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Curveando
...las motos no son para el verano, by
Ahora que el verano está dando sus últimos coletazos os voy a contar un secreto: Las motos NO son para el verano.
Sí, sí, seguro que te suena raro porque es cuando más motos se ven por la calle, incluso hay gente que sólo las usa en verano, pero es un autoengaño. No nos gusta mojarnos ni pasar frío en la moto (bueno, hay gente para todo pero no es lo normal), pero en verano hay bastantes inconvenientes para usar la moto.
Por ejemplo, ¿qué ropa te pones? Porque no apetece disfrazarse pero eso de ir con las chanclas de dedo, las bermudas y la camiseta volando y golpeándonos en la colleja tampoco parece muy seguro. Hay prendas específicas pero al final pasas calor. Cuando estás a 35 grados de temperatura el viento es calentorro y te refrigera cuando contacta con tu propio sudor. Vamos, que vayas donde vayas, llegas derretido y poco elegante.
También está ese momento especial en el que ves tu preciosa y amada moto ahí aparcada luciendo con todo su esplendor bajo el sol tórrido veraniego y tienes que cogerla. ¡Quema! Pero quema mucho. Queman las partes metálicas, los plásticos están tan calientes que te da miedo hacer fuerza por si se deforman… ¿Y el asiento? Bueno, el asiento hay veces que te obliga a salir sin apoyar el trasero y, si vas con una trail tiene un pase, pero si es una deportiva llevas una pinta de idiota que no puedes con ella.
Ah, y si encima estás en la costa y decides llevarla a la playa… ¿Vas con todo el vestuario a cuestas? ¿Pones un baúl enorme? ¿La untas entera de vaselina para que no se oxide? ?¿La tapas para protegerla? Vaya locura…
No hablemos de hacer una salidita dominguera en plan racing con los colegas. Tienes que pegarte un madrugón que te rompe el ritmo del sábado noche (porque si no has descansado mejor deja la moto en casa y quédate durmiendo). Si te ve el típico vecino que pasea al perro cuando ni han puesto las calles, seguro que piensa que estás muy loco (más que él). Y todo esto para disfrutar sin riesgo de deshidratarse, pero es que luego resulta que llegas a casa cuando la gente está empezando a vivir, y vuelves a ser el majara del vecindario. Subes a casa y con el jaleo de quitarte las botas, el mono de cuero (que se ha pegado y pesa 5 kilos más), los velcros de la espaldera, etc., despiertas a ‘la parienta’ y, tú que venías tan feliz, acabas discutiendo.
Si pasas de madrugar prepárate un buen camelback de 20 litros con sales porque vas a ‘traspirar’ (por decirlo finamente) como un auténtico gorrino corriendo en plena planicie extremeña a las tres de la tarde el día más caluroso del año. El mono llega a pesar casi tanto como tú, la ropa interior se queda como si te hubieses caído vestido a una piscina, los guantes cuando se secan se quedan petrificados, el casco también pesa más y coge un olor ‘interesante’. Todo esto contando que con el integral puesto hay ratos en los que parece que te falta la respiración.
Hay que echarle mucho coraje para viajar en verano ¿Y el asfalto? ¡¡¡Aaaaaaaay!!! Me acuerdo yo de esas charlas de bar en las que uno siempre soltaba “el asfalto cuanto más caliente, mejor”. Venga, ahí, con un par. Para empezar lo normal es que haga bastante que no llueve en cantidad suficiente como para limpiarlo, así que hay restos de aceite, goma, gasoil y todo lo inimaginable que, con el calorcito, sube para arriba en estado casi de ebullición. Perfecto para que tus neumáticos (sean pata negra o no, pero con los que ruedas perfectamente el resto del año) peguen unas patinadas en ciudad y zonas externas muy transitadas que te ponen los pelos de punta. Las rayas blancas ni las toques, están peor que en un día de lluvia torrencial, a veces incluso han pasado del blanco al negro.
Pero ahí no queda la cosa con el asfalto. Hemos sido capaces de salir del barrio sin atizarnos en ninguna rotonda ni paso de cebra, hemos recorrido la M-30 o la circunvalación que nos corresponda (rompimos a sudar antes en el primer semáforo al salir de casa) y llegamos a una zona de curvas bonita, con buen asfalto y limpia porque está poco transitada. Sí, no es utopía, todavía las hay en España. Pues bien, ahí es donde te lo empiezas a pasar bien y te da igual todo el sufrimiento. Vas encadenando curva tras curva, qué bien, qué grip, qué gustito… Y entonces es cuando el neumático trasero empieza a deslizar por exceso de temperatura. Tú te acuerdas del colega del bar, el del asfalto calentito, pero para bien porque aunque eres un cagón y la rueda trasera apenas se desplaza lateralmente 5 o 10 centímetros en el mejor de los casos, te crees que vas como Gary McCoy.
Eso es lo que tú te crees, pero da igual, te lo estás pasando como un enano y sigues disfrutando hasta que vuelves a casa. Ahí toca prudencia aunque llegues con la adrenalina saliendo por las orejas porque están ‘las rotondas diabólicas’ deseando que te atices. Consigues salvar los peligros, llegas a casa, entras en el garaje y, como buen motero, echas un vistazo al neumático trasero para comprobar hasta dónde has tumbado (si no haces eso, vende la moto). ¡Dios! Ahí es cuando te vuelves a acordar de tu colega el de las cervecitas en el bar y su amor por el asfalto caliente… ¡Tu goma trasera de más de 300 euros pata negra se ha derretido! en una mañana te has zumbado media vida del neumático. Eso a Gary McCoy le daba igual, pero tú tienes que pagarte los neumáticos.
Que no, que las motos no son para el verano.
Ahora que el verano está dando sus últimos coletazos os voy a contar un secreto: Las motos NO son para el verano.
Sí, sí, seguro que te suena raro porque es cuando más motos se ven por la calle, incluso hay gente que sólo las usa en verano, pero es un autoengaño. No nos gusta mojarnos ni pasar frío en la moto (bueno, hay gente para todo pero no es lo normal), pero en verano hay bastantes inconvenientes para usar la moto.
Por ejemplo, ¿qué ropa te pones? Porque no apetece disfrazarse pero eso de ir con las chanclas de dedo, las bermudas y la camiseta volando y golpeándonos en la colleja tampoco parece muy seguro. Hay prendas específicas pero al final pasas calor. Cuando estás a 35 grados de temperatura el viento es calentorro y te refrigera cuando contacta con tu propio sudor. Vamos, que vayas donde vayas, llegas derretido y poco elegante.
También está ese momento especial en el que ves tu preciosa y amada moto ahí aparcada luciendo con todo su esplendor bajo el sol tórrido veraniego y tienes que cogerla. ¡Quema! Pero quema mucho. Queman las partes metálicas, los plásticos están tan calientes que te da miedo hacer fuerza por si se deforman… ¿Y el asiento? Bueno, el asiento hay veces que te obliga a salir sin apoyar el trasero y, si vas con una trail tiene un pase, pero si es una deportiva llevas una pinta de idiota que no puedes con ella.
Ah, y si encima estás en la costa y decides llevarla a la playa… ¿Vas con todo el vestuario a cuestas? ¿Pones un baúl enorme? ¿La untas entera de vaselina para que no se oxide? ?¿La tapas para protegerla? Vaya locura…
No hablemos de hacer una salidita dominguera en plan racing con los colegas. Tienes que pegarte un madrugón que te rompe el ritmo del sábado noche (porque si no has descansado mejor deja la moto en casa y quédate durmiendo). Si te ve el típico vecino que pasea al perro cuando ni han puesto las calles, seguro que piensa que estás muy loco (más que él). Y todo esto para disfrutar sin riesgo de deshidratarse, pero es que luego resulta que llegas a casa cuando la gente está empezando a vivir, y vuelves a ser el majara del vecindario. Subes a casa y con el jaleo de quitarte las botas, el mono de cuero (que se ha pegado y pesa 5 kilos más), los velcros de la espaldera, etc., despiertas a ‘la parienta’ y, tú que venías tan feliz, acabas discutiendo.Si pasas de madrugar prepárate un buen camelback de 20 litros con sales porque vas a ‘traspirar’ (por decirlo finamente) como un auténtico gorrino corriendo en plena planicie extremeña a las tres de la tarde el día más caluroso del año. El mono llega a pesar casi tanto como tú, la ropa interior se queda como si te hubieses caído vestido a una piscina, los guantes cuando se secan se quedan petrificados, el casco también pesa más y coge un olor ‘interesante’. Todo esto contando que con el integral puesto hay ratos en los que parece que te falta la respiración.
Hay que echarle mucho coraje para viajar en verano ¿Y el asfalto? ¡¡¡Aaaaaaaay!!! Me acuerdo yo de esas charlas de bar en las que uno siempre soltaba “el asfalto cuanto más caliente, mejor”. Venga, ahí, con un par. Para empezar lo normal es que haga bastante que no llueve en cantidad suficiente como para limpiarlo, así que hay restos de aceite, goma, gasoil y todo lo inimaginable que, con el calorcito, sube para arriba en estado casi de ebullición. Perfecto para que tus neumáticos (sean pata negra o no, pero con los que ruedas perfectamente el resto del año) peguen unas patinadas en ciudad y zonas externas muy transitadas que te ponen los pelos de punta. Las rayas blancas ni las toques, están peor que en un día de lluvia torrencial, a veces incluso han pasado del blanco al negro.Pero ahí no queda la cosa con el asfalto. Hemos sido capaces de salir del barrio sin atizarnos en ninguna rotonda ni paso de cebra, hemos recorrido la M-30 o la circunvalación que nos corresponda (rompimos a sudar antes en el primer semáforo al salir de casa) y llegamos a una zona de curvas bonita, con buen asfalto y limpia porque está poco transitada. Sí, no es utopía, todavía las hay en España. Pues bien, ahí es donde te lo empiezas a pasar bien y te da igual todo el sufrimiento. Vas encadenando curva tras curva, qué bien, qué grip, qué gustito… Y entonces es cuando el neumático trasero empieza a deslizar por exceso de temperatura. Tú te acuerdas del colega del bar, el del asfalto calentito, pero para bien porque aunque eres un cagón y la rueda trasera apenas se desplaza lateralmente 5 o 10 centímetros en el mejor de los casos, te crees que vas como Gary McCoy.
Eso es lo que tú te crees, pero da igual, te lo estás pasando como un enano y sigues disfrutando hasta que vuelves a casa. Ahí toca prudencia aunque llegues con la adrenalina saliendo por las orejas porque están ‘las rotondas diabólicas’ deseando que te atices. Consigues salvar los peligros, llegas a casa, entras en el garaje y, como buen motero, echas un vistazo al neumático trasero para comprobar hasta dónde has tumbado (si no haces eso, vende la moto). ¡Dios! Ahí es cuando te vuelves a acordar de tu colega el de las cervecitas en el bar y su amor por el asfalto caliente… ¡Tu goma trasera de más de 300 euros pata negra se ha derretido! en una mañana te has zumbado media vida del neumático. Eso a Gary McCoy le daba igual, pero tú tienes que pagarte los neumáticos.
Que no, que las motos no son para el verano.
, la moto antes que cualquier cosa, en la moto lo soporto todo, al menos hasta ahora, bueno, la ropa en verano no la soporto, con bikini tol dia y short si salgo de casa, como me tape mas me da un yuyu fijo :undecided:
