No me gusta el concepto custom en general y las Jarleis en particular. Pero, estando en Las Vegas, decidí alquilar la Fat Boy modelo Terminator y me fui desde
Las Vegas hasta el
Cañón del Colorado, pasando por la presa Hoover y desviándome a visitar pantanos que existen gracias al río
Colorado y la presa en cuestión, además, de ver lugares con historia, según el concepto americano, es decir, una mina de principios del S.XX, hecha lugar turísitco de visita obligada, con ranger enseñándote las maravillas mecánicas de la mina a cielo abierto. Vamos lo que aquí se viene a denomina una mie*da.
La conducción de la
Fat Boy, voy a decir que es curiosa. La posición encima es bastante peculiar, así como el cambio de marchas, la finura del motor, los acabados -Gensanta, qué acabados- En fin, todo un lujo bajo el concepto americano. Una de las cosas que me llama la atención es la limitada carga del depósito. Tal es así, que atravesando el desierto que va desde la presa
Hoover hasta las estribaciones del Cañón, me empecé a preocupar por la gasolina. Me costaba tomar referencias, todo medido en galones y millas, pero intuía que se estaba acabando la gasolina. Digo intuía porque con tanto inglés escrito no era capaz de saber cuánto me quedaba. En esto, que en medio de la más absoluta nada, encontré lo que se podría llamar, un bar de carretera, así que decidí parar a ver si me podían indicar la estación de servicio más cercana. Decidí sacar unas fotos a la Fat con el fondo de cáctus y el llamado bar de carretera... Por ahí las tengo, el día que sepa subir fotos las pondré.
Bien, cuando entré en el lugar, estaba, curiosamente, muy concurrido, así que me decidí a hacer una encuesta en el lugar y preguntar por esa estación de servicio que tanto necesitaba. Fue un paisano de la américa profunda que me dijo: There is one... Bueno, mejor lo digo en cristiano, que ya he comentado que no sé inglés. Vino a decirme que 12 millas más adelante podría encontrar gasolina, me dijo: it is expensive but it is gas.
Bueno, pues venga!!, allá que vamos. Como yo soy de pueblo y no tengo estudios, esperaba ver una gasolinera al estilo
Repsol, con su tienda de refrescos, sus mapas y hasta las pelis porno a la vista del respetable. Pero, las millas fueron cayendo una a una... Cada vez más lentamente, desesperadamente lentas, y la gasolinera no aparecía. Ya empecé a preocuparme algo más de la cuenta y por mi cabeza pasó la película de un español perdido en el desierto esperando que pasase alguien a recoger mis restos, una vez hubiese fallecido de sed y los buitres hiciesen círculos sobre mi estampa.
Pasaron las 12, las 17, las 22 millas... En esto que veo a lo lejos un desgüace de coches in the middle of the nowhere, con un cartel que rezaba:
GAS ON RENT, ¿cómorrrr? Se alquila gasolina, me pregunté. Bueno, déjalo Carlitos, para y ya veremos, me dije. El paisano que debía regentar tan próspero negocio estaba cerrando la puerta de su complejo industrial y me dispuse a pregntarle. El amigo americano, se volvió y cuando le eché la visual a su frontal a poco me entra un ataque de risa porque quise reconocer a uno de los integrantes del grupo
ZZ Top. El paisano llevaba sombrero de vaquero, pelo canoso, y unas barbas largas que generosamente le caían por el pecho. Vestía camisa y pantalón vaquero con tanta mugre que llegué a preguntarme si formaban parte de los bordados decorativos de su vestimenta.
Pero yo no estaba allí para criticarle, sino para pedir ayuda, así que le volví a preguntar si sabía de una gasolinera. El tipo, sin casi mover músculo de su cara, ahorrando energías vitales necesarias en ese desierto inhóspito, me dijo que continuase 2 millas todo recto, y en el cruce dos millas a la izquierda. Uff, que respiro,
4 millas sería capaz de hacer con el hierro, así que salí escopetaado después de pronunciar un "Zanks", que sonó ciertamente a alivio y agradecimiento a partes iguales.
Entré en una población, -si a eso se le podía llamar así- donde al borde de la carretera se extendía una rala hilera de buzones postales clavados en estacas. Uno por cada caravana que a un lado y al otro del camino jalonaban el árido desierto como entrada de aquella "población". Yo no veía gasolinera alguna, pero desde luego, allí había seres humanos y ya conocemos como somos los seres humanos: necesitamos gasolian, así que volví a preguntar a otro paisano que me indicó que lo que yo buscaba estaba a unas yardas detrás mía. Volvió a decirme que era cara, pero al menos era gasolina.
Cuando llegué al
surtidor, retrocedí bastantes décadas en la historia porque era un trozo de hierro, -hosti, un hierro ¿a qué me suena eso?- con una manivela de esas que se ven en las pelis y de ahí, bombeando con brazo fuerte, conseguí echar un par o tres de galones, porque más no le entra a la moto de
Terminator.
Os preguntaréis qué tiene que ver esta historia con las Jarlei... Pues nada de nada, pero me apetecía contarla.
Saludos