D
Dr._Infierno
Invitado
Cumpliendo mi promesa de Sabiñánigo y sin que sirva de precedente, os pongo unas consideraciones técnicas sobre un aspecto de la tumbada que no suele estar en la conciencia del motorista: la velocidad del inicio de la tumbada.
Os he visto evolucionar en estos tres años que llevamos de reuniones periódicas de este subforo y me sorprende vuestra progresión. Por la edad media de los foreros, no se puede hacer esa mejoría por intuición, ya que a partir de una determinada edad todo va para abajo: concentración, coordinación, reflejos, visión … y testosterona -el motor de las ganas y la ilusión- para mantener el reto. Solo pues se puede subir el nivel mediante el perfeccionamiento de la técnica. En este sentido, se me alegra el alma viendo a dos personas tomando las curvas: El p@pi y Jasón. En el momento actual, son dos estilos diferentes -quizás porque se encuentran en etapas distintas de su evolución-. El primero redondea las curvas. El segundo las recorta. Ambos influidos por la escuela de Code.
El gran merito de el Pa@pi es que ha perfeccionado la velocidad de entrada en curva. Raramente frena en el ataque y mantiene mucha homogeneidad en esa velocidad a lo largo del giro. Ha llevado casi a la perfección los ejercicios de la escuela californiana de no utilizar los frenos en las curvas. Esto le obliga a “ver” más de lo que se ve de la entrada al giro, resultando una trazada redondeada y suave, con poca pérdida de velocidad. Espero llegar a ver si se queda ahí o sigue evolucionando.
La técnica de Jasón es completamente distinta. Se nota mucho que lleva el manejo visual de Code a rajatabla: punto de inicio de tumbada - ápex - salida de curva. Desde que lo conozco, siempre ha hecho ataques atrasados, pero ahora los apura más debido a que ha aumentado su velocidad inicial de tumbada. Os explico:
En primer lugar, una aclaración: no hay que confundir la velocidad de la moto con la velocidad de la tumbada. La tumbada tiene su propia dinámica: desde que se empieza el ataque a la curva, el ángulo de inclinación aumenta rápidamente hasta alcanzar el ápice de la curva. Dado que en el ápice se alcanza el máximo grado de tumbada para una curva en particular, la velocidad de la tumbada tiene que empezar a disminuir a partir de un punto intermedio entre el inicio y el ápex, ya que en este último la velocidad de la tumbada tiene que ser “cero”. La velocidad inicial de la tumbada tiene, pues, mucha importancia.
La velocidad de la tumbada está “enrrocada” con el manejo que hace el motorista de su visión. Si el piloto hace una tumbada rápida desentendiendose de la situación del ápex, se saldrá de la carretera por el interior, antes de llegar a él. Si hace un tumbada lenta, se saldrá por el exterior, sin llegar a poder tocar el ápex. Por el contrario, si “enrroca” la velocidad de inclinación de la moto con la trazada, se le ofrecen dos alternativas:
1. Atrasar el punto de ataque a la curva: la tumbada rápida le seguirá llevando hacia el ápex, eso si, a costa de una inclinación inicial más fuerte.
2. No atrasar tanto el ataque, pero inclinar menos la moto. También le llevará al ápex, pero solo se saca rendimiento de esta maniobra si la salida final se adapta al grado de inclinación que lleva la moto en el ápex y, por tanto, solo factible si se conoce la curva o se tiene visión directa de la salida.
Enrique utiliza las ventajas del primer punto: atrasa mucho el ataque con lo que, en la mayoría de las ocasiones, no solo se le ofrece la visión del ápex, sino también de la salida de la curva. Esto le permite volver al gas con anticipación y salir de la curva con más aceleración, en especial porque puede ir levantado la moto de forma más precoz. Dado que maneja los tiempos bajo visión directa, la maniobra se realiza con mucho mayor control y, por tanto, mayor seguridad. Eso si, hacer esto implica gran capacidad de concentración, reflejos afilados en el conjunto de “actividad cerebral” bajo “tensión” y gran dominio del contramanillar. Si todo se conjunta, el espectáculo es muy bello … como el que nos ofrece Jasón en las carreteras de montaña.

Os he visto evolucionar en estos tres años que llevamos de reuniones periódicas de este subforo y me sorprende vuestra progresión. Por la edad media de los foreros, no se puede hacer esa mejoría por intuición, ya que a partir de una determinada edad todo va para abajo: concentración, coordinación, reflejos, visión … y testosterona -el motor de las ganas y la ilusión- para mantener el reto. Solo pues se puede subir el nivel mediante el perfeccionamiento de la técnica. En este sentido, se me alegra el alma viendo a dos personas tomando las curvas: El p@pi y Jasón. En el momento actual, son dos estilos diferentes -quizás porque se encuentran en etapas distintas de su evolución-. El primero redondea las curvas. El segundo las recorta. Ambos influidos por la escuela de Code.
El gran merito de el Pa@pi es que ha perfeccionado la velocidad de entrada en curva. Raramente frena en el ataque y mantiene mucha homogeneidad en esa velocidad a lo largo del giro. Ha llevado casi a la perfección los ejercicios de la escuela californiana de no utilizar los frenos en las curvas. Esto le obliga a “ver” más de lo que se ve de la entrada al giro, resultando una trazada redondeada y suave, con poca pérdida de velocidad. Espero llegar a ver si se queda ahí o sigue evolucionando.
La técnica de Jasón es completamente distinta. Se nota mucho que lleva el manejo visual de Code a rajatabla: punto de inicio de tumbada - ápex - salida de curva. Desde que lo conozco, siempre ha hecho ataques atrasados, pero ahora los apura más debido a que ha aumentado su velocidad inicial de tumbada. Os explico:
En primer lugar, una aclaración: no hay que confundir la velocidad de la moto con la velocidad de la tumbada. La tumbada tiene su propia dinámica: desde que se empieza el ataque a la curva, el ángulo de inclinación aumenta rápidamente hasta alcanzar el ápice de la curva. Dado que en el ápice se alcanza el máximo grado de tumbada para una curva en particular, la velocidad de la tumbada tiene que empezar a disminuir a partir de un punto intermedio entre el inicio y el ápex, ya que en este último la velocidad de la tumbada tiene que ser “cero”. La velocidad inicial de la tumbada tiene, pues, mucha importancia.
La velocidad de la tumbada está “enrrocada” con el manejo que hace el motorista de su visión. Si el piloto hace una tumbada rápida desentendiendose de la situación del ápex, se saldrá de la carretera por el interior, antes de llegar a él. Si hace un tumbada lenta, se saldrá por el exterior, sin llegar a poder tocar el ápex. Por el contrario, si “enrroca” la velocidad de inclinación de la moto con la trazada, se le ofrecen dos alternativas:
1. Atrasar el punto de ataque a la curva: la tumbada rápida le seguirá llevando hacia el ápex, eso si, a costa de una inclinación inicial más fuerte.
2. No atrasar tanto el ataque, pero inclinar menos la moto. También le llevará al ápex, pero solo se saca rendimiento de esta maniobra si la salida final se adapta al grado de inclinación que lleva la moto en el ápex y, por tanto, solo factible si se conoce la curva o se tiene visión directa de la salida.
Enrique utiliza las ventajas del primer punto: atrasa mucho el ataque con lo que, en la mayoría de las ocasiones, no solo se le ofrece la visión del ápex, sino también de la salida de la curva. Esto le permite volver al gas con anticipación y salir de la curva con más aceleración, en especial porque puede ir levantado la moto de forma más precoz. Dado que maneja los tiempos bajo visión directa, la maniobra se realiza con mucho mayor control y, por tanto, mayor seguridad. Eso si, hacer esto implica gran capacidad de concentración, reflejos afilados en el conjunto de “actividad cerebral” bajo “tensión” y gran dominio del contramanillar. Si todo se conjunta, el espectáculo es muy bello … como el que nos ofrece Jasón en las carreteras de montaña.
