SUDAFRICA, MOZAMBIQUE y SUAZILANDIA

jaimeleonu

Curveando
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Hola

Comenzar una crónica sobre un recorrido por el sur de Africa con una foto de un viaje a Suecia, y además realizado hace 25 años, parece extraño. Pero sigue leyendo y verás el por qué.

Cuando hace años empezamos a viajar fuera de la península, a menudo cometíamos el mismo error. A veces al llegar a un país o una ciudad comentábamos que, por unas o por otras causas, seguramente sería la primera y la última vez que lo visitábamos. Eso nos sucedió en 1989 cuando viajamos hasta Checoslovaquia (entonces un solo país y bajo un régimen comunista) y al año siguiente, por distintos motivos, cuando lo hicimos a Suecia... Poco tiempo después volvimos a ambos países. Aunque para entonces, Checoslovaquía se había dividido en dos. También al contrario, en mayo de 1992 cruzábamos desde Argelia a Marruecos por una pequeña frontera. Volvíamos de una travesía desde Tamanrasset y lo hacíamos con el convencimiento de que al próximo año regresaríamos a Argelia. La guerra civil encubierta hizo que pasaran 18 años hasta que pudimos volver. Por estos, y otros casos similares, hace tiempo que evitamos aventurar acerca de si volveremos o no a un país.

En el verano de 2015 me encontré en Alba de Tormes con un amigo que pertenece al cuerpo diplomático. Me comentó que ya no estaba en la embajada de España en Angola, lugar al que nos había invitado a visitarle, ahora le habían trasladado a Sudáfrica. Vivía en una ciudad situada entre Johannesburgo y Pretoria, y por supuesto me reiteró la invitación. Le conteste: "lo veo difícil. Ya sabes que estuvimos por allí cuando hicimos el viaje a las Cataratas Victoria. Pero gracias Manuel, porque nunca se sabe...". Por entonces no teníamos aún definido nuestro próximo viaje. Después de que por unas u otras causas descartáramos nuevos destinos, al final resultó que decidimos volver a Sudáfrica. Haríamos una ruta totalmente diferente a la de la primera ocasión y de paso viajaríamos por 2 países nuevos para nosotros, Mozambique y Suazilandia.

"Oye Manuel, que en diciembre nos vemos" le escribí. Rápidamente me contestó: "Estupendo, vete dándome datos del viaje para ayudaros en lo que pueda".

"Gracias. Ahí te va la primera pregunta ¿cómo están por ahí las cosas?".

Como siempre, todo lo que leas más adelante, está sacado de nuestras vivencias, de lo que unos y otros nos contaron, y de como lo asimilamos e interpretamos.

En nuestra anterior visita a Sudáfrica, en 2008, muchos blancos con los que hablamos repetían lo mismo: "esto puede estallar en cualquier momento y nos veremos como en Zimbabwe. Confiamos que mientras viva Mandela, la cosa seguirá relativamente tranquila...". Mandela murió en diciembre de 2013, de momento no ha pasado nada, o eso nos parece...Pero muchos blancos insisten "algún día pasará". Mandela definió a Sudáfrica como "el país del arco iris". Queda bien como frase de integración, como reclamo turístico e incluso para hacer una bonita bandera.

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Al decir esto, lógicamente él hacía referencia a las diferentes etnias que la habitan. Desde la distancia es muy fácil dividir a sus habitantes en blancos y negros, pero dentro de unos y otros hay varias divisiones más. En el primer grupo están los Afrikaners, africanos desde hace varias generaciones y con ascendencia europea (principalmente holandesa) y el resto de occidentales, mayoritariamente anglosajones. Su pensamiento e ideas no siempre han tenido que coincidir, y ello fue motivo de alguna que otra guerra. Dentro de los negros la lista ya es más larga, están los zulú, xhosa, venda, swazi...Y cada uno también con sus "peculiaridades". Por si no fuera suficiente, hay otros 2 grupos con cierta relevancia, los mestizos (coloureds) y los asiáticos.

¿Y el idioma oficial?. Para dejar a todos contentos la constitución post-apartheid reconoció once. Inglés, afrikaans y el de ¡¡¡ casi todas las demás etnias !!!. Si piensas viajar por allí, no te preocupes, las señales están en inglés, y como mucho en afrikaans. Y cuando es así, normalmente tienen al lado su traducción al primero. Además, en cuanto te escuchen hablar se percatarán de que no eres del país y todos te hablarán en inglés. Excepto cuando das con el reivindicativo de turno y ya no es tan fácil entenderse. En una ocasión pregunté (en inglés, claro) a un grupo de 3 ó 4 trabajadores negros por dónde llegar a una calle. Uno de ellos, con grandes voces y de malas maneras, en inglés eso sí, me contestó que no tenía por qué entender el idioma que yo le hablaba, que esa no era su lengua y tal y tal. Sus compañeros se quedaron tan sorprendidos como yo, ninguno se atrevió a responderme, y yo me tuve que ir a preguntar a otro sitio.

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Sudáfrica tiene algo más del doble de extensión que España. Cuenta con unos 51 millones de habitantes, el 80% negros, el 10% mestizos y de otras razas, y el otro 10% restante blancos. Pero resulta que este último 10% es quien tiene los medios económicos y los negocios más prósperos . El negro es quien te sirve en el restaurante, el que te llena el depósito de gasolina, quien te ayuda a llevar el equipaje, la mujer que limpia en una casa, el que vuelve andando, dándose una buena caminata, desde el trabajo hasta su barrio... y siempre cargando cosas en sus manos o sobre su cabeza. El blanco es el dueño de ese restaurante, de la gasolinera, el gerente del hotel, la dueña de la casa donde limpia la negra, el que si va a pie es porque está haciendo deporte... Esto no ha cambiado mucho desde nuestra visita anterior.

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Pero ahora también son negros quienes abarrotan los centros comerciales, los locales de comida rápida, los policías que patrullas las calles o que te paran en la carretera, quienes conducen su propio Toyota nuevo, los que emprenden nuevas empresas...Y que van conformado una creciente clase media negra. En todo esto si hemos notado cierto cambio.

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El apartheid (en idioma Afrikaans significa "separación") se instauró en 1948. Los blancos vieron en este injusto sistema de legislar la forma de no perder el poder, ni el político ni el económico. Si ya has pasado de los 50 años, recordarás cuando todavía estaba vigente, no hace tanto de ello.

¿Recuerdas cómo era tu vida cuándo en España se disputaba el mundial de fútbol del 82?. Pues en aquellas fechas, en Sudáfrica los negros llevaban años que en público tenían que sentarse en asientos distintos de los blancos, vivir alejados de donde vivían estos (de ahí el nacimiento de los barrios conocidos como townships). Necesitaban unos pases especiales (restringidos sólo para motivos laborales) para poder moverse por el país. Les estaba prohibido bañarse en las mismas playas que los blancos. Por supuesto, que no se les ocurriera usar los mismos aseos públicos. Tampoco podían acceder a la misma enseñanza, y por esto los trabajos especializados les estaban vetados. Mandela llevaba un buen número de años en la cárcel de Robben Island...y todavía le quedaban más de 10 para salir libre. Acerca de si los negros podían votar o no, mejor ni hablamos. Y esto es sólo una pequeña muestra de las leyes del apartheid.

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Todavía faltaban 7 largos años para que la llegada de De Klerk a la presidencia del país, y la cada vez más creciente presión, y especialmente el boicot internacional, hicieran posible en 1993 el fin del apartheid. Sudáfrica se estaba quedando aislada del resto del mundo. Por este motivo, y más por imposición que por convencimiento, los blancos aceptaron la derogación de las leyes racistas y que todos los habitantes del país tuvieran derecho al voto. Pero sería ingenuo pensar que la integración iba a ser fácil. En 1994 el partido del ANC (Congreso Nacional Africano) que aglutinaba a la mayoría de los votantes negros, ganó las elecciones, como no podía ser de otra manera, de forma aplastante. Mandela fue nombrado presidente y se hizo una nueva constitución. Los negros empezaron a ocupar en la administración puestos vetados hasta entonces, ahora era a los blancos a los que se les impedía acceder a ellos. A estas nuevas leyes laborales se las llamó "discriminación positiva". Viendo el cariz que tomaba la situación, alrededor de 1 millón de blancos dijeron "bye, bye Sudáfrica" y abandonaron el país.

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Los blancos perdieron el poder político, pero de momento siguen manteniendo el económico. Hoy en día muchos negros continúan viviendo en la pobreza. En el 2008, y ahora también, muchos sudafricanos negros piensan que la lucha contra el apartheid no fue para que, a pesar de tener más oportunidades, tener que seguir siendo pobres. La libertad es algo grande, pero nadie les dijo que ahora hay que pagar la luz, el agua, los impuestos...Pero las subvenciones a los negros, por parte del ANC, alimentan esa forma de pensar. Así que aunque parezca mentira, tienen que venir negros de Zimbabwe, y países limítrofes, a hacer los trabajos que no quieren hacer los sudafricanos. Por supuesto, la llegada de estos trabajadores extranjeros está dando lugar a nuevos comportamientos raciales, ésta vez entre negros.

Una de las muchas historias que nos contaron en Sudáfrica es la siguiente. Está ambientada en 1994. El entrenador de uno de los mejores equipos de cricket del país necesitaba un lanzador, y dentro del país no encontraba uno lo suficientemente bueno, y que pudiera fichar para su equipo. Un día ve en la Tv un reportaje de la CNN acerca de la guerra de los Balcanes. En el aparece un soldado bosnio combatiendo cerca de Sarajevo. Es capaz de lanzar una granada a un edificio a 50 m. y meterla por el agujero de un cristal roto. En otras imágenes aparece lanzando otra granada a un coche en circulación, y conseguir que entre por el pequeño hueco que dejaba una ventanilla mal cerrada. "Ese es el lanzador que necesito". Logra ponerse en contacto con él, convencerlo, y en un mes está todo preparado. Atrás deja la guerra y viaja a Sudáfrica. El entrenador tiene que enseñarle los secretos del cricket. Después de dos semanas concentrado con el equipo, y con unos entrenamientos intensivos, el bosnio ha aprendido rápido. El entrenador está muy contento y le pregunta si necesita alguna cosa. El bosnio sólo pide un teléfono para llamar a su madre. "¿Qué tal estáis , madre?", pregunta. "Muy enfadados contigo. Tú ahí tan tranquilo y mientras nosotros aquí pasándolo mal. Hace una semana violaron a tu hermana y dieron una paliza a tu hermano que acudió a defenderla. El otro día mataron a 2 vecinos y les incendiaron la casa. A tu padre, ayer le robaron el coche a punta de pistola... Nunca te perdonaré que nos hayas traído a esta maldita ciudad, Johannesburgo o cómo se diga. Estábamos más tranquilos en Sarajevo...". La historia no nos resulta nueva, cambiando el deporte y el nombre de la ciudad, ya nos la habían contado en algún otro país

¿Es Sudáfrica un país tan violento como se dice? ¿puede un blanco viajar a su aire con tranquilidad?. Que en los últimos años ya no figure en esas listas de "los 10 países más peligrosos del mundo", ya es un dato alentador. También Suazilandia hace poco tiempo que ha dejado de aparecer en ellas, pero no por esto hay que olvidar ciertas precauciones antes de meterte a viajar por estos 2 lugares. Si ambos han desaparecido de esas posiciones, se debe más a lo que ha aumentado la violencia en otros países que por lo que ha disminuido en ellos. En Sudáfrica las cifras de homicidios y muertes con violencia señalan cerca de 18.000 al año, ¡¡ casi 50 cada día !!. Quien más quien menos tiene un arma o conoce a alguien que la tiene, unos para atacar y otros para defenderse.

En la crónica de nuestro primer viaje contábamos algunas cosas que más habían llamado nuestra atención, una es la siguiente. En los bares frecuentados exclusivamente por negros tenían la barra protegida por unas rejas hasta el techo, a través de la cual pagabas y te daban la bebida. Según nos explicaron en el primero que entramos, es porqué en cuanto los parroquianos se pasan un poco con el alcohol, ya está liada una pelea.... Por las medidas que toman los que están detrás de la barra, éstas deben ser muy violentas.

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Pero la violencia no está sólo en los barrios marginales, donde abundan las mafias y las drogas. Cuando en muchos lugares ves que las casas de los blancos, y también los hoteles, tienen grandes medidas de seguridad, tapias, rejas, vallas con concertinas y electrificadas, fuerte seguridad privada...es por algún motivo. Quien circula de noche no se detiene ante un semáforo en rojo, en cualquier momento te pueden romper un cristal del coche y apuntarte con un arma. Si por alguna causa nosotros éramos el objetivo, al viajar en moto les estábamos ahorrando trabajo. La primera noche, mientras Manuel nos llevaba en su coche de regreso a nuestro hotel, nos contaba esto último, y además lo ponía en práctica. No era una método particular suyo, después nos lo comentó más gente. Hay zonas en las que al caer la noche a ningún blanco se le ocurre salir de casa. En el resto, a ningún blanco ni a ningún negro.

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Nuestra experiencia, en este y en el primer viaje, es que nosotros nunca tuvimos esa sensación de peligro. Y por supuesto salimos de noche... Aunque hubiera sido de tontos no tomar las medidas adecuadas, pero sin llegar a obsesionarnos. Pero ojo, no nos engañemos, una cosa es estar de viaje unas semanas y otra es tu día a día...Nadie es racista con el que tiene lejos, lo es con su vecino. Las enormes desigualdades son visibles continuamente. En las afueras de cualquier gran ciudad, y no tan grande, si según vas conduciendo giras la cabeza, a un lado verás todo el esplendor y lujo del primer mundo. Si lo haces al contrario, te darás de bruces con lo más bajo del llamado tercer mundo. Y no es ninguna metáfora, es la pura realidad. Dos mundos tan opouestos y separados por sólo unos metros de asfalto.

Después de recorrer en está ocasión unos 4.000 km. y ver lo que vimos, si yo viviera en en este país, tendría los mismos temores y tomaría las mismas precauciones que los blancos. Y si fuera negro supongo que también anhelaría conseguir, imagino que por cualquier medio, lo que tiene los blancos. Que hasta ahora no haya habido una "revuelta general", ni mucho menos significa que nunca vaya a suceder, y la situación no parece ir a mejor. Aquellos días, cuando el mundial de rugby de 1995, que quedaron reflejados en el libro de John Carlin, "El factor humano", y luego en la película de Clint Eastwood , "Invictus", en los que todo el país vivió la unión de sus habitantes en favor de aquella causa, parece que quedaron en el olvido...

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Continuará....
 
Las motos


Para el viaje a las Cataratas Victoria, Motorrad Rentals ( Home ) fue la elegida para proporcionarnos las motos. Aquel viaje lo llevamos a cabo con la colaboración de varios patrocinadores, y precisamente uno de ellos fue la propia empresa de alquiler de las motos. Aunque en estos 7 años las compañías de alquiler en Sudáfrica se han multiplicado (señal de que hay clientela), estaba claro que para esta nueva ocasión sería más fácil, rápido y ventajoso para nosotros llegar a un acuerdo con Motorrad Rentals que con cualquier otra.

En sus tarifas el precio total del alquiler por 19 días era de unos 1.700 euros por cada moto (incluidos permisos, extras, recogida y entrega en diferentes ciudades, e impuestos). A partir de ahí comenzó la negociación, ya que lógicamente no es lo mismo alquilar una moto unos pocos días, que alquilar 2 y además durante casi 3 semanas. Como ya nos conocíamos, y ambas partes teníamos buen recuerdo de la primera colaboración, en 7 días quedó cerrado todo el asunto de las motos. Además tuvimos la suerte de nuestra parte, la moneda local, el rand, llevaba bajando su cotización desde finales del verano, y el pago se hacía en ella.

El 7 de diciembre, en su sede próxima a Johannesburgo ( mira que casualidad, en Centurion, precisamente donde vive nuestro amigo Manuel) nos esperaban 2 BMW F 700 GS, equipadas con maletas y top case. Las devolveríamos 19 días después en la sede que tienen en Ciudad del Cabo. Junto con las motos nos entregarían la documentación necesaria para poder pasarlas tanto a Mozambique como a Suazilandia.

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Con este mismo modelo ya habíamos hecho otros viajes. Uno por Sudamérica, y otro por Centroamérica , por lo que ya conocíamos bien su comportamiento. Hay que tener especial atención con su anchura trasera. La forma de sus maletas hace que tengas que ser cuidadoso si tienes que meter la moto por sitios estrechos. Una cosa que no me gusta, no entiendo por qué la pantalla de serie es tan ridículamente baja. Por lo demás su conducción es agradable y son motos cómodas. Mecánicamente no nos dieron ningún problema, las 2 estaban en perfecto estado y con pocos kilómetros. La de Conchi con algo más de 16.000 y la mía con casi 20.000 km.

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Solamente en una de ellas hubo que hacer un pequeño ajuste. Tras el primer día de viaje, algo más de 400 km, Conchi notó que se la cargaban mucho los brazos, cosa que nunca la ha ocurrido con otras motos. Comprobamos que el manillar la quedaba un tanto alejado, así que la solución era sencilla y rápida. Aflojar los 4 tornillos de sujeción, aproximarlo unos centímetros y resuelto. Como suele ocurrir en estos casos, el juego de llaves tipo torx que había metido en mi bolsa de herramientas, terminaba justo en la medida anterior a la que necesitaba. Así que paramos en un taller, amable y rápidamente nos solucionaron el problema. La hija del dueño se interesó especialmente por nuestro viaje, ya que ella también era conductora habitual de moto.

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Continuará...
 
Se me había pasado por alto :shocked: En mayo me cuentas con unas cervezas.

La primera foto no tiene desperdicio.
 
Hola tututis

Mejor os lo iré contando pro aquí, que de ahora a mayo ya se me ha olvidado...uno que ya va mayor.

Lo de las cervezas no se me olvida...

saludos
 
DE SUDADRICA A MOZAMBIQUE

Hasta hace pocos años viajar desde Madrid a Johannesburgo era un vuelo muy cómodo, y además con la ventaja que por la situación geográfica, no tiene el problema del jet-lag. Pero hace un tiempo Iberia decidió eliminar este vuelo, aunque está previsto que vuelva a estar disponible próximamente (concretamente en agosto de 2016). Hasta entonces, para volar desde España no queda más remedio que hacer escala en algún país europeo, o bien del Golfo Pérsico. Ello implica la consiguiente pérdida de tiempo y el añadido de más horas de vuelo. A nosotros nos interesaba llegar por el aeropuerto de Johannesburgo y volver por el de Ciudad del Cabo, sin tener que volar de nuevo a Johannesburgo. British Airways era quien tenía los vuelos que nos encajaban. Aunque lógicamente nos obligaba, tanto a la ida como a la vuelta, tener que hacer escalas en Londres. El precio total de los 4 vuelos fue de unos 630 euros por persona.

A primera hora de la mañana aterrizamos en Johannesburgo. Manuel había quedado en recogernos en el aeropuerto, pero días antes nos avisó que por motivos de trabajo, hasta por la tarde no podríamos vernos. No obstante se encargó que un chófer de su confianza nos esperara a nuestra llegada, para llevarnos hasta el Protea Hotel de Centurion. Como teníamos tiempo, y la piscina del hotel para nosotros solos, aprovechamos la mañana para darnos un baño.

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Ya por la tarde Manuel nos acompañó a recoger las motos. El también tiene moto, mejor dicho, desde que está destinado en Sudafrica se ha hecho con 4 BMW usadas. Una 1100 GS, una 1200 C , otra de la década de los 60 y una cuarta de finales de los 50. ¿Para qué tanta moto para él solo?. En realidad el mercado de motos sudafricano está copado en gran medida por BMW , por lo que hay bastantes de segunda mano, con unos precios muy atractivos, y si a uno le gustan las motos, y piensa en los precios de estos mismos modelos en Europa…la tentación es muy grande.

Para poder tener los permisos con el fin de poder sacar las motos del país, ya les habíamos enviado por mail nuestros pasaportes y los carnets de conducir internacionales, así los trámites de recogida de las motos fueron muy rápidos.

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Durante la cena Manuel nos puso al día sobre la situación del país, que ya comenté en la primera parte de la crónica. Un aspecto, y que teníamos olvidado de nuestro anterior viaje, es el tema de las propinas. En los restaurantes, independientemente que sean de mayor o menor categoría, siempre hay muchos empleados que están continuamente atentos de que todo esté a tu gusto y no te falte nada. Los salarios en la hostelería son muy bajos y la única forma de sobrevivir, prácticamente es gracias a las propinas. Al entregarte el ticket con tu cuenta, cosa que siempre te presentan metido dentro de una carpetita y con un bolígrafo en su interior, debajo del precio figura una casilla con la leyenda “propina”. La norma habitual es anotar en ese apartado como mínimo el 10% del importe total y sumarlo a este. La verdad es que, por las atenciones que recibes, siempre se merecen, al menos, esa gratificación. Bien entrada la noche, nos llevó de regresó al hotel y nos despedimos de él hasta que, cuándo sea, volvamos a vernos en Alba de Tormes.

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A la mañana siguiente temprano, ya que en esta época amanece sobre las 6 a.m, arrancamos con nuestra primera etapa. ¡¡ Sin olvidar que aquí se circula por la izquierda !!. La N-4 va directamente hasta la frontera con Mozambique, aunque antes nos desviaríamos hasta Graskop para visitar el cañón del Blyde River. Unos 450 k, nos separaban de el. Quien viaje por vez primera a Sudáfrica se llevará una gran alegría, o una pequeña decepción, según se mire. La N-4, al igual que la mayoría de las carreteras, está en tan buen estado que no te imaginas que estás conduciendo por África. Además, en este caso, gran parte del recorrido es una estupenda autopista. No es gratuita, hay que pagar por circular por ella. No sólo el tramo que está desdoblado, toda la carretera es de peaje, y en el primero de ellos tuve un pequeño incidente. Normalmente llego yo primero al peaje, pago por las dos motos, y como es habitual en todo el mundo, levantan la barrera, pasa Conchi, la bajan, y cuando vuelven a levantarla ya paso yo. Por un despiste mio, pensé que ya era mi turno, y justo cuando lo estaba haciendo veo que la barrera comienza a bajar, como ya no me daba tiempo a frenar, aceleré y agaché mi cabeza todo lo que pude. El golpe no fue muy fuerte, pero lo sentí perfectamente sobre mi casco…

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El paisaje es bastante llano hasta poco antes de Nelspruit, donde se deja la N-4 y ya se toma la N-539 que lleva a Graskop. Aquí ya empiezan las montañas. Ahora todo está dominado por grandes bosques de coníferas, un paisaje que uno no espera encontrarse por aquí. Todas las montañas están repletas de estas especies. Plantan, talan y vuelven a plantar. La carretera sube y baja, las curvas son muy numerosas, pero el asfalto y la anchura son buenos y el tráfico bastante escaso. La temperatura ronda los veintitantos grados, ahora el cielo se ha ido cubriendo, pero mientras la tormenta no caiga antes de que llegemos a Graskop, todo seguirá “estando en su sitio” para disfrutar conduciendo.

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Durante la fiebre del oro que vivió Sudáfrica, toda esta zona se llenó de buscadores del preciado metal. Como suele pasar en estos casos, cuando se acaba el oro, se termina todo…Y lo que hace tiempo fue una zona llena de actividad minera, hoy en día sobrevive gracias al turismo, la agricultura y la madera.

Graskop es un pequeño pequeño, pero al ser un punto clave para visitar desde aquí toda esta zona del Blyde River Canyon, hay muchos alojamientos diseminados por los alrededores. Vamos a pasar aquí 2 noches, por lo que buscamos un hotel en el centro, de este modo por las noches (a las 6 p.m oscurece) al salir a cenar, no tendríamos que andar moviendo las motos. El Graskop Hotel está bastante bien, además de las habitaciones que tiene en la planta superior del edificio principal, tiene otras, tipo adosado, junto al jardín y la piscina. Con la ventaja que en éstas puedes aparcar el vehículo a la misma puerta de la habitación. Lógicamente una de ellas fue la que escogimos. Su precio es de 63 euros, y como es norma en toda Sudáfrica en el está incluido un gran desayuno.

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En la salida norte se toma la carretera N-534 y empieza el espectacular paisaje a lo largo del Blyde RIver C. Primero hay 2 paradas que están señalizadas y con nombre propio, la God´s Window y la Wonder Window. Luego se deja esta carretera y se toma la N-532 con más paradas. Primero un par de cascadas (Lisbon y Berlin falls) que son más bien pequeñas.

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Y más adelante , los Bourke´s Luck Potholes, unas espectaculares formaciones que el agua ha ido haciendo en las rocas. Pero sin duda la visión más espectacular sobre el Blyde River C. se obtiene en el Lowveld Viewsite y en las Three Rondavels. En algunos lugares de estos lugares hay que pagar una pequeña cantidad para poder acceder, pero evidentemente los pocos rands que cuesta, merecen la pena.

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Para no tener que volver a hacer el mismo camino de regreso a Graskop, poco después de estos 2 últimos puntos se puede tomar N-36 y luego la N-533, de este modo se cierra un círculo de unos 140 km. En el camino hay un paso de montaña muy bonito, el Robber´s Pass. No pudimos disfrutar mucho de el, más bien nada, ya que nos sorprendió una gran tormenta, y además sin posibilidad de refugiarnos en ningún lugar. Subíamos por la vertiente oeste de la montaña, y por éste lado está toda “pelada”. Por el asfalto bajaban fuertes torrentes de agua. La situación no era muy agradable, con mucho cuidado y con la esperanza de dejar atrás la tormenta, llegamos a la cumbre. Evidentemente no era el momento adecuado de parar y admirar el paisaje. En la bajada hacía el pueblo de Pilgrim´s Rest por fin encontramos un refugio perteneciente a los guardabosques, donde pudimos meternos y esperar a que disminuyera la lluvia.

Pilmgrim´s R. es un antiguo poblado minero que ha sido restaurado en su totalidad. Las guías turísticas hablan muy bien de el. ¿La parada merece la pena?, bueno, no está mal, pero particularmente, y tras lo que habíamos visto en este día, no es para tanto…Pero vale para tomar algo, dar un pequeño paseo y hacer alguna foto, tampoco esperes mucho más.

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Desde Graskop a Maputo, capital de Mozambique, hay que recorrer 296 km y a mitad de camino cruzar la frontera más transitada entre estos 2 países, por lo que debido a esto último, hacer un cálculo aproximado de la hora de llegada a Maputo no es tarea fácil. El día se presenta con una espesa niebla. En el hotel nos dicen que son muy habituales y que seguramente hasta cerca de Nespruit no veremos el cielo. Y así es. La visibilidad es muy baja, y además al ser carreteras de montaña con muchas curvas, hay que tener especial atención con el tráfico, especialmente los grandes camiones cargados con madera, que los hay en buen número

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Atrás queda Nelspruit y un indicador señala que nos encontramos a 7 km de la entrada sur del conocido parque Kruger. Es raro que un español que viene a hacer turismo por Sudafrica no visite el Kruger, en nuestro primer viaje no lo hicimos. Que venga 2 veces, pase tan cerca como nosotros ahora mismo, y que tampoco ahora entremos a visitarlo ya es muy extraño. ¿Y por qué?, en el 2008 visitamos varias reservas de Namibia, Botswana, Zambia y alguna de Sudáfrica, y sí, vimos muchos animales incluidos los que llaman “los cinco grandes”. Y al final vimos tantos o más animales salvajes, mientras circulábamos por las carreteras normales, cruzando delante de nuestras motos, como dentro de las reservas. Por ello, éste no es un viaje en que ver animales sea nuestra prioridad. Así que seguimos conduciendo hacia la frontera de Ressano Garcia que será nuestra puerta de entrada a Mozambique. Antes hacemos una parada en la última gasolinera sudafricana, ya que nos imaginamos que en Mozambique las gasolineras no serán tan abundantes como en Sudáfrica.

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La gasolinera está llena de gente intentando vender a los conductores que llevamos dirección Mozambique las siguientes 3 cosas, a saber. Extintor de 5 kg, (un botellón, vamos), triángulos de señalización de peligro y un chaleco reflectante. Como en un desfile, uno tras otro van acercándose y mostrando su material. Todos insisten en que, nada más cruzar la frontera, la policía mozambiqueña nos parará, revisará si en las motos llevamos estas 3 cosas, y si no es así, multa al canto. Está claro que no vamos a cargar con ninguna de estás 3 cosas, y menos por duplicado. Correremos ese riesgo.

La salida de Sudáfrica es rápida, tenemos todo en regla y en menos de 15 minutos estamos entrando en la frontera de Mozambique. Para cruzarla es imprescindible tener un visado. Antes se podía sacar en la misma frontera, pero Mozambique ha decidido que los procedentes de los países en los que tenga embajada deben, inexcusablemente según dice en su web, sacarlo en ella. Por eso hace un par de meses me tocó ir a Madrid dos veces. Una para solicitarlos y otra para su recogida. Por cierto son exageradamente caros, creo recordar que unos 75 euros cada uno, y además de una sola entrada.

Se ven pocos coches aguardando su turno. Junto a la entrada del edificio principal esperan unas 10-15 personas. Iluso de mí, me creo que aquí los trámites también van a ser rápidos. Pero algo no me cuadra, es extraño que el principal paso fronterizo parezca tener tan poco movimiento. Echo un vistazo por la puerta del edificio y ahora lo entiendo.

El edificio es bastante grande, y compruebo que está abarrotado de gente intentando hacer lo mismo que nosotros, cruzar a Mozambique. La imagen me recuerda al paso de entrada en Zambia después de cruzar el río Zambeze. Decenas de negros apelotonados esperando a hacer los trámites y entregar los impresos…y aplastados entre ellos dos “blanquitos”, nosotros. Y casi 3 horas de ésta manera.Yo creo que hasta este momento no nos habíamos percatado que estamos viajando por África

No nos queda otra que ponernos a la cola y armarnos de paciencia…O hacer algo que no nos agrada, y que tampoco recomendamos, pero que cuándo la situación lo requiere es el último recurso. ¿Estamos ante una de esa situaciones?. Pues sí, no queremos perder varias horas en esta frontera. Así que nos queda otro remedio que “agilizar” los trámites mediante la ayuda de un “buscavidas”. No te preocupes en buscarlo, antes de que tú le veas, ya te habrá echado el ojo a ti. Por supuesto todo esto es a cambio de unos dólares. Cuando uno se decide a hacerlo de éste modo, jamás hay que separarse del individuo a quien entregas el pasaporte, ya que ello conlleva ciertos riesgos. Como era de esperar nosotros no íbamos a estar libres de esos riesgos…

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Continuará...
 
No nos dejes así, con el pasaporte en manos de otro. Sigue...
 
Qué bueno leer otra crónica de vuestros grandes viajes. Se echaba en falta.

Hola

Hombre, pues como tú también has viajado por allí en moto, a ti te resultarán conocidas, y estarás de acuerdo o en desacuerdo, muchas de las cosas de las que cuento

¿es así?

saludos
 
Efectivamente. Algunas de las fotos que habéis puesto nos han traído muy buenos recuerdos...el cañón del río Blyde, The Three Rondavales, Pilgrim´s Rest donde nos encontramos con Carlos Quieroz por entonces seleccionador de Portugal y nosotros recientes campeones del mundo. Supongo que las flamantes 700 GS han ido de fábula.
Un saludo para los dos

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Claro Nogue que me acuerdo de vuestro encuentro con Quieroz.

Todavía durante este último viaje la gente, al ver que éramos españoles, nos hablaban del mundial de aquel año.

Y sí, las 700 se portaron muy bien. Y lo que más me gusta es que no vibran nada, o al menos eso me parece.

La primera vez que las probamos fue por Argentina y Brasil en el 2012 y me dije "joer, si casi ni se siente que está en marcha...". Desde que vendí una K-75 S (año 98 o así) todas las demás motos que ha habido en casa, o habíamos usado en los viajes, o han sido boxer, monocilíndricas o Harley en USA. Así que éstas me parece que van "como la seda"...Y por potencia, al viajar cada uno en una moto, nos es suficiente.

saludos
 
Jaime, un placer como siempre leer tus super-crónicas.

Hola moton

Gracias por lo de super-crónicas. Aunque a veces creo que llegan a ser demasiado largas...

Pero bueno, una vez puesto a la tarea, y aunque tarde más tiempo en ir poniendo las etapas, cuanta más información de todo tipo aporte, mejor ¿no?.

A unos les gustarán más y a otros menos. El que quiera que las lea enteras, el que quiera a trozos y quien lo prefiera que vea solos las fotos...o nada.

saludos
 
Mozambique y Suazilandia


Dentro del caos de la frontera mozambiqueña, nuestro "gestor" se mueve como pez en el agua. Además tiene la ayuda de un "empleado". Mientras uno hace unas cosas, el otro va tomando posiciones en la ventanilla siguiente. Y nosotros, diciendo contínuamente un "sorry" por aquí y un "moito obrigado" por allí, detrás de él de un lado para otro. En media hora está todo resuelto. ¿Todo?, bueno no, casi todo. Queda el último trámite, el permiso para pasar las motos a Mozambique. Está resultando muy fácil, pero aquí viene la "sorpresa".

-Ahora tenéis que darme 3.000 meticales (moneda local, y que venían a ser casi 60 euros) por cada moto. Es la tasa obligatoria que hay que pagar para que os den el permiso.

-¿Eh? ¿3.000 qué? ¿de verdad?.

Esto suena "rrraro, rrraro..."

Tiene en su mano nuestros pasaportes, antes de nada hay que hacer que "vuelvan con nosotros".

-Por favor, déjanos los pasaportes para ver unos datos de las motos que están anotados en ellos...

Con ellos en nuestro poder, la situación es diferente. Conchi se queda intercambiando impresiones con él. Yo me voy en busca de algún sudafricano, que también vaya a pasar su coche, para preguntarle que hay de cierto en la historia que nos cuenta el "gestor". Tal y como me imaginaba, me dice que no tenemos que pagar absolutamente nada. Solamente presentar el formulario y que nos lo sellen. Volviendo a donde había dejado a Conchi, veo que sigue dialogando con él. Para que la entienda mejor, acompaña sus palabras con gestos de una mano que dan a entender "vaya jeta que tienes, majete...".

Ahora todo son disculpas. "Ah ¿es qué las motos son de alquiler?. ¿Es qué tienen matrícula de Sudáfrica...?. No lo sabía. Siendo así no hay que pagar...".

A pesar de querernos tangar 120 euros con el tema de la supuesta tasa, al final, y como todavía no tenemos meticales, le damos un billete de 5 dólares por su ayuda. Como es normal, no está de acuerdo y se crea una cierta tensión. La realidad es que nos ha avanzado mucho los trámites, pero tampoco es cuestión de ir regalando dinero por todas partes y menos a gente así. Pero quedamos que como en 3-4 días vamos a volver a Sudáfrica, y tendrá que hacernos de nuevo los trámites, luego seremos más generosos...Este acuerdo le deja más contento. Lo que no se imagina es no saldremos por esta frontera, ya que lo haremos por una que comunica Mozambique con Suazilandia...

El paso de un país a otro significa, como en otras muchas fronteras del mundo, un cambio radical. Lo que hasta hace pocos kilómetros era un paisaje verde y con montañas, ahora es una planicie, de un verde pálido, que se extiende hasta la capital, Maputo. Lo que era una buena carretera, ahora es simplemente una carretera. La temperatura, que hasta ahora era agradable, poco a poco va subiendo hasta cerca de los 40º. El tráfico es escaso, los coches son viejos, lo que sigue siendo igual es que aquí también se conduce por la izquierda. Los edificios de la primera población que vemos, más bien son casetas y barracones.

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A los pocos kilómetros vemos el primer control de la policía en dirección a la capital. Están revisando a varios vehículos, todos con matrícula de Sudáfrica. Nos acordamos de lo que nos dijeron en la última gasolinera, lo de tener que comprar el extintor, los triángulos, chalecos...Pero sorpresa, la policía no nos manda parar, es que además, con una sonrisa y el pulgar levantado, nos indican que continuemos. Lo mismo se repite en los otros 5-6 controles que encontramos hasta llegar a Maputo. Sin que sirva de precedente, esta vez , y de cara a las autoridades, ir en moto es una ventaja.

Quien no viaja en moto, generalmente te dice: " con este calor, qué bien se irá en la moto ¿no?...Ahí, dándote el aire... ". Ya, cuando la temperatura pasa de treinta y tantos grados, ya lo creo que se va muy bien dándote el aire...pero el acondicionado de un coche. Así que, en la primera sombra que vemos, tenemos que parar a refrescarnos. Hace calor de verdad.

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Unos 20 Km. antes de Maputo, la circulación se vuelve "espesa". Son las 16 h. y parece que todos quieren entrar y salir de la ciudad ahora mismo. Dentro de ella y circulando por la intreminable avenida 24 de Julio, que es la principal arteria, uno imagina lo que es esta ciudad. Un caos total de tráfico y de urbanismo. Agujeros en el asfalto y cruces donde hay que echarle un mínimo de valor y meterte por las bravas, al tiempo que aprietas el pulsador de la ridícula bocina de estas motos.

Como para pedir el visado hay que adjuntar una reserva hecha en algún hotel en el que te vayas alojar, hice una por Booking en el que me pareció, con la idea de anularla más tarde. Pero a los pocos días de hacerla recibí un mail de sus propietarios. En el se ofrecían para cualquier cosa que necesitáramos para que nuestra estancia fuera lo más agradable posible. Esto me hizo darles un voto de confianza. Al fin y al cabo en algún hotel tendríamos que quedarnos. Y fue un acierto no anularla.

El hotel Guesthouse 1109 está situado en el mismo número de la Avda. Patrice Lumumba, paralela a la 24 de Julio. Es nuevo, muy céntrico, con pocas habitaciones, pero con buenas y modernas instalaciones. Con parking privado y una pequeña piscina que nos vino de lujo para soportar los treinta y muchos grados. Y una terracita con vistas a la ciudad. Los dueños son de una simpatía y amabilidad que, cuando viajas por el extranjero, es muy de agradecer. Son de Aveiro (Portugal), y en el 2009, viendo la que se venía en su país, decidieron cambiar totalmente de vida. Se vinieron aquí y montaron el hotel. Los 85 euros por noche que nos cuesta, están bien gastados.


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No hay que olvidar que en general Mozambique es más caro que Sudáfrica, y al fin y al cabo estamos en su capital. La gasolina también es algo más cara, 0´80 euros/lt por los 0´70 de su vecina. Una cena en restaurante medio, 18 euros para los dos con cervezas incluidas. Y para un europeo, estos son malos países para dejar de fumar, la cajetilla de Marlboro cuesta menos de 2 euros.

Hasta 1975 Mozambique fue colonia portuguesa, pero conseguir la independencia supuso muchos años de guerra, oficialmente desde 1964 hasta 1975, que ya son años. Los guerrilleros del Frelimo (Frente para la liberación de Mozambique) con el apoyo de la URSS, China y Cuba, fueron los que llevaron a cabo la lucha armada, con la idea de instaurar una república socialista. Samora Machel fue el primer presidente de la misma. ¿Y aquí acabó todo?. Ni mucho menos. Luego algunos gobiernos vecinos, Sudáfrica y Zimbabwe, financiaron una contra, el Renamo (Resistencia Nacional Mozambiqueña) y la que se lió, como era de esperar, fue una guerra civil. En 1983 Samora vio que aquello iba realmente mal, y que lo de la república socialista era un fracaso total. En 1986 él mismo y varios consejeros murieron en un sospechoso accidente de avión. En 1992 terminó la guerra civil, se hizo una nueva constitución y por fin llegó la paz.

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Los mozambiqueños son totalmente distintos de los sudafricanos. La influencia portuguesa está presente no sólo en su idioma oficial (portugués), también hubo mucho más mestizaje entre la población local y los colonizadores que en otros países. Se nota en la vida diaria, en el idioma, en la comida (pescados buenísimos y a buen precio), en el trato con el extranjero... Todavía quedan muchos portugueses o descendientes de ellos, y por las noches las terrazas de los bares y restaurantes del centro están llenas de gente. Hay ruidos, música, vida callejera, aunque en el hotel nos aconsejaron adoptar ciertas precauciones, tampoco nada fuera de lo normal, cuando saliéramos por la noche. Con nosotros fueron muy simpáticos, especialmente al saber que no éramos sudafricanos y sobre todo al hablarles, mejor o peor, en portugués.

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Con un par de días tienes visto lo que hay que ver en la ciudad, que te guste más o menos ya depende de tus exigencias. Llama la atención las aceras de la zona centro que están destrozadas (me recordaban a las de otra capital, Ulan Bator), el abandono de sus calles, sus nombres dedicados a figuras del socialismo, calle Che Guevara, Ho Chi Min, Kim Il Sung, Vladimir Lenin...La gran estatua dedicada a Samora Mache, o la caótica forma de aparcar los coches por las noche, como si fueran piezas de un tetris.

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Entre sus edificios encuentras mezclados los estilos colonial portugués con otros que recuerdan a cualquier ciudad socialista. Pero hay que verlo con la mirada apropiada. No es Europa, ni siquiera es remotamente parecida a las grandes ciudades sudafricanas, es Maputo, es Mozambique. Y ya que hemos venido hasta aquí, hay que aprovecharlo. Lo primero pasar por un cajero para hacernos con unos cuantos meticales. Y ahora vamos a dar una vuelta y visitar el mercado, algún museo, los centros de artesanía, la "casa de hierro" diseño de Eiffel, la estación de tren, la reciente catedral de 1942, una tienda de coloridas telas, famosa en todo el país, y llamada casa Elefante...

Todo esto sin olvidar que es una ciudad de más de un millón de habitantes, con poco turismo extranjero y que, como en cualquier gran capital, puedes ser objeto de algún intento de robo, como así nos sucedió. Afortunadamente, o más bien por una cuestión lógica, el bolsillo de mi camisa, en el que el "artista" metió sus dedos y salió corriendo, estaba vacío.

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Y si necesitas unas extensiones de pelo, hay un callejón lleno de tiendas en las que tienen un muestrario como nunca había visto

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O sí echas de menos la fruta de España, tampoco hay problema para encontrarla...las "del torero" o las "el ciruelo", puedes elegir.

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A primera hora del sábado llenamos los depósitos y enfilamos la 24 de Julio. A esta hora prácticamente no hay tráfico, es fin de semana. En pocos minutos estamos en la carretera principal. Luego tomamos una secundaria que nos llevará a Namaacha, la frontera con Suazilandia. Hoy tenemos 225 km hasta el valle de Ezelwini, que es donde pensamos dormir. El valle está situado después de la ciudad de Manzini y poco antes de la capital del país, Mbabane. Circulando todavía por tierras de Mozambique, los pueblos que cruzamos están llenos de colorido, de gente en los mercados callejeros, o andando a los lados de la carretera y llevando grandes fardos sobre sus cabezas. A medida que nos acercamos al paso fronterizo, el paisaje se vuelve más montañoso.

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Es una frontera pequeña. En el mostrador de salida, delante de nosotros sólo hay un hombre. Nos quedamos un poco sorprendidos cuando vemos que el funcionario que le atiende, está manejando un "pistolón". Lentamente, y con cierta dificultad, va sacando y contando en voz alta las balas del cargador, "nove, dez, onze...". Ahora la operación es a la inversa, mete la balas y vuelve a contarlas. Al terminar, el funcionario guarda la pistola. El hombre que está delante de nosotros, se da la vuelta y nos pide disculpas por la tardanza. Le preguntamos si es policía, nos responde que no, que es empresario, por eso tiene el "pistolón" . Como va a salir del país, tiene que depositar el arma para recogerla a su regreso. Es mozambiqueño, se llama John y vive en Maputo. Es muy atento, educado y a juzgar por el impresionante todo terreno que conduce, uno diría que maneja muchos meticales. Aunque los trámites son los habituales, se ofrece a ayudarnos con el papeleo, y mientras nos cuenta que, por temas de negocios, viaja con cierta frecuencia a Portugal y España.

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Ya[align=justify] estamos en Suazilandia, todo es fácil y rápido, no hace falta visado, aunque hay que pagar, ahora si de forma oficial, unos pocos rands (equivalente a 5 euros) por una tasa de uso de las carreteras. Tampoco hace falta cambiar moneda. Aunque la propia es el lilangeni, tiene el mismo valor que los rands sudafricanos, y los admiten indistintamente en todos los sitios. Una cosa menos que tenemos que hacer. Intercambiamos tarjetas con John, nos hace una foto con el cartel de entrada al país y nos despedimos.[/align]

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Suazilandia es un país pequeño. Si haces poco más de 200 km, cuando quieres darte cuenta ya lo has cruzado. Tiene algo más de un millón de habitantes, todos negros, bueno, imagino que algún blanco habrá, aunque en el día y medio que estuvimos no vimos ninguno. Su nombre suena muy idílico y exótico, y sí, la primera impresión es buena. Los montes resecos y marrones de los últimos Km. por Mozambique ahora son montañas más grandes. Todo esta verde y la tierra tiene un bonito color rojizo. Los campos de cultivo se ven cuidados. La carretera sube y baja, es ancha, tiene buen asfalto y está bien señalizada.

Estamos cruzando por medio del Parque Nacional Hlane. Por lo que he leído, debe ser el más famoso del país. Alberga una gran cantidad de rinocerontes. No creo que encontremos alguno en medio de la carretera, aunque el cercado que veo no me tranquiliza mucho, no tiene pinta de resistir la embestida de un bicho de esos...

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Los pocos pueblos que cruzamos están limpios. Sólo hay una cosa que, literalmente, me hace saltar del asiento. Un mal día a alguien se le ocurrió que el mejor remedio para que los coches no fueran muy deprisa, era poner lo que en España llamamos "guardias tumbados". Esos badenes para reducir la velocidad. Vale, quizás no parece tan mala idea. Pero es que en Suazilandia además de ser exageradamente altos, son muy numerosos. No sólo están en las travesías de los pueblos, en cualquier cruce de la carretera, aunque sea con un simple camino, siempre te encuentras al menos un par de ellos en cada dirección. Como además no están señalizados, ¡¡ten cuidado!!, por mucha atención que pongas, antes o después te vas a tragar más de uno. En carretera abierta había numerosos tramos en que no podías hacer más de unos centenares de m. sin tener que pasar por encima de varios de ellos. Aparte de eso, las carreteras están mucho mejor de lo que imaginas en un país pobre como es éste. Incluso hay unos pocos km de autopista, aunque son para llegar a uno de los palacios reales. Según parece al rey le gusta salir a conducir, y pisar el acelerador en demasía, en alguno de los muchos coches que tiene.

Y hablando de su rey, el país será pequeño y pobre, pero él, Mswati III, que se cree el más grande, el más rico del mundo, y está hecho todo un "campeón". Suazilandia tiene el lamentable récord de ser el país con mayor tasa de infectados por Sida, entre el 25 y 30% de la población. Al rey no se le ocurre otra cosa que prohibir, durante 5 años, a todas las mujeres menores de 17 años, tener relaciones sexuales. A los hombres no les afecta la ley. Para dar ejemplo, él va y se casa con una chica de 17 . Tampoco se sabe cuantas esposas tiene, dicen que 14-15-16.... Es lo que tiene el tener tanto dónde elegir. Cada año, en el mes de agosto, hace llevar hasta uno de sus palacios a varios centenares de jovencitas. En una fiesta, que llaman "la danza del junco", bailan prácticamente "en bolas" para que el rey vea si le interesa alguna para añadirla al "libro de familia".

Mientras preparaba el viaje y buscaba información sobre el país, me encontré con una noticia relacionada con esto, y que me dejó atónito. Resulta que en agosto de 2015, sesenta y cinco (sí, he escrito bien, 65) chicas fallecieron en un accidente de tráfico. Eran llevadas ante el rey para su fiesta anual. ¿65 a la vez? ¿Irían en un autobús?, No, las llevaban en la caja de un camión que se despeñó...Sin comentarios. También encontré otra curiosa noticia. En su 45 cumpleaños, en 2012 o así, le regalaron, o se auto regaló, ¡32 coches marca Bmw!. Sería para no tener que preocuparse por si, con tanto "guardia tumbado", a alguno de ellos le rompía la suspensión...

Por lo demás el país es bonito y colorido. El paisaje es montañoso y con espectaculares valles. Simplificando a lo bestia, recuerda a Suiza, pero sin nieve, sin dinero, y con negros que, en algunos casos, todavía puedes ver vistiendo las túnicas tradicionales del país. No, con taparrabos, arcos y flechas no vimos ninguno. La gente, con nosotros al menos, fue bastante reservada, y no había manera de tener lo que se entiende por una conversación. Ni siquiera nos hicieron las típicas preguntas: "¿de dónde eres?", "¿cuánto cuesta o a cuánto corre la moto", o la más habitual, y por otra parte lógica, viajando por África: "¿es qué no tenéis dinero para viajar en coche?".

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Para cruzar Manzini han hecho, perdón, están haciendo, una circunvalación, así que uno no sabe si hace bien tomándola o habría sido más rápido y seguro cruzar la ciudad. Poco más adelante nos desviamos al valle de Ezelwini. Ha sido buena elección, es muy bonito. Nos alojamos en uno de los varios hoteles que hay junto a la carretera. El Happy Valley es un hotel que se anuncia como hotel-casino. Está bien, aunque tampoco es que sea "para tirar cohetes". Cuesta 88 euros/noche, un pelín caro para su estado. Eso sí, te sirven un desayuno como para que te olvides de comer durante el resto del día. Como siempre que podemos, escogemos una habitación de la planta baja y así poder aparcar las motos a la puerta.

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Tiene una gran piscina, que pensamos la vamos a sacar buen partido. Pero a los pocos minutos tenemos, junto con el resto de bañistas, que abandonarla precipitadamente porque durante un par de horas cae una gran y espectacular tormenta. Es de esas veces que piensas: "menos mal que nos pillado en el hotel". Cerca del Happy Valley hay unas cataratas, las Mantenga Falls. Desde la terraza de nuestra habitación, y con la que está cayendo, no es necesario que vayamos a ningún sitio para ver unas cataratas...

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Salimos a cenar a uno de los restaurantes que hay nada más cruzar la carretera. Al volver, el parking del hotel está casi lleno. En un luminoso leemos "Casino". Imaginamos que es aquí donde viene la gente. Vamos a echarle un vistazo. En el interior tiene el típico suelo de moqueta y se oye la musiquilla de las máquinas. Hay muchos negros, todos con sobrepeso y trajeados. Están metiendo monedas en unas cuantas máquinas "tragaperras" o jugando en una vieja y desgastada ruleta. Si viene por aquí la familia de "Los Pelayo", en cinco minutos la habrían cogido el truco a esta ruleta. Ya está todo visto, no hay más. Mejor sería que en luminoso hubieran puesto "Salón de juegos del Sr. Pepe". La única opción es irnos a la terraza del bar, tomarnos unas cervezas, conectarnos a Internet y escribir el diario. Ya bien entrada la noche, cae otro "tormentón". No es de extrañar que todo el país esté tan verde...

La siguiente etapa nos devolverá a Sudáfrica. Una vez allí tendremos casi 2.500 Km. por la carretera N-2, que bordeando la costa del Indico, nos llevará hasta Ciudad del Cabo.

Pero antes de abandonar Suazilandia, intentaremos conectar un poco con esta gente, a ver si es posible que se cuenten algo. En un último intento, no se nos ocurre mejor cosa que hacer una parada en pequeño poblado...¿Servirá de algo?.

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Continuará...
 
Última edición:
Yo soy de los que les gusta las cronicas laargas. Disfruto especialmente de ese tipo de anecdotas cotidianas o encuentros con la gente local que dicen mas del pais que los frios datos, aunque estos sirvan para contextualizar los otros.
Gran viaje Jaime. Pero sigue, por favor..
 
Yo soy de los que les gusta las cronicas laargas. Disfruto especialmente de ese tipo de anecdotas cotidianas o encuentros con la gente local que dicen mas del pais que los frios datos, aunque estos sirvan para contextualizar los otros.
Gran viaje Jaime. Pero sigue, por favor..

Hola Enkanterri

Bien sabes por tu experiencia que eso de los encuentros con la gente del lugar es lo que da vidilla a los viajes, y quizás la mejor forma de hacerte una idea de la situación del país

saludos
 
Hola Banguera

¿qué tal?

claro que te traerá buenos recuerdos... y no olvido que tu información nos vino muy bien en aquel primer viaje del 2008

En un rato sigo con el viaje de ahora

saludos
 
De vuelta a Sudáfrica


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Las nubes cubren todo el valle de Ezulwini y el pronóstico es de lluvias. A primera hora el termómetro de la moto marca 8º, parece que ya podemos olvidarnos de los 40º de días anteriores. Ponemos los forros a la ropa de moto y nos preparamos para salir. La carretera sube y baja atravesando numerosas colinas. Definitivamente éste es un país bonito. Es primera hora de una mañana de domingo, no se ve a nadie por ningún sitio, solamente de vez en cuando pequeños rebaños de ovejas pastando.

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A un lado de la carretera, dentro de un cercado, hay unas chozas. Aparentemente no hay nadie, y hacemos una parada para hacer alguna foto. Al sentir el ruido de las motos, unos niños salen de una de las chozas. Con una mezcla de temor y curiosidad, y en compañía de otra chica de más edad, se acercan hasta donde estamos. Intentamos hablar con ellos, no es fácil, son muy tímidos y sólo responden con monosílabos. Se acercan otras dos mujeres, tampoco es que hablen mucho más que los niños. Intentando romper el hielo, abrimos las maletas, sacamos algo de ropa y se la damos. Lo agradecen, pero sin mucha efusión. Me doy por vencido, me encargo de hacer unas fotos y dejo que Conchi siga intentando que cuenten algo acerca de ellas, de su vida…etc. En situaciones similares ya nos habrían invitado a entrar a sus casas, aunque fuera sólo a Conchi, por eso de la solidaridad femenina. Quien haya viajado por África con una mujer, sabe a que me refiero. Visto que la parada no da para más, nos despedimos, arrancamos y nos vamos. Ha quedado claro que no hemos podido, o sabido, conectar con los “suazilandios”. Unos 50 Km. más adelante vemos la frontera de Lavumisa.

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Otro paso fronterizo pequeño y tranquilo. La salida de Suazilandia es rápida, la entrada a Sudáfrica también podía haberlo sido…Aparcamos las motos, mientras nos quitamos los cascos y sacamos documentos, llega un autobús. Rápida y ordenadamente bajan unos 50 alemanes y alemanas, con su pasaporte ya en la mano. Todos detrás de un guía que, a juzgar por como los apremia a ser rápidos, también debe ser alemán. Cuando queremos entrar al edificio, ya somos los números 51 y 52 de la cola de la ventanilla…

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Estamos ya de vuelta a territorio sudafricano. Hasta que enlazamos con la N-2, vemos junto a la carretera algunos fagoceros y monos, estamos cruzando un pequeño parque nacional. Nuestro destino es el pueblo de Santa Lucia y hasta que llegamos allí tenemos de todo. Algo de lluvia, sol, nubes…pero lo más incómodo es un fuerte viento que aparece repentinamente. Se nota que nos acercamos a la costa del mar Índico

En las crónicas de nuestros viajes, generalmente no solemos hacer muchos comentarios acerca de los alojamientos. Me parece que es una información muy personal, en el sentido que lo que a uno le puede parecer aceptable, a otro le puede parecer lujoso o por el contrario, bastante pobre. Pero viajando por Sudáfrica, y por la calidad general de sus alojamientos, merecen un comentario más amplio. Como en muchos otros países, los encontrarás bajo distintas denominaciones. Hotel, Lodge, Resort, Guest House…Aunque muchas veces las diferencias que hacen que unos se denominen de una u otra forma, no seamos capaces de encontrarlas. Quizás que unos tengan cafetería y restaurante, u otros servicios complementarios, y otros no. De cualquier modo tampoco preguntamos acerca de este tema. Pero entre todos ellos los que, por nuestra experiencia, nos parecen la mejor opción son las Guest House.

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Generalmente estas últimas tienen la mejor relación calidad-precio. Están situadas en lugares estratégicos o privilegiados. Sus habitaciones suelen ser muy amplias, tanto que a veces es inevitable compararlas con las de alojamientos españoles de precios similares o mayores, y te das cuenta de la gran diferencia. Si la comparación la haces con los hoteles franceses, ya ni te cuento… Y no es sólo el tamaño de sus habitaciones, me refiero también a sus instalaciones en general, con zonas verdes, jardines…. Muchas cuentan además con piscina y por supuesto con aparcamiento privado, y en la mayoría, sus habitaciones son construcciones individuales. Su decoración suele estar hecha con muy buen gusto y con muchos detalles africanos. Y además sus propietarios, en el 90% de los casos una pareja blanca, intentan ayudarte en todo lo posible. Se desviven por resolver cualquier problema, nunca te ponen pegas a cualquier solicitud que les haces. “¿Podemos aparcar las motos aquí?” “por supuesto”. “Mañana queremos salir temprano. ¿podemos desayunar un poco antes?”, “sin problema”. Siempre están dispuestos a dedicar parte de su tiempo para ofrecerte un poco de conversación. Como la mayoría llevan toda su vida en África, y algunos no han dejado de dar tumbos de país en país, han vivido los cambios de las últimas décadas, y por ello las historias que te cuentan acerca de sus vidas, son siempre muy interesantes. Y ahora te estarás preguntando: ¿y de precio cómo andan?. Pues la habitación doble oscila entre los 50-60 euros, las que podemos considerar como de tipo medio-alto, hasta los 80-90 de las más lujosas. En unas y otras, siempre empezarás el día con unos suculentos desayunos incluidos en el precio.

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La Wetlands Guest House es nuestro alojamiento en Santa Lucia. Hay mucho donde escoger, pero si caes por aquí, seguro que éste no te defraudará. Como tampoco el resto de la zona. En St. Lucia, a diferencia de otros lugares, las casas no están rodeadas por tapias, vallas, alambradas…Parece un lugar donde la gente vive dentro de una cierta tranquilidad.

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¿Y por qué fuimos a dar a este pequeño pueblo?. Porque está situado a la entrada del estuario del mismo nombre, que es una gran reserva natural declarada patrimonio de la Humanidad, con buen número de cocodrilos, aves, tortugas…y especialmente muchos hipopótamos. No es raro que te los encuentres en la carretera, o incluso ¡¡ caminando por las calles del pueblo !!. Por esto hay señales que advierten que, si conduces de noche, seas especialmente precavido, no siendo que frenes demasiado tarde.

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Y todo ello en medio de una gran red de lagos y pantanos. Lógicamente la mejor forma de visitar el estuario es unas lanchas que te llevan río arriba. Aunque llegamos a Santa Lucia con tiempo suficiente, era mediodía, eso de la lancha tuvimos que dejarlo para el día siguiente. Al poco de instalarnos se puso a llover, y de que manera. Vaya con el verano austral…Como a la mañana siguiente volvió a amanecer nublado, aprovechamos que a primera hora no llovía para navegar por el río.

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Siguiendo la costa del Índico en dirección sur, la situación es similar que en el resto de toda Sudáfrica. La circulación es muy fluida, no hay mucho tráfico, pero llegando a Durban, como ocurre en las cercanías de toda gran ciudad, el tráfico se vuelve más congestionado. Aunque esto tampoco presenta excesivos problemas, esta gente es bastante prudente cuando se pone al volante. Hay viajeros que por diferentes motivos evitan la visita, o las paradas, en grandes ciudades tipo Durban. Nosotros no somos de esos, si la visita merece la pena y tenemos tiempo, ¿por qué no?. Pero en esta ocasión no se da ni lo uno ni lo otro. Por lo que había leído Durban es muy industrial y cuenta con uno de los puertos mercantiles más importante de toda África. Aunque seguro que también tiene cosas que merecen una parada, pero nosotros preferimos seguir más al sur.

Hasta aquí la N-2 atravesaba zonas de pasto alternando con otras de bosques. Ahora el paisaje es más llano, con pocas explotaciones agrícolas y con más zonas residenciales. Ahora la carretera se convierte en una estupenda autopista, de peaje claro está. Lo peor es que toda esta costa es muy turística y continuamente hay salidas hacia los pueblos que están junto al mar. Aunque no hace mucho calor, al menos si luce el sol, por lo que pensamos aprovechar lo que queda de día en una playa. Tomamos la salida hacia uno de esos pueblos, HIbberdene. La Guest House en la que paramos resulta ser la más modesta del viaje. Normal que también sea la más barata, 35 euros. Pero no por ello la habitación deja de ser grande, limpia y además equipada con microondas, cafetera, un jardín con barbacoa…y en la zona verde común también hay una pequeña piscina. El único inconveniente es que aquí no sirven desayunos. El pueblo no tiene nada de especial, pero se compensa con las vistas al mar, ya que las casas están situadas en una colina. Un poco más al sur de Hibberdene, en Port Shepstone, comienza la llamada Wild Coast (Costa salvaje) . Es tan abrupta que N-2 abandona su recorrido cerca del mar y durante algo más de 600 Km. se interna por el interior.

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Hablando con la dueña de la G.H acerca de este recorrido, la decimos que tenemos intenciones de parar en Umtata, la ciudad de la región donde se crió Mandela. El motivo es poder visitar el mueso dedicado a su memoria y de paso, como nos queda más o menos a mitad de camino, dormir allí. Nos informa de dos cosas de relativa importancia. Mañana es miércoles 16 de diciembre, que aquí se le llama “día de la reconciliación”, y es fiesta nacional. Después del tiempo que llevamos en este viaje, y hablando con unos y con otros, eso de celebrar un “día de la reconciliación” nos suena más a fantasía que a realidad. Nos parece que todavía falta mucho para la llamada “reconciliación”. Independientemente de lo que a nosotros nos parezca, el caso es que mañana estará todo cerrado, incluido el museo de Mandela. La otra advertencia que nos hace, nos deja un poco intranquilos. Según ella, Umatata es un lugar peligroso, más bien nos da a entender que es “muy peligroso”. Nos advierte que tengamos mucho cuidado, que por las poblaciones que cruzaremos no viven blancos. Que estos, cuando tienen que hacer ese mismo trayecto, viajan durante el día y antes de salir llenan el depósito, con el fin de, si es posible, no tener que detenerse por nada. En los últimos años ha habido bastantes brotes de violencia, e incluso asaltos a vehículos.

Todavía en Hibberdene. al anochecer salimos a cenar, pero antes entramos en un bar a tomar unas cervezas. Entablamos conversación con la gente que se encuentran en el. En cuanto se presenta la ocasión dejamos caer nuestra intención de dormir en Umatata, con el fin de escuchar su opinión. Los comentarios vienen a ser una repetición de los que nos había dicho esa misma tarde la dueña de la G.H. Pero para entender un poco el contexto en el que estamos, hay un detalle en esta zona que no se nos pasa inadvertido. A diferencia de St. Lucía, aquí todas las casas de los blancos están de nuevo rodeadas de tapias altas, y coronadas por las inevitables alambradas electrificadas. Eso indica que la convivencia entre unos y otros no es fácil. No somos especialmente valientes, ni mucho menos, pero tampoco pensamos cambiar de planes. Nos apetece visitar el museo y ver que se cuentan por allí acerca su héroe nacional. Somos conscientes de que si nos ocurre algo desagradable, no podremos decir que no estábamos advertidos.

Atrás dejamos Hibberdene, tras pasar P. Shepstone la carretera gira a la derecha y los próximos 20 Km. son una sucesión de pendientes que nos llevan, primero desde el nivel del mar hasta cerca de los 1.000 mt de altitud, y el resto del camino entre los 1.500 y los 1.800 mt. El asfalto no está en buen estado, es áspero y está muy estropeado, además hay mucho tráfico de camiones y, debido a su trazado, tiene tramos muy largos en las que no se puede adelantar. El día está fresco, en toda la mañana la temperatura no llega a pasar de los 20º. Atravesamos algunos pueblos, todos pequeños. Al ser día festivo en muchos hay montados mercados junto a la carretera, o mejor dicho, metidos en la carretera. Vemos a gente con grandes sacos y cajas de comida, materiales, con animales…cargados a la espalda o llevándolos en carretillos. En ocasiones, nos encontramos en estas travesías, y debido al atasco que se forma, con que no podemos avanzar, ni nosotros ni la gente que nos rodea. Pero en ningún momento vemos nada que nos haga tomar ninguna precaución especial. Algunos nos miran con un poco de curiosidad, pero son los menos, generalmente respecto a nuestra presencia muestran una total indiferencia.

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Donde no pasamos inadvertidos es en un control que encontramos unos 50 Km. antes de Umatata. Un policía se planta en medio de la carretera y con gestos muy exagerados nos manda parar. De forma autoritaria nos pide las documentaciones de las motos y los permisos de conducir. Pero al ver las banderas de nuestras motos deduce que somos españoles y su trato se vuelve más amistoso. Como es normal comenta algo acerca del mundial de fútbol del 2010. Mira los carnets internacionales, que seguro es la primera vez que tiene unos delante de sus ojos y nos dice que están haciendo un control del estado de los vehículos. Vamos, lo que viene siendo una ITV a la africana. Los impresos que saca tienen ya marcadas las casillas correspondientes. Mal que bien escribe nuestros nombres y las matrículas, nos los entrega y listo. Hasta dentro de un año no tendremos que volver a pasar la ITV…

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En Umatata y alrededores viven unas 100.000 personas, pero exceptuando algunos edificios de varias plantas, tiene todo el aspecto de ser un pueblo grande. Para llegar al alojamiento que reservamos ayer mediante Booking, el GPS nos hace un recorrido por su centro. Aparte de que todas las calles están llenas de gente, no hay nada más que nos llame la atención. Tal y como nos habían dicho, aquí no hay blancos. Tanto el que vemos conduciendo una destartalada camioneta, como el que va al volante de un 4×4, de los que cuestan más de 60.000 euros, es negro. Aunque estamos más tranquilos, por lo que nos habían contado el día anterior, casi que esperábamos encontrar en la entrada algún indicador con la siguiente leyenda “Bienvenido a Umtata. Ciudad libre de blancos”, o algo parecido.

Aparcamos a la puerta que da entrada al recinto del Bellagio Lodge, nuestro hotel. Tocamos el timbre, y nada. A través de las rejas de la puerta corredera tampoco se ve a nadie, ni ningún coche aparcado dentro. Insistimos y esperamos unos minutos. De la casa de al lado, sale un coche conducido por una mujer. la hacemos una seña, se detiene, y un poco sorprendida, baja la ventanilla. La contamos nuestra situación, nos dice que tiene un número de móvil de los encargados y amablemente los llama. “En un momento están aquí”, nos dice. Media hora más tarde, y con nuestra paciencia tocando fondo, aparece una joven pareja. Se nos ha olvidado que estamos viajando por Africa y por nuestros gestos deben notar que estamos un tanto enfadados,. Intentan disculparse por todos los medios. Ayer no miraron las reservas hechas por Internet, no esperaban ningún huésped, habían salido a hacer unas compras y por eso estaba cerrado. Metemos las motos y nos enseñan varias habitaciones. Todas son nuevas, bien decoradas y equipadas, podemos elegir la que más nos guste, parece que seremos los únicos clientes… Y también parece que estaremos solos en el hotel, quiero decir que los encargados no van a pasar aquí la noche. Igual que me ocurrió en Semey (Kazajistán), tenemos todo un hotel a nuestra disposición, incluidas las bebidas del bar de la piscina…Ya que para compensar la espera, y nuestro consiguiente cabreo, nos dicen que el precio de la habitación (76 euros) nos da derecho a “barra libre”…

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Nos entregan las llaves de la habitación, el mando de la puerta automática del patio, la llave del bar, la de donde están las tumbonas de la piscina…y nos hacen algunas advertencias. Regresar al hotel antes de que anochezca, no salir a la ciudad en las dos motos, mejor en una sola, o mejor que eso, llamar un taxi…Al salir y al volver asegurarnos de que la puerta del patio queda bien cerrada…Afortunadamente no somos dados a las paranoias. Nos dan los números de sus 2 móviles por si necesitamos algo. Les preguntamos que si viene algún otro viajero, ¿qué hacemos? ¿les llamamos a ellos?. Nada, vosotros no dejéis entrar a nadie.

Por último nos preguntan a qué hora queremos que vengan mañana para prepararnos el desayuno y qué vamos a querer desayunar. Nos despedimos y le digo al chico: “Al final, hasta me vas a parecer un buen tío”.

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Siguiendo con el consejo, salimos en una sola moto. Ahora las calles están casi vacías, toda la gente parece estar en un gran centro comercial. Allí vamos, a comprar un pollo asado y algo de fruta para cenar en el hotel. Inevitablemente, la globalización también llega aquí. Es como todos los centros comerciales y la gente compra las mismas cosas. Se hace raro ver a un africano, que por su indumentaria y aspecto es fácil deducir que pertenece a la clase más humilde, comprando grandes botellas de refrescos, comida ya cocinada y hasta huevos envasados…Y pasamos totalmente inadvertidos, nadie parece reparar en nosotros.

Queda poco para que oscurezca y toda la gente tiene prisa. Es como si la advertencia que nos han hecho, de volver al hotel antes de que se ponga el sol, sea válida para todo el mundo. Entre unas cosas y otras, cuando volvemos al Bellagio ya es de noche. Aquí nos encontramos con una sorpresa. A la puerta de nuestra habitación, en el suelo, hay una bandeja. En ella vemos una botella de vino blanco y otra de tinto, junto con una nota. Nuestros anfitriones nos piden nuevamente disculpas por tenernos esperando esa mañana, y nos obsequian con ese regalo para que brindemos por una feliz Navidad. ¿Te ha pasado algo parecido en España, cuándo en un hotel no han cumplido lo que esperabas?, a nosotros nunca.

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Aquí ya no va a venir nadie, nos aseguramos que todo el hotel está bien cerrado, preparamos la cena, damos cuenta de una de las botellas de vino, y ya “contentos” nos vamos a dormir.

Continuará
 
Recorriendo la costa del Índico

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Afortunadamente durante nuestra estancia en Umatata no ha ocurrido nada fuera de lo normal, aunque en ningún momento olvidamos las advertencias que nos habían hecho en Hibberdene.

En la propia Umatata nos informan que el museo de Mandela está cerrado por obras. Pero en la ruta que tenemos por delante, en Qunu, hay otro museo también dedicado a su memoria. Qunu es un pequeño pueblo que está a 34 Km. Es el lugar donde Mandela pasó su niñez y donde se retiró a pasar los últimos años de su vida. Es primera hora de la mañana y somos los únicos visitantes. Nos acompaña una guía que nos va dando las explicaciones necesarias. Ella es de etnia Xhosa, la misma que Mandela, y mayoritaria en toda esta región. La pronunciación del idioma Xhosa es parecido al de los bosquimanos, algunas sílabas se pronuncian haciendo un chasquido con la lengua. La "Qu" de Qunu, es una de ellas. El museo tiene muy buen aspecto...pero sólo por fuera. Las diferentes salas de su interior están un poco desangeladas y vacías. Viendo el gran edificio donde están, uno espera encontrar más cosas. Junto al museo hay un pequeño taller de ropa que también nos enseñan, es una cooperativa creada por mujeres de la zona.

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La vista desde aquí es espectacular, lástima que aparece la lluvia y la cortina de agua nos impide disfrutarla en su totalidad...

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Hasta pocos kilómetros antes de East London, el estado de la carretera sigue la tónica del día anterior. No es muy ancha y tiene el asfalto deteriorado. Pero poco a poco la lluvia y la niebla van desapareciendo y, con las continuas subidas y bajadas, resulta entretenido conducir por ella. Las verdes colinas están salpicadas de modestas viviendas pintadas de colores muy vivos.

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Nuestro destino es un pequeño pueblo costero poco antes de E. London, Gonubie. Sólo hay 250 Km. de distancia, así que nos lo tomamos con calma. Antes de llegar, la carretera pasa por una bonita ruta arbolada y ahora su asfalto ya es perfecto. El alojamiento en Gonubie es en el Ocean´s Dreams. Una Guest House con vistas al mar, nos ofrecen una espectacular habitación en la planta superior, y que entre otros lujos cuenta hasta con un sillón de masajes. Todo ello por el equivalente a 82 euros. Como luce el sol, aprovechamos la tarde para disfrutar de la gran playa de Gonubie.

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Hemos vuelto a "tierras de blancos", y al decirles donde habíamos pasado la noche, siempre nos hacen la misma pregunta: "¿Umtata?, es peligroso ¿no?. ¿No habéis tenido problemas?..." y comentarios similares.

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El día amanece radiante y caluroso. Desayunamos tranquilamente con el intenso azul del Indico como fondo. Antes de salir de Gonubie paramos a repostar. Como en todas las gasolineras sudafricanas hay muchos empleados, antes de que quites el contacto ya tienes a uno junto a la moto esperando que le digas cuánto quieres. Y si pagas con tarjeta, no es necesario ir hasta la oficina, todos los empleados tienen un TPV inalámbrico, el aparatito para meter la tarjeta. Arrancamos, por delante casi 300 Km. pero no queremos retrasarnos, queremos llegar a buena hora a nuestro destino de hoy, Colchester, unos 40 Km antes de Port Elizabeth.

Aunque en este segundo viaje, la visita a los parques nacionales no es nuestro objetivo, decidimos que, como vamos a pasar junto al Addo Elephant N.P, podemos hacer un día de parada y aprovecharemos para visitarlo. Buscando información vemos que muy cerca de la entrada sur del parque hay un pequeño pueblo llamado Colchester. Anoche hicimos allí una reserva en el Dugbeetle River Lodge (92 euros), su aspecto y comentarios no pueden ser mejores. Los primeros 60 Km los hacemos por autopista, luego carretera normal y más tarde carretera en obras, que se alargan durante 40 Km. que se hacen muy largos. Es la primera vez que nos encontramos con un tramo en obras. Junto a la carretera vemos un mercado con mucho movimiento, paramos a echar un vistazo y descansar un poco. Está lleno de gente y de cosas, desde comida, muebles, electrodomésticos...Compramos algo de fruta. Unas mujeres están hablando entre ellas, por los chasquidos que hacen deducimos que son Xhosas. Se ponen muy contentas al ver que Conchi lo ha adivinado y en seguida comienzan a hablar con ella.

A diferencia de los blancos, a ellas las encanta el hecho de que hayamos parado en Umatata y posteriormente visitado el museo de Qunu. Las hace mucha gracia escuchar a Conchi pronunciar Qunu en lengua Xhosa. Un par de "colgaos", con mal aspecto y los ojos vidriosos, seguramente por drogas ya que su olor apesta pero no a alcohol, se acercan a nosotros y, con malos modos, insisten una y otra vez para que les demos unos rands. Y aquí entra en acción la "solidaridad femenina". Casi al mismo tiempo, las 4 ó 5 mujeres les abroncan por estar molestándonos. Los "colgaos", a pesar del ciego que llevan, entienden que es mejor marcharse antes de que cualquiera de aquellas mujeres les suelte un guantazo.

En el Dugbeetle R. Lodge ya nos están esperando, hasta han puesto mi nombre en la pizarra de bienvenida junto con el de la habitación que nos han reservado, es la "Africa". Posiblemente la habitación más bonita en la que nos hemos alojado durante este viaje.

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El edificio está junto al río Sondangs y es una construcción muy bonita. Cada habitación tiene un nombre y una decoración diferente. La "Africa" tiene un hermosa terraza hacia el río, una cama espectacular y unos muebles de calidad. La puerta tiene en relieve a los "cinco grandes" junto con un mapa de Africa. Cuando todavía no estamos instalados llega una furgoneta conducida por una mujer. Se baja y al ver las motos y a nosotros, se la ilumina la cara. Dirigiéndose a Conchi la dice: "Bienvenidos. Me llamo Atta, y mi marido y yo somos los dueños del lodge. Durante muchos años, yo también me movía por aquí en una Yamaha XT...".

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Otra de nuestras aficiones es el piragüismo, aquí no tienen ningún kayak pero si unas canoas y un embarcadero. Preguntamos a Derek, el marido Atta, si podemos usarlas. Ningún problema, nos hace con unos remos y unos chalecos salvavidas, nos indica los mejores lugares del río y nos desea buena travesía. Es una delicia remar por estas aguas tranquilas, además hace calor y nada nos impide darnos un baño. Por la noche Atta nos pregunta acerca de lo qué deseamos para desayunar el día siguiente, la hora en que queremos hacerlo y nuestras preferencias respecto a cómo preferimos los huevos, el bacon, el zumo...etc. Detalles como éste, cada vez nos sorprenden menos. Nos hemos acostumbrado a la amabilidad de esta gente.

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Todos los P.N. puedes recorrerlos conduciendo tu propio coche, pero por razones obvias está prohibida la entrada en moto. En el propio lodge organizan visitas al Addo, así que cambiamos las motos por un Land Rover y par allá nos vamos. El Addo está muy bien, tiene un tamaño perfecto para recorrerlo en 4-5 horas y los caminos bien señalizados. Hay muchas cebras, fagoceros, hienas, algunos leones...pero sobre todo hay muchos, muchos, elefantes.

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Por segundo día desayunamos en la hermosa terraza del lodge. Anoche cayó una gran tormenta y hoy ha amanecido nublado. Ha refrescado y a esta hora, 8 de la mañana, tenemos unos 10º de temperatura . Nos da un poco de pereza tener que ponernos en la carretera, por eso alargamos el desayuno.

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Derek se acerca a darnos los buenos días. Es un tipo muy simpático, siempre con una sonrisa en su rostro y dispuesto a charlar un rato. Nos cuenta que aunque nació en Inglaterra, lleva desde niño en el sur de Africa. Se le nota que ama y siente estas tierras como su patria. Ha vivido en varios países y también le ha tocado luchar en dos guerras, en Mozambique y en Zimbabwe. Cuando las cosas se pusieron realmente feas en este último país, Atta y él tuvieron que abandonar precipitadamente la granja que tenían allí e instalarse en Sudáfrica. Nos cuenta los avatares de su vida y nos muestra orgulloso una colección de insignias que tiene de los diferentes cuerpos y escuadrones del ejército inglés que han luchado en Africa. La conversación nos resulta muy interesante y amena, por lo que sin darnos cuenta la mañana ha avanzado y va siendo hora de despedirnos.

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Durante muchos Km. nos acompaña una molesta lluvia, además es domingo y la carretera tiene mucho tráfico. Poco a poco vamos dejando atrás a las nubes y el sol empieza a calentar. A nuestra izquierda sale la carretera hacia el Tsitsikamma N.P. Derek nos ha recomendado su visita, ya que allí se encuentra la desembocadura del río Storms y es una zona muy bonita. A juzgar por la cola de vehículos que esperan para entrar, debe ser cierto. Y la misma cola se repite, ya una vez dentro, antes del acceso al aparcamiento que hay donde termina la carretera. Por lo que indica un vigilante está completo y todos debemos aparcar un par de kilómetros antes. Bueno, todos no. Es una de esas ocasiones que viajar en moto supone una ventaja respecto a hacerlo en coche. A nosotros nos dejan pasar y podemos aparcar donde se acaba el asfalto. Desde aquí parte un estrecho sendero, que se interna por el bosque y llega hasta el puente colgante que hay en la desembocadura del Storms.

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Plettenberg Bay se encuentra unos Km. más adelante y es en donde comienza la parte de la N-2 más famosa. Es la conocida como "Garden Route". Un tramo de unos 200 Km. que lleva hasta Mossel Bay y que resulta la ser la carretera más famosa de Sudáfrica. La vegetación que hay a sus lados y los paisaje que atraviesa hacen honor a su nombre de "ruta jardín". Muchas de sus partes nos recuerdan a otra famosa carretera que, hace años, recorrimos en el sur de Australia, la Great Ocean Road.

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Kysna es el final de nuestra ruta de hoy. Una pequeña ciudad costera con mucho encanto y por ello también con mucha gente. Nos alojamos en el que, según nos cuentan, es el mayor edificio de madera que hay construido en África. Este edifico corresponde al Kysna Lodge Inn. Aunque sus instalaciones denotan que ya tiene unos años, no por ello deja de ser una construcción espectacular.

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Entre otras cosas Kysna cuenta con un Waterfront del estilo del de Ciudad del cabo, aunque lógicamente mucho más pequeño. Hay muchos bares, restaurantes, tiendas...todos orientados hacia el mar. También cuenta con una zona de viviendas de lujo con embarcaderos propios. No hace falta decir que sus propietarios son todos blancos. Viendo todo esto no es de extrañar que estos, los blancos, tengan miedo a que algún día los otros, los negros, se harten y su mundo tan feliz y lujoso se venga abajo. Y más viendo como a la entrada de Kysna, en una de sus laderas, se puede ver una "township" (el barrio de los negros pobres) y no es precisamente pequeña.

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Pero Kysna también tiene otras cosas más interesantes. Un gran mercado de artesanía con variados objetos hechos en diferentes tipos de maderas. Con muchos artesanos, pero con pocos clientes, nosotros éramos los únicos. Y en el centro de la población todavía conservan los primeros edificios que se levantaron en su día. Los han rehabilitado y, como ocurre en los pueblos de Australia y Nueva Zelanda, están llenos de fotografías e información acerca de las familias fundadoras de Kysna. Del por qué escogieron este lugar para levantar la ciudad (en principio fue un asentamiento junto a una mina de oro), los distintos hechos históricos vividos desde los años de su fundación, los desastres naturales que han sufrido, los personajes más relevantes que la han habitado...etc. Es una forma de conocer los lugares por los que pasamos, y que a nosotros nos gusta de una forma especial. También en el centro tienen expuestas algunas de las máquinas que en su día usaban para lavar la tierra y encontrar el oro.

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Inevitablemente nos vamos acercando al final de nuestro viaje, Ciudad del Cabo. Pero todavía tenemos que recorrer algunos de los lugares más famosos del país. Nos espera la parte más bonita de la Garden Route, también cruzaremos la zona desértica del Little Karoo, y por último un tramo de la R-44, que quizás sea la carretera más espectacular de Sudáfrica, ¡ah! y la península del Cabo. Nos preparamos para salir...

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Continuará...
 
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El tramo más bonito de la "Graden Route" se encuentra entre Knysna y Mossel Bay. Un asfalto, un trazado y unos paisajes magníficos. Durante kilómetros tienes el Indico a tu izquierda, en otros la carretera se interna entre las montañas para más tarde volver a descender de nuevo hacía el mar. Todo este conjunto, más una temperatura ideal, hacen que nuestro recorrido sea casi perfecto, sólo hay un pequeño problema. Empiezan las vacaciones de Navidad y el tráfico es muy intenso. Es como revivir nuestro recorrido por la Great Ocena Road australiana, sólo que en aquella ocasión fueron las vacaciones de Semana Santa las que motivaron que tuviéramos que compartirla con más australianos de los deseados.

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En Mossel B. abandonamos la N-2, decimos adiós a la "Garden Route" y a aquel tráfico congestionado. A través del Robinson Pass dejamos el frescor del océano y nos internamos en el desierto conocido como "Little Karoo". En poco más de 40 Km. el cambio de paisaje y temperatura es total. El termómetro de la moto vuelve a superar los 30º. Las pocas edificaciones que se vemos desde la carretera son granjas de avestruces. Esta es una de esas zonas a las que se las puede llamar la "Sudáfrica blanca profunda", y que parece haberse detenido en el tiempo. La carretera discurre a lo largo de una planicie, en su lado norte, una cadena montañosa separa éste desierto de su hermano mayor, el "Big Karoo".

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Nos gustan los desiertos, las carreteras rectas, sin tráfico y el calor, hoy lo tenemos todo. Poco a poco nuevamente cambia el paisaje, y antes de Ladismith nos vemos de nuevo subiendo un largo puerto. Ahora son viñedos los que llenan el paisaje. Tenemos previsto dormir en Swellendam, a 350 Km. de Knysna. En alguna guía había leído que es un lugar tranquilo y con el tamaño suficiente para no tener problemas a la hora de buscar un alojamiento.

Al lado izquierdo de la carretera diviso un local del que hablan todas las guías, es el "Ronnie´s Sex Shop". A pesar de que su nombre pueda dar lugar a equivocaciones, no es más que un bar de carretera, en el que un buen día, o una noche loca, a alguna mujer se la ocorrió colgar en una de sus paredes la ropa interior que llevaba puesta. Y eso se convirtió en tradición, todo su interior está "decorado" con bragas y sujetadores, no me preguntes si usados o límpios....

Pero no nos detenemos en el. En otros viajes ya hemos visto lugares similares, que por unas u otras causas parecidas (su decoración con cualquier tipo de objetos), se han convertido en paradas casi obligatorias para el viajero. Y cuando paras y entras en ellos, en la mayoría de los casos, te preguntas si realmente ha merecido la pena parar allí para ver toda aquella "morralla" colgada de las paredes y el techo...Esto no quita para que su dueño, en este caso el tal Ronnie, quizás sea un tipo muy majo


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Pero antes de llegar a Swellendam, la ruta, que hasta ahora ha sido espectacular, nos tiene preparada una última sorpresa. En un pequeño pueblo, llamado Barrydale, abandonamos la carretera que cruza el "Little Karro". y tomamos un desvío para volver a la N-2. Son solamente unos 15 Km. pero créeme, es de esos tramos que no olvidas nunca. La carretera recorre el Tradouw Pass. Va marcando una línea aprisionada en un desfiladero, en cuyo fondo se encuentra un pequeño río. Es muy estrecha, prácticamente sin ningún lugar dónde parar, y es de esas carreteras que te gusta recorrer despacio, muy despacio. Las sensaciones que sientes son las de que estás recorriendo un lugar espectacular, del que nunca te ha hablado nadie, no has leído nada sobre el, y lo normal es que nunca vuelvas a pasar por allí. Por eso quieres disfrutarlo cada Km.

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Las edificaciones de Swellendam se alinean a ambos lados de la calle principal. Tras las del lado norte están las montañas, y al lado sur, el río. Se nota que es territorio "blanco". No hay rejas, no hay alambradas, las vallas de madera son bajas y están en perfecto estado...sin duda es un lugar tranquilo. Además nuestro alojamiento es de lo más completo. Por 63 euros tenemos, dentro del terreno de la Guest House principal, una preciosa casa para nosotros solos, y también piscina, jardín y a la mañana siguiente, como es habitual, nos sirven un estupendo desayuno.

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En España hoy todo el mundo está atareado y de un lado para otro, es un día especial, 24 de diciembre. Para nosotros también es especial, hoy tenemos que llegar a Ciudad del Cabo. Nos acercamos a terreno ya conocido en nuestro anterior viaje. A mi izquierda veo un cruce, en el un indicador señala el destino a donde lleva esa carretera, "Cape Agulhas". El punto más al sur del continente africano, lugar donde se juntan las aguas del Indico y del Atlántico. Su nombre se lo pusieron los primeros marieneros portugueses que lo navegaron. Unas teorías dicen que lo llamaron por lo afilado de sus rocas, y otras a que en este punto las agujas de las brújulas, debido a la declinación magnética, marcan exactamente el norte geográfico. Sea por lo que sea, lo que no cabe duda es que resulta uno de esos puntos especiales y emblemáticos para cualquier viajero. Seguro que mucho más interesante que el Ronnie´s Sex Shop, el bar que ayer pasamos de largo.

En condiciones normales ya habríamos puesto los intermitentes para tomar esa carretera, pero no nos desviamos... En el 2008 ya estuvimos en el Cabo Agulhas, entonces significaba el comienzo de nuestro viaje, que sobre las 650 GS nos llevaría hasta las Cataratas Victoria.

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Vale, hoy no vamos a C. Agulhas, pero a cambio lo que vamos a hacer es recorrer una de las carreteras más famosas de Sudáfrica. ¿Otra más? pues sí. Poco antes de que falten 90 Km. para llegar a Ciudad del C. justamente en un lugar llamado Brotivier, arranca la R-44. Seguramente, y sin que lo sepas, tú ya has visto esa carretera. Es utilizada para rodar muchos spots de automóviles para su publicidad en la Tv. Su revirado y espectacular trazado, justo entre las laderas de las montañas y el mar, es lo que hace que sea un fondo perfecto para ese fin. Sólo nos falla la climatología para que nuestro recorrido por ella sea completamente perfecto. Hace un molesto viento y al sol le cuesta trabajo vencer a las nubes. Justo en los momentos en que éste brilla sobre el mar, pienso en el error que cometimos en nuestra anterior visita, cuando hicimos el recorrido Ciudad del C.-Cabo Agulhas por la carretera principal. Pero a veces, como hoy, repetir un trazado te brinda segundas oportunidades...

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Llegando a la ciudad veo que hay algunos cambios evidentes. El gran Towship que hay junto a la autopista, poco a poco va cambiando su aspecto. Muchas chabolas han sido sustituidas por pequeñas casas adosadas. Pero todavía queda mucho trabajo por hacer para que, la entrada a Ciudad del Cabo, sea reflejo de la belleza de esta ciudad. Más adelante ya veo la famosa silueta de la Table Mountain, ícono de la ciudad. Poco a poco voy recordando lugares y prácticamente sin mirar el GPS, llegamos hasta el Victoria & Alfred Waterfront, donde hace tiempo dejé reservado un hotel.

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En estas fechas aquí, y en casi todos los lugares del mundo, son vacaciones y no es raro encontrarte dando vueltas buscando un hotel, que se adapte a tus gustos y que tenga habitaciones libres. The Commodore Hotel nos espera. Debido a las fechas en que estamos y a su situación, en el mismo Waterfront, resulta el más caro del viaje. Pero merece la pena, son nuestros últimos días en Sudáfrica y además es Navidad.

Parece que todos los habitantes de la ciudad y alrededores se ha dado cita aquí, en el Waterfront. El antiguo puerto reconvertido en lugar de compras, de entretenimiento, con espectáculos en vivo de música africana, bares, restaurantes, acuarios, centros comerciales...Podía ser cualquier lugar del mundo, podía ser cualquier otro Waterfront, el de Sydney, el de S. Francisco...Pero aparte de los rasgos físicos de quienes lo abarrotan, si levantas la vista, tus ojos irán directos a detenerse en algo que no deja lugar a dudas acerca de donde te encuentras, la majestuosa "Table Mountain".

Al frente del Waterfront tienes la "Robben Island". La isla donde se encuentra el penal en el que Mandela vivió sus años de encarcelamiento y que hace tiempo fue convertido en atracción turística. Ni entonces ni ahora tomamos el ferry que, todos los días, lleva a miles de personas a conocer Robben Island. Nunca ha llamado nuestra atención la visita a presidios, campos de concentración ni sitios similares.

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Durante los cuatro días que tenemos hasta la salida de nuestro vuelo de regreso, decidimos recorrer otros lugares. Unos nuevos y otros ya conocidos. Volvemos a visitar el centro de la ciudad, con sus mercados callejeros, sus casas victorianas, el barrio musulmán con sus características viviendas pintadas de vivos colores...

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Como no se entiende que estés aquí y, si el día lo permite, no tomes el teleférico que sube hasta la cima de la Table Mountain, eso lo fue lo que hicimos. Desde lo alto se tienen unas panorámicas perfectas de la ciudad y su bahía.

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Para dejar atrás el congestionado Waterfront, nos vamos a recorrer el "Table Mountain National Park". Un circuito de 150 Km. que saliendo y volviendo a Ciudad del C. lleva hasta el famoso Cabo de Buena Esperanza. Pasa por lugares muy turísticos, como Hot Bay con sus lujoses hoteles, pero también por otros en los que, de momento, la acción de hombre ha respetado a la naturaleza y el paisaje, y ambos se muestran con toda su belleza. Incluso todavía es posible ver la única colonia de pingüinos que habitan en Africa. Son pequeños, eso sí.

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Llega el momento de despedirnos de nuestras compañeras de este viaje. Las 700 GS se han portando muy bien, no han dado ningún problema. Aunque estés acostumbrado a otro tipo de motos, nada más subirte en éstas te sentirás a gusto y son realmente fáciles de conducir. Al igual que en otros viajes, en éste tampoco nos hemos arrepentido de su elección.

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Como es habitual, las hacen una revisión visual. El encargado de Motorrad Rentals en Ciudad del Cabo, certifica que la no las hemos hecho ningún daño. Nos entregan el informe que lo justifica y queda anulada la fianza que, en cualquier alquiler, siempre tienes que hacer al retirarlas. Comentamos con él algunos detalles de los casi 4.000 Km. que hemos hecho por estos 3 países. Y se despide de nosotros con un: "esperamos que vuelvan a viajar por Sudáfrica".

Comentaba al principio de los capítulos de este viaje, que hace tiempo dejamos de hacer suposiciones acerca de si volveremos o no a algún lugar. Ahora es pronto para pensar en regresar, pero dicen que no hay dos sin tres...

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Saludos
 
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