D3MIO
Curveando
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Día 8: de Tinghir a la Kasbah Jurassic Park en la garganta del Ziz
La mañana promete una jornada épica sobre dos ruedas. Wally nos dirigió contenta hacia las imponentes Gargantas del Todra. Sus paredes verticales, esculpidas por la paciencia del tiempo y la fuerza del río a lo largo de milenios, nos atraen sobremanera, pero al llegar y ver la desproporcionada saturación de visitantes… decidimos continuar el camino sin detenernos.
Pronto la ruta tomó un cariz inesperado. Las recientes lluvias habían provocado el desbordamiento del río Gheris, transformando el lecho seco en una corriente turbia y más caudalosa de lo habitual. La ruta marcada en un principio se trastoca por el agua, obligándonos a buscar cruces alternativos. Con precaución, pericia y mucho temple, Manolo sorteó varios puntos donde el río se había envalentonado arrasando los vados de la ya maltrecha carretera. Cada cruce de río era una peripecia. A veces, el agua apenas cubría las botas; otras, había que elegir cuidadosamente la trayectoria para evitar las rocas resbaladizas, los hoyos y la corriente algo más fuerte. La moto respondió con nobleza, sorteando los obstáculos con mucha solvencia y seguridad
Pasamos por Tiidrine, un pequeño pueblo incrustado en las montañas. El camino se volvió más sinuoso y estrecho. Cada curva revelaba un nuevo paisaje: terrazas cultivadas con esfuerzo, pequeños grupos de casas de adobe aferradas a las laderas, y el brillo intermitente de los arroyos.
Al llegar a Tiidrine, el tiempo pareció detenerse. Las casas de barro se funden con el color de la tierra, en perfecta armonía con el entorno. Sentimos la autenticidad de un Marruecos alejado de las rutas turísticas convencionales.
La siguiente parada fue Errachidia, una ciudad vibrante cuyo mercado local nos absorbió en un torbellino de colores, aromas y sonidos. Nos perdimos entre los puestos repletos de especias, frutas y hortalizas, tomando el pulso de la vida cotidiana marroquí.
La última parada nos condujo hacia las Gargantas del Ziz y sus imponentes paredes rocosas que marcan la entrada a un paraje de una belleza sobrecogedora… allí se encontraba nuestro alojamiento, la Kasbah Jurassic Park, y donde habíamos quedado con otros amigos moteros: Carlos, May, Javi e Inma.
Estuvimos un buen rato poniéndonos al día de todo lo vivido acompañados de una rica cena en la que no faltó la tradicional sopa “harira” y un Tallin de Kefta (carne picada de res aromatizada con cebolla y hierbas frescas).
El Ziz nos dio la bienvenida ofreciéndonos en la noche un maravilloso cielo cuajado con miles de estrellas que trasladó mis recuerdos a la niñez cuando dormía a cielo abierto con mi padre, acechando liebres, en los campos de Piñar…



























































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La mañana promete una jornada épica sobre dos ruedas. Wally nos dirigió contenta hacia las imponentes Gargantas del Todra. Sus paredes verticales, esculpidas por la paciencia del tiempo y la fuerza del río a lo largo de milenios, nos atraen sobremanera, pero al llegar y ver la desproporcionada saturación de visitantes… decidimos continuar el camino sin detenernos.
Pronto la ruta tomó un cariz inesperado. Las recientes lluvias habían provocado el desbordamiento del río Gheris, transformando el lecho seco en una corriente turbia y más caudalosa de lo habitual. La ruta marcada en un principio se trastoca por el agua, obligándonos a buscar cruces alternativos. Con precaución, pericia y mucho temple, Manolo sorteó varios puntos donde el río se había envalentonado arrasando los vados de la ya maltrecha carretera. Cada cruce de río era una peripecia. A veces, el agua apenas cubría las botas; otras, había que elegir cuidadosamente la trayectoria para evitar las rocas resbaladizas, los hoyos y la corriente algo más fuerte. La moto respondió con nobleza, sorteando los obstáculos con mucha solvencia y seguridad
Pasamos por Tiidrine, un pequeño pueblo incrustado en las montañas. El camino se volvió más sinuoso y estrecho. Cada curva revelaba un nuevo paisaje: terrazas cultivadas con esfuerzo, pequeños grupos de casas de adobe aferradas a las laderas, y el brillo intermitente de los arroyos.
Al llegar a Tiidrine, el tiempo pareció detenerse. Las casas de barro se funden con el color de la tierra, en perfecta armonía con el entorno. Sentimos la autenticidad de un Marruecos alejado de las rutas turísticas convencionales.
La siguiente parada fue Errachidia, una ciudad vibrante cuyo mercado local nos absorbió en un torbellino de colores, aromas y sonidos. Nos perdimos entre los puestos repletos de especias, frutas y hortalizas, tomando el pulso de la vida cotidiana marroquí.
La última parada nos condujo hacia las Gargantas del Ziz y sus imponentes paredes rocosas que marcan la entrada a un paraje de una belleza sobrecogedora… allí se encontraba nuestro alojamiento, la Kasbah Jurassic Park, y donde habíamos quedado con otros amigos moteros: Carlos, May, Javi e Inma.
Estuvimos un buen rato poniéndonos al día de todo lo vivido acompañados de una rica cena en la que no faltó la tradicional sopa “harira” y un Tallin de Kefta (carne picada de res aromatizada con cebolla y hierbas frescas).
El Ziz nos dio la bienvenida ofreciéndonos en la noche un maravilloso cielo cuajado con miles de estrellas que trasladó mis recuerdos a la niñez cuando dormía a cielo abierto con mi padre, acechando liebres, en los campos de Piñar…



























































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