Pues aquí, frente a la pantalla que simula una hoja en blanco, dispuesto a cumplir con vuestras peticiones.
Y yo, que os creo -porque interesadamente pienso que no mentís- intentando juntar letras que alumbren palabras, que juntas y ordenadas, formen frases que tengan un mínimo de sentido y que además expliquen algo que pueda, por lo menos, no defraudar del todo vuestras expectativas.
En eso estoy, y voy a empezar imaginando que los relojes se vuelven locos y nos muestran, al revés, el paso del tiempo.
Hace tan solo quince minutos que nos hemos levantado de la mesa, la del comedor, donde a eso de las ocho (las 20, para ser más precisos), nos habíamos acomodado “Los cuatro tahúres de Colónico” - otra pareja de amigos, Glòria y el que os habla- para jugar la partida de canasta de rigor.
Hoy he perdido.
Pero eso es lo único que hoy he perdido, porque ya veréis a medida que tiempo retrocede, que todo lo demás lo he ganado. Mejor lo ha tenido Glòria, que hasta la partida ha ganado.
Deberían ser aproximadamente las siete (las 19) cuando, tras recorrer la distancia que separa “El Cabrit” de St Gregori, de Klong, llegábamos a casa.
En El Cabrit nos habíamos sentado cuando el reloj loco (ese que va al revés) situaba su aguja gorda en el doce y la pequeña 30 grados a su derecha. Llegábamos eufóricos (ya os explicaré porqué), y acabábamos de saludar a la entrada al resto de tropa, que para la ocasión prefirió la “lata tetrarueda” a la esbelta, ágil, divertida y carismática “sirena asfáltica birrueda”. Ellos sabrán
Pero bueno el caso es que fue un placer conoceros a todos, y juntos.
El reparto de regalos de los respectivos amigos invisibles fue de lo más. El café frío (me lo merezco por pasar de él e irme al lío). La tarta, guapísima, y sobre todo, buenísima. El cabrito, la hostia. Los entrantes cojonudos. Y las gentes y el ambiente que crearon, lo mejor.
Allí habíamos llegado desde, desde..., que se yo desde donde. Solo podía reconocer los lugares o cuando atinaba a leer el rótulo que lo indicaba, o cuando resulta que ya había estado allí. Entre tanto, durante los trayectos, ni flores. Que tío el Ozepe este, nos lleva por donde quizás nunca habríamos atinado a pasar.
En fin que desde las nueve (las 9), hasta las dos (las 14) he estado disfrutando a “tuttiplen” del “viaje” (viaje, en ambos sentidos, de viaje de viajar, y de viaje de, bueno de viajar también pero de la otra manera -ya me entendéis ¿no?-.
¿Sabéis una cosa?, visto y vivido lo de hoy (todavía es hoy, son las once y veintitrés (las 23:23)) lo que más me gustaría es cobrar como un controlador aéreo y trabajar como los Reyes Magos, y el resto del tiempo pasármelo recorriendo lugares tras el Ozepe, comiendo en ágapes organizados por el Raimon, intercambiando regalos con los de LCN, y disfrutando de vuestra compañía.
El año que viene más, y mientras, más también.