ECUADOR ¿ALGO MÁS QUE VOLCANES...?

jaimeleonu

Curveando
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Si nunca has viajado sudamérica, quizás Ecuador no sea el primer país en que pienses a la hora de planificar un recorrido por esta parte del mundo. Pero en nuestro caso, después de haber viajado en varias ocasiones por la mayoría de países del sur de América, ahora llegó el turno de hacerlo por Ecuador.



Una de las zonas más espectaculares que puedes encontrar es la Amazonía. para su visita resulta imprescindible un guía, el nuestro se llama Ayuy, perteneciente a la etnia Shuar. Comúnmente se les llama "jíbaros", aunque ellos consideran despectivo este nombre y no les gusta que se les denomine así. Lo que está claro es que Ayuy conoce y ama esta tierra. Hemos llegado hasta su pequeño poblado después de recorrer un camino que las lluvias de la noche anterior han dejado en muy mal estado. Afortunadamente nos lo advirtieron en el hotel de Macas y nos pusieron en contacto con un hombre que nos ha traído hasta aquí en una camioneta. Lo primero que hace Ayuy es preguntarnos por el número que calzamos. "Para el recorrido que vamos a hacer son imprescindibles unas botas de goma". Tras andar unos pocos de metros por la selva, comprobamos que sin ellas, la botas, nos habría sido muy difícil cruzar algunos de los lodazales que encontramos.







Nuestra visita a la esta zona de la Amazonia fue lo que más nos gustó de nuestro viaje, pero este país tiene otros muchos paisajes que no te dejarán indiferente, valles, enormes montañas, volcanes, costas...y todos ellos accesibles mediante unas carreteras que, teniendo en cuenta la orografía del país, son de las mejores que se pueden encontrar por toda sudamérica. E igual que sucede por otras partes, una vez abandonas las ciudades, el tráfico es muy escaso.







Ecuador no es un país de grandes distancias, por lo que trazar un recorrido, no resulta excesivamente complicado. Lo que si es importante es no olvidar que por el obligado trazado de sus carreteras, a la hora de conducir hay que tomarse la cosas con calma, y prever que, como sucede en otros lugares, los minutos y las horas pasan más rápido que los kilómetros.

Nuestro viaje se desarrolla del 6 al 29 de diciembre, en teoría es época seca, pero como en todo el trópico, eso no quiere decir que no haya días en los que llueva con una fuerza e intensidad a las que no estamos acostumbrados.





Aprovechamos el día, ya que hasta mañana no tenemos que retirar la moto, para visitar la capital del país, Quito. En total cuenta con más dos millones y medio de habitantes que viven a 2.850 m. de altitud. Afortunadamente no solemos tener problemas con la altura, y además estos 2 días aquí, nos servirán de aclimatamiento para lo que nos espera en nuestro viaje. Presume de ser la capital sudamericana que cuenta con la zona colonial más extensa, en 1978 fue por ello declarada patrimonio Cultural de la Humanidad. Desde aquí partió la expedición de Francisco de Orellana , quien iba en busca del tesoro de Atahualpa y acabó descubriendo el Amazonas. Los ecuatorianos presumen con orgullo de esta gesta, quizás a veces con exceso, como queda reflejado en una de las placas conmemorativas que hay en su plaza de armas.



Nos encontramos con una temperatura no muy elevada, unos 18º, suficiente para no sentir frío. Es domingo y las calles de la parte colonial bullen de gente y actividad, disfrutamos de diversos desfiles y actuaciones de música. Visitamos varios de los edificios, iglesias, museos, plazas... más emblemáticas. Por la tarde subimos, en teleférico, hasta una loma situada al lado del volcán Pichincha. Estamos a 4.200 m. ahora sí que notamos la disminución de la concentración de oxígeno. Tenemos la mala suerte que a los pocos minutos de alcanzar la cumbre, una densa niebla impide ver nada. Vuelta al telférico y para abajo.















El lunes, y antes de retirar la moto que utilizaremos en nuestro viaje, tenemos una cita con un español residente en Quito, que además es paisano nuestro, Benjamín Ramos. Benja es sacerdote, lleva 17 años en Ecuador y es uno de esos héroes anónimos y desconocidos que dedican su vida para que la de los menos favorecidos sea un poco mejor. Pasó sus primeros 16 años en un lugar de la costa, que visitaremos más adelante, Bahía de Caráquez, y desde hace algo más de un año está al frente de la parroquia de uno de los barrios más humildes de Quito, con un nombre familiar para nosotros, La Argelia. Nos cuenta cosas acerca de la vida y la sociedad ecuatoriana, y como siempre nos sucede en casos similares, sus comentarios son de gran ayuda para entender un poco mejor, y hacernos una idea de cómo es el país que vamos a recorrer, cual es la situación de su gente. Nos despedimos de Benja con la promesa de volver a vernos dentro de unos meses en Alba de Tormes.



Pocas opciones se encuentran en Ecuador a la hora de alquilar una moto, por suerte quien está al frente de MotoRides Ecuador (www.motorides.ec) es Ramiro Rosales, experto viajero y que conoce perfectamente las necesidades primordiales de quien va a realizar un viaje en moto por Ecuador. Ramiro pone todo su empeño en que nada pueda estropear tu experiencia. Aconseja y recomienda las mejores rutas, lo qué hay que visitar, lo qué hay que hacer y lo que no, y como pudimos comprobar más adelante, ante cualquier contratiempo responde con la mejor celeridad y profesionalidad que te puedas imaginar.

Conducimos nuestra 800 GS hasta el centro de Quito, donde tenemos nuestro hotel. Generalmente para un europeo el tráfico en las grandes ciudades sudamericanas es un tanto caótico, sus parques automovilísticos han aumentado mucho rápido que sus infraestructuras y Quito no es una excepción. Aunque no nos sorprende, la experiencia que tenemos tras haber conducido por la mayoría de las capitales sudamericanas es de gran ayuda. Para poner a prueba nuestros nervios, comienza a llover y además es la hora en que la gente deja sus trabajos y regresa a sus hogares, circunstancias que siempre hacen que conducir sea un poco más complicado.

Una cosa de la que te puedes olvidar en Ecuador es preocuparte por tener que cambiar moneda. Aquí la oficial, y única, es el dólar estadounidense, por lo que puedes traerlos desde España. A primera hora de la mañana, dejamos nuestro hotel y nos lanzamos de nuevo al tráfico de la ciudad. Ahora algo más fluido que ayer, ya que lo hacemos dentro de la franja horario en que está en vigor la norma conocida como "pico y placa". Al igual que en Bogotá, a ciertas horas del día (pico) sólo está permitida la circulación de los vehículos en los que el último número de la matrícula (placa) termine en determinados dígitos, alternando cada día estos números. Tomamos dirección norte, pero antes de abandonar la ciudad tenemos que realizar una parada obligatoria.





Para quienes nos gusta recorrer el mundo, en Quito hay un punto, situado al norte de la ciudad, cuya visita resulta inevitable, es el llamado "Parque de la mitad del Mundo". Allí se encuentra la línea que, imaginariamente, separa el hemisferio norte del sur, el ecuador. Una vez hechas las típicas fotos con un pie en cada hemisferio y similares, ahora sí que ha llegado el momento de abandonar la capital y empezar nuestra ruta.





Quito está completamente rodeada por grandes montañas, así que tomes la dirección que tomes tendrás que atravesarlas. Como al día siguiente tendremos que regresar a Quito, y con el fin de no repetir la misma ruta, tomamos una carretera secundaria, con poquísimo tráfico, aunque en un estado lamentable, con bastantes desprendimientos y hasta con algunos tramos de tierra, ¡vaya con las excelentes carreteras ecuatorianas!. Por suerte ésta no será la tónica habitual del viaje...



Nuestra primera parada es el pueblo de Otavalo, famoso por el mercado de artesanía indígena, cuyo día grande es el jueves. Es el más importante de Ecuador y junto con el de Pisac (Perú) que ya visitamos en su día, de los más famosos en toda sudamérica. Aparcamos en su plaza y aprovechamos para comer y hablar con la gente. Al decir que pensamos subir hasta Ibarra nos aconsejan que antes nos desviemos para ir hasta la laguna del volcán Cotacachi, que se encuentra en su cima. Como tenemos tiempo suficiente, hacemos caso de la recomendación. Dormimos en Ibarra, ciudad universitaria, aunque nos parece que su aspecto y ambiente poco tienen que ver con lo que en Europa entendemos por "ciudad universitaria".





Regresamos a Quito, intentamos cruzarlo por alguna circunvalación pero no es sencillo. Las señales son escasas, no muy precisas, e incluso siguiendo las indicaciones del GPS cometo algunos errores, difíciles de rectificar ya que el tráfico es agobiante. En una parada para repostar tenemos una vista elevada de parte de la ciudad, precisamente del barrio donde nuestro amigo Benja lleva a cabo su labor.



Ahora ya estamos en la autopista 35 que nos llevará hacia el sur, conducimos por lo que se conoce como la avenida de los volcanes. El cielo está despejado y la imponente silueta del volcán Cotopaxi aparece frente a nosotros. Con sus 5.897 m es el segundo más elevado del país, solamente superado por el Chimborazo. En un control del ejército ordenan detenernos, nos preguntan si llevamos armas de fuego. No contentos con nuestra respuesta negativa, o para cumplir las apariencias, nos hacen abrir las maletas para realizar una inspección. Nos tratan con amabilidad, aunque no son tan simpáticos como sus colegas colombianos, normal por otra parte. Pero al poco empiezan a preguntarnos sobre nuestro viaje y acerca de la moto. Una vez que ya tenemos algo más de confianza, acceden a que nos hagamos unas fotografías.





Dejamos a un lado el desvío a la laguna Latacunga, como la del Cotacachi también se encuentra en el cono de un volcán. Aunque es muy famosa, imaginamos que será similar a la que vimos ayer y además queremos llegar a nuestro destino de hoy, Baños de Agua Santa, antes que anochezca.

En Ambato se toma el desvío hacia Baños, situado a unos 40 km de la E-35. El camino para llegar hasta allí es muy espectacular, con un trazado que se retuerce una y otra vez entre las montañas, pero con un buen asfalto. Junto a Baños está otro imponente volcán, y además muy activo, es el Tungurahua. Más de una vez sus erupciones han destruido parcialmente el pueblo. la última ocasión en que sus habitantes tuvieron que ser evacuados fue en 2010, aunque prácticamente todos los años tiene alguna erupción. Aquí estaremos 2 días, hay mucho que ver y mucha naturaleza que recorrer.



En la carretera que lleva hacia el este, dirección Puyo, hay muchos lugares para practicar canopy. Como hace mucho viento, preferimos usar una tarabita, que es como una tirolina pero en la que cruzas los desfiladeros dentro de una cesta metálica sostenida de unos cables de acero, movidos por un motor. A mitad de trayecto aquello deja de moverse...Allí nos encontramos colgados a una buen cantidad de metros del suelo. ¿Qué pasa aquí?¿y ahora qué?. Hacemos señas con los brazos a la cabina donde está el chaval que maneja el motor, como si nada...Inevitablemente pensamos que ha sido un error subirnos en este artefacto. Hasta pasado un buen rato la tarabita no vuelve a moverse. A nuestro regreso el encargado se disculpa diciendo que se fue a guardar las gallinas, mientras se acabó el gasoil del motor y entre unas cosas y otras ese fue el motivo por el que estuvimos aquel tiempo colgados en medio del barranco...De la experiencia hemos sacado conclusiones, una vez y ninguna más.





Otra de las atracciones de la zona es un lugar llamado la cascada del diablo. Una espectacular catarata a la que se accede recorriendo durante más de media hora un abrupto sendero, pero el entorno y la catarata en sí, merecen ese pequeño esfuerzo. Después de visitarla, entendemos porqué es uno de los lugares más atractivos del país.







Siguiente destino Riobamba. Ramiro nos anotó que para llegar a ella no utilizáramos la autopista y que en Ambato tomáramos una ruta conocida como "carretera de Flores"...
 
Excelente! Sólo un capítulo, y ya tengo ganas de ir y eso que, como has dicho en la introducción, no es el primer país que viene a la mente cuándo piensas en Sudamérica en moto.
 
Excelente! Sólo un capítulo, y ya tengo ganas de ir y eso que, como has dicho en la introducción, no es el primer país que viene a la mente cuándo piensas en Sudamérica en moto.

bueno livingstone, espera que cuente más cosas por si cambias de opinión...:D

saludos
 
Yo ya he puesto las palomitas en el microondas.....

Excelente reportaje!!!!
 
Vamos con el segundo capítulo...


La carretera, o vía, Flores no debe el nombre a su vegetación, si no a Antonio Flores que fue quien estuvo al cargo de su construcción, por cierto a pico y pala ya que es considerada la carretera más antigua de Ecuador. Son 46 km encajonados entre montañas, ríos y vegetación que a medida que se avanza y asciende va desapareciendo, dejando lugar a un altiplano que recuerda mucho al de Perú. Dejamos de circular por "la avenida de los volcanes" y en las afueras de Ambato, zona noroeste, buscamos la entrada a la Vía Flores, no resulta fácil. No hay señalizaciones de la misma, las indicaciones que nos puede dan son bastante confusas, y aquí es dónde llega la hora de sacarle partido a nuestro viejo GPS.



Nos ha llevado un tiempo callejeando por Ambato hasta encontrarla, pero una vez recorremos sus primeros kilómetros, estamos seguros que va a merecer la pena. La carretera responde perfectamente a lo que nos contó Ramiro, muy estrecha, afortunadamente el tráfico es nulo, con un asfalto impecable que atraviesa un paisaje muy bonito, y una y otra vez hay que cruzar puentes (unos 16) aún más estrechos que la propia carretera. Si vienes por Ecuador, haz una marca en tu ruta, no te la pierdas.



Una vez superados los 3.000 m decimos adiós a la frondosa y verde vegetación. Al mismo tiempo que en el GPS van subiendo los metros de altitud, baja la temperatura ambiente, hasta que superamos los 4.000 m y el termómetro de la GS se acerca a los 3 grados. Pasamos un par de pequeños poblados. Nos parece que a la poca gente que encontramos, nuestra presencia les intimida o molesta un poco, nos esquivan y apartan sus rostros a nuestra mirada.





Casi al coronar el fin de la Vía Flores, en el horizonte aparece majestuoso e imponente el Chimborazo. Con sus 6.263 m es el volcán, y la montaña, más alto del país, y al estar tan cerca de la linea del ecuador (solamente 1º al sur), si se mide desde el centro de la tierra, resulta ser la montaña más alta del planeta y también el punto del mundo más cercano al sol, cosa que no había pensado nunca pero que es así.



En este país estamos teniendo un problema con los paisajes de altura, unas veces por la nubes otras por las nieblas, el caso es que en ocasiones en imposible disfrutar de ellos. Ahora hay suerte, la cara norte del Chimborazo está despejada, la sureste (por la que le rodearemos) a causa de las nubes ni se aprecia. Encontramos algunos rebaños de llamas pastando junto la carretera y hay que extremar la atención. Sobre los 4.500 m, a la izquierda sale una vía que asciende por la ladera del volcán hasta casi los 5.000 m. No hace falta pensar mucho, tomarla en estas condiciones tomarla sería una pérdida de tiempo. La niebla oculta todo lo que pudiéramos ver desde allí arriba. La larga bajada hasta Riobamba pone el punto final al recorrido de hoy.









La mayoría de ciudades ecuatorianas en alguna ocasión, o varias, han sido destruidas. La que no ha tenido un terremoto , ha sufrido la erupción de un volcán cercano o algún incendio. Riobamba es de las pocas, junto con Quito y Cuenca, que tiene una zona colonial digna y bien que merece su visita. Calles empedradas, edificios históricos bien conservados, plazas, forman un bonito casco antiguo. Localizamos un pequeño, pero estupendo y carismático, hotel en pleno centro, Casa 1881. El nombre hace clara referencia al año de construcción del edificio donde se encuentra, y como suele suceder en estos casos, sus dueños nos dan toda clase de facilidades e información acerca de lo que no debemos dejar de visitar en la ciudad. Sus paredes están llenas de fotografías dedicadas por famosos toreros españoles que, cuando vienen a torear a Riobamba, se alojan aquí.








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Volvemos a sorprendernos de lo barato que resulta comer en establecimientos populares. Una comida bastante decente y abundante compuesta por una sopa, un plato de carne o pescado, postre y refresco nos cuesta alrededor de 2 dólares por persona, al cambio ¡¡ menos de 2 euros !!.

Es viernes, hace sol y sus calles son una completa algarabía de sonidos y color. Hay desfiles, orquestas, música, actuaciones en vivo, y al llegar la noche todo se multiplica. Como en otras ciudades la cercanía de la Navidad implica que la Plaza de Armas brille con las luces y adornos propios de la época y que por todas partes se escuchen villancicos y música navideña. Gente de toda condición, familias completas, grandes y pequeños se entremezclan para disfrutar de la fiesta religiosa. Al igual que en Colombia, lo hacen de forma mucho más alegre de la que estamos acostumbrados en España, pero curiosamente sin que veamos el más mínimo altercado ni un mal gesto.













Mientras desayunamos en el hotel, un par de jóvenes entablan conversación con nosotros. Al saber que viajamos en moto y que nuestro siguiente destino es Macas, en la Amazonía, no pueden por menos que sorprenderse. No entienden muy bien porqué viajamos en moto teniendo en cuenta, según ellos, lo peligrosas que son las carreteras ecuatorianas y menos aún comprenden nuestro interés por llegar a Macas. Nos dicen: "allá no hay más que selva, calor, lluvia y además los indígenas no son muy simpáticos...".
Uno de los jóvenes vive en España, pero tarda en confesarlo. Esto último será la norma durante todo el viaje, los que han estado trabajando en España, hasta que no llevamos un buen rato de charla no dicen "yo estuve viviendo en su país, desde tal año hasta que, por la crisis, tuve que regresar...". Cuando preguntamos cómo les fue por acá y cómo les tratamos, siempre dicen que bien, aunque en varias ocasiones, por sus dudas a la hora de qué contestar, intuimos que su respuesta no es del todo sincera.

Aunque por delante tenemos 170 km, antes de salir llenamos el depósito, desde Macas seguiremos hacia el sur y por aquí no conviene jugársela con los repostajes. No he comentado nada acerca del precio de la gasolina, el litro de la normal cuesta el equivalente a unos 0´50 euros y el precio de la extra sobre los 0´60. Una vez en carretera abierta sucede lo de todos los días, el escaso tráfico permite viajar mucho más relajado, aunque sin olvidar las precauciones mínimas. Los pocos pueblos que cruzamos tienen todos unas construcciones muy humildes y sencillas. Hemos llegado a la conclusión de que este país el gobierno tiene dinero, principalmente procedente de los buenos años del petroleo del que es exportador, y lo ha invertido en carreteras, escuelas...Por contra el nivel de vida de sus habitantes, especialmente en las zonas rurales, es muy bajo y la gente no dispone de muchos ingresos. A diferencia de Colombia donde nos parecía que sucedía lo contrario, la gente disponía de dinero pero no así el estado, o al menos no se reflejaba en sus infraestructuras, pero es sólo nuestra opinión.

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Como no podía ser de otra manera, en el horizonte se recortan las siluetas de unas montañas. Tras ellas se encuentra el Parque Nacional Sangay, que es la entrada a la Amazonía. Viajamos sobre los 3.000 m y hace algo de frío, la esperanza es que pasadas esas montañas, empezaremos a descender y lo lógico será que suba la temperatura.

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Antes de empezar el descenso hacemos una parada junto a dos lagunas, son la Magdalena y la Altillo. Aparece un bus con ecuatorianos que van a pasar el día en ese Parque. Mientras Conchi se queda hablando con ellos, yo me separo para tomar una fotos. No sé qué les estará contado, pero a juzgar por las sonoras carcajadas que oigo, debe ser muy divertido.











Desde aquí comienza un espectacular descenso entre una vegetación cada vez más espesa. Son unos 70 km de recorrido. Para que te hagas una idea, imagina el tramo preferido de tu carretera favorita, añádele esa distancia, suma un buen asfalto, tráfico inexistente, buena temperatura, una vegetación tropical, y que no tienes prisa en terminarlo...Algo parecido es esto. Como pienso que deben ser los mejores kilómetros de Ecuador, nos dedicamos a disfrutarlos tranquilamente. En días posteriores comprobaremos que hay otros tramos tanto, o incluso más, inolvidables.









Como la mayoría de los pueblos de Ecuador el atractivo de Macas reside en su entorno, no en sus construcciones. Ayer eché un vistazo por internet a los alojamientos y nuestra primera opción es la Hostería Farallón. Se encuentra a unos 4 km de Macas, para llegar hasta ella hay que cruzar el río Upano. Es un bonito edificio de madera, con buenas vistas, piscina, jardines...El precio está en consonancia con Ecuador, unos 35 euros con desayuno. Definitivamente nos alojaremos aquí. Esta tarde nos dedicamos a organizar la visita al día siguiente a una pequeña comunidad Shuar, situada a unos 15 km selva adentro. Por la noche cae una gran tormenta típica de la zona, que dejará el camino que tenemos que recorrer casi impracticable, por suerte también hemos dejado cerrado el tema del transporte en una camioneta.





Ayuy, nuestro guía, nos dice que podemos llamarle Bolívar, que viene a ser su nombre "en cristiano". Calzados con las botas de goma que nos proporciona empezamos a caminar selva adentro. Nos va enseñando un montón de cosas de la naturaleza que nos envuelve y que por supuesto desconocemos. Nos da a probar multitud de plantas, brotes, pequeños frutos...Y sin pensar en las consecuencias, le hacemos caso y seguimos sus indicaciones. "Con esto solucionamos los dolores de no sé qué...". "De estas semillas sacamos un ungüento con el que nos pintamos el rostro y sirve de repelente para mosquitos", a pintarnos las caras. "Masticando esto adormecemos la boca y aliviamos los dolores de dientes", a mascar. "De estos troncos hacemos nuestras canoas", a la canoa. "Machacamos estas raíces y sacamos de ellas un estupendo champú", a lavarnos las cabezas. "Estás pequeñas cañas las fumamos como si fueran cigarrillos...", venga, trae una que probemos. También nos preparan la comida y más tarde vamos a nadar y a recorrer el río, para terminar el día nos enseña a disparar con una cerbatana.






























De regreso al poblado Ayuy nos presenta a su madre, una hermana y más familiares. Están encantados de recibir de vez en cuando a gente de fuera. A él le gusta relacionarse con extranjeros y mostrarles cómo es la selva. Tiene intenciones de construir algunas cabañas para que los visitantes se puedan quedar más tiempo, aunque por otra parte también le gustaría viajar fuera de Ecuador y conocer otros lugares. Como decía en el primer capítulo, esta visita nos ha sorprendio mucho, quizás porque otros de los paisajes espectaculares de Ecuador como montañas, volcanes, costas, valles...Los hemos visto en muchos viajes, incluidas selvas, pero nunca de la Amazonia, y también es verdad que el buen recuerdo que nos llevamos se debe especialmente al guía que hemos tenido.







Macas-Cuenca, 250 Km las separan, pensaras que son pocos ¿verdad?, y sí que lo son, pero aquí, como en muchos lugares, las distancias se miden por el tiempo que requiere su recorrido. Nos dicen que en unas 4 horas y media estaremos en Cuenca, claro esa cifra es válida para los nacionales, que no van parando cada poco como hacemos nosotros. Por nuestra parte añadimos 2 horas más a nuestro cálculo, nos quedaremos cortos. La belleza y la dificultad de la ruta harán que tardemos más de 7 horas en llegar a Cuenca.

Montañas enormes, en muchas ocasiones envueltas en una neblina que hace que todo tenga un aspecto irreal. La orografía hace imposible trazar los caminos por los valles, la naturaleza obliga a tener que conducir por la ladera de una montaña tras otra. Nunca desciendes, no has terminado una y ya comienza la siguiente. Llega un momento en que te das cuenta que, unas veces por hacer muchas paradas y otras porque tampoco se puede ir rápido, nuestra velocidad media es ridículamente baja, pero es la única manera de "saborear" una ruta como ésta.

Definitivamente venir a Ecuador, verlo, conocerlo y querer viajar rápidamente por carretera es imposible y además, si quieres disfrutarlo, es un contrasentido.









La ciudad de Cuenca, a 2.550 m de altitud, al igual que Quito también es Patrimonio Cultural de la Humanidad. Fue fundada en 1.557 sobre las ruinas de una ciudad inca y ahora tiene unos 400.000 habitantes, la tercera más grande tras la capital y Guayaquil. Nuestra intención es pasar aquí 2 días por los que vamos a ir al centro en busca de un buen hotel. Como nos ocurre siempre, llegamos a la peor hora, las 17, cuando sus calles están colapsadas por la gente que sale de trabajar.

De repente el motor de la GS enmudece pleno atasco y se para. Pienso que ha sido culpa mía, quizás sin querer he tocado el desconectador. Pulso el botón de arranque, meto primera y nada más empezar a acelerar y movernos, zas, se vuelve a parar. Esto ya no es culpa mia, ¿suciedad en el sistema de inyección?. En vacío acelera sin problemas, pero en cuanto empieza a andar se para una y otra vez. A base de trompicones y más de una decena de veces de arrancar-parar llegamos hasta el hotel que teníamos pensado. Moto a la cochera y equipajes a la habitación. Estamos cansados, así que lo de echarla un vistazo decido dejarlo para mañana. Está claro que así no podemos seguir el viaje, aunque por los síntomas tampoco me preocupo más de lo necesario, seguramente con echarla un bote de limpia-inyectores y saliendo a carretera abierta se curará.

Antes de salir a dar una vuelta por la ciudad, marco el número de Ramiro, le cuento lo que sucede y me dice que por la hora que es ya no puede hacer nada, pero que mañana temprano me llama e intentará darme una solución. Nos vamos a cenar, el incidente no nos ha quitado el hambre, tampoco queremos pensar que nuestro viaje en moto termine aquí, aunque nos planteamos diferentes alternativas, cosa lógica ante situaciones como ésta.

Creemos que al día siguiente conoceremos el problema y ya pensaremos las posibles soluciones...

 
Viendo la GS en las fotos, justo acababa de pensar que para un viaje así casi preferiría una vieja trail japo de los 80/90, con carburación y refrigerada por aire, estilo XT, y va, y se para la BMW. Espero no haber sido yo el gafe! :p

Por cierto, me sigue encantando el viaje, la crónica y las fotos.
 
Viendo la GS en las fotos, justo acababa de pensar que para un viaje así casi preferiría una vieja trail japo de los 80/90, con carburación y refrigerada por aire, estilo XT, y va, y se para la BMW. Espero no haber sido yo el gafe! :p

Por cierto, me sigue encantando el viaje, la crónica y las fotos.

sin entrar en detalles de qué moto sería más apropiada, como los que no disponemos de mucho tiempo para cada viaje tenemos que alquilar lo que haya (y normalmente es BMW) pues eso, que no le doy más vueltas a ese asunto

y vaya gracia que nos has hecho con tus pensamientos, aquí parados en Cuenca y esperando a ver cómo, y en cuánto tiempo, solucionamos el tema de la moto :rolleyes:

saludos livingstone

pd-
por cierto, ahí te dejo una foto con tu tocayo en la estatua que le tienen dedicada junto a las Cataratas Victoria ( yo soy el de abajo :D )
viaje-07-050.jpg
 
sin entrar en detalles de qué moto sería más apropiada, como los que no disponemos de mucho tiempo para cada viaje tenemos que alquilar lo que haya (y normalmente es BMW) pues eso, que no le doy más vueltas a ese asunto

Sí, sí, totalmente de acuerdo. No eran más que "hablar conmigo mismo por no estar callado":rolleyes:

Lo de mi tocayo, pues me viene muy grande si me intento comparar con él. Es una vieja/larga historia;)
 
Hola, dejo la 3ª y última parte del viaje

A primera hora recibo la llamada de Ramiro, me comenta que en Cuenca también hay servicio BMW (el único en el país, además de en Quito), en una hora ellos pasarán por el hotel con una pick-up para recoger la moto y que ya les ha indicado que la reparación tiene prioridad total. Decidimos que yo me quedo esperando a la pick-up, y Conchi se vaya a ver la ciudad, así aprovechamos que la oficina de turismo de Cuenca tiene un servicio de visitas guiadas por las zonas más emblemáticas y que además es gratuito. Al rato llega la pick-up, en ella viene el jefe de taller, y no sé que le habrá dicho Ramiro, pero el caso es que el hombre (del que lamentablemente no recuerdo su nombre) me dice que ya sabe que nuestro caso es especial, tan pronto descarguen la moto en el taller se pondrán con ella y a primera hora de la tarde me llamará para traerla de nuevo la hotel. Le comento los síntomas y lo que creo que la ocurre y que no se preocupe, que iré yo a buscarla y así la pruebo. Quedamos en eso y voy a unirme al grupo con el que Conchi está visitando la ciudad.

Aunque su población no es excesiva (unos 400.000 habitantes) Cuenca, al igual que en ocurre en otras ciudades de toda sudamérica, se extiende sobre una gran superficie, aunque lo más interesante de su visita se circunscribe a la zona centro. Por cierto, muchas de estas calles están levantadas, ya que se está llevando a cabo la construcción de la red para el tranvía, con lo que los atascos que se producen en el centro en las horas "pico" son impresionantes.



Destacan sus iglesias como la de Santo Domingo, San Francisco, su catedrales, la nueva y la vieja, también su Plaza de Armas, con mucha animación de día y de noche. y algunos de sus museos, especialmente el dedicado a los sombreros Panamá.











Los Panamá, a pesar de su nombre, son originarios de Ecuador, concretamente de la ciudad de Montecristi, cerca del Pacífico. Lo que ocurrió es que cuando los ingenieros estadounidenses que trabajaron en la construcción del canal en el país centroamericano regresaron a Estados Unidos, llevaron con ellos los sombreros que habían adquirido a los trabajadores ecuatorianos que también trabajaban en aquella obra, y de ahí quedó la denominación "sombreros Panamá". Al principio los ecuatorianos intentaron que se cambiara su denominación, pero al ver que era una batalla perdida, hace tiempo que desistieron de su intento. Están realizados con paja toquilla, cuya mejor variedad es precisamente la que crece por la zona de Montecristi. Allí se deja secar, se comienza la manufactura de los sombreros y luego son trasladados a Cuenca donde finaliza el proceso. Aunque cuando estuvimos en Panamá Conchi ya se compró uno, aquí volvió a repetir.





Algo que siempre nos gusta son los mercados, un paseo por ellos te ayuda mucho a conocer la vida diaria y las costumbres de los habitantes de cualquier lugar. Visitamos el que nos dijeron era el más grande de la ciudad, el 10 de agosto. Todo repleto de color, olores, sabores y sonidos.





También recorrimos el situado en la plaza Mª Auxiliadora, llamado 9 de octubre, y que su singularidad radica en las "mujeres sanadoras" que en su entrada llevan a cabo la limpieza de "almas y cuerpos". Con flores y plantas medicinales hacen una bebida conocida como "agua de pítima", mojan en ellas otras plantas y después "bendicen" tu cuerpo con ellas, según su teoría con ese rociado alejan los malos espíritus y muchas enfermedades. No sólo acuden adultos, las madres llevan a su hijos con tan sólo unos pocos meses para que reciban esta sanación. Y si eres muy creyente en este método, hasta dejarás que la sanadora escupa por su boca sobre tu cuerpo el agua de pítima...De este modo se habrá llevado a cabo al 100x100 éste ancestral modo de curación. Sobra decir que aunque nos guste probar cosas nuevas, todo esto lo vivimos simplemente como espectadores.







A las 15h. de nuevo suena mi móvil, "la moto ya está reparada, puede pasar a retirarla". Un taxi me lleva a las afueras de la ciudad donde se encuentran las instalaciones de la BMW. Me reciben con toda la amabilidad del mundo y me comentan que, además de la limpieza del circuito de inyección, también han cambiado el sensor corta-corriente de la pata cabra. Desde la central de Quito les habían indicado que lo hicieran para asegurarse que la moto no volviera a dar problemas. Salgo a dar una vuelta para probarla y todo funciona perfectamente. Les agradezco su profesionalidad y rapidez, me despido de ellos y regreso al hotel. Al poco recibo otra llamada, es Ramiro para asegurarse que todo está correctamente y que me han atendido tal y cómo él mismo les había recomendado por teléfono. Un 10 para Ramiro y para la gente de la BMW de Cuenca. Durante el resto del viaje la moto no volvió a dar el menor fallo.

Un paseo nocturno por la animada Cuenca es nuestra despedida de la ciudad.





Hoy tenemos por delante la etapa más larga del viaje, unos 450 k. que nos llevarán hasta Puerto López, situado a orillas del Pacífico. Por el camino cruzaremos el Parque Nacional Cajas y la ciudad de Guayaquil. Para evitar los atascos mañaneros, a las 8h estamos ya en dirección a la salida oeste de la ciudad. Rápidamente la carretera, la E-582, vuelve a enfilar una vez más hacia el cielo.



Pensábamos que sería difícil volver a repetir rutas tan espectaculares como las que hemos hecho en días anteriores, pero nuevamente Ecuador vuelve a sorprendernos. La subida hasta el punto más alto, por encima de los 4.000 m., de la ruta que atraviesa el Cajas también es de las que no se olvidan durante mucho tiempo. A partir del punto de acceso al parque, solamente es un barrera de control ya que no hay que pagar ninguna entrada, se suceden los paisajes espectaculares, abundan los lagos de altura y vistas panorámicas. Hay bastantes señales advirtiendo sobre los animales que te puedes encontrar en la carretera, principalmente llamas, aunque también hay una población importante de pumas y muchos conejos del páramo. Y no olvides mirar hacia el cielo, es fácil ver planear al ave que reina en las alturas, el majestuoso cóndor.













Tras una parada en el centro de visitantes iniciamos una interminable bajada hacia la llanura de Guayaquil. Hasta aquí el cielo había estado nublado, pero ahora entramos en una zona con niebla. Lo que al principio parece un fenómeno meteorológico normal, poco a poco llega a ser algo que nunca hemos visto, y eso que en invierno en nuestra zona de Alba de Tormes, a causa de las nieblas persistentes, podemos estar varios días sin ver el cielo. La humedad ambiental es tan alta que a veces dudo si estará lloviendo. Continuamente debo limpiar la pantalla del casco, si la levanto casi es peor porque se me empapa toda la cara. Aunque hay muy poco tráfico, comienza a ser peligroso conducir en estas condiciones, no veo a más de un par de metros por delante. Pulso el botón del warning para, en la medida de lo posible, ser vistos por cualquier vehículo que venga detrás de nosotros. Por otra parte la carretera va tan encajonada entre las montañas, y serpenteando entre ellas, que no veo ningún lugar donde parar donde esperar un tiempo con la esperanza que levante la niebla, no hay más remedio que continuar.





Después de casi una hora conduciendo en tan malas condiciones, termina el descenso, desaparece la niebla y de repente la temperatura ambiental se dispara por encima de los 25º. El paisaje cambia radicalmente, del bosque lluvioso que hemos atravesado pasamos a una planicie con cultivos de caña de azúcar y plantas de cacao. Las afueras de Guayaquil son feas, buena gana de andar con rodeos, naves, industrias, barrios humildes y poco a poco el tráfico va aumentando.





Guayaquil es un gran centro industrial y uno de los puertos comerciales más importantes de sudamérica, mientras atravesamos la ciudad nos damos perfectamente cuenta de ello. Camiones y coches congestionan las avenidas que tenemos que cruzar. No tenemos previsto parar aquí, así que aunque es casi la hora del almuerzo, preferimos seguir y dejarlo para más adelante.







Tras casi 1 hora de desvíos, enlaces e intersecciones, poco a poco el tráfico disminuye, nos incorporamos a la autopista E-40 y ponemos rumbo a la costa del Pacífico. Poco antes de la ciudad de Salinas, dejamos la autopista y tomamos la E-15, que es la carretera que sigue la costa del Pacífico ecuatoriano. Esta carretera también es conocida como "ruta del sol" o más habitualmente como "ruta Spondylus", nombre de un molusco típico de la zona y que para los Incas su concha de color rojo era casi tan valiosa como el oro. Por fin tenemos el océano a nuestra izquierda, lo que significa que ya viajamos en dirección norte. Después de casi 2 semanas conduciendo entre brumas, montañas, nieblas y a veces lluvia y frío, agradecemos ver el mar, el cielo azul, las carreteras rectas y tener que parar a quitarnos algo de ropa. Lo que no cambia respecto al interior es el buen estado de la ruta y el poco tráfico.

Montañita es un pequeño pueblo que en los últimos años ha experimentado un gran auge turístico, ya que se ha convertido en destino de muchos surferos. Hacemos un parada y nos llevamos una decepción, será porque no somos surferos. Las calles están en mal estado y cruzadas por multitud de cables eléctricos, los edificios a medio terminar, por todas partes hay alojamientos, que a juzgar por su aspecto, deben ser muy económicos, y en su calle principal atrona una música tecno que no pega mucho con este ambiente. Ya que hemos parado aprovechamos para tomarnos un jugo.





Para que no olvidemos que viajamos por Ecuador, la carretera deja de ser recta, se vuelve a internar hacia el interior y de nuevo estamos subiendo y bajando, aunque ahora ya no son montañas, son lomas. Sobre las 6 p.m llegamos a Puerto López, otra pequeña decepción. Su playa es magnífica, pero excepto la calle principal y el paseo marítimo el resto está sin asfaltar. Los edificios están en un estado similar a los de Montañita, las calles llenas de perros a los que parece no gustarles nuestra llegada y el que, según Booking, es el mejor hotel del pueblo, por su aspecto parece que quedó anclado en los 70´. Nos alojamos en otro, también situado en el paseo marítimo, pero con un aspecto más moderno, todo de madera y lo hacemos en una habitación frente al mar, al menos la vista desde ella es la que uno se imagina. Vamos a pasar aquí el día de mañana, y esperamos poder disfrutar de la playa, que creo la vamos a tener para nosotros solos.











El día amanece soleado, y aunque no hace mucho calor, es suficiente para tomar el sol. Pasear por la playa, observar cómo llegan los barcos de pescadores, descargan sus capturas y charlar con los lugareños es en lo que empleamos el tiempo. Nos cuentan que aquí también, de vez en cuando, sufren algún que otro sismo. El más reciente ha sido esta misma noche, cómo estaríamos ayer de cansados que nosotros ni nos enteramos...









Durante nuestra segunda, y última noche, en Puerto López el cielo descarga agua como si fuera la última vez que lo hiciera. A la mañana siguiente, la calle para volver a tomar la carretera principal, está toda llena de barro. De nuevo regresan las nubes, las cuestas y la abundante vegetación . Aunque aquí, además de cambiar el tipo de plantas, ahora mucho más tropicales, la naturaleza presenta tonos más verdes, mucho más vivos y brillantes, lógicamente todo ello debido a la humedad, la temperatura y a la menor altura respecto al interior.





Atrás dejamos la que está considerada la playa más famosa de Ecuador, la playa Los Frailes, y que todos nos han recomendado. Sin duda el color del cielo, de un gris plomizo, hace que su vista nos deje una sensación de indiferencia. Nuestro destino es la ciudad de Bahía de Caráquez, a la que tenemos un especial interés en conocer por un hecho que sucedió en ella hace muy poco tiempo, concretamente en abril del 2016, pero antes nos desviamos de la ruta principal hasta Montecristi, lugar de nacimiento de los sombreros Panamá. Uno imagina Montecristi como un pueblo bonito, bien arreglado, turístico y repleto de tiendas de artesanías relacionadas con los famosos sombreros. Si es así como lo imaginas, no merece la pena el desvío. Su realidad nada tiene que ver con la bonita imagen que nos habíamos creado. La calle principal sí que está llena de tiendas, pero con productos chinos y comercios de alimentación...Preguntamos por alguna tienda de sombreros, nos dicen que acá hay pocas, ya que lo que hacen es enviar a Cuenca los sombreros para su venta. Nos indican una calle que no es más que una pendiente llena de barro, al final de la cuesta debe haber una, pero dudan que esté abierta. No merece la pena intentarlo.








Llegamos a Bahía de Caráquez, aquí es donde nuestro amigo Benjamín, el sacerdote con quien estuvimos en Quito, desarrolló su labor durante 16 años. Todo el mundo le recuerda y con toda la gente que hablamos guarda un cariñoso recuerdo de su persona y un gran reconocimiento de su labor. Pero nuestra visita a Bahía no tenía nada que ver con Benja, que por casualidades del destino, se encontraba en España visitando a su familia, cuando sucedió lo que relató a continuación.

El 17 de abril de 2016 Bahía, y otros pueblos de la zona, sufrieron un terremoto de intensidad 7´7 que destruyó numerosos edificios e infraestructuras. El que no se derrumbó inmediatamente, sufrió grandes daños que en muchos casos implicaron su posterior demolición. La cifra de perdidas humanas se elevó por encima de las 600 vidas. Nuestro interés iba mucho más allá qué ver cómo había quedado la ciudad. Al igual que ocurrió cuando llegamos en 2011 a Christchurch, Nueva Zelanda, (también casi destruida por un terremoto) queríamos que nuestra visita y estancia aportaran una pequeñísima ayuda a sus habitantes, y comprobaran que la vida continua y como, poco a poco, los viajeros vuelven a detenerse en sus ciudades.



A pesar de estar frente a los destrozos del terremoto, uno es incapaz de imaginar las terribles imágenes y situaciones que esta gente vivió aquel día y durante los meses posteriores. Pero como suele suceder en esta, y en otras desgracias naturales, el poder del ser humano para volver a levantarse y comenzar a reconstruir su ciudad es mucho mayor del que nos podamos imaginar. El único hotel que quedó en pie fue el de más reciente construcción, y lógicamente el único en que nos pudimos alojar. Aún eran visibles, tanto en el exterior como en el interior, las cicatrices que el terremoto había dejado en su estructura.









Un día de nuestra estancia en Bahía estuvimos comiendo en un pequeño y humilde restaurante, su dueño empezó a hablar con nosotros y a contarnos su historia. Había pasado bastantes años trabajando en España, incluso sus 3 hijos habían nacido en nuestro país. Como todo inmigrante, tanto su esposa, también ecuatoriana, como él añoraban su tierra. En el 2015 decidieron regresar, con sus ahorros levantaron una casa y un pequeño restaurante. Aquel 17 de abril, tan solo 2 meses después de abrir su negocio, todo aquello se vino abajo, por suerte su familia consiguió salir con vida. Y de nuevo tuvo que volver a construirlo, o mejor dicho todavía estaba construyéndolo. Nos agradece enormemente que hayamos elegido su restaurante para comer, y también nosotros nos alegramos de haberlo hecho. Conocer su historia forma parte de esos detalles que dan significado a nuestros viajes.



Hoy es una fecha especial, 24 de diciembre, y por parte de algunas familias de Bahía hemos sido invitados a pasar con ellos el día de Navidad. Pero hace unos días que hemos hecho una reserva en un hotel de situado en una de las playas más conocidas de Ecuador, la de Atacames. El viaje hasta allí discurre prácticamente por el interior atravesando pueblos muy humildes. Es domingo y toda la gente está disfrutando el día de fiesta y con los preparativos para el siguiente día, Navidad. Los pueblos tienen mucha actividad, gente yendo y viniendo cargados con las compras habituales de estas fiestas. Incluso notamos como el tráfico ha aumentado de forma considerable, lo mismo que la temperatura. Esta es una de las zonas de mayor producción de cacao, en algunos tramos de la carretera vemos como los agricultores utilizan parte de ésta para poner a secar los granos de cacao.









Atacames es un centro turístico, hoteles por todas partes, y gente disfrutando el día en la playa. Una playa repleta de chiringuitos construidos en madera que compiten entre ellos por ser el que tiene la música a mayor volumen.

Por sus calles se ven muchos triciclos a motor, lo que aquí llamábamos carromatos, circulando a toda velocidad y aportando al tráfico una nota colorida, pero también demasiado ruidosa. Afortunadamente todo este bullicio de la ciudad no llega hasta nuestro hotel.



Por cierto dicho hotel , de nombre Club del Sol, merece una breve reseña. Está bien situado, con acceso directo a la playa, tiene una gran piscina, instalaciones más o menos en buen estado y aunque, por ser la fecha que es, su precio se ha disparado, esto no es lo que nos molesta. Creo que nunca hemos estado en un hotel en el que sus empleados, desde los recepcionistas, a jardineros o camareros fueran tan antipáticos, parecía que trabajar en el Club del Sol fuera una condena. Pero como sólo íbamos a estar aquí 2 días tampoco era cuestión de andar cambiando de hotel. Además teníamos la playa y muchos restaurantes a pocos metros para elegir y en los cuales la atención y simpatía fueron las habituales del resto del país. Nuestra cena de Nochebuena es a base de marisco, como es fácil de imaginar de buena calidad y con unos precios realmente bajos.











En tres día finalizará nuestro viaje, es hora de volver a cambiar de rumbo, decir al Pacífico "hasta la vista" y poner rumbo este en dirección a Quito. En Esmeraldas tomamos la E-20, de nuevo viajamos entre montañas, selvas, vuelven las nieblas, la humedad. En el pueblo La Concordia dejamos esta carretera y tomamos una secundaria que nos llevará hasta Mindo. Un pueblo que nos han recomendado por su la belleza de su entorno, ubicado en un profundo valle, y con muchas posibilidades de alojamiento. Se encuentra a tan solo 100 km de Quito, de este modo el último día del viaje iremos derechos a entregar la moto y desde allí al aeropuerto.





El rápido y sinuoso descenso hasta Mindo vuelve a ser, una vez más, uno de esos tramos maravillosos que esconde Ecuador. Curvas de todo tipo, grandes desniveles, buena carretera y, como en otras ocasiones, el asfalto atraviesa un espectacular bosque lluvioso. El pueblo es pequeño, pero por la cantidad de lugares donde alojarse está claro que es un destino muy popular, no solo entre los nacionales, también vemos muchos extranjeros que vienen atraídos por la variedad de deportes de aventura que pueden hacerse en Mindo, descensos por el río, canopy, rutas de senderismo....





Nos alojamos en una cabaña de madera dentro del complejo llamado "La Posada de Mindo". Está situado en las afueras del pueblo pero eso no es problema, ya que el pueblo es tan pequeño que caminando 2 minutos ya estamos en el centro. El edificio principal también está construido en madera, y en el, amablemente su dueña nos indica en un plano las cosas que podemos visitar, tanto en el pueblo como en los alrededores.





Siguiendo sus propuestas nos vamos a visitar un mariposario que cuenta con muchos tipos de mariposas, de diferentes tamaños, especies y colores. También aquí podemos contemplar muchos colibríes, algo que creo recordar nunca habíamos tenido oportunidad de ver, o al menos en tal cantidad.









Otra visita que nos gusta mucho es la que hacemos a una pequeña y artesanal fábrica de trasformación del cacao. Sus dueños nos explican, y muestran en vivo, todo el proceso, desde la extracción de los granos del interior de la mazorca, el secado, el tueste, la trituración y finalmente la molienda con la que se obtiene la "pasta de cacao", que es la base para producir posteriormente el chocolate. Una visita realmente interesante, y que en muchos de sus procedimientos nos recuerda la que hicimos el año pasado en Colombia a una planta cafetera. Por supuesto que nos deja un buen "sabor de boca".









Por la tarde salimos en la moto a recorrer algunas pistas de los alrededores, aunque es una visita corta ya que nos cae un aguacero y regresamos pronto y empapados.







A la mañana siguiente cargamos las maletas de la moto por última vez. Nos despedimos de la dueña de " Las Cabañas de Mindo" y nos disponemos a hacer nuestros últimos kilómetros por Ecuador. Para que nos vayamos con buen recuerdo, la carretera es la típica de Ecuador que ya he descrito a lo largo de la crónica. La única diferencia es que a medida que nos acercamos a la capital, el tráfico, especialmente de camiones, se vuelve agobiante.

Como la sede de Moto-Ride Ecuador se encuentra al norte de Quito y precisamente nosotros entramos a la ciudad desde esa misma dirección, llegar hasta las instalaciones de BMW, no nos lleva mucho tiempo. Pasamos el equipaje a nuestras bolsas de viaje, que habíamos dejado aquí hasta nuestro regreso. nos despedimos de Ramiro, decimos adiós a la 800 GS que nos ha llevado por todo Ecuador sin ningún problema, excepto el inconveniente en Cuenca, resuelto tan rápidamente, y nos vamos hacia el aeropuerto.



Nuestra impresión de Ecuador es que es un pequeño gran país, con unas carreteras en buen estado que atraviesan paisajes espectaculares y variados. Su gente es amable y aunque al principio, la mayoría, suelen ser algo tímidos y hasta cierto punto reservados, tras unos minutos de conversación se vuelven más abiertos. Hemos recorrido 3 de las 4 zonas en que se divide el país. Hemos subido hasta lo más alto de sus montañas, en la zona conocida como La Cordillera. La Amazonia nos ha sorprendido, principalmente por el desconocimiento que teníamos sobre ella y hemos recorrido casi en su totalidad la ruta Spondylus, en la llamada Zona Costera. Nos han faltado la cuarta, y la única que no es continental, la de las Islas Galápagos, pero la visita a ésta última tendrá que esperar a un nuevo viaje.

Este viaje también ha significado terminar la ruta por los países del Pacífico, desde Costa Rica hasta Chile y cerrar 12 meses difíciles de volver a repetir, con viajes a Colombia, Estados Unidos, Francia, Perú, Chile, Argentina y el último a Ecuador. Ahora toca un descanso.



Saludos
 
Excelente! gracias por compartirlo. Una maravilla. Me alegro de que lo de la moto se solucionase pronto.
 
Enhorabuena por el viaje y por la crónica. Muchas gracias por compartir.

V's.
 
Hola

Ya lo dije, Ecuador no es que sea la octava maravilla del mundo, pero tiene gran variedad de paisajes y todos, en menor medida la costa, auténticas maravillas.

Ah, y unas estupendas carreteras.

Muchas gracias por los comentarios.

Saludos
 
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