Eso es. Siempre hay buenos momentos, sólo que a veces estamos tan cansados, tan tristes, tan preocupados por algo, que no nos damos cuenta.
Hoy el día empezó con dos niños muy dormidos. Eran las seis de la mañana, y mamá se iba a trabajar. Pero me acerqué a sus camas, despacito, y les arropé. Y con cuidado de no despertarles, mis labios apenas les rozaron en un suavísimo beso.
Tengo los [highlight]ojos más tristes [/highlight]que antes, porque me voy haciendo mayor y creo que no pesan los años, ni los kilos: pesan los párpados, lo que te hace parecer un cachón dormido (el cachón es una especie de calamar). Pero también tengo una [highlight]sonrisa luminosa[/highlight], que hace que en el trabajo siempre me den los buenos días mil veces, que el jefe quiera bailar conmigo unos pasitos de salsa (es un picaruelo: se ha enterado de que me gusta bailar) y que la fotocopiadora se atasque sólo lo justo.
A veces me gustaría [highlight]dimitir[/highlight]. No sé de qué cargo, pero dejar de hacer lo que sea que me toca en ese momento.
Pero el día siempre vuelve al lugar en el que empezó, y hoy, cuando he llegado a casa, mis hijos ya dormían. Aunque,
, con un ojito abierto, esperando con picardía el beso de buenas noches.
Buenas noches, buenos días, hola.