Buenas tardes a todos...
Efectivamente, Unai está ya en Fremantle, ha llegado cansado, pero creo que bastante ilusionado, legar codeandose con dos hombres de la talla de Robin y Dalton, le sube la moral a cualquiera. Solo llegar es un éxito !!
El otro día, habé con él, y rebosaba alegría por la llegada, ahora todo el equipo trabaja en poner el barco a punto, afortunadamente, parece que los daños son "pequeños" y concentrados, o esa impresión me dá, saldrá de Fremantle con 3 pilotos operativos, y con el timón reparado, a ver si tiene suerte y le sale bien.
De la Página de la Velux..... pues me parece una pena lo mala que es la información, tarde y escasa, pero bueno, hay que bucear por muchos sitios para sacar buena info, como por ejemplo, esta genial entrevista que le han hecho en El Correo
«He dejado de ser un novato», declara el navegante solitario vasco Unai Basurko
El navegante vasco asegura desde Australia que ha madurado con las «terribles» experiencias vividas: «He establecido una excelente relación con el mar»
JULIÁN MÉNDEZ/BILBAO
Cinco buenos sustos de noche que podían haber acabado con él y con su barco, alucinaciones provocadas por el agotamiento, 72 días en la mar y 15.000 millas navegadas para llegar a Fremantle (más que ningún otro patrón) han sido la inmersión definitiva de Unai Basurko en el mundo de los navegantes solitarios. Muy pocos logran entrar en este selecto club, donde el menor fallo se paga caro: un vuelco, una rotura, un rescate, la desaparición, la muerte... «Para aprender hay que reconocer la propia ignorancia», dice Basurko en conversación telefónica con EL CORREO desde Australia. «Ya no tengo vergüenza para preguntar a los que saben más, para aprender de gente como Bernard Stamm o Kojiro Shiraishi. Creo que he dejado de ser un novato».
Con cinco kilos menos y poco más de diez días para descansar y preparar el 'Pakea' para una nueva paliza que le llevará hasta la costa Este de Estados Unidos, el marino vasco trata de acostumbrarse a tierra. Una tierra que le sorprendió, tras más de dos meses en el océano, con un denso y balsámico olor a eucalipto. «Fue lo primero que sentí porque no pude ver nada; llegué de noche y en mitad de un frente frío en mitad del verano», dice. Basurko acaba de regalarse una bicicleta por su 34 cumpleaños (el pasado jueves) con la que recorre las soleadas calles de Fremantle y la marina del Real Club de Yates, la sociedad donde los 'aussies' urdieron su estrategia para arrebatar la Copa América a los estadounidenses.
La charla con Unai parece un catálogo de desdichas. Nada extraño ya que el mar inexorable cumple siempre su objetivo de poner al descubierto los puntos débiles de barcos y marinos. «Pero cada milla que he recorrido me ha hecho más fuerte», resume. «El otro día, charlando con Graham Dalton, me dijo: '¿Unai, te das cuenta de que ya sólo quedamos cinco? De todos los que quieren dar la vuelta al mundo muy pocos llegan. Disfruta de eso y no pienses en el tiempo que has tardado'. Y es verdad. Este es un camino largo y complicado, cada día que sigues en regata es un triunfo».
Uno más del club
-¿Pero no se siente contrariado por haber empleado 72 días en completar esta etapa? El ganador, Stamm, lo hizo en 43.
-Ha sido muy duro. He sufrido muchas adversidades y me da rabia. Nadie puede imaginar lo que me dolió salir de Galicia con la flota a mil millas por la proa. En una regata normal las diferencias no hubieran sido tan bestiales. Navegar en grupo, cerca de los demás, te da seguridad y también te motiva...
-¿Cómo le han recibido los demás patrones?
-Me han hecho sentir que formo parte del club de los solitarios. Ellos te van admitiendo con el tiempo. A cada milla que pasa te respetan más, te quieren más... Esta travesía ha sido dura y muy larga. Haber llegado aquí vale mucho. He madurado con estas experiencias terribles. He dejado de ser un novato. Lo peor ya ha pasado. Cada milla que navegue ahora es para volver a casa.
-Al llegar a tierra declaró que había sufrido alucinaciones. ¿Qué pasó?
-Fue consecuencia del fallo en los pilotos automáticos y en los compases. A rumbo 150º y 160º iban bien. Pero cuando el viento rolaba y el barco se ponía rumbo al Sur magnético, se volvían locos. Trasluché (la vela mayor pasa de banda a banda sin control y la botavara barre la bañera) cinco veces de noche. No voy a decir que pasé miedo, pero me volví más prudente. El barco se tumba con el palo en el agua, la orza y las velas se quedan en la banda contraria. Si eso llega a pasar con 50 nudos de viento...
-Eso le sucedió después de doblar Buena Esperanza.
-Sí. Llegué a dormir con la escota de la mayor en la mano para liberarla al trasluchar. Aún dormido noto cuándo el barco se acelera o cambia de rumbo. Pero la situación era agotadora. No podía pegar ojo. Timoneaba a mano. En un momento 'vi' que sólo tenía un timón, que había perdido el otro, me 'vi' arriba, tratando de buscarlo. Eran alucinaciones. Estaba dormido. La situación era muy peligrosa. Imagínese que eso me ocurre, sonámbulo, en cubierta. Podía haber acabado en el agua. Estuve a punto de poner rumbo a Ciudad del Cabo...
-¿Cómo lo superó?
-Arrié la trinqueta y preparé la mayor con tres rizos. Trasluché y puse rumbo al Este. Bajé mi velocidad dos nudos. Me dediqué a descansar y a comer hasta que me recuperé.
-Y decidió no ir al Sur.
-Cuanto más al Sur bajara, mayores iban a ser los problemas en los pilotos. Para mí era imposible llegar a los 45º. Lo pasé muy mal.
«Esto no es un juego»
-¿Cómo vivió el rescate de Alex Thomson y la rotura del palo del 'Ecover' de Mike Golding?
-Por las noticias del Inmarsat. Te da que pensar. Ellos iban al Sur a tope, forzando los barcos. Después de la zurra del Golfo de Vizcaya supongo que los materiales de los barcos estarían fatigados. Piensas en ellos, en su manera de sobrevivir y en que me podía haber tocado a mí. Fueron horas muy largas. Les mandé un mensaje de ánimo. Vuelves a ser consciente de que esto no es un juego, de que te juegas la vida.
-¿Y la avería que sufrió su casco?
-La grieta en popa me alertó, más que asustarme. Lo mejor es que la descubrí frente a Brasil, a tres o cuatro días de tierra. Iba a 20 nudos, con el asimétrico arriba y toda la mayor, a gusto. Paré cuando vi aquello y empecé a chequear el barco por dentro. Valoré entrar en Brasil, pero luego coloqué aparejos y quité presión al timón. También falló el sistema eléctrico que movía la orza automáticamente. Lo tuve que hacer a mano, tirando de los güinches de cabina.
-Un palo.
-Lo he pasado mal, muy mal. Tuve un bajonazo tremendo cuando me di cuenta de que me quedaban 7.000 millas por delante en esas condiciones. Pero a pesar de todo me ha gustado. Los problemas no me han dejado disfrutar, pero en ningún momento he pensado 'qué hago aquí' o 'estoy hasta los cojones'. Creo que en esta etapa he aprendido a vivir con los problemas y he establecido una excelente relación con el mar.
-¿Qué ha echado de menos en estos meses en el 'Pakea'?
-Andar, caminar, estar con tres o cuatro amigos charlando, alguna comida rica... He perdido cinco kilos. Poco. Al resto les veo muy flaquitos. Sobre todo a Sir Robin, y eso que lleva comiendo en tierra varios días.
-La mayoría de sus competidores ha tenido que subir al palo. ¿Usted?
-No. Pero he tenido que bucear. Se me quedó enganchada la escota en el eje del timón. Paré, anudé la cámara submarina que llevamos a un cabo e hice fotos de la zona. Cuando localicé el nudo me tiré al agua.
-Stamm, el patrón suizo del 'Cheminées Poujoulat', asegura que en la mar vive «como un salvaje». ¿A usted le ocurre eso?
-La verdad es que te vuelves primitivo, te asilvestras, todos tus sentidos se afinan. He aprendido mucho y he perfeccionado lo que yo llamo meteorología a la vista. Estudio las nubes, la forma de las olas, su ritmo, las corrientes, los cambios del barómetro, qué hacen los pájaros... Son ciclos que se repiten. Como dijo Moitessier, 'si te fijas, todo está en el mar'.
-Habrá habido buenos momentos...
-Sí. Me han pasado por encima cinco frentes. Después de cada uno de ellos se viven jornadas memorables. Sale el sol, se calma el viento y el mar, puedes cambiarte de ropa, abrir una escotilla, poner música, estar tranquilo unas horas...
Queda lo más duro
-Reláteme la mejor escena de estas diez semanas a solas.
-He pasado horas y horas viendo el mar. Pero el mejor momento era cuando venían los albatros a visitarme. Me he divertido mucho con ellos, imaginando que eran veleros, viéndoles volar. Ellos saben siempre dónde está el viento. Se paran, aceleran, escoran... He tenido muchas visitas de pájaros. ¿Pescar? Ni una picada. Sólo chipirones en cubierta.
-¿Cómo se ha entretenido?
-La verdad es que me he leído todo lo que tenía, hasta las instrucciones de los aparatos. He visto también mucho cine en DVD. 'Cinderella Man', de Russell Crowe, me encantó. Internet se me fastidió a los pocos días. También he hablado con pesqueros gallegos, vascos y africanos. Mercantes he visto pocos. Cuando tropezaba con alguno les llamaba por radio para ver si divisaban mi señal de radar. Llegando a Australia uno me indicó que me habían observado en la pantalla siete millas antes de verme. Eso da tranquilidad.
-Pero aún queda lo más duro...
-Sí, pero quiero volver a navegar. Lo que viene es la etapa reina, vamos al Gran Sur. Desde el día uno pondremos rumbo Sur durante cuatro o cinco semanas. Ahora empezaremos con las reuniones para ver dónde se sitúan los hielos antárticos. No queremos que sea una carrera loca hacia el Sur.
j.mendez@diario-elcorreo.com