Cada uno cuenta la feria según le va en ella. Así que allí me metí yo, en una caseta de la feria del libro de Valencia, con la moto y los libros, y a esperar a los lectores.
Qué duro es estar de feriante. Pensé que me iría de vacío, pero cinco minutos después de sentarme, llegó el primer curioso que abrió el libro. Venía acompañado por su hija.
La niña quería irse a África de cooperante. Le dije que mis piedras escondían el África real, la que se iba a encontrar y no las de una baronesa nórdica. Eso les convenció a pesar de no saber montar en moto.
¡Mi primer libro vendido a cara descubierta! Espero que la jovencita no pierda las ilusiones. Yo las mías las tengo intactas.
Se acercó otro paseante. Lo primero que hizo fue examinar la moto. No sé por qué, pero pensé que éste se llevaría el libro.
Llevaba un escudo de BMW en la chaqueta. Le dije que la burra era mía y el me dijo "ah, tú eres el Miquel Silvestre" Le pregunté si era de este forro y me dijo que no, que me había leído en la revista de Vueling durante un vuelo que le traía de Roma con su mujer. Venta fácil. Otra piedra más que iba a volar a una bibloteca ajena. Cada vez que eso ocurre, pienso en qué clase de frutos dará la semilla plantada. ¿ilusión o decepción? Es la magia de leer.
Luego apareció una jovencita. Curiosamente preguntó por un libro de viajes en moto, el de Ted Simon. Vi el cielo abierto y le dije que por qué no miraba también el mío.
No sé si fue lo que leyó, la oferta de una dedicatoria o mi irresistible atractivo, pero el caso es que se llevó el mío y no el de Ted. Tiembla, maestro ;D ;D
Pero sin duda la venta más rara de toda la tarde fue la de esta familia. Los abuelos campechanos y la nieta espabilada y coqueta. Vieron el libro de África, lo abrieron, contemplaron las fotos... y entonces me dijeron que las estrellas más bonitas que habían visto estaban en el cielo de Mauritania, que habían ido a visitar a un hijo suyo que trabajaba allí. ¡Estrellas! les dije, en este libro hay 3000 contadas.
Cuando ya estaba a punto de cerrar el chiringuito sabiendo que había vendido en dos horas más libros de un solo autor que todos mis vecinos, apareció un chavolote alto y eléctrico que venía con un casco bajo el brazo.
-Anda va, ponte unas piedras-me dijo.
-todas las que quieras-exclamé con una sonrisa.
Gracias pues a Juan Izquierdo, Pingu, alma mater de Road Leader, por haberse presentado en representación de este gran foro.