M
Miky
Invitado
El relato que presento a continuación, me lo cedió un amigo. Esto fue después de presenciar él desde su BMW R 1.100 R mi última caída con una K-75-LT el día que me maté, un domingo nueve de septiembre de dosmil uno por la tarde; algunas de las cosas que desde su posición vio, le recordaron algún hecho leído por él anteriormente en el texto que te traigo. Finalmente, y por suerte para mí, no fue para tanto... Sólo me maté por unos instantes. En fin, esa, es otra historia
Te dejo ahora con la narración que en su momento gusté de leer, que he leído más de una vez, y espero que te consiga llevar hasta ese tiempo tan cercano en que está centrada. Tienes con ella la ocasión de viajar en el tiempo de la única forma que nos es conocida: recordar la historia, porque es bien cierto que un día el motociclismo fue como unas líneas más adelante se cuenta
La época de los héroes. Parte I.
Sábado noche en el pub. Al final de los sesenta. Verano inglés. Sin nubes y sin lluvia. Puerta abierta a un parking lleno de Triumph, BSA, Norton, mas alguna Velocette, Enfield y hasta una Vincent. Y también una Honda 450 bicilíndrica... Un intruso del futuro.
Monos negros, chaquetas de cuero negro, tejanos salpicados con Castrol 'R', botas altas Highwayman, cascos Jet y Cromwell, con gafas.
Las historias de aventuras en carretera eran escalofriantes. Con aquellas motos de aquellos tiempos de Inglaterra al final de los sesenta no había nunca que recurrir a las mentiras. ¿O es que nunca has roto un cable del tambor delantero de una Triumph Bonneville en la entrada de una curva?
'Estaba gas a fondo a 110 millas por hora (176 kms/h) en la bajada de La Colina del Escocés con la curva asomando. Frené fuerte, peeroo... ¡se me rompió el cable!. La moto pareció acelerar aún con el puño cerrado, y sólo tuve tiempo para enganchar la tercera marcha antes de meter la Bonnie en la curva. Iba tan deprisa cuando metí la tercera, que la rueda trasera empezó a hacer grandes rebotes y no pude inclinar hasta que estaba casi fuera de la carretera. Entré en la curva con la rueda trasera todavía rebotando un poco y con la moto meneándose. Y cuando tenía la situación casi casi bajo control y cuando pude ver la salida de la curva ¡vi por delante a Old Bill (el viejo Guillermo, argot británico para la policía de tráfico) en pleno centro de la carretera con la mano arriba. Había parado el tráfico que subía. Era para dejar pasar a un coche fúnebre y una maldita caravana de lamentadores. Old Bill me vió en el mismo instante que yo le vi a él. Metí la segunda y la Bonnie empezó a rebotar de nuevo, clavé el freno trasero y la moto se cruzaba. Old Bill ya había dejado paso al coche fúnebre, pero dio un salto hacia atrás para meterse en su camino. El chófer frenó pero Old Bill acabó sobre el capot. Su casco de Bobbie se cayó, y oí un choque cuando el coche de la viuda dio contra el coche del muerto, y yo pasé justo por delante del parachoques con la moto cruzada sobre la gravilla y por poco pierdo la rueda delantera al aplastar el casco de Old Bill.
Cuando por fin pude parar, miré atrás y les vi a todos viniendo a por mí: Old Bill, los hijos del muerto, el chófer, y la mitad de los lamentadores. Y yo con el motor parado. No había tiempo para encontrar punto muerto y dar patada. Me bajé de la moto, empujé hacia atrás sobre compresión, cogí el embrague y empecé a empujar como un condenado. No me atreví a mirar atrás pero estaban casi encima. Solté el embrague y el motor empezó a girar pero sin coger... Y de pronto arrancó y salí de allí en segunda, con el embrague patinando y las manos de Old Bill a media pulgada de mi cuello...’
La historia nos gustó, y Andy se levantó a comprar una ronda de pints. Estábamos como siempre el sábado por la noche en el Sporting Farmer de Ipswich: cascos en la mesa, motos en el parking.
Íbamos siempre cuatro: Roy, Andi, Frank y yo. Tres ingleses de Suffolk y un yankee de Illinois. Todos corríamos en moto pero también íbamos en moto por la calle, y las carreras por las carreteras secundarias entre Ipswich y Felixtowe eran algunas veces aún más locas y emocionantes que las carreras de verdad en Brands Hatch, Snetterton y Cadwell Park. En el Sporting Farmer nos reuníamos con los más quemados de Ipswich, cada semana, para cambiar aventuras.
Roy corría con una Tritón: motor Norton en bastidor Triumph. Andy había comprado una Yamaha 250 de aire que nunca arrancaba, y cuando arrancaba siempre gripaba, y Frank tenía una Greeves Silverstone 250 monocilíndrica que hacía ruidos muy feos pero siempre acababa todas las carreras, cosa que fastidiaba a Andy ya que él se la había vendido a Frank para comprar la Yamaha. Yo tenía una Ducati 250 24Horas comprada en Mototrans y transportada a Inglaterra en mi mini furgoneta. Estaba ahorrando para comprar una Norton.
Todos, salvo Frank que siempre acababa las carreras, nos caíamos en cantidad, y Roy y Andy solían pasar de vez en cuando una noche, o sábado o domingo, en el Norwich General, el hospital más cercano a Snetterton. Yo nunca pasé una noche en éste hospital, pero llegué a conocer bastante bien los hospitales de Louth (cerca de Cadwell) y de Darford (cerca de Brands).
Te dejo ahora con la narración que en su momento gusté de leer, que he leído más de una vez, y espero que te consiga llevar hasta ese tiempo tan cercano en que está centrada. Tienes con ella la ocasión de viajar en el tiempo de la única forma que nos es conocida: recordar la historia, porque es bien cierto que un día el motociclismo fue como unas líneas más adelante se cuenta
La época de los héroes. Parte I.
Sábado noche en el pub. Al final de los sesenta. Verano inglés. Sin nubes y sin lluvia. Puerta abierta a un parking lleno de Triumph, BSA, Norton, mas alguna Velocette, Enfield y hasta una Vincent. Y también una Honda 450 bicilíndrica... Un intruso del futuro.
Monos negros, chaquetas de cuero negro, tejanos salpicados con Castrol 'R', botas altas Highwayman, cascos Jet y Cromwell, con gafas.
Las historias de aventuras en carretera eran escalofriantes. Con aquellas motos de aquellos tiempos de Inglaterra al final de los sesenta no había nunca que recurrir a las mentiras. ¿O es que nunca has roto un cable del tambor delantero de una Triumph Bonneville en la entrada de una curva?
'Estaba gas a fondo a 110 millas por hora (176 kms/h) en la bajada de La Colina del Escocés con la curva asomando. Frené fuerte, peeroo... ¡se me rompió el cable!. La moto pareció acelerar aún con el puño cerrado, y sólo tuve tiempo para enganchar la tercera marcha antes de meter la Bonnie en la curva. Iba tan deprisa cuando metí la tercera, que la rueda trasera empezó a hacer grandes rebotes y no pude inclinar hasta que estaba casi fuera de la carretera. Entré en la curva con la rueda trasera todavía rebotando un poco y con la moto meneándose. Y cuando tenía la situación casi casi bajo control y cuando pude ver la salida de la curva ¡vi por delante a Old Bill (el viejo Guillermo, argot británico para la policía de tráfico) en pleno centro de la carretera con la mano arriba. Había parado el tráfico que subía. Era para dejar pasar a un coche fúnebre y una maldita caravana de lamentadores. Old Bill me vió en el mismo instante que yo le vi a él. Metí la segunda y la Bonnie empezó a rebotar de nuevo, clavé el freno trasero y la moto se cruzaba. Old Bill ya había dejado paso al coche fúnebre, pero dio un salto hacia atrás para meterse en su camino. El chófer frenó pero Old Bill acabó sobre el capot. Su casco de Bobbie se cayó, y oí un choque cuando el coche de la viuda dio contra el coche del muerto, y yo pasé justo por delante del parachoques con la moto cruzada sobre la gravilla y por poco pierdo la rueda delantera al aplastar el casco de Old Bill.
Cuando por fin pude parar, miré atrás y les vi a todos viniendo a por mí: Old Bill, los hijos del muerto, el chófer, y la mitad de los lamentadores. Y yo con el motor parado. No había tiempo para encontrar punto muerto y dar patada. Me bajé de la moto, empujé hacia atrás sobre compresión, cogí el embrague y empecé a empujar como un condenado. No me atreví a mirar atrás pero estaban casi encima. Solté el embrague y el motor empezó a girar pero sin coger... Y de pronto arrancó y salí de allí en segunda, con el embrague patinando y las manos de Old Bill a media pulgada de mi cuello...’
La historia nos gustó, y Andy se levantó a comprar una ronda de pints. Estábamos como siempre el sábado por la noche en el Sporting Farmer de Ipswich: cascos en la mesa, motos en el parking.
Íbamos siempre cuatro: Roy, Andi, Frank y yo. Tres ingleses de Suffolk y un yankee de Illinois. Todos corríamos en moto pero también íbamos en moto por la calle, y las carreras por las carreteras secundarias entre Ipswich y Felixtowe eran algunas veces aún más locas y emocionantes que las carreras de verdad en Brands Hatch, Snetterton y Cadwell Park. En el Sporting Farmer nos reuníamos con los más quemados de Ipswich, cada semana, para cambiar aventuras.
Roy corría con una Tritón: motor Norton en bastidor Triumph. Andy había comprado una Yamaha 250 de aire que nunca arrancaba, y cuando arrancaba siempre gripaba, y Frank tenía una Greeves Silverstone 250 monocilíndrica que hacía ruidos muy feos pero siempre acababa todas las carreras, cosa que fastidiaba a Andy ya que él se la había vendido a Frank para comprar la Yamaha. Yo tenía una Ducati 250 24Horas comprada en Mototrans y transportada a Inglaterra en mi mini furgoneta. Estaba ahorrando para comprar una Norton.
Todos, salvo Frank que siempre acababa las carreras, nos caíamos en cantidad, y Roy y Andy solían pasar de vez en cuando una noche, o sábado o domingo, en el Norwich General, el hospital más cercano a Snetterton. Yo nunca pasé una noche en éste hospital, pero llegué a conocer bastante bien los hospitales de Louth (cerca de Cadwell) y de Darford (cerca de Brands).