R
ROBERTO_C.
Invitado
Creo que ya lo tengo todo: bañador, toalla, chanclas. Me cabe todo perfectamente en el cofre. Voy a hacerme una rutita tranquila con la moto dirección... ¡mar Mediterráneo! En cuanto vea la primera playa me tiraré en la arena sobre la toalla. Y es que después del duro invierno no hay nada mejor que disfrutar del sol y de la brisa marina. Hay algo que nunca puede faltar en la mochila del playero, las chanclas. Las chanclas siempre vienen bien para no quemarse uno los dedillos de los pies cuando te levantas a por una cerveza al típico chiringuito playero.
Bueno, ya estamos aquí. ¡Vaya lugar! Paradisíaco. Parece sacado de una postal. Arena fina y suave, la mar en calma, la sombra de una palmera. Perfecto. Desde aquí, tumbado, puedo ver los cuerpos bronceados de las chavalas, siempre con una cerveza bien fría en una mano y el pai-pai en la otra, sin tener que realizar el más mínimo esfuerzo. ¿Puede haber algo mejor?
Uhm… esa chica de piel canela parece que viene hacia mí.
- Hola cariño. ¿Quieres compartir tu toalla conmigo?
La chica se sentó con delicadeza a mi lado y con suaves movimientos de su cadera me fue apartando hacia un lado. Los vaivenes de su cintura chocando con la mía eran rítmicos y cada vez más enérgicos, y más y más...
- ¡¡Roberto!! ¡¡Que ya son las 7 de la mañana!! ¿No habías quedado para ir con Alberto a los pingüinos esos? ¡Buena gana de pasar frío pudiendo estar en casa calentito!
- Gracias mamá. Yo también te quiero.
Saludos a todos los pingüineros. Espero que lo pasarais tan bien como yo.
Bueno, ya estamos aquí. ¡Vaya lugar! Paradisíaco. Parece sacado de una postal. Arena fina y suave, la mar en calma, la sombra de una palmera. Perfecto. Desde aquí, tumbado, puedo ver los cuerpos bronceados de las chavalas, siempre con una cerveza bien fría en una mano y el pai-pai en la otra, sin tener que realizar el más mínimo esfuerzo. ¿Puede haber algo mejor?
Uhm… esa chica de piel canela parece que viene hacia mí.
- Hola cariño. ¿Quieres compartir tu toalla conmigo?
La chica se sentó con delicadeza a mi lado y con suaves movimientos de su cadera me fue apartando hacia un lado. Los vaivenes de su cintura chocando con la mía eran rítmicos y cada vez más enérgicos, y más y más...
- ¡¡Roberto!! ¡¡Que ya son las 7 de la mañana!! ¿No habías quedado para ir con Alberto a los pingüinos esos? ¡Buena gana de pasar frío pudiendo estar en casa calentito!
- Gracias mamá. Yo también te quiero.
Saludos a todos los pingüineros. Espero que lo pasarais tan bien como yo.