Soy Catalán (Pásalo)
Martes, 1 de noviembre de 2005 - 17:59h.
Yo soy catalán sí y sólo espero que las cosas vayan bien en todos los
aspectos de la vida. Sólo espero (sigo haciéndolo cada día) que el ser
humano o lo que queda de él, trabaje por un mundo mejor. Más justo, menos
competitivo y excluyente con los que no tuvieron la suerte de nacer en un
punto, llamémosle rico del planeta. Para desear lo que acabo de decir,
uno puede ser catalán, gallego, croata, venezolano o de ninguna parte.
Hay gente que no se siente de ninguna parte. Hoy, he empezado
denominándome catalán a causa del enorme e incompresible chaparrón
político que se ha desatado sobre nuestras cabezas, como si no hubiera
temas importantes.
Con motivo de la ya famosa propuesta del Estatut (que nadie ha leído),
se ha recrudecido y hasta envenenado el eterno debate sobre nuestros
DNI, los supuestos sentimientos de patriotismo y ese tipo de cosas que
no nos importan a la gente de la calle.
Dado que ésta es una sociedad mediática apabullante, los presuntos
periodistas y sus grupos ejercen de jueces en lugar de informadores.
Predisponen en lugar de servir las noticias.
Así es como se oscurece el clima y se cambian la palabra "debate", por
"crisis" o "debacle nacional". La derecha se apunta al carro de la
crispación y demuestra que no sabe vivir en la oposición. No tiene
ideología. Sólo pretende recuperar el control del "chiringito". Y, para
eso, cuanto más grande e incuestionable sea el "chiringuito" nacional
pues mejor.
A la derecha, le trae al fresco la modernidad y la evolución del estado.
Si pudiera, ni se hablaría de éso. Como si callar, eliminara el problema.
Los políticos, en general, enfocan los temas con torpeza, se les escapan
de las manos y generan la inquietante sensación de que "tenemos un
problema".
Bueno, pues yo no tengo ni quiero tener problemas de este tipo. Yo exijo
que el estado aplique todos sus mecanismos legales y reguladores para
eliminar el conflicto de nuestra vida cotidiana. Somos libres. Nos
gestionamos así y el miedo, el oscurantismo y los apocalípticos deberían
estar prohibidos.
Porque no es sano, ni moderno, ni democrático. Todos aquellos, los que
sean, que aviven el fuego de la controversia, deberían verse en un espejo
y contemplar sus aspectos de hechiceros de la tribu.
Si Catalunya quiere un nuevo estatuto, ¿qué vamos a hacer? Pues lo que
dice la ley. Esperar a que el Parlamento español se pronuncie y
considerar todas las declaraciones vertidas durante el proceso como un
elemento más del juego democrático. De nada sirve juzgarlas por separado.
De nada sirve ensalzar a los radicales, ni demonizar a los que discrepan,
ni ridiculizar al gobierno.
Bueno, sí. Sirve para cargarse al estado. Aquí, donde yo vivo, nadie
quiere ofender a nadie. Nadie quiere enfrentamientos porque las heridas
del pasado son demasiado dolorosas como para desear reabrirlas.
¿Unidad Nacional? Estaremos unidos si respetamos nuestras diferencias e
identidades, conservadas con esfuerzo y alguna tragedia a través de los
siglos. Si nos sentamos en una mesa a construir la España del siglo XXI,
conseguiremos erradicar esa sensación de pantano agrietado que amenaza
con llevarse por delante tantos años de poso común.
Los tiempos cambian y los pueblos que conforman el Estado español son más
listos, avanzados y orgullosos. ¿Que hay de malo en eso? El orgullo
sumado nos hará más fuertes. Nos plantará ante Europa como un pulpo de
tentáculos rápidos y musculosos y no como un cangrejo con boina que
camina hacia atrás y no ve el progreso aunque lo tenga delante de sus
narices.
Soy catalán. Mis padres emigraron desde Andalucía tras una guerra
fraticida. Mi jefe es italiano y vive en Madrid. Uno de mis mejores
amigos es de Chamberí. Su hija nació en China. Mis parientes se reparten
por Valencia, Murcia y Galícia. Mi compañera de trabajo nació en New
York.
Toda esa gente, ahora y aquí, pedimos políticos a la altura de las
circunstancias que negocien nuestro futuro con sentido común y
profesionalidad.
ANDREU BUENAFUENTE.
Martes, 1 de noviembre de 2005 - 17:59h.
Yo soy catalán sí y sólo espero que las cosas vayan bien en todos los
aspectos de la vida. Sólo espero (sigo haciéndolo cada día) que el ser
humano o lo que queda de él, trabaje por un mundo mejor. Más justo, menos
competitivo y excluyente con los que no tuvieron la suerte de nacer en un
punto, llamémosle rico del planeta. Para desear lo que acabo de decir,
uno puede ser catalán, gallego, croata, venezolano o de ninguna parte.
Hay gente que no se siente de ninguna parte. Hoy, he empezado
denominándome catalán a causa del enorme e incompresible chaparrón
político que se ha desatado sobre nuestras cabezas, como si no hubiera
temas importantes.
Con motivo de la ya famosa propuesta del Estatut (que nadie ha leído),
se ha recrudecido y hasta envenenado el eterno debate sobre nuestros
DNI, los supuestos sentimientos de patriotismo y ese tipo de cosas que
no nos importan a la gente de la calle.
Dado que ésta es una sociedad mediática apabullante, los presuntos
periodistas y sus grupos ejercen de jueces en lugar de informadores.
Predisponen en lugar de servir las noticias.
Así es como se oscurece el clima y se cambian la palabra "debate", por
"crisis" o "debacle nacional". La derecha se apunta al carro de la
crispación y demuestra que no sabe vivir en la oposición. No tiene
ideología. Sólo pretende recuperar el control del "chiringito". Y, para
eso, cuanto más grande e incuestionable sea el "chiringuito" nacional
pues mejor.
A la derecha, le trae al fresco la modernidad y la evolución del estado.
Si pudiera, ni se hablaría de éso. Como si callar, eliminara el problema.
Los políticos, en general, enfocan los temas con torpeza, se les escapan
de las manos y generan la inquietante sensación de que "tenemos un
problema".
Bueno, pues yo no tengo ni quiero tener problemas de este tipo. Yo exijo
que el estado aplique todos sus mecanismos legales y reguladores para
eliminar el conflicto de nuestra vida cotidiana. Somos libres. Nos
gestionamos así y el miedo, el oscurantismo y los apocalípticos deberían
estar prohibidos.
Porque no es sano, ni moderno, ni democrático. Todos aquellos, los que
sean, que aviven el fuego de la controversia, deberían verse en un espejo
y contemplar sus aspectos de hechiceros de la tribu.
Si Catalunya quiere un nuevo estatuto, ¿qué vamos a hacer? Pues lo que
dice la ley. Esperar a que el Parlamento español se pronuncie y
considerar todas las declaraciones vertidas durante el proceso como un
elemento más del juego democrático. De nada sirve juzgarlas por separado.
De nada sirve ensalzar a los radicales, ni demonizar a los que discrepan,
ni ridiculizar al gobierno.
Bueno, sí. Sirve para cargarse al estado. Aquí, donde yo vivo, nadie
quiere ofender a nadie. Nadie quiere enfrentamientos porque las heridas
del pasado son demasiado dolorosas como para desear reabrirlas.
¿Unidad Nacional? Estaremos unidos si respetamos nuestras diferencias e
identidades, conservadas con esfuerzo y alguna tragedia a través de los
siglos. Si nos sentamos en una mesa a construir la España del siglo XXI,
conseguiremos erradicar esa sensación de pantano agrietado que amenaza
con llevarse por delante tantos años de poso común.
Los tiempos cambian y los pueblos que conforman el Estado español son más
listos, avanzados y orgullosos. ¿Que hay de malo en eso? El orgullo
sumado nos hará más fuertes. Nos plantará ante Europa como un pulpo de
tentáculos rápidos y musculosos y no como un cangrejo con boina que
camina hacia atrás y no ve el progreso aunque lo tenga delante de sus
narices.
Soy catalán. Mis padres emigraron desde Andalucía tras una guerra
fraticida. Mi jefe es italiano y vive en Madrid. Uno de mis mejores
amigos es de Chamberí. Su hija nació en China. Mis parientes se reparten
por Valencia, Murcia y Galícia. Mi compañera de trabajo nació en New
York.
Toda esa gente, ahora y aquí, pedimos políticos a la altura de las
circunstancias que negocien nuestro futuro con sentido común y
profesionalidad.
ANDREU BUENAFUENTE.