para mí un icono es Bob Dylan. Los que le critican es porque no saben, son un desastre, no lo han oído, no lo han escuchado, no entienden inglés o no tienen ni puta idea”

Joaquín Sabina.
 
“Para mí un icono es Bob Dylan. Los que le critican es porque no saben, son un desastre, no lo han oído, no lo han escuchado, no entienden inglés o no tienen ni puta idea”

Joaquín Sabina.
No, si ese no es el problema, el problema es que hay mentes inmensas que hacen de la literatura un vértigo, un extasis que en nada tiene que ver con zonas inferiores de la existencia. La literatura desborda el tiempo, ensalza los dilemas , matiza el sentido de la realidad, descubre condiciones, priva u otorga sentido, mide y calibra la existencia, acota la medida humana....y qué se yo. No basta con letras que hablen a través de pinceladas de rebelión temporal . Dylan se apropió de su destino y de su tiempo con su forma de expresión, la música; intentó , según yo lo veo, que lo que han venido a llamar "el hombre absurdo" dejara de amar aquello que lo aplastaba, pero ¿dónde queda el ritmo, las ideas complejas, lo elevado en definitiva?.
 
Me rindo por agotamiento.

Un poco presuntuoso por tu parte el pensar que tienes alguna oportunidad de convencer a alguien. De la misma forma que nadie te va a convencer a ti. Se trata solo de leer lo que piensan los demás y expresar lo que piensa uno mismo. Se aprende.

La academia sueca ha conseguido su objetivo: este va a ser uno de los premios "literarios" más mediáticos de la historia. Las presiones que Dylan haya recibido para aceptar el premio tienen que haber sido enormes, y él ya no es el joven constestatario y anti-sistema que fue.

Ningún cantautor va a criticar esta concesión, sería como mear sobre sí mismo y cerrarse posibilidades. Tampoco el mundo anglosajón y los fans de Dylan. Esto solo habrá provocado reticencias en esa minoría de gente que todavía se dedica a escribir libros y los lee, que tienen los días contados. Total, comparativamente son cuatro mataos cuyas voces poco pueden afectar a la academia. Es una buena jugada promocional.

Mi enhorabuena al galardonado y a su club de fans.
 
Un poco presuntuoso por tu parte el pensar que tienes alguna oportunidad de convencer a alguien. De la misma forma que nadie te va a convencer a ti. Se trata solo de leer lo que piensan los demás y expresar lo que piensa uno mismo. Se aprende.

La academia sueca ha conseguido su objetivo: este va a ser uno de los premios "literarios" más mediáticos de la historia. Las presiones que Dylan haya recibido para aceptar el premio tienen que haber sido enormes, y él ya no es el joven constestatario y anti-sistema que fue.

Ningún cantautor va a criticar esta concesión, sería como mear sobre sí mismo y cerrarse posibilidades. Tampoco el mundo anglosajón y los fans de Dylan. Esto solo habrá provocado reticencias en esa minoría de gente que todavía se dedica a escribir libros y los lee, que tienen los días contados. Total, comparativamente son cuatro mataos cuyas voces poco pueden afectar a la academia. Es una buena jugada promocional.

Mi enhorabuena al galardonado y a su club de fans.

Absolutamente de acuerdo en todo punto; además siempre hay que escuchar a los sabios y a los ignorantes pues ambos tienen una historia que contar.
 
Aqui tienes la respuesta:

Pero entonces, ¿por qué Bob Dylan no merece un premio como el Nobel al que no llamaremos Nobel? No lo merece, fundamentalmente, por la calidad de su aportación al acervo de la literatura universal. Hay quien sostiene que la calidad de una obra poética depende en gran medida del juicio estético, es decir, que está determinada por una impresión subjetiva. Nada más erróneo. La calidad de una obra artística, en general, es medible, existen los métodos y metodologías de estudio e investigación que nos permiten discernir científicamente el grado de calidad y de importancia histórica de una obra de arte. Y la poesía de Bob Dylan, siendo una obra de calidad, es decir, importante a considerar en el conjunto de expresiones literarias de nuestra época, no vale un premio que debiera destacar la máxima excelencia. Sin ser un mal poeta, es un poeta mediocre. Y decir mediocre no es malo, es solo decir como tantos otros. Por su proyección como músico ha cumplido un papel diferenciador, eso es de reconocer, pero ni aún por esas su talento literario puede ser considerado merecedor de la más alta distinción entre literatos. ¿Por qué? Que levante la mano el freak que se haya leído e investigado científicamente las letras de los treinta y pico álbumes del músico. Ahora que bajen las manos los fans incondicionales, sí, los mismos que se leyeron Tarántula —única novela de Dylan, única, por suerte— y que la consideran buena. En español, realmente, lo más que tenemos —que no es mucho— para valorar el talento literario de Dylan son los libros que editó Visor en los años 70 y en los 90, pero sobre todo la edición de Letras 1962 – 2001 de Alfaguara/Global Rhytim, edición bilingüe traducida por Miquel Izquierdo y José Moreno. Quien tiene ese libro tiene una joya, así como el primer volumen de sus memorias, Crónicas.
Partiendo de estas fuentes, podemos decir que Dylan es autor de una novela bastante mala, de medio libro de memorias aceptable y de unos centenares de poemas/canciones de enorme calidad en su función estrictamente musical y de correcto pero convencional vanguardismo en su composición exclusivamente literaria. El primer Dylan es prosaico y narrativo, sucio realista cuando todo el mundo era sucio realista; coqueteó con lo beat y apostó por una creatividad surrealista, cincuenta años después de los manifiestos de Breton; para terminar siendo un cantor salmódico de alabanzas a Dios y preocupaciones adolescentes, de amor y destinos fatales. Las letras de Bob Dylan han disfrutado de una enorme proyección por su difusión musical, pero en sí mismas adolecen de ningún hallazgo formal que las haga excepcionales. La mayor parte de ellas, si tomamos como casos de estudio sus más famosos temas, se valen de las figuras literarias más simples, las enumerativas y repetitivas. La anáfora y el polisíndeton reinan con absolutismo en sus himnos más celebrados, desde Blowin in the wind hasta The times the are a-changing, pasando por Maggie’s Farm, If not for you, Forever Young, Rainy Day Women #12 & 35 o Ballad of a thin man. Lo mismo ocurre con sus poesías no musicadas, como los largos poemas Últimos pensamientos sobre Woody Guthrie, o el muy prosaico Mi vida en un momento robado.
Bob Dylan es un dudoso merecedor de un reconocimiento mundial en el mundo de las letras como se suele considerar que es el Nobel, más que nada por la calidad objetiva del aporte que a la literatura como tal ha hecho, sin desmerecer lo mucho que le ha dado, por supuesto, pero analizando científicamente y poniendo en perspectiva su obra se puede considerar, como mínimo, muy cuestionable un reconocimiento tal. Y en este punto llegamos a las odiosas comparaciones, a los otros nombres. Bob Dylan no merece un premio como el que debería ser el Nobel porque antes hay otros escritores que objetivamente lo merecen más, compatriotas suyos como Thomas Pynchon, Joyce Carol Oates, DonDelillo o Paul Auster, pero especialmente como Phillip Roth y, sobre todo, Cormac McCarthy; o Juan Marsé y Enrique Vila-Matas, si hablamos de autores españoles; o qué decir de Sergio Pitol, y qué pasa con Banville, y vale, sí, mencionemos al pobre Haruki Murakami, y ojo, que Milan Kundera sigue vivo, por si se habían olvidado… En definitiva, hay decenas de escritores cuyas obras han generado un aporte más enriquecedor al acervo literario contemporáneo. Es un motivo sencillo para entender por qué Dylan no es justo merecedor del Nobel —o de la supermedalla literaria de la que estemos hablando—. Dylan tiene la distinción que no obtuvieron Borges, Cortázar o Carver. Bien por él. Pero que nadie se confunda, no hay ningún cambio de paradigma ni abre un debate supernovedoso. Lo mismo vale para lo contrario, que tampoco es para echarse las manos a la cabeza, vaya, ni para hacer un drama, si acaso una canción…
[FONT=&amp]

[/FONT]
 
Probablemente él piensa lo mismo, que no es merecedor del premio, por esos mismos motivos.

Yo no soy quien para pensar si es merecedor o no más que otros.
Sólo me alegro de que se lo hayan dado, habida cuenta de que algunos no siquiera consideran la letra de una canción como parte de la literatura.
Quizás la mayoría no tan buenas como otros sesudos escritos, pero parte al fin y al cabo.

Además, ha servido para que algunos hagan chistes con el tema, algunos muy buenos por cierto. Qué mas se puede pedir?
 
Sabemos ya si va a ir a recoger el premio? Si la respuesta es si, va a ir en taxi, AVE, Cercanias?:rolleyes2:
 
Bob Dylan no irá a Estocolmo a recibir el Nobel | Cultura Home | EL MUNDO

Alega que no va porque no sabe escribir el discurso de entrega del premio. :shocked:
Yo creo que eso lo explica todo, si bien ya intuía la salida que tendría a la vista del show que se ha liado. Aunque no lo parezca es, creo yo, una salomónica muy bien pensada digna de alguien culturalmente guay. Además le ha salido un casi oximoron/ironia al serle concedido el nobel de literatura y decir que no irá porque no sabe escribir el discurso..... (esto le acerca al premio)...Me da que es un tipo "herméticamente abierto".
 
Van filtrándose datos del porqué el cantautor no va a recoger el Nobel. Al parecer el compromiso que tiene es ir a recoger al nieto a la guarderia. :shocked:
 
Arriba