El amor en las ruinas

miquel-silvestre

Curveando
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También se podría titular: "Sé lo que hiciste el último verano".

A mi chica la ha hecho sonreír, espero que a vosotros también; aunque todo lo que cuento es cierto.

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Por si no se lee bien, aquí va el texto.

EN CHANCLAS POR LAS RUINAS


Amor y arqueología. Combinación casi nitroglicerínica, especialmente en verano. Pisar juntos las piedras más antiguas de la Civilización tal vez cause graves quemaduras en el ánimo mutuo de la pareja si sobre esos milenarios adoquines trastabillean al mismo tiempo cientos de paliduchos bañistas de tour operador con toalla al hombro y británica cogorza matutina por montera. Como ilustrativa paradoja de nuestra contradictoria época, un romántico recorrido en moto por Oriente Medio puede enseñar mucho sobre lo grandioso que fue el origen de la Civilización pero también de lo chocarrero que está resultando este fukuyamesco Fin de la Historia.

En Siria hay conocidas joyas como la romana ciudad de Palmira o el Crak de los Caballeros, inexpugnable fortaleza cruzada que resistió incluso a Saladino, convertidas hoy en verdaderos zocos. Duele la masa. Sin embargo, cuando no hay hordas, lo que duele es el descuido. Busqué el monasterio erigido en torno a las columnas de Simeón el Estilita. Lo que encontré fueron las bizantinas ciudades muertas o “Death Cities”, reducidas a anárquicos montones de lajas abandonadas. Los campesinos habían instalado allí sus viviendas sin que nadie lo impidiese.

En Líbano está la población de Baalbek. Allí se yergue el fabuloso templo romano de Jupiter, Patrimonio de la Humanidad según la Unesco. También hay unos tipos barbudos que entran y salen con total libertad. Un vistazo a los souvenires ofertados en la explanada aneja revela lo siniestro del negocio. Es territorio de Hezbollah. Ante la impotencia del Gobierno Libanés, tan magno legado se usa abiertamente para propaganda del terrorismo suicida. Por supuesto, no faltan turistas del ideal que compren las camisetas alegóricas del fanático martirio.

Turistas tampoco faltan en Jordania, ni preciosos restos que pocos visitan porque casi todos se concentran en Petra, al borde de la sobreexplotación. Recorrí la orilla del menguante Mar Muerto desde Aqaba hasta Amman. Hallé un maravilloso desierto, castillos, templos, termas e incluso el humilde barrizal a orillas del río Jordan donde bautizaron a Jesús. Desde el otro lado del cauce, los hoplitas hebreos observaban aburridos el desfile de peregrinos acarreados en minibuses, previo pago del nada barato canon impuesto por el islámico Reino Hachemita.

En Turquía, anclada entre Oriente y Occidente, los yacimientos son incontables. Gracias a los vuelos baratos y a los tour operadores, los pisotean millones de advenedizos, curiosos de ocasión, e incluso hooligans despistados que pasaban por allí. La Gran Cultura Clásica está ya epitomizada en los breves capítulos de las guías de viajes y todas llevan a los mismos sitios. Por supuesto, nunca faltan los más avispados comerciantes. ¿Dónde si no encontrar un cartelón que publicite genuinas falsificaciones de Rolex y Cartier o auténticas antigüedades made in Taiwan?

Si algún remanso de paz queda, es porque su visita no puede hacerse en autobús. Termessos está en la cima de un altísimo monte, el Güllu Däg, cuya ascensión no es apta para cardíacos. Puesto que la ciudad Psidia era un verdadero “must see” en la lista de mi guía particular, me vi trepando riscos hasta coronar 1067 metros sobre el nivel del mar. Cuando llegamos, las piedras sueltas aquí y acullá resultaron algo decepcionantes. Sin embargo, el teatro, incólume y casi suspendido en el vacío, era espectacular. Subido a la más alta cota del proscenio, imaginé que los espectadores estarían más pendientes de la belleza de los valles circundantes que de las tragedias que allí se representasen.

A veces lo cómico prima sobre lo artístico, como en Olimpo, ciudad licia fundada en el siglo III AD, cuyo acceso requiere atravesar una urbanización descontrolada de casetas de madera, callejas sin asfaltar, tenderetes y cientos de turistas de sandalia, bikini, tatuaje, sombrilla, nevera y colchoneta. Incrédulos, seguimos al alegre cortejo por un sendero flanqueado por grandiosas ruinas en las que nadie reparaba. Desembocamos en una playa de moda al más puro estilo ibicenco. La entrada estaba presidida por imponentes tumbas de nobles licios. Como fondo, se oía un rítmico machaqueo de música electrónica.

Siguiente parada, Kekova, donde aseguraban había una ciudad licia sumergida de imprescindible visita. El camino revelaba acantilados y secretas calas. El mar resplandecía de un azul turquesa entre curva y curva. Una vez en el puerto, debíamos subir a un barco porque el encantador pueblecito de Kalesi no tiene acceso por carretera. Contratado navío y guía marinero, resultó que los imprescindibles yacimientos eran una birria de piedras cubiertas por el agua. La fabulosa ciudad sumergida no era más que un montoncito de losetas y ánforas rotas. Otra decepción. Pero eso sí, un estupendo paseo marítimo entre bellísimos islotes.

Antes de embarcar en Izmir hacia la isla griega de Kios, había que visitar obligatoriamente Efeso. La que fuera capital romana de Asia con 200.000 almas surgió habitada por dantesca multitud. Era el Apocalipisis, la hiperbole del más masificado turismo de ruina. Mil autobuses, dos millones de vendedores, cuatro trillones de turistas en bermudas, ocho galaxias de cámaras digitales. A codazos casi para admirar velozmente las sucesivas gemas arquitectónicas. Para nuestro asombro, el ulular de atroces vuvuzelas anunció la llegada de un emperador de opereta. El gentío aplaudía el numerito teatral y la posterior lucha de gladiadores armados con espadas de plástico.

Contemplando tan espantoso circo, se comprendía bien la honda sabiduría de aquel estilita que erigiera columnas cada vez más altas para distanciarse lo más posible de la atroz muchedumbre. Aunque, claro, para él era fácil. No estaba enamorado de una experta en Cultura Clásica.
 
Alguna foto relacionada con el reportaje.

Bahía con forma de corazón en Turquía

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Crak de los Caballeros, Siria

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Castillo en Jordania

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Death city en Siria

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Descenso al Mar Muerto, Jordania. El Mar Muerto está muy por debajo del nivel del mar y es como bajar a los infiernos.

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Baalbek, Líbano, Templo de Jupiter

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Cediendo el paso. Siria

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Teatro de Mileto, Turquía

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