Día 5: De Lucknow a Varanasi
¡Qué jornada! Hoy hemos completado una etapa que teníamos marcada en el calendario con mayúsculas: el viaje desde Lucknow hasta la mística Varanasi. La Royal Enfield ha rugido kilómetro tras kilómetro, cruzando pequeños pueblos y devorando asfalto bajo un cielo aplomado que nos ha dado una tregua. Los arcenes de la carretera se transforman en humildes zonas comerciales donde se trasiegan todo tipo de productos a cambio de algunas rupias. Me sigue sorprendiendo como familias de hasta cinco miembros viajan tranquilos en la misma moto… con el tráfico tan loco que hay…
Dejamos atrás la cortesía y la elegancia arquitectónica de los palacios para adentrarnos en la antesala de lo que se siente como la ciudad más antigua del mundo, Varanasi, una de las siete ciudades sagradas de la India.
Llegar a Varanasi es recibir un golpe de energía, una mezcla ensordecedora de bocinas, cantos y campanas. Pero el verdadero espectáculo, la razón de esta etapa, nos esperaba al atardecer en el río.
Hemos alquilado una barca para recorrer el río Ganges, y la perspectiva desde esas aguas ocres y espesas es sencillamente hipnotizante. Los Ghats (escaleras que bajan al río) se levantan como gradas de un anfiteatro sagrado, llenos de vida: familias bañándose, sacerdotes oficiando, y el humo espeso de las hogueras funerarias flotando en la brisa. Frente al río, se apilan las piras: camas de madera con cuerpos amortajados en telas de vivos colores, a la espera de la que fue su última reencarnación. Es una imagen cruda y espiritual, donde la vida y la muerte se tocan sin pudor, a la vista de todos. Mañana iremos a verlas de cerca.
Con la noche ya encima, el motor de la barca nos llevó hasta el Assi Ghat. Aquí es donde la magia se volvió tangible. Presenciamos la ceremonia Aarti, un ritual de ofrenda de fuego que ilumina la orilla con miles de llamas danzantes. El olor a incienso, las voces rítmicas de los pandits y el sonido envolvente de los caracoles de mar crean una atmósfera que te paraliza el alma. Es un tsunami de devoción.
No hay palabras que hagan justicia a la sensación de estar aquí, sintiendo la inmensidad de esta cultura ancestral y vitalista. La India te rompe los esquemas para recomponértelos de una forma nueva. Varanasi no es un destino, es una experiencia de vida que te resetea y enriquece. Mañana, exploraremos sus templos y sus callejones laberínticos. Estoy segura de que será otro día para el recuerdo.
