
aún con los pijamas puestos jugando en el barro, con cajas de comida vacías
y los envoltorios de éstas esparcidos por todo el jardín.
La puerta del coche de su mujer estaba abierta, así como la puerta de
entrada de la casa y no había señales del perro. Cuando entró en la casa
encontró aún mayor desorden. Una lámpara caída en el suelo y la alfombra
estaba arrugada contra la pared.
En el salón la televisión estaba a todo volumen con un canal de dibujos
animados y la salita de estar estaba cubierta de juguetes y ropa.
En la cocina la pila estaba llena de cacharros, el desayuno derramado por la
encimera, la puerta del frigorífico abierta de par en par, la comida del
perro tirada por el suelo, un vaso roto debajo de la mesa y un pequeño
montón de arena detrás de la puerta.
Inmediatamente subió las escaleras sorteando todos los juguetes y más pilas
de ropa buscando a su mujer preocupado por si estaba enferma o la había
ocurrido algo serio. De camino a la habitación, vio como corría el agua por
debajo de la puerta del cuarto de baño y cuando entró las toallas empapadas,
espuma y más juguetes por el suelo, kilómetros de papel higiénico amontonado
y pasta de dientes untada por el espejo y las paredes.
Entro corriendo en el dormitorio y encontró a su mujer acurrucada en la
cama, en pijama y leyendo una novela.
Ella le miró, le sonrió y le pregunto que tal le había ido el día.
El la miró furioso y le preguntó, ¿Qué ha pasado hoy aquí?.
Ella volvió a sonreír y contesto, sabes cuando vuelves todos los días del
trabajo y me preguntas ¿por Dios que es lo que haces todo el día?
Si, contestó él incrédulo.
Entonces ella contesto, bien pues hoy no lo hice.
