Un simpático sargento de la Benemérita deja a dos Guardias recién salidos de la Academia en la N-IV, a la altura de Écija, un 11 de agosto a las 4 de la tarde, advirtiéndoles que les recogería a las 20:00 horas. Si para entonces no habían acabado un librillo de recetas por lo menos, los pondría a limpiar todas las motos del cuartel con un cepillo de dientes.
Uno de ellos, el más echaíllo pa'lante, después de acordarse de todo el árbol genealógico de su superior, le comenta a su compañero que va a denunciar al primer vehículo que pase por su lado; el primero resulta ser un Opel Omega negro con los cristales negros, así que nuestro amigo se sitúa en el borde de la calzada y le da el alto. El coche se detiene suavemente en el arcén y el guardia se acerca con actitud amenazante; la ventanilla del conductor baja, dejando escapar un potente aire acondicionado en las narices del protagonista, a quién la gorra estaba empezando a derretírsele. El conductor era un hombre de unos 50 años, vestido con traje y corbata e impecablemente peinado; el Guardia se dirije a él diciéndole:
- "Buenas tardes...su documentación y la del vehículo, por favor"
El conductor, amablemente, le responde:
- "Discúlpeme agente, ¿he cometido alguna infracción?"
El Guardia Civil, enfadado, le replica:
- "La documentación, por favor"
Muy contrariado, el del coche le dice:
- "Perdóneme, pero no lo entiendo, llevo el cinturón de seguridad abrochado, circulaba por la derecha a velocidad moderada...¿por qué me ha detenido?"
- "¡Que me dé la documentación!"
- "Tranquilícese", le responde el conductor, "creo que no sabe que no debería hablarme de esa manera"
- "¡¡¡Déme los putos papeles!!!", le grita el Guardia perdiendo los idems.
- "Está bien, no se enfade...tome"
El Civil, muy alterado y nervioso, coge la carpetilla con la documentación, la abre y, de pronto, empieza a caerle un sudor frío por la espalda, se pone blanco como la pared y empieza a temblar, le devuelve rápidamente la documentación al conductor del coche, cuadrándose a continuación, mientras repite compulsivamente:
- "¡¡Discúlpeme, mi General...a sus órdenes, mi General...buen viaje, mi General!!"
El Opel arranca y desaparece por la carretera. Nuestro hombre se acerca a su compañero, con las piernas temblando y con más mala cara que los pollos del Carrefour. Su amigo, extrañado, le pregunta:
- "Macho, ¿qué te pasa?"
- "La he gagao, la he cagao", le responde tartamudeando.
- "Joder, tío ¿pero quién era el del coche?"
- ¿Que quién era? .... ¡¡¡el General Motors!!!"
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