Samarcanda, tan lejos y tan cerca

miquel-silvestre

Curveando
Registrado
7 Oct 2009
Mensajes
1.054
Puntos
0
EMBAJADA A SAMARCANDA. TRAS LA PISTA DE CLAVIJO
samarcanda.jpg


Uzbekistán es un país aislado y desconocido que, sin embargo, aloja alguna de las joyas arquitectónicas más bellas del planeta. Una nación sin historia que nunca existió por mucho que los gobernantes actuales pretendan ahora emparentarlo con el mítico Reino de Timor el Grande. Porque Uzbekistán jamás fue una unidad de destino en lo universal ni sus habitantes se sintieron parte de un ente territorial distinto. Bastante tenían con sobrevivir a un clima extremo y a las sucesivas hordas macedonias mongolas, chinas y árabes que se pasearon a sangre y fuego por Asia Central. Desde que plantó aquí sus reales Alejandro Magno hasta que llegaron los rusos en el XIX, no se puede decir que existiera algo llamado Uzbekistán. Fue Stalin quien dibujó líneas fronterizas en Asia Central y al incoherente resultado le adjudicó el pomposo título de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Y así, incluidas en la USSR, permanecieron semi escondidas Kazajstán, Uzbekistán, Turkmenistán, Tayikistán y Kirguizistán. Hasta que el castillo de naipes comunista implosionó en 1991 y las artificiales repúblicas tuvieron que hacerse cargo a toda prisa de algo que desconocían: un estado.

helperd.jpg


El Uzbeco es un estado bastante cochambroso. Pero ahí está la vieja capital de Tamerlán, y yo quería perseguir en ella un fantasma. En el puesto fronterizo me registraron a conciencia en busca de heroína afgana, pues si no era para traficar, a qué demonios había venido yo desde tan lejos y encima montado en una motocicleta. Imposible explicar a los guardias la pasión que suponen las largas travesías en moto. Ciegos, hostiles y sordos, consideran sospechoso a todo extranjero. Viajar por Asia Central es al mismo tiempo sueño y pesadilla. Sus gentes son amables y generosas, sus inmensos paisajes un infinito deleite y la ausencia de turismo de masas un respiro, pero sus instituciones y funcionarios están fosilizados en el esquema estalinista. Los tics totalitarios persisten, como demuestran sucesos como la matanza de Andijan, donde el 31 de mayo del 2005 tropas del Ministerio del Interior ametrallaron a una muchedumbre que se manifestaba reclamando reformas políticas. Más de mil civiles fueron reformados definitivamente aquel día.
bikersuzbekistan.jpg

LA RUTA DE LA SEDA

Según la leyenda, Uzbekistán está en la Ruta de la Seda. Otra bella idealización. Otro mito. No hay tal ruta. Ese nombre identifica un difuso entramado de caminos, redes de comunicación y dédalos de comercio que enlazaba los distintos y alejados territorios comprendidos entre Oriente y Occidente. Pero la ruta murió hace mucho tiempo aunque hoy la quieran resucitar mochileros armados de la guía Lonely Planet. La primera estocada se la dieron los gusanos. Exportarlos fuera de China estaba prohibido, pero al final se contrabandearon en el primer caso de espionaje industrial de la Historia. La puntilla se debe a los marinos portugueses. Cuando encontraron un camino marítimo bordeando el Cabo de Buena Esperanza, la ruta de la seda terrestre se llenó de jirones, de polvo, de nada.

Más nada edificada. El comerció cesó, pero quedaron las ciudades. A diferencia de sus vecinos kazajos, pastores nómadas que jamás construyeron nada más estable que una yurta (tradicional tienda de campaña circular de la estepa), los agricultores tayicos de los valles fértiles fundaron urbes que llenaron de mezquitas azules, minaretes altísimos y mausoleos inmensos. Y también un poderoso reino. El de Timor, el Gran Tamerlán, quien en menos de diez años se hizo con Irán, Irak, Siria y la zona éste de Turquía. Sus victorias sobre el Imperio Otomano justificaron la asombrosa visita de un extranjero llegado de muy, muy lejos. De tan increíblemente lejos como yo. Ese extraño visitante era el fantasma que yo perseguía.

bikerguremir.jpg


TASHKENT, KHIVA Y BUJARA


Tashkent, capital del país, me recibe con un contingente policial. Los controles se repetirán en cada población. El centro es limpio y agradable. Paseos arbolados, frecuentes parques y amplías avenidas. El museo del reino de Timor y algunas mezquitas son lo único interesante. Poco hay que hacer salvo algunas reparaciones de urgencia en la moto y visitar la única catedral católica de Asia Central. El templo es inmenso, erguido en un territorio hostil, musulmán y ex soviético. Construida entre 1912 y 1923 por prisioneros de guerra austrohúngaros, que se aplicaron al trabajo voluntariamente. Tras el Armisticio, los comunistas acosaron a los escasos fieles hasta que en 1939 se prohibió definitivamente el culto y se mando al obispo a la cárcel, donde murió. Mutilada, profanada, medio derruida, en 1993 fue devuelta a la Iglesia y reconstruida con donaciones extranjeras. Me recibe el obispo. Es polaco. Le pido que bendiga mi moto, la Pequeña Gorda. Accede y salimos al exterior. La consagra a San Cristóbal, patrón de los conductores.

ceremony2.jpg



La Ruta de la Seda me llevará entre baches, arena y noches de acampada libre a otras tres ciudades. Khiva, al oeste, cerca de la frontera con Turkmenistán, es un cadáver exquisito. Desalojada la población, los rusos la convirtieron en un museo de piedra. Sus preciosos edificios islámicos y sus límpidos estanques no retienen la vida. Es un decorado. Por eso agrada más la populosa actividad de Bujara, en el centro del país. Urbe fea y moderna, guarda en su interior la inalterada joya de la vieja ciudad musulmana. Puertas labradas, un mercado surcado de pasadizos, una gran mezquita y un estilizado minarete. Lugar único para los propios uzbecos, quienes peregrinan hasta aquí para rezar en sus templos y estudiar en su madrasa.

desertuzbek.jpg


SAMARCANDA


Entré en Samarcanda de noche. Apenas adiviné sino sombras. Cené las delicias locales: pan ácimo sin levadura, shaslik o pincho moruno de cordero, y hectolitros de te verde. Me alojé en el modesto hostal Bahodir por diez dólares. Duermo debajo de la frondosa parra del patio y al despertar salgo a pasear. La magnificencia de las construcciones me admira. Por algo es una ciudad mítica. Doy una vuelta por el Registán, plazoleta situada delante de la Gran Mezquita, de una belleza espectacular y tranquila. Apenas un par de trotamundos franceses y algunos corruptos policías que venden a 10 euros su permiso para subir al minarete.

bukharat7.jpg


Me aborda un joven. Habla un correcto inglés. Estudia idiomas en la universidad. En verano trabaja como guía turístico. Le digo que sólo me interesa algo muy concreto, un fantasma. “Busco las huellas de un embajador español que vino aquí en el siglo XV” suelto. “Busco el espectro de González de Clavijo.”

EL FANTASMA

En 1403, Rui González de Clavijo fue enviado a Asia Central por Enrique III, rey de Castilla. Su objetivo era lograr una alianza con Tamorlán para luchar contra los turcos. Pasó por Rodas y Constantinopla (actual Estambul) antes de entrar en el Mar Negro y desembarcar en Trebisonda (Trabzon); desde ahí continuaría por tierra atravesando Irán, Irák hasta llegar a Samarcanda en un viaje que aún hoy intimida por su dureza y riesgo. Cuando apareció tan inesperado viajero en su corte, Timor lo recibió con agasajo y pompa.

Al chaval se le iluminan los ojos.  “Sí que hay algo”, afirma. “Una calle”. “Bien”, digo, “Vamos y me la enseñas”. Comenzamos a caminar bajo un sol implacable y llegamos cerca del mausoleo de Gur Emir. No veo nada. El joven duda. Dice que la zona ha cambiado. Empiezo a pensar que está intentando timarme. Llegamos hasta una pared que separa el monumento funerario de una pequeña barriada. Ahí está, en un callejón de no más de treinta metros. En el muro hay una placa con el nombre de Rui Gonsales de Klavixo. Así que era cierto después de todo. Algo en Samarcanda recuerda todavía que hace  más de quinientos años vino por aquí un español.

klavixo.jpg


Tras la muerte de Timor, comenzó un periodo de inestabilidad mientras los herederos se repartían el imperio. La embajada fue un fracaso diplomático. No se logró la alianza contra los turcos ni abrir una nueva vía comercial. Sin embargo, el éxito fue el propio viaje. Para mí eso es lo importante. Rui González de Clavijo logró llegar hasta aquí y además regresar en unos tiempos atroces y duros. Tamaña gesta le sobreviviría. Su libro, Embajada a Tamorlán, es todavía hoy un hito de la literatura medieval y él un ejemplo a seguir. Lástima que en sus tiempos no hubiera motos.
 
Me he tenido que meter en Google Map para ubicar el país.
Como curiosidad, 8.576Km desde mi casa.
Impresionante.
 
Muy interesante también; y con bonitas fotos, qué más se puede pedir...

Muchas gracias por publicarlo, está de maravilla... :)
 
a ver quién más tiene una moto bendecida por un obispo...
 
Muy buen relato para un gran viaje.

Gracias y un saludo
 
Ahí le has dado, Mc Bauman. Y no sólo eso, después fui a Jordania y logré pasar hasta el lugar del bautismo de Jesús. Estaba prohibido ir en cualquier otro vehículo que no fuera el mini bus oficial... pero al final me dejaron pasar. Con el agua del sitio mismo, remojé los cilindros de la Gorda. Luego, recorrí en ella la Vía Dolorosa y la dejé a la puerta del Santo Sepulcro. Y porque un policía me lo impidió, que si no la meto.

O sea, que esta moto es invendible e intrasferible. Es casi sagrada. Bueno, para mí lo es.
 
Peazo viajes te metes, las cronicas no tienen desperdicio más please ;)
 
Con tu magnífico relato, el espíritu de Ruy González de Clavijo está presente y nos motiva...¡enhorabuena por enésima vez!
 
Atrás
Arriba