D
Dr._Infierno
Invitado
En el pilotaje deportivo de una moto, existen muchos puntos claves sin los que no se puede obtener un buen rendimiento. En esta ensalada, el aliño lo pone la coordinación entre cada uno de ellos: respetar los tiempos que les corresponden. Pero quiero destacar uno entre todos porque, para mi, es la madre del cordero: la retención del motor en la FASE II de la tumbada.
Cada curva examina al piloto y lo hace en el ápex. Aquí es donde se suspende o se obtiene sobresaliente. En el ápice de la curva es donde la moto alcanza la máxima inclinación de la tumbada. El punto más crítico para la adherencia de los neumáticos y la estabilidad de la máquina. En llegando a este punto, el piloto tiene que cambiar el manejo del gas que lleva y abrirlo al menos un punto. Si no lo hace es que ha entrado pasado de velocidad. Si tiene tentaciones de abrirlo antes de llegar al ápex, es que ha entrado demasiado despacio. La velocidad en el ápice es, pues, la clave.
Uno puede pensar que si la velocidad es el meollo de la cuestión, la frenada en la FASE I del giro adquiere el papel protagonista de esta película… y llevaría la razón si no fuera porque el examen es en el ápex, no en el inicio de la tumbada donde se debe de dejar de utilizar los frenos.
Desde el inicio de la tumbada hasta llegar al ápice de la curva, existen unos buenos metros que, en conducción deportiva, se utilizan para terminar de ajustar la velocidad de la moto con solo la retención que proporciona el motor. El piloto está en este momento en el filo de la navaja, porque no existe margen para el error y el ajuste es demasiado fino: un pelo de menos es fracaso; uno de más, el desastre.
Calcular la velocidad adecuada para el inicio de la tumbada de forma que, a continuación, la retención del motor termine de ajustarla al punto justo que se va a necesitar en el ápice de la curva, es francamente difícil. Los condicionantes son muchos y aquí no hay técnica que valga. La cualidades y la experiencia del piloto lo es todo. Por eso es el quid de la cuestión.

Cada curva examina al piloto y lo hace en el ápex. Aquí es donde se suspende o se obtiene sobresaliente. En el ápice de la curva es donde la moto alcanza la máxima inclinación de la tumbada. El punto más crítico para la adherencia de los neumáticos y la estabilidad de la máquina. En llegando a este punto, el piloto tiene que cambiar el manejo del gas que lleva y abrirlo al menos un punto. Si no lo hace es que ha entrado pasado de velocidad. Si tiene tentaciones de abrirlo antes de llegar al ápex, es que ha entrado demasiado despacio. La velocidad en el ápice es, pues, la clave.
Uno puede pensar que si la velocidad es el meollo de la cuestión, la frenada en la FASE I del giro adquiere el papel protagonista de esta película… y llevaría la razón si no fuera porque el examen es en el ápex, no en el inicio de la tumbada donde se debe de dejar de utilizar los frenos.
Desde el inicio de la tumbada hasta llegar al ápice de la curva, existen unos buenos metros que, en conducción deportiva, se utilizan para terminar de ajustar la velocidad de la moto con solo la retención que proporciona el motor. El piloto está en este momento en el filo de la navaja, porque no existe margen para el error y el ajuste es demasiado fino: un pelo de menos es fracaso; uno de más, el desastre.

Calcular la velocidad adecuada para el inicio de la tumbada de forma que, a continuación, la retención del motor termine de ajustarla al punto justo que se va a necesitar en el ápice de la curva, es francamente difícil. Los condicionantes son muchos y aquí no hay técnica que valga. La cualidades y la experiencia del piloto lo es todo. Por eso es el quid de la cuestión.
