Caía la tarde en el andén, hacía frío, esperaba yo en el banco de siempre y a la misma hora la llegada de alguno de mis amigos, quien vendría hoy, tal vez Vaz trajera alguno de sus libros para hacernos reir y pensar, tal vez Ankor con sus extensos conocimientos de historia que nos aclara de donde venimos y a donde vamos o Juan Xixon con sus opiniones certeras y claras o vendrá esta vez Norte en una de esas fugaces apariciones suyas,y si teníamos suerte tal vez apareciera Tonibali con su libro gordo de petete, sumido así en mis pensamientos estaba cuando detuve la mirada en alguien, extrañamente familiar, era una hombre de entre 40 y 50 años, nunca se me dio bien calcular la edad de nadie, alto, pelo negro y tez aceituna, su barbilla afilada, sus pómulos prominentes no escondían sus ojos grandes y negros de mirada franca, su delgadez fibrosa hablaba por él de los rigores a los que le había sometido la vida, me acerqué venciendo mi timidez para preguntarle el nombre, Abdelhaziz contestó con un toque de orgullo, el nombre hizo venir a mi memoria un torrente de recuerdos hasta ahora olvidados, él no me conocía, pero yo había sabido de su historia por vaz, en el foro, en seguida me presenté como amigo de vaz, al oir mis credenciales se le iluminó el rostro y con un apretón de manos firme a la par que noble dejamos de ser desconocidos el uno para el otro
Para entonces ya había caído en la cuenta de que la última vez que había sabido de él estaba en Faluya, había perdido a su hija y la ciudad estaba a punto de ser atacada, otra vez, por las fuerzas invasoras, me aclaró que había vendido el torno que le costó media vida comprar para poder pagarse el penoso viaje hasta nuestro país y así poder reecontrarse con el único pariente que le quedaba, su hermano Abdjasuf que tiempo atrás había llegado a Madrid y trabajó de tornero, me contó que su reencuentro fue emotivo y que había planeado abrir un taller para, con el tiempo, rehacer sus vidas dignamente; Le pregunté de que vivía y me contestó que trabajaba algunas horas en un taller de torno, a la espera de que a finales de enero pudiera obtener, por fin, su "legalización", el júbilo me embargó cuando escuché la noticia pero a él pareció ensombrecérsele el alma, me contó que Abdjasuf había muerto en los atentados del 11M, y que, ironías de la vida, eso le había hecho tener la posibilidad de obtener sus papeles, macabro sarcasmo, la vida de su hermano tan sólo había servido para obtener su legalización, cuando le pregunté que qué pensaba hacer me dijo que ya no tenía ilusión por abrir ese taller, pero que lucharía por hacerlo en memoria de su hermano y que a partir de ahora llevaría una vida desarraigada, triste, solitaria, sin ilusión pero eso si... políticamente correcta.
Durante algún tiempo nos miramos a los ojos, me sostuvo la mirada hasta que hizo un leve gesto con la cabeza... el trabajo, dijo, debo irme, voy llegar tarde, no le pregunté si lo volvería a ver, estaba seguro de ello, me limité a observar como se subía al tren y éste se alejaba, en éstas estaba cuando sentí la presencia de alguien a mi espalda que, tal vez, miraba lo mismo que yo, me volví, era vaz, quise darle la noticia pero las palabras se me agolpaban en mi boca sin querer salir, vaz puso una mano en mi hombro y me dijo... " Lo sé, era Abdelhaziz"
Para entonces ya había caído en la cuenta de que la última vez que había sabido de él estaba en Faluya, había perdido a su hija y la ciudad estaba a punto de ser atacada, otra vez, por las fuerzas invasoras, me aclaró que había vendido el torno que le costó media vida comprar para poder pagarse el penoso viaje hasta nuestro país y así poder reecontrarse con el único pariente que le quedaba, su hermano Abdjasuf que tiempo atrás había llegado a Madrid y trabajó de tornero, me contó que su reencuentro fue emotivo y que había planeado abrir un taller para, con el tiempo, rehacer sus vidas dignamente; Le pregunté de que vivía y me contestó que trabajaba algunas horas en un taller de torno, a la espera de que a finales de enero pudiera obtener, por fin, su "legalización", el júbilo me embargó cuando escuché la noticia pero a él pareció ensombrecérsele el alma, me contó que Abdjasuf había muerto en los atentados del 11M, y que, ironías de la vida, eso le había hecho tener la posibilidad de obtener sus papeles, macabro sarcasmo, la vida de su hermano tan sólo había servido para obtener su legalización, cuando le pregunté que qué pensaba hacer me dijo que ya no tenía ilusión por abrir ese taller, pero que lucharía por hacerlo en memoria de su hermano y que a partir de ahora llevaría una vida desarraigada, triste, solitaria, sin ilusión pero eso si... políticamente correcta.
Durante algún tiempo nos miramos a los ojos, me sostuvo la mirada hasta que hizo un leve gesto con la cabeza... el trabajo, dijo, debo irme, voy llegar tarde, no le pregunté si lo volvería a ver, estaba seguro de ello, me limité a observar como se subía al tren y éste se alejaba, en éstas estaba cuando sentí la presencia de alguien a mi espalda que, tal vez, miraba lo mismo que yo, me volví, era vaz, quise darle la noticia pero las palabras se me agolpaban en mi boca sin querer salir, vaz puso una mano en mi hombro y me dijo... " Lo sé, era Abdelhaziz"