
Una noche me despertó un hombre a cuya esposa ya había atendido antes.
- Siento molestarlo tan tarde - me dijo -, pero creo que mi mujer tiene apendicitis.
Aún medio dormido, le recordé que yo le había quitado el apéndice a
su esposa dos años atrás.
- Nadie tiene un segundo apéndice - exclamé.
- Doctor, quizás usted no haya oido hablar de un segundo apéndice
-contestó- pero sí de que podemos tener una segunda esposa.
